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  • ‘Ven el bien a causa de su duro trabajo’
    La Atalaya 1977 | 15 de enero
    • ‘Ven el bien a causa de su duro trabajo’

      PUSÁN, Corea, es una ciudad que hormiguea de gente. ¡En menos de treinta años, la población ha estallado de un cuarto de millón a millón y medio de personas, y la cifra todavía aumenta! Pusán se hizo prominente durante la Guerra de Corea, cuando, por un tiempo, sirvió de capital provisional de ese país y de centro de refugiados para muchos miles que huyeron ante la invasión comunista.

      Entre estos refugiados estaban algunos que creían en las promesas acerca del reino de Dios que se hallan en la Biblia, y éstos hicieron exactamente lo que hicieron los cristianos primitivos cuando “habían sido esparcidos”... siguieron “declarando las buenas nuevas de la palabra.” Como resultado, se formó una congregación de testigos de Jehová en Pusán. Eso fue en 1950. Pero para 1976 aquella primera congregación se había expandido a cincuenta y cuatro congregaciones en la zona de Pusán.—Hech. 8:4.

      Esta expansión, junto con el crecimiento de la población, ha creado problemas. En una ciudad atestada se les hacía casi imposible a los testigos de Jehová alquilar lugares para sus asambleas de circuito semestrales. ¿Qué se podía hacer? En muchos países occidentales los Testigos estaban construyendo salones para tener espacio para estas asambleas. Si esto se podía hacer en los Estados Unidos y Europa, ¿por qué no en Asia? Y eso fue lo que los Testigos coreanos se pusieron a hacer.

      En un país tan duramente acosado por problemas económicos, ¿cómo podrían financiar este gran proyecto? Uno de los Testigos vendió su negocio y donó gran parte del producto con ese propósito. Esto dio impulso al plan, y las contribuciones necesarias fluyeron, de modo que el salón casi estuvo pagado para cuando su construcción terminó. Indisputablemente el espíritu de Jehová animó a su pueblo a dar apoyo de todo corazón a este esfuerzo que al debido tiempo les produciría maravillosas bendiciones espirituales.

      El trabajo tenía que hacerse rápidamente, entre las asambleas de circuito de fines del invierno y principios de la primavera. ¡Y se terminó en solo dos meses! La mayor parte de la construcción se efectuó mediante ayuda voluntaria, y tan aprisa trabajaron los Testigos que los asombrados vecinos no podían creer que hubieran respetado el toque de queda de cuatro horas que empezaba a la medianoche. Pero sí lo habían respetado. Y el resultado fue una excelente estructura de concreto, reluciente y alegre, y que tenía asiento para unas 1.200 personas.

      “Asiento”... sí, según la costumbre coreana, sobre los hermosos tarugos de madera del piso. El día de la dedicación del salón de asambleas —el 5 de abril de 1976— este espacio de asiento fue comprimido hasta acomodar a un grupo limitado de 1.300 personas. Al entrar, a cada persona se le daba una bolsa de vinilo para los zapatos y el acostumbrado recuerdo oriental... en esta ocasión un bolígrafo inscrito para la dedicación. Todos se deleitaron con la resplandeciente plataforma, el excelente sistema de sonido, la piscina bautismal del segundo piso y el jardín oriental que está cobrando forma enfrente del edificio.

      Milton Hamilton, uno de los asiduos trabajadores misionales que habían ayudado a establecer la obra de Jehová en Pusán inmediatamente después de la Guerra de Corea, pronunció el discurso de dedicación. A través de los años unos veinticinco misioneros habían trabajado en Pusán, ¡y cómo se regocijan allí todos éstos ahora, junto con los Testigos nativos, al ‘ver el bien a causa de su duro trabajo’! Los testigos de Jehová de Pusán se alegran de tener este primer Salón de Asambleas del Oriente, y lágrimas de gozo manifestaron su agradecimiento.—Ecl. 2:24.

      [Ilustración de la página 61]

      Salón de Asambleas en Pusán, Corea

  • Hallé libertad en la prisión
    La Atalaya 1977 | 15 de enero
    • Hallé libertad en la prisión

      PARECE que ha pasado toda una vida desde que una bala expansiva de calibre 30,30, disparada desde el rifle de un oficial de la policía provincial de la región del norte de Ontario, me envió a una prisión federal en el Canadá.

      Sin embargo, la primera parada fue el hospital, para que me amputaran el brazo derecho, que estaba destrozado. Luego, en el tribunal, se me acusó de tentativa de asesinato por haber participado en una batalla de borrachines con armas de fuego, que amenazó mi vida, la de mi compañero, y la del policía que se vio envuelto en el caso. De modo que tuve que encararme a la vida tras los muros grises de una institución penal.

      Para llenar con algo el tiempo de inactividad y sin objeto, traté de mejorar mi educación. Durante un estudio de ecología llegué a comprender que el sistema de sociedad que conocemos hoy está bajo amenaza de extinción.

      Esto me hizo recordar algo. Varios años antes un testigo de Jehová muy paciente me había visitado y, cuando me podía hallar en casa, había usado una pequeña publicación bíblica como base para algunas consideraciones bíblicas amigables. Me había mostrado, con la Biblia, que la generación actual será testigo de la eliminación de la ruinosa sociedad que hay en la Tierra y el establecimiento de un nuevo orden de cosas aquí bajo la gobernación de Jehová Dios, que usará a su Hijo, Jesucristo, como el cabeza gubernamental.

      Pronto empecé conversaciones intensas sobre estos asuntos con un compañero de prisión llamado Bill, que estaba en el primer año de una condena de doce años, y esto continuó a intervalos por espacio de dos meses. Estas consideraciones de estos asuntos se intensificaron cuando encontramos una revista Atalaya y una vieja concordancia de la Biblia.

      Luego me di cuenta de que sin un poco más de ayuda no íbamos a llegar a ninguna parte. Pensé en aquel hombre allá en el norte de Ontario y le escribí pidiéndole ayuda y literatura. Él me envió algunas publicaciones, pero nunca pasaron la red de disposiciones reglamentarias. Sin embargo, un aviso a la sucursal de la Sociedad Watch Tower hizo que se vigorizara la comunicación por medio de representantes de la congregación local de testigos de Jehová.

      Al principio nos negaron el uso de un cuarto separado para estudiar. De modo que se conducía un estudio conmigo, y otro con Bill, en la mismísima zona pública para las visitas, en medio de nubes de humo de cigarrillos que a menudo hacían que nos lloraran los ojos. Pronto todo el mundo en la prisión sabía lo que estaba pasando. Como resultado de esto, el nombre de Jehová recibió más publicidad de lo que esperábamos. Con el tiempo, se nos asignó un cuarto separado y se nos pidió que no tuviéramos más estudios en la zona para los visitantes.

      En noviembre de 1973 se me permitió una licencia temporal de la prisión, lo bastante larga como para asistir a un discurso de bautismo en el hogar de un Testigo y ser sumergido en una piscina al aire libre. El agua y el tiempo eran fríos, pero el compañerismo fue cálido para mi corazón. En la siguiente primavera Bill también simbolizó su dedicación a Jehová.

      He sido puesto en libertad de la prisión bajo condiciones de libertad bajo palabra según un sistema federal y ahora estoy proclamando el

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