Reuniones de congregación—Parte 5. Beneficiándonos de las conferencias públicas
1 ¿Escuchó usted la primera serie organizada de conferencias públicas, según las conocemos ahora, que comenzó en enero de 1945? En aquellos días solo había unos 65.000 publicadores en los Estados Unidos. Ahora, 36 años después y con 485.000 publicadores más, podemos mirar al pasado y decir que las conferencias públicas han sido muy provechosas. Definitivamente han contribuido a que miles de nosotros hayamos conocido la verdad y han fortalecido la fe de todos nosotros.
2 Probablemente los que más se han beneficiado de las conferencias públicas son los conferenciantes mismo. ¿Por qué decimos esto? Al preparar los discursos usando los excelentes bosquejos que se les suministran, han tenido que efectuar investigaciones en la Biblia y en las publicaciones de la Sociedad para que las conferencias resulten ser instructivas e interesantes. Sus investigaciones han ensanchado su entendimiento de las Escrituras y han fortalecido su fe.
3 Cuando los oradores pronuncian sus conferencias se esfuerzan por imitar a Jesús, el mejor conferenciante público de todos los tiempos. Él hablaba con autoridad, también con bondad y amor para que el corazón de los que escucharan respondiera favorablemente al mensaje. (Mat. 7:29) Hasta los opositores dijeron acerca de él: “Jamás ha hablado otro hombre así.” (Juan 7:46) Sus discursos sobresalían porque él expresaba los pensamientos y principios de su Padre con sencillez, convicción y entendimiento. Movía a la gente a obrar. (Mat. 7:28; 22:46) Captaba el interés de todo su auditorio, jóvenes y ancianos, gente de toda condición, por medio de usar ilustraciones que el auditorio entendía. (Mat. 13:3-9, 34, 35, 45-48) Dirigía su mensaje al corazón de las personas por medio de hacer preguntas escrutadoras que las movía a pensar, examinar sus motivos, llegar a sus propias conclusiones y tomar decisiones.—Mat. 16:5-16; 17:24-27; 26:52-54.
4 Cuando los conferenciantes presentan del mismo modo que Jesús el material que han estudiado cuidadosamente, el auditorio no puede menos que beneficiarse. Pero, ¿cómo puede el auditorio sacar el mayor provecho de la conferencia? Es importante prestar atención a lo que se dice y no permitir que la mente de uno divague. El buscar los textos bíblicos y leerlos con el conferenciante, es una manera de mantenerse alerta. Algunas personas tratan de recordar lo que dice el texto antes de que el conferenciante lo lea. El tomar algunas notas también ayuda, puesto que uno repite por escrito lo que ha oído, lo cual deja una doble impresión.
5 Muchas personas que han escuchado atentamente conferencias públicas se han sentido movidas a efectuar cambios en su vida. Los que llevan muchos años en la verdad recuerdan puntos que oyeron en discursos hace 20 ó 30 años. A menudo el conferenciante se alegra cuando oye lo que algunos dicen después del discurso: “Lo que usted dijo era exactamente lo que yo necesitaba hoy. ¡Qué feliz me siento de haber venido a la reunión!” Recientemente, después de una conferencia sobre el desarrollo de cualidades espirituales, una hermana joven dijo: “Por fin veo por qué es tan importante el que yo sea más bondadosa y considerada al tratar con miembros de mi familia.” Probablemente lo que el orador dijo lo habían repetido los ancianos muchas veces por medio de consejo privado, pero finalmente llegó al corazón de joven e impulsó a ésta a efectuar cambios. Esto da énfasis a lo provechoso que es repetir el consejo bíblico de semana en semana, pues recalca lo que se ha aprendido antes. El aplicar lo que aprendemos nos trae felicidad.—Juan 13:17.
BENEFICIOS QUE NOS ESPERAN
6 En marzo comenzamos una serie de 60 conferencias públicas. Podemos esperar con anhelo oír temas como: “¿Qué hay tras el espíritu de rebelión?”, “¿Está la verdad transformando su vida?”, “Soportando la persecución,” y muchos otros temas. Aunque algunos títulos de discursos parezcan conocidos, los bosquejos han sido revisados y puestos al día.
7 Los que sean asignados a pronunciar estos discursos nuevos querrán prepararse bien para que el material que presenten sea informativo y práctico. Los oradores deben mostrar entusiasmo, esforzarse por instruir, animar y mover a las demás personas. Las conferencias públicas deben durar solo 45 minutos. Todos queremos estar presentes para beneficiarnos de estas conferencias públicas y demostrar que apreciamos plenamente esta provisión por medio de la cual Jehová nos imparte instrucción.—Juan 6:45.