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Los telescopios y los microscopios... ¿cómo le han afectado sus revelaciones?¡Despertad! 1984 | 22 de septiembre
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Los telescopios y los microscopios... ¿cómo le han afectado sus revelaciones?
LOS telescopios y los microscopios. Ellos han revelado maravillas ocultas: galaxias que abarcan distancias asombrosas, microorganismos tan diminutos que un cuarto de millón de ellos podrían caber en el punto final de esta oración. Al revelar dichas cosas, estos instrumentos han cambiado profundamente el punto de vista del hombre. En tiempos antiguos el hombre sentía cierto temor religioso al contemplar los cielos. Concebía las estrellas y los planetas como dioses que ejercían una influencia poderosa en la vida del hombre. Pero el hombre estaba seguro de que él y su planeta Tierra estaban situados en el mismísimo centro del universo.
De acuerdo con el profesor de astronomía Edward R. Harrison, este concepto de un universo cuyo centro era la Tierra proporcionaba “un fundamento seguro para la religión [pagana]”, y aparentemente “dio significado y propósito a la vida humana sobre la Tierra”. El telescopio y sus revelaciones dramáticas hicieron añicos aquel cómodo universo. El microscopio ha eliminado el aspecto misterioso de procesos como la concepción y el nacimiento (que en un tiempo se consideraban milagros incomprensibles... pero, con todo, milagros), y las enfermedades (que en un tiempo se consideraban plagas de los dioses).
Por eso, a muchos les parece que las preguntas que en un tiempo la religión contestaba las pueden contestar ahora mejor investigadores que llevan batas blancas. Pero ¿se ha vuelto el hombre realmente tan experto en observar, medir y analizar las cosas que ya no necesita que haya un Dios que dé significado a lo que él ve? ¿Han eliminado el telescopio y el microscopio la base para creer en el libro principal que trata de Dios, la Biblia?
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Los telescopios y los microscopios... adelantos desde el pasado hasta nuestro día¡Despertad! 1984 | 22 de septiembre
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Los telescopios y los microscopios... adelantos desde el pasado hasta nuestro día
LOS telescopios de los observatorios de hoy en día son virtualmente gigantes en comparación con los modelos de Galileo, que medían 4,4 centímetros (1 3/4 pulgadas) de diámetro. Sus aparatos primitivos eran telescopios de refracción. A un extremo un lente grande convexo formaba la imagen y al otro extremo un pequeño lente cóncavo, que luego se modificó de modo que también fuera convexo, aumentaba el tamaño de la imagen. Es asombroso que su instrumento podía aumentar el tamaño de los objetos hasta 33 veces, lo cual le permitía ver maravillas tan distantes como las cuatro lunas de Júpiter y las fases de Venus, que se parecen a las de la Luna.
Para captar la luz de cuerpos celestes distantes, los telescopios reflectores de hoy utilizan inmensos espejos en forma de tazón (¡cuyo diámetro mide hasta unos 600 centímetros [236 pulgadas]!). Así pueden detectar objetos que son diez millones de veces más indistintos que los que se pueden ver a simple vista. De hecho, ¡se afirma que con cierto telescopio de Australia se podría detectar la llama de una vela a 1.600 kilómetros (1.000 millas) de distancia!
Pero es interesante notar que hoy los astrónomos aún se encaran al mismo problema al que se enfrentó Galileo. Él notó que cuando miraba las estrellas a través de un telescopio, éstas aumentaban en cantidad, pero no en tamaño. Galileo concluyó que las estrellas tienen que estar increíblemente lejos para seguir siendo meros puntos de luz aunque se las observara con un telescopio. Aunque los astrónomos de hoy aparentemente saben con exactitud cuán lejos quedan estos cuerpos celestes, aun con sus lentes de precisión y sus espejos bien pulidos, todavía ven las estrellas como puntitos de luz. El libro The Observer’s Book of Astronomy declara lo siguiente: “Las estrellas quedan tan lejos que ningún telescopio construido hasta ahora puede revelarlas como algo más que puntitos de luz”.
