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  • Cómo hallaron la verdad
    ¡Despertad! 1971 | 22 de septiembre
    • hambres, las pestes y los terremotos que habían acontecido desde 1914 E.C. eran cumplimiento de la profecía sobre ‘la conclusión del sistema de cosas.’ Fácilmente discerní que esto era cierto, y mi excitación no conoció límites. Le pregunté qué hacer y me habló acerca de las reuniones que se celebraban en el Salón del Reino.

      “Después de despedirnos, fui bailando más que caminando a casa, cantando: ‘¡He hallado la verdad! ¡He hallado la verdad!’ En el transcurso de dos semanas estaba asistiendo a las reuniones, tenía a un Testigo que me ayudaba a aprender la Biblia y salía a decir a otros lo que yo estaba aprendiendo, que me hacía feliz. En mi corazón sé que Dios se encargó de que yo encontrara a uno de sus Testigos aquella calurosa tarde de junio hace veinticuatro años y desde entonces he servido felizmente como uno de ellos.”

      Vacuidad espiritual estimula curiosidad acerca de la verdad

      No toda persona sale a investigar diversas religiones. Sin embargo, la sensación de vacuidad espiritual a menudo hace que algunas personas hagan preguntas en cuanto a ello a otros cuando se presenta la oportunidad. Esto fue lo que llevó a una familia que vivía en el norte del estado de Nueva York a hallar la verdad. La esposa informa:

      “Mi esposo y yo éramos buenos católicos y asistíamos fielmente a misa con nuestros dos hijos. Un día le dije a mi esposo: ‘Amor, fuimos de nuevo a la iglesia esta mañana y ¿qué sacamos? ¡Nada! Me siento vacía. ¿Qué opinas?’ Él contestó que se sentía igual. Entonces dije: ‘¡Creo que algún día vamos a dejar de ir del todo!’

      “Precisamente cuando se estaba desarrollando este sentimiento en nosotros, conocimos a un testigo de Jehová a quien habíamos contratado para pavimentar la entrada al garaje de nuestra propiedad. Mientras conversábamos, él mencionó sus actividades religiosas y sentimos curiosidad acerca de su religión. Le hicimos muchas preguntas acerca de ella y, viendo que nuestra curiosidad realmente era interés, él hizo arreglos para ayudarnos a aprender la Biblia. ¡En corto tiempo vimos que inadvertidamente habíamos hallado la verdad satisfaciente que procede de Dios!

      “Nuestro sacerdote, notando que habíamos dejado de asistir a misa, vino a visitarme. Le dije que ahora estábamos estudiando la Biblia con los testigos de Jehová. ‘¡Que Dios la ayude!’ exclamó y agregó: ‘¡piense en sus hijos!’ Le pedí que probara con la Biblia las enseñanzas de la iglesia. Todo lo que pudo decir era que constituían un misterio o una tradición de la iglesia. No pudo encontrar un solo texto en la Biblia. Salió completamente frustrado. Me sentí muy emocionada, porque el hecho de que el sacerdote no pudiera mostrar apoyo bíblico para las enseñanzas católicas fortaleció mi convicción de que había encontrado el camino verdadero de adoración a Dios. Me parece que le di gracias a Jehová cien veces aquella tarde por ayudarme a ponerme de parte de su verdad.”

      Cómo halló la verdad uno que había perdido la fe

      Hay personas que han perdido la fe en Dios pero tienen corazón que es receptivo a la verdad de Dios. Considere, por ejemplo, la experiencia de un ex-oficial naval de la II Guerra Mundial. Lo que observó de lo inhumana que es la guerra, la conducta del clero durante la guerra y su subsecuente educación universitaria en Massachusetts lo dejaron agnóstico. Dice lo que sucedió cuando fue a la ciudad de Nueva York a visitar a sus parientes que son testigos de Jehová:

      “Mis parientes Testigos sabían mi opinión acerca de la religión y no trataron de predicarme. Un día leí uno de sus folletos que exponía la hipocresía y las doctrinas falsas de la iglesia. Descubrí que yo concordaba con muchas de las cosas que decía. De modo que comencé a leer más de la literatura que tenían, por lo general cuando no estaban en casa. ¡Al fin aprendí la respuesta a una pregunta que era muy desconcertante para mí! ¿Por qué estaba tan desenfrenada la iniquidad en la Tierra si había un Dios? Encontré la respuesta de la Biblia: Dios solo la estaba permitiendo por un tiempo específico, pero pronto terminaría, junto con este corrupto sistema de cosas. Me regocijé al saber que en la Tierra se establecería un nuevo orden que corregiría los males que han afligido a la humanidad a través de los siglos.—Rom. 9:17; 2 Ped. 3:13; Rev. 21:3, 4.

