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    La Atalaya 1961 | 1 de marzo
    • indiferencia mundana amortigüe nuestro ánimo ni enfríe nuestro celo. Tampoco podemos creer que no hay gran necesidad de rendir servicio porque aparentemente hay pocas ovejas en nuestro territorio. Sea el amor lo que nos impulse a amonestar y a enseñar. Dios, quien prometió, es fiel, así que siga adelante con celo. “No desistamos de hacer lo que es correcto, porque segaremos al tiempo debido si no nos rendimos.”—Gál. 6:9.

  • Alejandro Magno y la profecía bíblica
    La Atalaya 1961 | 1 de marzo
    • Alejandro Magno y la profecía bíblica

      MUCHAS personas han cursado estudios secundarios y similares creyendo que saben la historia de Alejandro Magno. Pero frecuentemente están completamente desapercibidas del hecho más importante concerniente a Alejandro: Su carrera de conquista veloz fue predicha en la profecía bíblica.

      Jehová dio a su profeta Daniel información anticipada concerniente al surgimiento y caída de potencias mundiales. Entre 618 y 535 a. de J.C. Daniel recibió de Dios profecías concernientes al surgimiento de Grecia como potencia mundial para suplantar a Medo Persia y concernientes al papel que Alejandro desempeñaría en conexión con ello. Alrededor de unos doscientos años antes de que naciese Alejandro, Daniel había predicho el conquistador de Medo Persia: “Y un poderoso rey ciertamente se levantará y gobernará con dominio extenso y hará de acuerdo con su voluntad. Y cuando se haya levantado, su reino será quebrado y será dividido hacia los cuatro vientos de los cielos, pero no a su posteridad.”—Dan. 11:3, 4.

      Este “poderoso rey” ascendió al trono de Macedonia a la edad de veinte años, en el año 336 a. de J.C. Este fue el mismo año en que Darío III, el rey de la cuarta potencia mundial, Medo Persia, recibió el trono. Se predecía en las profecías bíblicas una veloz conquista de Medo Persia y otras naciones. El surgimiento de la línea de gobernantes mundiales macedonios o griegos se predijo, por ejemplo, en Daniel 7:6 bajo el símbolo de un leopardo con “cuatro alas de criatura volátil”; en Daniel 8:5 bajo el símbolo de un macho cabrío que vino “del poniente sobre la superficie de toda la tierra, y no estaba tocando la tierra.” No se nos deja en duda en cuanto a la identidad del macho cabrío, pues Daniel dijo: “El macho cabrío peludo representa al rey de Grecia.”—Dan. 8:21.

      ¿Qué significa el hecho de que el macho cabrío no tocase la tierra y que el leopardo simbólico tuviese alas? Velocidad y rapidez de conquista. Veamos con qué rapidez conquistó Alejandro al mundo, en cumplimiento de la profecía bíblica.

      EL EJÉRCITO DE ALEJANDRO

      Su ejército no era muy numeroso. Alejandro tenía unos 30,000 soldados de infantería y unos 5,000 de caballería. Pero el ejército estaba bien organizado. La mayoría de los oficiales tenían experiencia en campañas bajo el padre de Alejandro, Filipo II. Fue Filipo quien introdujo la falange, y Alejandro la perfeccionó.

      ¿Qué le dio a la falange su carácter singular? Fueron tanto las armas como la coordinación de los soldados individuales. Los miembros de la falange estaban fuertemente armados, equipados con yelmo, armadura y un escudo que protegía la mayor parte del cuerpo. Sus armas principales eran una lanza o pica de cuatro a cinco y medio metros de largo y una corta espada griega. Generalmente formaban de a dieciséis en fondo, proyectándose las lanzas de las primeras cinco filas más allá del frente, una barrera formidable para cualquier enemigo; las filas posteriores descansaban sus lanzas sobre los hombros de los delanteros. Los miembros de la falange recibían un entrenamiento gimnástico estrenuo para permitir la unidad, precisión y rapidez. Alejandro acopló a la falange cargas pesadas de caballería. También usó a tropas ligeramente armadas con fines especiales.

      A orillas del río Granico, Alejandro consiguió su primera victoria sobre las fuerzas del rey persa, Darío III. La caballería persa había bordeado el río, manteniéndose la infantería en reserva a la retaguardia. Alejandro, al aparecer con su ejército del otro lado del río, era, como lo expresa un historiador, “especialmente conspicuo por su escudo, y el penacho de plumas que eclipsaba su yelmo, a ambos lados del cual se levantaban dos alas, por decirlo así, de gran tamaño, y tan blancas que deslumbraban al observador.” En la batalla que siguió, la caballería persa, aunque numéricamente muy superior a la de Alejandro, no pudo ofrecer una oposición efectiva a la falange con su despliegue de largas picas. La infantería persa, que había contemplado la batalla de caballería que acababa de concluir desastrosamente para los persas, fue seguidamente derrotada. La victoria de Alejandro aterrorizó a los persas, especialmente debido al gran número de nobles persas muertos, dos de ellos a manos del mismo Alejandro.

      Un general famoso al servicio de los persas, Memnon de Rodas, divisó un plan para detener a Alejandro. Los persas llevarían la guerra a Macedonia y obligarían a Alejandro a regresar a su país. Se dispusieron barcos y se embarcaron tropas. Pero repentinamente Memnon murió. Darío no llevó a cabo los proyectos de Memnon de usar la riqueza y barcos persas para llevar la guerra a Macedonia. Darío decidió resolver la contienda en una batalla general en la cual personalmente tomaría el mando. El rey persa reclutó un gran ejército de unos 600,000 hombres. Confiando en la fuerza numérica de su ejército, y ansiando una batalla general, Darío permitió Alejandro avanzar sin oposición, aun a través de pasos montañeses y desfiladeros que podrían haber sido fortalezas formidables de defensa persa.

      En la subsiguiente batalla en Iso, los persas no estaban preparados para lo repentino y vehemente del ataque macedonio. Darío III, en su carro, percibió la deserción de algunas de sus fuerzas y se volvió y huyó con los primeros fugitivos. La derrota del ejército persa fue completa, capturando Alejandro aun a la madre, esposa, hermana, hijo pequeño y dos hijas de Darío—que habían sido traídos para presenciar lo que había de ser una victoria espectacular de Darío.

      LA CAÍDA DE TIRO

      Después de la batalla en Iso, Alejandro no continuó en persecución de Darío.

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