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  • Los catálogos primitivos y el canon de las Escrituras Griegas Cristianas
    La Atalaya 1964 | 1 de enero
    • muchas construcciones y semejanzas de lenguaje de Pablo, especialmente a los romanos y corintios. Pero como declaró Westcott: “Se nos ha capacitado a reconocer que la autoridad apostólica de la Epístola es independiente de que Pablo lo haya escrito . . . ningún libro de la Biblia es reconocido más completamente por el consentimiento universal como dando un punto de vista divino de los hechos del Evangelio.”5 La evidencia interna produce las razones más fuertes para su aceptación canónica.

      El libro de Revelación es certificado por una unanimidad de comentadores primitivos que incluye a Papias, Justino, Melito e Ireneo.6 (Fragmentos de Papias 8) Fue rechazado por algunos en Oriente debido a que sus enseñanzas no eran aceptables para algunas escuelas de pensamiento. Pero esto no perturbó su acogida general. Aun en esta fecha temprana también se mostró atención cuidadosa para tener un texto correcto, como Ireneo nos informa al aludir a Revelación 13:18 cuando declara: “El número se encuentra así en todas las copias genuinas y antiguas.”—Ecclesiastical History of Eusebius, pág. 188.

      Con esto solo faltan Santiago y Judas y las epístolas de Pedro y Juan. Jamás hubo alguna dificultad con Primera de Pedro y Primera de Juan, Papias y Policarpo estando entre los testimonios primitivos para su autoridad. (Fragmentos de Papias 6; La Epístola de Policarpo a los Filipenses 2, 7) Cuando se recuerda cuán pequeño es cada uno de los restantes cinco escritos, no nos sorprendemos al hallar un corto número de referencias a ellos, componiendo como lo hacen solo una trigésima sexta parte de las Escrituras Griegas Cristianas. Alude a todos ellos un cristiano u otro del segundo siglo, pero solo es cosa de esperarse que las obras más cortas no serían citadas tan a menudo y, como podrían haber tenido una circulación más lenta, serían conocidas en algunas regiones y en otras no. Segunda de Pedro ha sido puesta en tela de juicio por los críticos, pero Ireneo la usa, (Ireneo contra las herejías 5.23.2 y 5.28.3) y la evidencia interna muestra que es una obra temprana y no del segundo siglo.

      PRESENCIA DE OBRAS APÓCRIFAS

      Pero, ¿por qué el manuscrito Códice Sinaítico incluye después del libro de Revelación la epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas, y el Códice Alejandrino agrega las dos epístolas de Clemente? Recientemente se han descubierto muchos escritos semejantes que alegan posición de apostólicos, y entre éstos el llamado Evangelio de Tomás ha evocado mucha discusión. ¿Deberían incluirse algunas de estas obras en nuestra Biblia hoy día?

      El historiador Eusebio, al resumir la posición, manifiesta tres categorías de escritos. Primero, enumera los reconocidos y luego los disputados, considerando canónicas ambas clases. El tercer grupo, en el cual nombra al Pastor de Hermas, Bernabé y otros, lo llama espurio, aunque era leído en varias congregaciones a veces. (Ecclesiastical History of Eusebius, pág. 110) El fragmento de Muratori declara que el Pastor podía ser leído pero que nunca jamás sería reconocido como canónico.4

      Cuando se averiguó que el Evangelio apócrifo de Pedro estaba siendo leído públicamente a fines del segundo siglo, se ordenó que fuera rechazado como falso. (Ecclesiastical History of Eusebius, pág. 231) Tertuliano nos dice que el autor de los “Hechos de Pablo” fue castigado por pretender ser un escritor del primer siglo. (De Baptismo 17) En una carta escrita por Teodoro de Egipto en el cuarto siglo a los escritos apócrifos se les menciona como “las aguas mentirosas de las cuales bebieron tantos,”7 y la lista de Muratori habla de ellos como hiel que no debe mezclarse con miel.4 De modo que la comunidad cristiana tuvo cuidado de proteger la integridad de sus escritos.

      A menudo era asunto de conveniencia enlazar en un códice una obra apócrifa, porque podía ser leída por algunos, aunque tuviesen presente la distinción mostrada por el hecho de que en los dos códices (el Sinaítico y el Alejandrino) los escritos apócrifos estaban después de Revelación, el último de los libros canónicos. O pudiéramos poseer hoy un manuscrito que perteneciera a una congregación apóstata que diera demasiada atención a tales obras, como en el caso que Serapión de Antioquía descubrió a fines del segundo siglo.

