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Encuadrando en el propósito de DiosLa Atalaya 1965 | 1 de agosto
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El posadero se impresionó favorablemente con mi testimonio. Pensé que querría echarme fuera por predicar contra la pereza de los hombres. Pero, en vez de eso, me dejó permanecer allí gratis.
En abril de 1924 el hermano Rutherford escribió preguntando acerca de la posibilidad de hacer arreglos para que él diera un discurso en Madrid. Cuando fue negado el permiso, el hermano Rutherford me dio instrucciones de viajar a París, donde lo encontré en el Hotel Saint James en mayo de 1924. Después de considerar mis circunstancias en España, decidió darme una nueva asignación. De modo que poco después de regresar a España recibí una carta pidiéndome que me mudara a la Argentina.
A LA AMÉRICA DEL SUR
Llegué a Buenos Aires, Argentina, el 12 de septiembre de 1924. Me habían informado que un hermano de apellido Young estaba en Buenos Aires plantando las primeras semillas de la verdad, pero no lo hallé. Por lo tanto, alquilé una habitación y comencé a trabajar. Había traído conmigo un baúl lleno de literatura bíblica, de modo que tuve material con el cual sembrar las semillas de la verdad. Otra vez la compostura de relojes me sirvió de gran ayuda para cubrir los gastos. Cuando daba el testimonio, buscaba un reloj en la pared que estuviera parado y, cuando veía uno, ofrecía componerlo. Después de algún tiempo encontré al hermano Young, que más tarde fue enviado para reemplazarme en España.
Puesto que había tantos alemanes en Argentina, pensé que sería bueno tener aquí algunos hermanos de habla alemana, de modo que le pedí a la Sociedad que enviara dos o tres ministros de tiempo cabal de Alemania. En julio de 1925 llegaron los hermanos. Se concentraron en las personas interesadas de habla alemana, pero estudiaron diligentemente el español para poder ser útiles en todo el territorio.
En octubre de 1925 alquilamos nuestro primer salón para las reuniones. Siempre recordaré el primer grupo de ocho personas que participaban en la obra de predicar. Algunas de ellas todavía viven y están activas en el ministerio hoy en día, casi cuarenta años después.
EXPANSIÓN
Pronto la obra comenzó a extenderse a otras ciudades de Argentina y a otros lugares. Poco después de llegar a la América del Sur fui favorecido con el privilegio de introducir el mensaje del Reino en el Uruguay y también en el Paraguay. Más tarde envié a algunos de los hermanos que estaban conmigo para que regaran las semillas plantadas en mis primeros viajes. Uno fue al Uruguay, otro al Paraguay y el otro a Chile.
Una experiencia que fortalece la fe en conexión con la obra en Chile confirmó mi convicción de que Jehová estaba dirigiendo las cosas. El hermano enviado allí escribió pidiendo que fuera tan pronto como fuese posible para organizar la congregación y me encargara de los gastos. Bueno, preparé mis documentos y todo lo demás, pero no tenía el dinero para el viaje. Sin embargo, en ese mismo momento una hermana que había recibido cierta cantidad de dinero vino a la oficina y contribuyó 400 pesos—¡el doble de lo que necesitaba para hacer el viaje!
A medida que crecía la organización, el lugar que habíamos alquilado resultó inadecuado, y con el tiempo pudimos alquilar otro lugar cerca de la presente propiedad de la Sociedad. Aquí se formó la primera congregación de testigos de Jehová en Buenos Aires. Sin embargo, en unos cuantos años aun este lugar fue demasiado pequeño para las bendiciones con que Jehová estaba coronando nuestros esfuerzos. De modo que, en 1940, compramos la amplia propiedad que ahora posee la Sociedad.
En 1945 los hermanos Knorr y Franz nos visitaron, y pronto después comenzaron a llegar graduados de la recién inaugurada Escuela Bíblica de Galaad. Nos enseñaron mucho tocante a organización y a mejores métodos para predicar. Esto dio ímpetu a la obra, resultando en expansión aun más acelerada.