Sin embargo, esto no ha impedido que los científicos traten de mirar más de cerca las estrellas. Por ejemplo, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (E.U.A.) tiene planeado lanzar en 1986 un telescopio grande diseñado para el espacio, que girará en órbita encima de la atmósfera de la Tierra. Los científicos opinan que este telescopio detectará objetos que sean 50 veces más indistintos que los que se pueden detectar con telescopios ubicados en la Tierra.
Felizmente, hay otras maneras de ver el universo. Hace algún tiempo se descubrió que ciertos cuerpos celestes emiten ondas radioeléctricas. Cuando dichas señales llegan a la Tierra pueden ser más débiles que una billonésima parte de un vatio. Por eso, se han desarrollado grandes radiotelescopios que pueden atraer y amplificar dichas señales. De esta manera, los astrónomos han podido ver cuásares, púlsares y otros fenómenos intrigantes.
Por eso, los astrónomos ya no pasan horas entrecerrando los ojos para mirar a través del ocular de un telescopio, como lo hizo Galileo. La Encyclopædia Britannica explica: “Casi todas las investigaciones astronómicas se efectúan fotográfica o fotoeléctricamente, más bien que visualmente [...] Se pueden fotografiar objetos que son muchas veces más indistintos que los que se pueden ver al mirar a través de un ocular. Una placa fotográfica puede contener una enorme cantidad de información [...] 1.000.000 de imágenes de estrellas y 100.000 imágenes de galaxias”.
Los científicos pueden hacer cosas asombrosas con tales fotografías. La revista Sky and Telescope explicó en cierta ocasión que mediante una técnica conocida como interferometría basada en manchas se pueden revelar los discos de algunas de las supergigantes rojas, aunque las demás estrellas —aun las más cercanas— siguen siendo meros puntos de luz.
La estrella más cercana a nuestro Sol, conforme se ve a simple vista, resulta ser tres cuando se ve a través de un telescopio. Una es la que se llama Próxima Centauri. Las otras dos son un par de estrellas que giran una alrededor de la otra cada 80 años, y son conocidas por el nombre de Alfa Centauri. Con la excepción del Sol, estas tres son las más cercanas de todas las estrellas, ¡y, con todo, quedan a una distancia de 4,3 años luz (40 billones de kilómetros; más de 25 billones de millas) de la Tierra! El libro Astronomy dice: “Si el tamaño del Sol se representara por uno de los puntos en esta página, el vecino más cercano al Sol entre las estrellas, la doble estrella Alfa Centauri, se representaría en dicha escala por dos puntos a una distancia de 16 kilómetros (9,6 millas)”.
Lo que parecen ser dos manchas de nubes cruzan el polo sur celestial. En el siglo XV, los navegantes portugueses las llamaban Nubes del Cabo. Después se les dio el nombre del famoso explorador Fernando de Magallanes. Los telescopios revelan que ambas son vastas galaxias en el exterior. Tan solo la Gran Nube de Magallanes contiene unos cinco mil millones de estrellas.
Así el hombre ha vuelto al punto de partida. Aunque el telescopio ha enterrado las ideas supersticiosas acerca del universo, ¡el hombre, no obstante, se halla mirando hacia arriba con un renovado sentido de asombro!
Se ve el mundo oculto
El mundo microscópico no es menos fascinador. Leeuwenhoek, motivado por una curiosidad insaciable, solía estudiar casi cualquier cosa que cupiera bajo su lente. En cierta ocasión tomó un poco de saliva de la boca y la examinó bajo el microscopio. Quedó sorprendido al ver “muchos animalitos pequeñísimos, muy activos”. Entonces, en 1683, él envió una descripción y un dibujo de estas bacterias de la boca a la Real Sociedad de Londres. “¿Qué hay si se dijera —exclamó más tarde Leeuwenhoek— que la cantidad de animales que viven en la costra de los dientes de un hombre es mayor que la cantidad de seres humanos que habitan todo el reino?” En tiempos modernos se ha calculado que la cantidad de microorganismos que viven en la boca humana llega hasta los miles de millones.
