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  • Presentando las buenas nuevas... a los desconocidos
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Nuestro Servicio del Reino 1978
km 4/78 pág. 12

Presentando las buenas nuevas... a los desconocidos

Para muchos de nosotros es muy difícil ir a la casa de una persona completamente desconocida y conversar con ella acerca de la Biblia y el reino de Dios. El hablar a un amigo, vecino o pariente, alguien con quien ya estamos familiarizados, no nos es tan difícil como hablar con un extraño. Las siguientes preguntas y respuestas pudieran sernos útiles para prepararnos para esta obra de evangelizar entre los extraños.

1. ¿Qué es lo primero que debemos tener presente? Orar a Jehová pidiendo su ayuda y bendición a medida que nos esforzamos por hacer su voluntad. Nunca deberíamos olvidar el poder de la oración y la necesidad de recibir fuerzas de Jehová.

2. ¿Cómo se acerca usted a la puerta? Es preciso tener el estado de ánimo correcto. Esto significa que no queremos prejuzgar al amo de casa. Es posible que subconscientemente lo prejuzguemos al pensar que el vecindario en el que vive, la religión predominante de la zona, el punto de vista de la gente en general, automáticamente significa que el extraño en la puerta no estará interesado en lo que queremos decirle. Más bien, queremos considerar a cada persona como un amigo potencial, alguien que se interesa en las buenas nuevas que le traemos, y dejar el resultado y el juicio en manos de Jehová. Con este punto de vista podemos sentirnos más tranquilos, en vez de ir con la idea fija en mente y corazón de que lo primero que tenemos que hacer es estar preparados para enfrentarnos a la oposición en la puerta.

3. ¿Qué diremos primero al amo de casa? Algo que sea animador al extraño a quien usted se enfrenta. Por ejemplo, un saludo afectuoso, algo acerca del tiempo o el hogar de la persona si éste está nítido y bien cuidado, algo que muestre que nos interesamos en la persona con la cual hablamos. Entonces de manera bondadosa llame a su atención el propósito de nuestra visita. El tema de conversación de este mes sugiere que usemos un método de abordar basado en Salmo 119:105. Un comentario apropiado que pudiéramos hacer al amo de casa sería que como seres humanos todos nosotros acudimos a algo o a alguien en busca de guía. Pudiéramos preguntar: “¿Ha pensado usted en la guía que el Dios Todopoderoso nos ha dado para ayudarnos a enfrentarnos a los problemas de la vida?”

4. ¿Qué podemos decir, entonces? Al llegar aquí, si es posible, haga que el extraño participe en la conversación. Pida su opinión. Si él está dispuesto a hacerlo, deje que se exprese. No piense que usted tiene que decirlo todo. Sea un buen oyente. Aun si las opiniones del amo de casa son contrarias a las suyas, eso no tiene por qué ser una dificultad. Usted no ha ido allí a discutir con él, sino más bien a mostrarle lo que la Palabra de Dios dice.

5. ¿Qué hay si surge una pregunta a la cual usted no sabe la respuesta? No hay por qué temer que esto suceda. Dígale francamente que usted no sabe la respuesta, pero que la averiguará y regresará a decirle lo que ha aprendido para que él también se beneficie. Esto pudiera preparar el camino para una revisita excelente. Si no sabemos algo, tenemos toda razón para admitirlo. A menudo nuestra honradez impresiona al amo de casa y puede resultar en que él escuche con mayor atención cuando regresemos.

6. ¿Y si el amo de casa es rudo, y definitivamente no está interesado? No podemos ofrecer mejor consejo que el que se encuentra en la Palabra de Dios. “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia.” (Pro. 15:1) “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes.” (Fili. 4:5) Al ser razonables no consideraremos el rechazo de ellos como una afrenta personal, pues nos daremos cuenta de que esto pudiera deberse a que no entienden el valor del mensaje que les traemos. Podemos marcharnos cortésmente, con algún comentario bondadoso y eso quizás tenga un efecto provechoso en la persona.—Compare con Colosenses 4:6.

7. ¿Qué meta tenemos en nuestra obra de evangelizar? Nuestra meta es predicar las buenas nuevas del Reino, hacer discípulos de gente de todas las naciones, enseñándolos. (Mat. 24:14; 28:19, 20) Nuestro buen éxito no depende de cuánta literatura distribuimos, aunque, por supuesto, sabemos que ésta ciertamente resultará ser una bendición para los que la reciban. El vivir la verdad a medida que proclamamos la Palabra de verdad entre los extraños es lo que trae alabanza a Jehová.

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