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  • Siguiendo tras mi propósito en la vida
    La Atalaya 1958 | 1 de diciembre
    • a saber, la obra de siervo a los hermanos en Quebec, Canadá.

      El rendir servicio a las congregaciones de Montreal, Ciudad de Quebec y el área circunvecina fué un período de prueba. Automóviles de la policía nos seguían mientras íbamos de puerta en puerta. En seguida había arrestos, multas y encarcelamientos, todo por predicar la Palabra de Dios. No era agradable, pero no podíamos dejar de hacer lo que Dios había mandado que se hiciera. A medida que yo visitaba las congregaciones, me hice más fuerte; todos nos hicimos fuertes, en realidad. Nuestro gozo quitaba toda angustia causada por la policía o la cárcel.

      Luego vino la sorpresa agradable de 1946, una invitación para asistir a la Escuela Bíblica de Galaad de la Wátchtower. ¡Qué recompensa por haber hecho del precursorado mi propósito en la vida! Vinieron meses de estudio duro, pruebas que se aguantaron, entonces conocimiento aumentado y compañerismo con los hermanos-todo esto me ensanchó y equipó para mayor servicio.

      Al completar el curso en Galaad fuí enviado de vuelta a Quebec y las provincias marítimas. Esta gira de visitas me dió la oportunidad de compartir con los hermanos muchas de las cosas buenas que había aprendido en Galaad.

      Recuerdo haberme preguntado en octubre de 1947: “¿Estoy preparado para cualquier cosa que la Sociedad me pida? ¿Es suficientemente fuerte mi fe?” Después de meditar un rato en estas preguntas pensé que tenía la respuesta. Estaba listo.

      El seguir la vida de un precursor requiere gran fe, y ese mismo mes mi fe fué puesta a prueba. Recibí una asignación para ir a Australia. ¡Qué distancia más larga era ésa desde mi casa! ¿Volvería alguna vez al Canadá para ver a mis padres y amigos otra vez antes del Armagedón? La única manera de saberlo era yendo. Pero, ¿podría estar listo en el lapso de una semana? Eso quería decir no ir a casa para despedirme de mis padres y amigos, ¡y yo con un boleto para viaje de ida solamente a Australia! Esa era una prueba grande para mí, pero sólo había una cosa que hacer: seguir la dirección de Jehová. Y así lo hice.

      Acompañado por dos otros hermanos canadienses, Nueva York quedó en la distancia al zarpar nuestro barco rumbo a Panamá y luego al amplio Pacífico. Después de tres semanas de navegar continuamente comenzó a parecernos que habíamos dejado atrás un mundo y que lo único que había por delante era agua. Una tarde como a las diecisiete horas bajó el radiotelegrafista con un cablegrama. Contenía saludos y bienquerencias de parte de una asamblea de circuito en el Canadá occidental. Jehová no se había olvidado de nosotros ni siquiera aquí lejos en medio del amplio Pacífico.

      Después de un mes de navegación al fin desembarcamos en Brisbane, Australia. No conocíamos ni a una sola alma. En una ciudad extraña y un continente extraño caminamos por las calles unos días. Esto nos permitió llegar a conocer los nuevos alrededores. Poco después de eso, sin embargo, llegamos al Betel de Australia. Se hicieron nuevos amigos, se nos explicó nuestra obra de circuito y en menos de una semana yo estaba sirviendo las congregaciones de Melbourne y su vecindad.

      La vida era diferente aquí. No era tan rápida, por una parte. Las comodidades no parecían estar tan al día. Eso no obstante, muchas personas creían que vivían en un paraíso. Aunque los hermanos en esta tierra del canguro habían sufrido reveses severos en años anteriores, aun así, con la vuelta del espíritu de Jehová y actividad aumentada sus números comenzaron a crecer. El gozo volvió.

      Después de unos cuantos meses de trabajo de circuito la Sociedad me ofreció el privilegio de ser siervo de distrito. Esto parecía arrollador. ¿Podría hacerlo? Las responsabilidades llegaron a ser muchas, pero por el poder de Jehová las asumí. Era emocionante ver cómo paso por paso a medida que seguía tras mi propósito en la vida como precursor Jehová abría nuevas avenidas de servicio con mayores privilegios y bendiciones. Siempre había de venir más, como usted verá.