De hecho, al mirar detenidamente aquel mundo oculto, los científicos han descubierto cosas que habrían asombrado hasta a Leeuwenhoek. Por ejemplo, ahora pueden ver que una simple gota de sangre puede contener unos 35 millones de glóbulos rojos. Cada glóbulo o célula, en cambio, puede contener más de 280 millones de moléculas de hemoglobina. “Imagínese la tarea de trazar los 10.000 átomos de tan solo una molécula de hemoglobina”, exclamó el Dr. Coppedge en su libro Evolution: Possible or Impossible?
Los microorganismos... ¿buenos, o malos?
Muchos de nosotros instintivamente sentimos asco al tan solo pensar en los microbios. Y es cierto que algunos microorganismos provocan enfermedades y la muerte. Sin embargo, parece que ésta es la excepción más bien que la regla.
Por ejemplo, ¿disfruta usted de beber un vaso de leche? Bueno, billones de microorganismos tienen que estar presentes en el estómago de la vaca para que ésta pueda digerir el forraje y producir leche. También hay microbios benignos en los intestinos de los seres humanos. Dice el libro de texto Elements of Microbiology: “Muchas bacterias intestinales pueden sintetizar las principales vitaminas B y las vitaminas E y K. Las vitaminas que se producen de esta manera satisfacen a grado significativo los requisitos vitamínicos del huésped”.
Ciertos microorganismos hasta desempeñan el papel de un eficiente departamento de higiene. “Si los microorganismos no se ocuparan de la materia muerta y de los desechos —escribió Ludovici, escritor de temas científicos—, dicha materia se acumularía a tal grado que moriríamos por falta de espacio. Realmente no es una exageración decir que nuestra existencia depende de los microbios, de un mundo invisible que se llega a ver con la ayuda del microscopio”.
Con equipo refinado, los biólogos hasta pueden mirar más de cerca los microorganismos mismos. Éstos también son asombrosamente complejos. Ciertos microorganismos tienen una cola parecida a un látigo, que se llama flagelo. ¡Es fascinador mirar a través de un microscopio y verlos ir y venir como flechas en una mera gota de agua! Cierto tipo de bacteria (llamada Spirillum serpens) hasta tiene colas que giran como propulsores eléctricos. (¡Al cronometrarla, se han contado 2.400 revoluciones por minuto!) Además, si este submarino en miniatura necesita cambiar de dirección, ¡simplemente pone en funcionamiento el flagelo del lado opuesto!
Los microscopios... el estado del arte
Aunque parezca sorprendente, los aparatos caseros de Leeuwenhoek podían aumentar el tamaño de los objetos 250 veces o más. Pero hoy los microscopios ópticos pueden aumentar el tamaño de los objetos unas mil veces. “Si se aumentara el tamaño de la mosca común a este grado, ella aparentaría medir 30 pies [9 metros] de largo”, explica el libro Elements of Microbiology.
En 1931 se inventó el microscopio electrónico. Por medio de dirigir una corriente de electrones hacia un objeto se puede producir una imagen visual en la que el tamaño de los objetos esté aumentado aproximadamente un millón de veces. Hay una desventaja grave: No se lo puede usar para estudiar especímenes vivos. No obstante, un nuevo aparato que es una combinación del microscopio óptico y cámaras de televisión, junto con la memoria de un ordenador, ¡permite ahora a los científicos observar, de hecho, la actividad biológica de células vivientes! En el periódico The New York Times, se informó: “Se pueden ver partículas tales como alimento y desperdicios pasando simultáneamente en direcciones opuestas por conductos, o microfilamentos, cuyos diámetros miden tan solo una millonésima parte de una pulgada”.
