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Sirviendo mientras pueda servir de algoLa Atalaya 1970 | 15 de febrero
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Staten Island. Estaba acostumbrado a trabajo duro y éste de veras era trabajo duro, como el excavar a mano tocones verdes; pero puesto que era el trabajo de Jehová, yo servía con gusto. Más tarde cuando oímos las buenas nuevas del reino de Dios transmitidas por la WBBR nos sentimos bien remunerados. Pronto se organizó una orquesta para suministrar música para los programas de radio, y, como yo tocaba el violín, me ofrecí voluntariamente. Sin embargo, necesitaban un violonchelista y por eso tomé lecciones de violonchelo, y, según mi maestro, fui un alumno apto. Ensayábamos dos noches durante la semana y presentábamos un programa todos los domingos. Dado que me gustaba mucho la música, aprecié muchísimo este privilegio, el cual duró cuatro años.
Entre otras felices experiencias y puntos significativos de mi vida estuvo el asistir a la asamblea de Columbus, Ohio, en 1931, donde nosotros, los Estudiantes de la Biblia, abrazamos el nombre “testigos de Jehová.” ¡Qué honor es llevar ese nombre! Unos cuantos años después de eso la Sociedad compró una granja cerca de Ithaca, Nueva York, para alimentar mejor a la familia de la central. Como yo había sido agricultor se me pidió que ayudara en esta granja, de modo que fui allá en diciembre de 1940, y serví allí durante dieciocho años más.
Después de unos cuantos años comencé a padecer de intensos dolores en el abdomen, y en julio de 1947 necesité intervención quirúrgica para cáncer del intestino inferior, y desde entonces he sido paciente de colostomía. Me recuperé rápidamente y por once años más pude efectuar trabajo agrícola pesado. Luego me comenzaron a fallar las fuerzas y fui trasladado a Brooklyn, donde podía obtener mejor tratamiento médico así como efectuar trabajo más ligero. Aunque el promedio de extensión de la vida de los que han tenido esta operación es de solo diez años, por la bondad inmerecida de Jehová he podido seguir activo, he podido servir de algo, durante veintitrés años desde entonces. Aunque el reumatismo ciático me causa algún impedimento, todavía puedo trabajar de tiempo cabal en el departamento de paquetes postales del departamento de envíos de la Sociedad.
Puesto que no puedo andar mucho, predico por las noches y en los fines de semana escribiendo cartas, escribiendo por ejemplo a individuos que han sido privados de personas amadas, explicándoles la esperanza de la resurrección que nos da la Biblia. Entre las respuestas que he recibido estuvo la de una viuda que sinceramente me dio gracias por el consuelo que le había llevado mi carta y pidió que le ayudara contestándole preguntas bíblicas. Le envié un ejemplar de “Asegúrense de todas las cosas.” Otro individuo que ha demostrado aprecio y que está progresando bien es un soldado norteamericano estacionado en Europa.
Al mirar atrás, mis setenta y ocho años ahora parecen muy cortos, aunque, como dice el poeta, “no siempre parecieron cortos.” Verdaderamente estoy agradecido por el privilegio de todavía servir para predicar estas buenas nuevas del reino de Dios y agradecido también de que el pueblo de Jehová pueda esperar con deleite rendirle servicio gozoso sin fin a su gran Creador en el venidero sistema de cosas.—Mar. 10:29, 30; 13:10.
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El obelisco negro de SalmanasarLa Atalaya 1970 | 15 de febrero
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El obelisco negro de Salmanasar
● Como a mediados del siglo diecinueve el arqueólgo A. H. Layard descubrió un monumento que se llama “El Obelisco Negro de Salmanasar” al sur de Nínive. En una de sus caras se muestra al rey israelita Jehú o a su enviado inclinado ante el rey Salmanasar III. Este hallazgo arqueológico está en el Museo Británico.
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