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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Refuta la falsa acusación de los fariseos. Los fariseos, enemigos de Jesús, le acusaron después de una de estas curaciones diciendo: “Este no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebub, el gobernante de los demonios”. Pero el relato continúa: “Conociendo sus pensamientos, él les dijo: ‘Todo reino dividido contra sí mismo viene a parar en desolación, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá en pie. Así mismo, si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo; entonces, ¿cómo podrá estar en pie su reino? Además, si yo expulso a los demonios por medio de Beelzebub, ¿por medio de quién los expulsan los hijos de ustedes? Por eso, ellos serán sus jueces’”. (Mt 12:22-27.)

      A los fariseos se les obligó a reconocer que se necesitaba poder sobrehumano para expulsar a los demonios. Sin embargo, querían impedir que las personas creyesen en Jesús, y por eso atribuyeron su poder al Diablo. Entonces Jesús les hizo ver la consecuencia de su argumento mostrando el resultado lógico de tal modo de razonar. Les dijo que si él fuese un agente del Diablo, deshaciendo lo que Satanás hacía, Satanás estaría trabajando contra sí mismo (cosa que no haría ningún rey humano), y pronto caería. Además, se refirió a los “hijos”, o discípulos, de ellos, que también afirmaban expulsar demonios. Si el argumento de los fariseos era válido, que quien expulsaba demonios lo hacía con el poder de Satanás, los propios discípulos de ellos estaban obrando bajo este poder, algo que, por supuesto, los fariseos no estaban dispuestos a admitir. Jesús les dijo que sus mismos “hijos”, por lo tanto, eran jueces que les condenaban a ellos y su argumento.

  • Espiritismo
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Lo que Jesucristo dijo en cuanto a expulsar demonios no implicaba que los “hijos” de los fariseos y todos los demás que afirmaban expulsar demonios fueran necesariamente instrumentos de Dios. Jesús explicó que habría personas que preguntarían: “‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’. Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mt 7:22, 23.) No siendo discípulos verdaderos de Jesucristo, tales obradores del desafuero serían hijos del Diablo. (Compárese con Jn 8:44; 1Jn 3:10.) Por consiguiente, cualquiera de ellos que afirmase expulsar demonios no sería instrumento de Dios, sino agente del Diablo. El que Satanás usara a algunos como exorcistas, incluso haciéndolo en el nombre de Jesús (compárese con el intento de los siete hijos de Esceva, en Hch 19:13-16), no querría decir que estaba dividido contra sí mismo. Más bien, mediante esta aparente buena obra de liberar a los poseídos por demonios, Satanás se transformaría en un “ángel de luz”, y así aumentaría su poder e influencia sobre los engañados. (2Co 11:14.)

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