Por lo tanto, los telescopios y los microscopios son instrumentos poderosos. Han permitido al hombre tener una percepción asombrosa del mundo —y el universo— donde vive. Pero ¿aumenta dicha percepción la necesidad de tener fe, o la socava de algún modo?
[Comentario en la página 4]
Se calcula que hay 200 enjambres globulares en la galaxia de la Vía Láctea, cada una de las cuales contiene entre miles y centenares de miles de estrellas
[Ilustración en la página 5]
Los telescopios han revelado un universo de miles de millones de galaxias, cada una de las cuales contiene miles de millones de estrellas
[Ilustraciones en la página 6]
Una gotita de sangre contiene millones de glóbulos rojos, cada uno de los cuales contiene millones de moléculas de hemoglobina, cada una de las cuales contiene 10.000 átomos
Una cucharadita de tierra puede rebosar de miles de millones de microorganismos
[Ilustración en la página 7]
Los flagelos de esta bacteria microscópica giran como propulsores. Algunos de ellos giran a una velocidad de hasta 2.400 revoluciones por minuto
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Los telescopios y los microscopios... lo que éstos han revelado, ¿ha socavado su fe, o la ha fortal¡Despertad! 1984 | 22 de septiembre
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Los telescopios y los microscopios... lo que éstos han revelado, ¿ha socavado su fe, o la ha fortalecido?
PENZIAS y Wilson culparon a las palomas. Cuando su sensible equipo de radio siguió captando un silbido extraño, los dos científicos investigaron el asunto y descubrieron un par de palomas posadas en su gigantesca antena. Pero cuando el irritante silbido persistía aun después que ellos habían desalojado a los intrusos plumados, se dieron cuenta de que el ruido que oían provenía de las profundidades del espacio interestelar.
Los científicos opinan que lo que Penzias y Wilson creían que eran sencillamente interferencias era en realidad el eco de una “gran explosión”... explosión cósmica que dio principio a nuestro universo hace incontables edades. Lo que ellos descubrieron, junto con una cantidad cada vez mayor de prueba corroborativa, ha resultado en que algunos científicos tengan en cuenta una posibilidad asombrosa: La Biblia tiene razón al decir: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. (Génesis 1:1.)
Por ejemplo, en el número del 23 de junio de 1983 de la revista New Scientist apareció el siguiente titular: “La emergente ciencia cosmológica no niega ni puede negar la existencia de Dios”. El escritor, profesor de física, dijo:
“En los últimos años, cada vez más científicos han quedado asombrados al observar lo que ellos consideran una serie de ‘accidentes’ o ‘coincidencias’ improbables que son parte integrante de las leyes físicas que hacen posible que el universo produzca los sistemas familiares que vemos... las galaxias, las estrellas, los átomos y, lo más importante, nosotros mismos [...] El más pequeño cambio en las intensidades relativas de las fuerzas relacionadas con la gravedad y el electromagnetismo podría convertir estrellas como el Sol en gigantes azules o enanas rojas. Parece que en derredor de nosotros vemos prueba de que la naturaleza ha calculado todo exactamente bien”.
Está claro que el telescopio no ha eliminado la base para creer en un Creador. Entonces, ¿es posible tomar en serio la Biblia, el libro religioso más importante del mundo? Sí, pues tanto el telescopio como el microscopio proporcionan razones poderosas para hacerlo. Considere solamente unas cuantas.
“ESTRELLA DIFIERE DE ESTRELLA”
A menudo los libros de ciencia dejan de estar al día al poco tiempo de haber sido impresos, pues con mucha frecuencia los nuevos descubrimientos invalidan las viejas convicciones. No obstante, aunque fue escrita siglos antes de que tan siquiera se concibiera la idea de los telescopios y los microscopios, la Biblia a menudo habla con precisión extraordinaria acerca de temas científicos.
