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  • La destrucción ardiente de la cristiandad desde el carro celestial
    “Las naciones sabrán que yo soy Jehová”... ¿cómo?
    • de la organización religiosa hipócrita como una destrucción ardiente de parte de Aquel que conduce el carro celestial. Así, pues, el apóstol Juan, después de describir la pena que muchos sienten por esta destrucción, dice: “¡Alégrate sobre ella, oh cielo, también ustedes los santos y los apóstoles y los profetas, porque judicialmente Dios le ha impuesto castigo a ella por ustedes!” (Revelación 18:20) Todos los que hayan sido marcados en la frente por el moderno hombre “vestido de lino” se regocijarán con éstos en la destrucción ardiente que habrá procedido del carro celestial de Jehová contra la cristiandad hipócrita y todo el resto de Babilonia la Grande. Ciertamente todos nosotros queremos estar del lado de los que se regocijen cuando suceda esto.

      EL CONJUNTO DE RUEDAS Y LOS QUERUBINES QUE ESTÁN ENVUELTOS

      23, 24. ¿Qué descripción da ahora Ezequiel de las ruedas y los querubines, y qué indica su correspondencia con la descripción previa en cuanto a la fuente de la destrucción?

      23 Junto con el profeta Ezequiel echemos otro vistazo al carro celestial de Jehová desde el cual flamea esta ardiente destrucción contra la cristiandad. La manera en que lo describe ahora Ezequiel corresponde estrechamente con lo que dijo acerca de ello en Ezequiel 1:5-28. Para identificarlo como el mismo carro, Ezequiel escribe:

      24 “Y continué viendo, y, ¡mire! había cuatro ruedas al lado de los querubines, una rueda al lado de un querubín y una rueda al lado del otro querubín, y la apariencia de las ruedas era como el refulgir de una piedra de crisólito. Y en cuanto a su apariencia, las cuatro tenían una misma semejanza, tal como cuando una rueda resulta estar en medio de una rueda. Cuando iban, a sus cuatro lados iban. No cambiaban dirección cuando iban, porque al lugar adonde miraba la cabeza, tras éste iban. No cambiaban de dirección cuando iban. Y toda la carne de ellos y sus espaldas y sus manos y sus alas y las ruedas estaban llenas de ojos todo alrededor. Los cuatro tenían sus ruedas. En cuanto a las ruedas, a ellas se les llamaba en mis oídos: ‘¡Oh conjunto de ruedas [hag-Galgal, hebreo]!’”—Ezequiel 10:9-13.

      25. ¿Qué nombre se dio a las ruedas, y a qué rasgo acerca de una rueda llama atención?

      25 Quizás haya sido una sorpresa para Ezequiel oír que a las ruedas se les llamaba por un nombre: “¡Conjunto de ruedas!” (Ezequiel 10:2) Evidentemente este nombre lo ocasionaba lo que hace la rueda, a saber, rueda o gira. De modo que podría llamarse una rodadora o giradora. Este rasgo recibe énfasis en The Emphasised Bible, por J. B. Rotherham, que traduce Ezequiel 10:13 de esta manera: “A las ruedas, a ellas se hizo el clamor, ¡oh rueda giratoria!” O, según la lectura marginal: “¡Oh tú que giras!” Correspondientemente, el nombre de la ciudad israelita Guilgal significa “Un Rodar.”—Josué 5:9.

      26. El dar a este rasgo acerca del carro celestial tal nombre llamó la atención a ¿qué, acerca de la organización celestial de Jehová?

      26 El dar a esta parte del carro celestial tal nombre llama atención a la velocidad con que se mueve el carro celestial, la organización celestial de Jehová. Se mueve como con “ruedas [galgal (usado aquí en plural)] como una tempestad de viento.” “Sus ruedas son como una tempestad de viento.” (Isaías 5:28, Ro) Los carros de guerra de la capital asiria, Nínive, jamás se movieron más aprisa que este carro celestial, aunque se diga de aquellos carros de guerra asirios: “Como los relámpagos siguen corriendo.” (Nahúm 2:4) Aunque las ruedas del carro celestial giraban con tantas revoluciones por minuto, tenían ojos para ver por dónde iban.

      27. ¿Qué declaración hizo ahora Ezequiel acerca de los querubines, y qué indica el movimiento de las ruedas junto a ellos?