      Pasaron unos cuantos años de trabajo de siervo de distrito. Comencé a sentirme como parte de Australia y pronto estaba llamándola mi hogar. Entonces surgió 1950 y con él la asamblea internacional de los testigos de Jehová en el estadio Yanqui, en Nueva York. Yo estaba preparado para permanecer en Australia hasta el Armagedón; sin embargo, después de solamente dos años en este país se me proveyó una oportunidad de volver a Nueva York, de hacer un viaje completamente alrededor del mundo. ¡Todo ello se hizo en diez semanas!

      La asamblea en el estadio Yanqui refrescó y animó a todos los que concurrieron a ella. Esta también me dió la oportunidad de ver a todos mis antiguos amigos. Entonces ese sentimiento peculiar de volver a casa en Australia.

      Pasaron tres años más. Había muchos aumentos en el número de publicadores, se hacía patente mayor madurez entre el pueblo de Jehová, y el gozo de servir de tiempo cabal era una emoción siempre presente. Entonces se asomó 1953 con otra asamblea en el estadio Yanqui. ¡Qué gozo! ¡con ese anuncio vino mi segunda oportunidad de volver a Norteamérica!

      Otras diez semanas de banquetear y gozar con la sociedad del nuevo mundo. Esta vez el pensamiento de volver a casa estuvo aun más presente conmigo. Fué bueno llegar de regreso y aplicarme a la obra de Jehová en este país.

      Ya han pasado casi diecisiete años de servicio de tiempo cabal. Estos han sido los años mejores, los años más felices, los años en que he tenido más hogares, ropa y amigos que nunca antes. ¡Qué sabio fué el prestar atención a la promesa del Señor que se halla en Mateo 6:33! ¡Qué sensato el seguir la guía del Señor según se hacía manifiesta por medio de su organización! ¡Cuántas gracias le doy a Jehová de que haya hecho yo del precursorado mi propósito en la vida!

      Ahora después de casi diez años en Australia esta tierra verdaderamente ha venido a ser mi hogar. De manera que, poco importa dónde uno sirva. Los hermanos son iguales, por cuanto el mismo espíritu opera en ellos. Puede que sean diferentes los hábitos y costumbres, pero el que cambie uno su modo de pensar y procure siempre seguir la dirección de Jehová, aceptando cualquier asignación que él halle conveniente dar, trae gozo, felicidad, contentamiento e innumerables amigos—cosas que vienen sólo de seguir tras una gran meta en la vida—como, por ejemplo, el precursorado.

  • Explorando una parte de la ruta del Éxodo
    La Atalaya 1958 | 1 de diciembre
    • Explorando una parte de la ruta del Éxodo

      Después de una exploración que duró seis años un arqueólogo célebre dice que ha descubierto unos 240 kilómetros de la ruta del Éxodo, la ruta que los israelitas tomaron desde Egipto hasta la Tierra Prometida. El arqueólogo es el Dr. Nelson Glueck, presidente del colegio Hebrew Union y del Jewish Institute of Religion. En su informe de este hallazgo la Mirror Magazine de Nueva York del 6 de abril de 1958 dijo: “La sección se extiende desde Cades-barnea hasta Hormat, justamente al este de Beer-seba. ‘Los israelitas tuvieron que venir por aquí,’ dice el Dr. Glueck. ‘Al oeste de esta sección, la región es montañosa, carece de agua y por dondequiera se hallan profundas depresiones. Al este, sólo hay dunas de arena y desierto y también carencia de agua. Esta es la única ruta que pudiese haber provisto suficiente agua y tierra de pasto.’. . . ¿Prueba este hallazgo la veracidad de la versión bíblica? ‘Si usted acepta la Biblia,’ contestó el Dr. Glueck, ‘no necesita la arqueología para probarle eso. Pero la arqueología ha demostrado que se puede creer la Biblia.’”

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