Un ejemplo se halla en 1 Corintios 15:41, donde el apóstol Pablo dice: “La gloria del sol es de una clase, y la gloria de la luna es otra, y la gloria de las estrellas es otra; de hecho, estrella difiere de estrella en gloria”.
Al observador casual, la mayor parte de las estrellas le parecen iguales, con excepción tal vez de la diferencia que existe en el brillo de ellas. Sin embargo, los astrónomos dicen que las estrellas varían también en cuanto a color, pues las hay blancas, blancas azuladas, amarillas, anaranjadas, rojas anaranjadas y rojas. Los púlsares —que se cree que son estrellas que giran a gran velocidad— tienen una “gloria” bastante singular. Como torniquetes que van girando, éstas envían señales de radio con una regularidad de fracciones de segundo. Los púlsares Cangrejo y Vela hasta envían señales visibles de luz. Las estrellas difieren muchísimo en cuanto a densidad. También varían enormemente en tamaño. De acuerdo con cálculos conservadores, ¡el supergigante Betelgeuse tiene un diámetro de más de 400.000.000 de kilómetros (250.000.000 de millas)! Si ocupara el lugar del Sol, ¡Betelgeuse abarcaría la Tierra y el resto de nuestro sistema solar hasta la órbita del planeta Marte!
¿Cómo pudo haber escrito verdades científicas el apóstol Pablo, si ni siquiera tenía un instrumento tan rústico como el de Galileo que le informara? La contestación lógica es que recibió inspiración divina.
“LOS ESTATUTOS DE LOS CIELOS”
“¿Puedes tú atar firmemente las ligaduras de la constelación Kimah, o puedes desatar las cuerdas mismas de la constelación Kesil?”, preguntó Dios. “¿Has llegado a conocer los estatutos de los cielos, o podrías tú poner su autoridad en la tierra?” (Job 38:31, 33.) Durante siglos el hombre no estaba consciente de que había “estatutos”, o leyes, que gobernaban los movimientos de los cuerpos celestes. Al aplicar los descubrimientos de Juan Kepler, sir Isaac Newton, Albert Einstein y otros, los astrónomos han llegado a entender que las fuerzas de gravedad son las “ligaduras” que mantienen juntas a las constelaciones estelares, como la de “Kimah”.
Los astrónomos también dicen que las estrellas no son estacionarias, sino que, más bien, como lo expresa cierto astrónomo, ‘giran alrededor de un centro, o núcleo, de la galaxia como un tiovivo gigantesco’. A nuestro Sol le toma unos 200.000.000 de años viajar alrededor de la Vía Láctea. La Biblia tiene razón al indicar que las estrellas tienen órbitas.
LA VIDA PROVIENE SOLO DE LA VIDA
El microscopio, también, realza la credibilidad de la Biblia. Considere la ley biológica que se declara en el capítulo 1 de Génesis: Las cosas vivientes se reproducen ‘según su género’. Los poderosos microscopios de hoy han ayudado a los científicos a entender mejor el proceso de la reproducción y los límites genéticos que prueban científicamente correcta la declaración bíblica.
En Salmo 36:9, la Biblia también declara lo siguiente respecto a Dios: “Porque contigo está la fuente de la vida; por luz de ti podemos ver luz”. Por siglos, los hombres creían en la teoría del filósofo griego Aristóteles, de que la vida surge espontáneamente de la materia inanimada. Hasta tan recientemente como el siglo XVII, aun las personas educadas creían todavía que los ratones se originaban de trapos viejos; los gorgojos, del trigo; los sapos, del lodo, y las anguilas, del rocío.
La cuestión todavía ardía cuando Darwin publicó El origen de las especies en 1859. Muchas personas citaban la supuesta generación espontánea de las bacterias en apoyo de la evolución y como una explicación del origen de la vida. En el mismo año el científico francés Pouchet “probó” que los microorganismos eran engendrados por el agua, el aire y el heno. Sin embargo, otro científico francés, Luis Pasteur, puso en tela de juicio tales alegaciones y mostró que las bacterias que había en el aire, en las partículas de polvo, podían haber infectado los experimentos de Pouchet.