      27 De las ruedas ahora el profeta Ezequiel dirigió su consideración a los querubines acompañantes. Evidentemente mirando primero el lado izquierdo de la criatura viviente querúbica, Ezequiel comenta acerca de ellos como sigue: “Y cada uno tenía cuatro caras. La primera cara era la cara del querubín [una cara de toro, en Ezequiel 1:10], y la segunda cara era la cara de hombre terrestre, y la tercera era la cara de un león, y la cuarta era la cara de un águila. Y los querubines se levantaban —era la misma criatura viviente que había visto junto al río Kebar— y cuando los querubines iban, las ruedas iban al lado de ellos; y cuando los querubines alzaban sus alas para estar bien arriba de la tierra, las ruedas no cambiaban de dirección, aun ellas mismas, de al lado de ellos. Cuando éstos se detenían, ellas se detenían; y cuando éstos se levantaban, ellas se levantaban con ellos, porque el espíritu de la criatura viviente estaba en ellas.” (Ezequiel 10:14-17) Así, pues, había cooperación perfecta entre las ruedas y los querubines. No había ninguna falta de armonía o desorganización en cuanto a este carro celestial de Jehová.

      28. ¿A qué nueva posición pasaron ahora la “gloria de Jehová” y el carro celestial?

      28 El “fuego” tomado de entre los querubines de este carro y arrojado por el hombre vestido de lino sobre la ciudad de Jerusalén todavía no había llegado al templo. Por eso, en la visión, la “gloria de Jehová” todavía continúa maniobrando en esa zona, tal como ahora nos dice Ezequiel: “Y la gloria de Jehová procedió a salir de sobre el umbral de la casa y a detenerse sobre los querubines. Y los querubines ahora alzaron sus alas y se levantaron de la tierra delante de mis ojos. Cuando salieron, las ruedas también estaban cerca, al lado de ellos; y ellos empezaron a pararse en la entrada oriental de la puerta de la casa de Jehová, y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos, desde arriba. Esta es la criatura viviente que había visto bajo el Dios de Israel junto al río Kebar [en Babilonia], de modo que llegué a saber que eran querubines. En cuanto a los cuatro, cada uno tenía cuatro caras y cada uno tenía cuatro alas, y la semejanza de las manos de hombre terrestre estaba debajo de sus alas. Y en cuanto a la semejanza de sus caras, eran las caras cuya apariencia había visto junto al río Kebar, las mismísimas. Iba cada uno derecho adelante.”—Ezequiel 10:18-22.

      29. ¿Adónde tenía que ser sacado ahora el profeta Ezequiel, y qué nos interesa saber tocante a él ahora?

      29 Cuando el carro celestial, llevando a Jehová sentado sobre el trono de zafiro sobre éste, se para en la entrada oriental exterior del templo, ¿qué instrucciones habrán de dársele al profeta Ezequiel? Pero primero tenía que ser sacado de su posición en el patio interior del templo para que contemplara lo que se viera desde la puerta oriental exterior que miraba hacia el monte de los Olivos. Nos interesa saber lo que ve y oye allí.

  • Les espera desilusión a los demasiado confiados
    “Las naciones sabrán que yo soy Jehová”... ¿cómo?
    • Capítulo 11

      Les espera desilusión a los demasiado confiados

      1. ¿A quiénes pudo ver ahora en visión Ezequiel en la puerta oriental del templo, y qué decían?

      EN SU siguiente visión, ¿qué sucesos ve Ezequiel? Escuche: “Y un espíritu procedió a alzarme y llevarme a la puerta oriental de la casa de Jehová que mira hacia el este, y, ¡mire! en la entrada de la puerta había veinticinco hombres, y llegué a ver en medio de ellos a Jaazanía el hijo de Azur y a Pelatías el hijo de Benaya, príncipes del pueblo. Entonces [Jehová] me dijo: ‘Hijo del hombre, éstos son los hombres que están tramando lo perjudicial y asesorando mal consejo contra esta ciudad; que están diciendo: “¿No se ha acercado mucho el edificar casas? Ella es la olla de boca ancha, y nosotros somos la carne.”’”—Ezequiel 11:1-3.

      2. ¿Qué notamos acerca de la identidad de estos veinticinco hombres, y qué movimiento político estaban tramando?

      2 Evidentemente éstos no son los veinticinco hombres que Ezequiel vio antes en el patio interior del templo, adorando al Sol hacia el este, antes que se diera la orden de empezar la obra del degüello de los habitantes de Jerusalén que no llevaran la marca. (Ezequiel 8:16) Tampoco es este Jaazanía el hijo de Azur el mismo Jaazanía hijo de Safán a quien Ezequiel vio participar en adoración idolátrica dentro de un edificio del templo. (Ezequiel 8:11) Se dice que estos

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