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Se cumple un enigma proféticoLa Atalaya 1977 | 15 de diciembre
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Cristo aun ahora prestando atención a su invitación de llegar a ser discípulos suyos: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón.” (Mat. 11:28, 29) ¿Ha obrado usted en armonía con esa invitación? El proceder así es la única manera de evitar abrirle las puertas al desastre como lo hizo el rey Sedequías de la antigüedad.
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Un juez modesto que quería estar seguroLa Atalaya 1977 | 15 de diciembre
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Un juez modesto que quería estar seguro
SUCEDIÓ durante el siglo trece a. de la E.C., unos 200 años después de la muerte del sucesor de Moisés, Josué. La ubicación fue el valle de Jezreel en la porción septentrional de la tierra que Dios les había prometido a los israelitas.
¿Qué aconteció en aquel tiempo que sea de interés para nosotros hoy? Uno de los jueces de Israel con un ejército de solo 300 hombres derrotó a una fuerza enemiga que ascendía a unos 135.000 individuos.
¿Cómo pudo suceder tal cosa? Un factor importante fue la determinación de este juez de estar seguro de que Dios lo apoyaba.
El registro bíblico de este acontecimiento asombroso se encuentra en el libro de Jueces, capítulos 6 al 8, que comienza así: “Entonces los hijos de Israel empezaron a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová. De modo que los dio Jehová en mano de Madián por siete años. Y la mano de Madián llegó a prevalecer contra Israel.” (Jue. 6:1, 2) Si Israel sembraba, los madianitas y otros merodeadores “acampaban contra ellos y arruinaban el producto de la tierra por la entera distancia hasta Gaza, y no dejaban que quedara en Israel sustento alguno ni oveja ni toro ni asno.”—Jue. 6:4.
DIOS ESCOGE AL “MÁS CHICO”
Con desesperación, los israelitas “clamaron a Jehová por socorro a causa de Madián.” (Jue. 6:7) Por lo tanto, Dios levantó como juez y libertador a un hombre de la familia de Abiezer (una subdivisión de la tribu de Manasés), a saber, Gedeón hijo de Joás. Mientras Gedeón batía en secreto el grano en un lagar, para no ser visto por el enemigo, un ángel se le apareció y le dijo: “Jehová está contigo, oh valiente y poderoso.” Sorprendido, Gedeón preguntó cómo podría ser que Dios estuviera con Israel, cuando ellos se encontraban en tan grandes apuros. “Por lo cual Jehová [por medio de su ángel] se volvió hacia él y dijo: ‘Ve en este poder tuyo, y ciertamente salvarás a Israel de la palma de la mano de Madián ¿No te envío yo?’”—Jue. 6:11-14.
La respuesta de Gedeón a esta comisión de Dios revela una disposición modesta. Contestó: “Dispénsame, Jehová. ¿Con qué salvaré yo a Israel? ¡Mira! El millar mío es el más pequeño de Manasés, y yo soy el más chico de la casa de mi padre.” Sin embargo, Dios le aseguró: “Porque yo resultaré estar contigo, y ciertamente derribarás a Madián como si fuese un solo hombre.”—Jue. 6:15, 16.
Sin embargo, Gedeón conocía las dificultades que entrañaría el trabar batalla contra Madián y cualesquier naciones que se le unieran. Por lo tanto solicitó una “señal” para estar seguro de que esta comisión realmente procedía de Dios. Trajo una dádiva de carne, tortas no fermentadas y caldo, colocó estas cosas en una peña grande y derramó el caldo. El mensajero angélico tocó la carne y las tortas no fermentadas con su báculo. Desde la peña empezó a ascender fuego y a consumir la ofrenda, después de lo cual el mensajero desapareció. “Por lo tanto Gedeón se dio cuenta de que era el ángel de Jehová.”—Jue. 6:17-22.
Aquella noche Jehová puso a prueba a su juez escogido. Dios le mandó derruir el altar de su padre al dios Baal, derribar el poste sagrado que estaba junto a él y edificar en su lugar un altar a Jehová y ofrecer en él el toro joven de siete años de su padre Joás (evidentemente un toro considerado sagrado a Baal). El poste sagrado serviría de leña. Valerosamente, Gedeón aceptó esta asignación. Pero, manifestando precaución, la llevó a cabo de noche.—Jue. 6:25-27.
Cuando los hombres de la ciudad se levantaron al día siguiente y vieron lo que había sucedido, exigieron la vida de Gedeón. Sin embargo, su padre, Joás, intervino, arguyendo que si Baal de veras era un dios, debería hacer su propia defensa.—Jue. 6:28-32.
INSÓLITOS PREPARATIVOS DE BATALLA
Enseguida el relato bíblico narra que “todo Madián y Amalec y los orientales se reunieron como uno solo y procedieron a cruzar y a acampar en la llanura baja de Jezreel.” Entonces el espíritu de Jehová envolvió a Gedeón. Él reunió a los abiezritas para la batalla, y también envió mensajeros por toda Manasés y hasta Aser, Zabulón y Neftalí, instando a los hombres a unirse a él. (Jue. 6:33-35) Los que se reunieron a su lado ascendieron a 32.000. Sin embargo, los que estaban en el campo enemigo eran unos 135.000, un número que excedía al de Israel a razón de 4 contra 1.
Ahora Gedeón solicitó que Dios ejecutara dos milagros, nuevamente para estar seguro de que Dios respaldaría la acción que se iba a tomar contra Madián. Pidió que un vellón que se dejaría de la noche a la mañana en una era resultara empapado de rocío mientras que el suelo que lo rodeara quedara seco, y a la noche siguiente que el vellón resultara seco, aun cuando el suelo resultara mojado. Dios le concedió ambas peticiones.—Jue. 6:36-40.
Cuando Gedeón y sus fuerzas acamparon en preparación para enfrentarse al enemigo, Jehová dio un mandato inesperado: “La gente que está contigo es demasiada para que yo dé a Madián en su mano. Tal vez se gloriaría Israel contra mí, diciendo: ‘Mi mano fue la que me salvó.’ Y ahora proclama, por favor, a oídos del pueblo, diciendo: ‘¿Quién hay que tema y tiemble? Que se retire.’ “Obedientemente, Gedeón los puso a prueba. ¿Y el resultado? “Con eso, se retiraron veintidós mil de los del pueblo, y hubo diez mil que quedaron.” (Jue. 7:2, 3) La ventaja contra Israel súbitamente subió a 13 contra 1.
Luego, Jehová le mandó a Gedeón que condujera a los diez mil varones restantes hacia el agua para una prueba más. La mayoría se descuidó, y codiciosamente se pusieron de rodillas para beber. Sin embargo, 300 de los hombres permanecieron vigilantes, pues se inclinaron solo suficientemente
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