      “No pasaron muchas semanas antes que mi lectura intensiva me hiciera comprender que había encontrado la verdad que procede de Dios. Durante este tiempo asistí a algunas iglesias en la ciudad de Nueva York para comparar lo que decían con lo que yo estaba aprendiendo. Para mí fue inmediatamente obvio que el mensaje de las iglesias era somero, antibíblico y cabalmente insatisfactorio. Desde entonces mi fe ha aumentado anualmente al observar con deleite que las profecías de la Biblia se están cumpliendo.”

      Sí, la verdad de Dios es un tesoro precioso que trae gran felicidad a los que lo hallan. (Sal. 119:162) No solo hace accesible la expectativa de vida eterna en el paraíso, sino que también lo libra a uno de ideas religiosas falsas, de temor al hombre y de esclavitud a prácticas pecaminosas que traen desconsuelo.—Juan 8:32.

      ¿Ha obtenido usted literatura bíblica de los testigos de Jehová, quizás el libro La verdad que lleva a vida eterna? Si así es, entonces sin duda los Testigos lo han vuelto a visitar ofreciendo ayudarle a aprender la Biblia. ¡Lo instamos a aprovecharse ahora de esta oferta, confiando en que usted también recibirá el gozo que recibe el que halla la verdad!

  • “Los que demoraron demasiado su huida”
    ¡Despertad! 1971 | 22 de septiembre
    • “Los que demoraron demasiado su huida”

      CUANDO el monte Vesubio hizo erupción en agosto de 79 E.C., muchas personas de Pompeya perdieron la vida porque demoraron demasiado su huida a la seguridad. Unos arqueólogos que excavaron en las ruinas de esta ciudad descubrieron que muchas personas trataron de continuar disfrutando por más tiempo de lo que estaban haciendo cuando aconteció el desastre volcánico. Otras estaban demasiado absortas en su rutina cotidiana de la vida. Y el egoísmo de otras impidió que escaparan, por tratar de llevar consigo sus joyas u otros objetos de valor.

      C. W. Ceram describe la prueba arqueológica de esto en su libro Gods, Graves, and Scholars. Escribe: “Las palas de los excavadores pusieron al descubierto toda suerte de tragedias de familia, escenas de madres, padres e hijos atrapados en absoluto apuro. Se halló a madres que todavía llevaban a sus hijos en los brazos, protegiéndolos con el último pedacito de velo mientras ambos se sofocaban. Se sacó a hombres y mujeres que habían reunido sus joyas u otros objetos de valor, habían llegado hasta la puerta de la ciudad, y allí se desplomaron bajo el granizo pétreo, todavía abrazados a su oro y cosas preciosas. En el umbral de una casa se halló a dos jóvenes que habían titubeado hasta que fue demasiado tarde, con la intención de regresar a la casa y salvar algunos de sus tesoros.

      “Se halló cuerpo tras cuerpo en la Puerta de Hércules, todos los cuerpos amontonados, y todavía sobrecargados de los enseres domésticos que se habían hecho demasiado pesados para seguir arrastrándolos.” Ceram hace notar que el primer cuerpo que fue descubierto estaba “estirado a todo lo largo sobre el piso . . . con monedas de oro y plata que habían rodado de manos huesudas que todavía se esforzaban, parecía, por apretarlas.”

      “En un edificio adyacente siete niños habían sido sorprendidos por la muerte mientras jugaban inocentemente en una habitación. En otra estructura más se hallaron treinta y cuatro cuerpos, y con ellos los restos de una cabra que, atemorizada, había entrado apresuradamente para buscar seguridad entre la humanidad. Ni el valor de la serenidad ni la fuerza bruta ayudaron a los que demoraron demasiado su huida.”

      Así sucede, también, en estos “últimos días” del presente sistema de cosas. Muchas personas, muy ocupadas en empeños materialistas y las “inquietudes de la vida,” postergan el estudio de la Palabra de Dios. Imprudentemente demoran la huida de este sistema de cosas condenado a la destrucción. No sea usted una de ellas.—Luc. 21:34-36.

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