VISITA A LOS ESTADOS UNIDOS
Un acontecimiento que aprecio como un tesoro en mi vida fue la invitación para asistir a la asamblea internacional de los testigos de Jehová en Cleveland, Ohío, en 1946. Pero primero permítame que le refiera un incidente que sucedió en camino a Cleveland.
Después de desembarcar en Mobile, Alabama, me quedé cuatro días con un amigo. Durante mi permanencia participé en la obra en las calles con la revista La Atalaya, pero cuando algunos alborotadores se quejaron de mí con la policía, fui detenido y llevado a la jefatura de policía. Llamaron al oficial de inmigración para que me interrogara acerca de la obra en las calles. Él dijo que mi pasaporte indicaba que me hallaba en viaje de placer a los Estados Unidos y que no podía trabajar. Contesté: “Este es el mayor placer que conozco: predicar la palabra de Dios mediante la página escrita.” Me dejó en libertad.
Me emocioné con lo que oí y vi en la asamblea de Cleveland. Después tuve el privilegio adicional de trabajar en el Betel de Brooklyn de la Sociedad Watchtower. Allí observé la excelente organización y la unicidad de propósito con que todos trabajan. Luego regresé a la Argentina.
EN CASA EN LA ARGENTINA
Aunque comprendí que yacían en el futuro formidables años de expansión, también comprendí que la obra que crecía requería un hombre más joven, más vigoroso, que pudiera mantenerse al paso con ella. De modo que en 1949, año en que el hermano Knorr hizo su segunda visita a la Argentina, le presenté el asunto y se hizo un cambio en la organización de sucursal. Por un tiempo retuve el privilegio de manejar los asuntos financieros para la Sociedad, pero ahora trabajo en la sala de recepción en nuestro nuevo hogar de Betel, que fue terminado hace unos tres años.
Estoy muy agradecido a Jehová por haberme usado y por continuar usándome a la edad de ochenta años. Con la bendición de Jehová Dios, he vivido para ver la construcción de nuestro hermoso hogar de Betel de tres pisos. ¡Nunca me imaginé que tendríamos cosa semejante en la Argentina, ni que tendríamos aquí más de 10,000 predicadores del Reino! Ahora también veo florecer las sucursales en Chile, el Uruguay y el Paraguay. ¡Qué mayor bendición pudiera pedir que el presenciar la mano de Jehová en su obra, en la que tenemos que hallar nuestro lugar!
Cuando repaso mi vida y los pasos dados bajo la dirección de Jehová y su organización, no puedo menos que estar de acuerdo con Jeremías, de que tenemos que acudir a Jehová para que dirija nuestros pasos. (Jer. 10:23) ¡Qué privilegio he tenido al seguir Su dirección y al encuadrar mi vida en Sus propósitos!
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1965 | 1 de agosto
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Preguntas de los lectores
● Cuando uno se dirige a Jehová en oración, ¿cómo ha de imaginarse uno que es Jehová, o en qué debe uno pensar?
En las visiones dadas a Daniel, Ezequiel y al apóstol Juan, tenemos en símbolos alguna idea de la magnífica gloria de Jehová. (Dan. 7:9, 10; Eze. 1:26-28; Rev. 4:1-3) No obstante, ha de recordarse que los israelitas no vieron forma alguna en el día cuando Jehová les habló en el monte Horeb. La razón fue que no le agradó a Jehová el permitirles hacer alguna representación de él, “una imagen tallada, la forma de símbolo alguno, la representación de macho o hembra, la representación de bestia alguna que haya en la tierra.”—Deu. 4:15-19.
En el caso de los cristianos, no hay nada para que nos imaginemos la forma de Jehová, aunque las visiones bíblicas pudieran pasar a través de nuestra mente cuando oramos. Recuerde que “Dios es un Espíritu.” (Juan 4:24) Cuando oramos debemos pensar en términos de la magnificencia de Jehová y de
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