Intrépidamente, Pouchet repitió sus experimentos, pero esta vez los hizo en la región montañosa de los Pirineos, donde el aire estaba libre de polvo. Además, hirvió su mezcla de heno y agua para matar cualesquiera bacterias que existieran. De modo que cuando poco después dicha mezcla llegó a estar llena de bacterias, él quedó convencido de que había probado finalmente la generación espontánea. Sin embargo, en los años setenta del siglo pasado, el científico irlandés John Tyndall descubrió que las bacterias del heno forman esporas resistentes al calor y que pueden sobrevivir al agua hirviente por muchas horas. ¡Pobre Pouchet! No había esterilizado debidamente su mezcla de heno. Así, los experimentos de Tyndall dieron un golpe mortal a la teoría de la generación espontánea.
Con los microscopios modernos los científicos ahora pueden ver exactamente cómo se dividen y se multiplican las células. El que la vida proviene solo de vida que ha existido antes es ahora un hecho científico comprobado... ¡un hecho al que la Biblia señaló desde hace siglos!
“HASTA MI EMBRIÓN”
En Salmo 139:16 la Biblia dice: “Tus ojos [los de Dios] vieron hasta mi embrión, y en tu libro todas sus partes estaban escritas”. Note que la Biblia afirma que ‘todas las partes’ del embrión están “escritas”. Mediante esta expresión poética parece que el salmista se refiere a algo que los científicos han descubierto solo recientemente: El ADN, o información genética, de cada célula. La revista sudafricana Huisgenoot nos recuerda que “nadie jamás ha podido ‘leer’” esta información genética, “ni siquiera con la ayuda de los microscopios electrónicos más poderosos. Pero los científicos saben que estas partículas de información son singulares en cada persona y determinan su personalidad y apariencia”.
EL LIBRO QUE EDIFICA LA FE
El profesor Merlyn Mehl, físico de la Universidad de Western Cape, África del Sur, dijo recientemente: “Es difícil imaginar cómo alguien que haya sido instruido en el razonamiento científico no pueda menos que quedar impresionado ante la veracidad de las Escrituras. La misma unidad y armonía que es evidente en el mundo físico inanimado es claramente visible en el libro más asombroso de todos... La Biblia”. Por supuesto, la Biblia no es un libro de texto científico. No obstante, sí contesta las preguntas que realmente interesan al hombre. La ciencia hace sus revelaciones acerca del universo y analiza los mecanismos complicados de los procesos de la vida. Pero ¿de qué vale todo esto si no sabemos el propósito de la vida? Solo la Biblia proporciona respuestas satisfacientes a estas preguntas.
El salmista David reconoció esto. Como los astrónomos de hoy día, dedicó mucho tiempo al estudio de los cielos estrellados. “Los cielos están declarando la gloria de Dios”, fue la observación que hizo. Pero David reconocía que no bastaba con maravillarse ante la naturaleza. En el mismo salmo él pasa a decir: “La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma. El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto. Las órdenes de Jehová son rectas, hacen regocijar el corazón”. (Salmo 19:1-4, 7, 8.)
El telescopio y el microscopio han mostrado dramáticamente que, desde lo macro hasta lo micro, el mundo donde vivimos es complejo e inspira temor reverente. Los problemas que tenemos que intentar resolver son complejos también, demasiado complejos para que el hombre los resuelva sin ayuda divina. “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). El caudal de información científica sencillamente no puede salvar al hombre, que parece estar lanzándose de cabeza a la extinción de sí mismo. Por eso, las personas reflexivas buscan en otra fuente. Y estas respuestas se hallan en un libro que ha resistido los estragos del tiempo... y hasta el escrutinio científico actual del telescopio y el microscopio.
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