      La evidencia interna confirma la división clara hecha entre las obras inspiradas y las espurias. Los escritos apócrifos son muy inferiores y a menudo fantásticos y pueriles. Frecuentemente son inexactos. Note las siguientes declaraciones hechas por doctos sobre estos libros no canónicos:

      “No se trata de que alguien los haya excluido del Nuevo Testamento: ellos lo han hecho de por sí.”—M. R. James, The Apocryphal New Testament, pág. xii.

      “Solo tenemos que comparar nuestros libros del Nuevo Testamento en conjunto con otra literatura semejante para darnos cuenta de cuán extensa es la brecha que los separa de ella. A menudo se dice que los evangelios no canónicos en realidad son la mejor evidencia para los canónicos.”—G. Milligan, The New Testament Documents, pág. 228.

      “Mucho del Evangelio de Tomás es tradición plenamente posterior e indigna de confianza . . . que no sirve para determinar lo que Jesús dijo e hizo.”—F. V. Filson, The Biblical Archaeologist, 1961, pág. 18.

      “No se conoce material del Evangelio extracanónico que no esté (cuando puede ser probado de alguna manera) sujeto de algún modo a sospecha en cuanto a su autenticidad u ortodoxia.”—C. F. D. Moule, The Birth of the New Testament, pág. 192.

      “No puede decirse en cuanto a un solo escrito conservado para nosotros desde el período primitivo de la Iglesia fuera del Nuevo Testamento que pudiera añadirse apropiadamente hoy al Canon.”—K. Aland, The Problem of the New Testament Canon, pág. 24.

      INSPIRADOS POR DIOS

      La verdadera prueba de canonicidad es la evidencia de su inspiración. (2 Tim. 3:16) Los veintisiete libros de las Escrituras Griegas Cristianas hallaron su lugar, no por el simple capricho de los hombres, sino por el espíritu de Dios. Nada falta y nada extra se ha agregado. Juan ya podía ver el principio de una inmensa literatura adicional en su vejez, pero, ¿se necesitaba? (Juan 21:25) Aun si pudiera hallarse un dicho genuino de Jesús en una de estas obras, eso no la haría un escrito inspirado. La Palabra de Dios en sus sesenta y seis libros es nuestra guía y su armonía y equilibrio completos dan testimonio de su calidad de completa. ¡Toda la alabanza a Jehová Dios, el Creador de este Libro incomparable! Puede equiparnos completamente y colocarnos en el camino a la vida. Usémoslo sabiamente mientras tenemos tiempo todavía.

      REFERENCIAS

      1 The Problem of the New Testament canon, por Kurt Aland, 1962, página 18.

      2 The Text of the Epistles, por G. Zuntz, 1946, páginas 14, 279.

      3 Early Christian Doctrines, por J. N. D. Kelly, 1958, página 58.

      4 The New Testament Documents, G. Milligan, 1913, páginas 214, 290, 291.

      5 The Epistle to the Hebrews, texto griego y notas, por B. F. Westcott, 1889, página lxxi.

      6 Historic Evidence of the Authorship and Transmission of the Books of the New Testament, por S. P. Tregelles, 1852, páginas 61-63.

      7 The New Archaeological Discoveries, segunda edición, por C. M. Cobern, 1917, página 334.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1964 | 1 de enero
    • Preguntas de los lectores

      ● Si un cristiano que conduce un auto sufre un accidente que resulta en la muerte de otros, ¿cuál sería la responsabilidad de la congregación cristiana, en vista de la posible culpabilidad de homicidio? ¿Qué hay si el conductor ha violado leyes de velocidad o de carretera de “César” o ha sido descuidado?—K. F., Alemania Occidental.

      En casos de accidentes automovilísticos donde se pierde una vida o varias vidas, la cuestión del grado de culpa por homicidio, si acaso hay alguna, ciertamente merece ser considerada por el comité judicial de la congregación con la cual está asociado el conductor del auto. Aun si un tribunal de ley decide que el accidente no fue culpa del conductor, sería apropiado de parte del comité judicial de la congregación examinar al conductor y tratar de determinar si, de hecho, se podría atribuir culpa de homicidio a ese conductor. Esto es importante porque la congregación no quiere quedar bajo ninguna responsabilidad de comunidad por la pérdida accidental de vida, que surja del descuido de un cristiano o por desatención a las leyes de tráfico de “César.”

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