Victoria sobre la muerte
CASI todos los hombres luchan contra la muerte con las armas equivocadas. La primera pareja humana se equivocó, porque se esforzó por conservar la vida mediante el desobedecer a Dios. Rechazando la amonestación de Jehová de que el desobedecerlo querría decir la muerte, Eva escuchó la receta de Satanás de que el vivir como dios a salvo de la muerte le vendría comiendo del fruto prohibido. Adán, aunque no engañado, insensatamente siguió la dieta de su esposa que ella supuso conduciría a una existencia iluminada como dioses. Pero en vez de eso abrió la puerta hacia la muerte, no sólo para Adán y Eva sino para todos sus descendientes.—Gén. 2:17;3:3-6, 19; 5:5; Rom. 5:12.
Satanás le había dicho a Eva “De seguro que no moriréis” y “Seréis como dioses” (Va); y desde su comienzo hasta ahora la religión falsa ha adoptado estas mentiras satánicas como su seguridad principal contra la muerte. Las enseñanzas religiosas de la reencarnación y de la inmortalidad del alma humana son tan falsas como su base colocada por Satanás el Diablo. Los siguientes textos bíblicos lo prueban: “¿Cuál es el hombre que vivirá y no verá la muerte? ¿quién librará su alma del poder del sepulcro?” “Sale su espíritu, y él se torna en su tierra: en ese mismo día perecen sus pensamientos.” “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, lo mismo sucede a las bestias; es decir, un mismo suceso les acontece: como mueren éstas, así mueren aquéllos; y un mismo aliento tienen todos ellos; de modo que ninguna preeminencia tiene el hombre sobre la bestia; ¡porque todo es vanidad! Todos van a un mismo lugar; pues que todos son del polvo, y todos tornan otra vez al polvo.” “Los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben ya, ni tienen aquí más galardón; porque ya se ha echado al olvido la memoria de ellos. Todo cuanto hallare que hacer tu mano, hazlo con tus fuerzas; porque no hay obra, ni empresa, ni ciencia, ni sabiduría en el sepulcro adonde vas.” “El alma que pecare, ésa es la que morirá.” “El salario que paga el pecado es muerte.”—Sal. 89:48; 146:4; Ecl. 3:19, 20; 9:5, 10; Eze. 18:4; Rom. 6:23, NM.
ESFUERZOS DE LA RELIGIÓN FALSA POR LA VICTORIA
Pero la religión falsa en tiempos antiguos tenía algo más que ofrecer que la mentira de Satanás de que la muerte sólo era la entrada a la inmortalidad espiritual. Procuró curar por medio de la práctica de la medicina, y desde tiempos antiguos los sacerdotes de las religiones paganas eran los doctores y médicos, y pretendían poseer poderes sobrenaturales para curar tanto el cuerpo como el alma. Creían que la enfermedad era la obra de un espíritu maligno o la visita de una deidad, y la receta implicaba hechicería o adivinación oculta. Si la enfermedad se debía a un demonio, el paciente era sometido a un tratamiento horrible, creyéndose que si la morada del demonio, el cuerpo del paciente, se hacía lo suficiente infeliz el demonio no podría soportarlo y huiría. Por esto los médicos hacían ruidos ensordecedores y caras aterrorizadoras, al tiempo que el enfermo sufría calor u otro dolor e inhalaba olores nauseabundos. ¡Qué cura!
Algunos de los judíos que apostataron de la adoración de Dios usaban como medicinas cosas como hiel de pez, saliva, boñiga, orina, y sangre de murciélago. Los médicos chinos preparaban recetas supersticiosas con charlatanería y magia negra. Carey en polvo daba larga vida, huesos de tigre empapados de vino daban la fuerza del tigre, la sangre de gorila para enfermedades femeninas, piel de víbora en polvo para el reumatismo, y piel de lagarto en polvo para el mal de estómago y el hipo. Las hierbas se usaron hasta cierto límite, especialmente. por los hebreos y los egipcios, y estos últimos consiguieron un conocimiento escaso de anatomía y produjeron unos instrumentos quirúrgicos. Los griegos combinaron las supersticiones de Babilonia y Persia con la ciencia médica de los egipcios, y nacieron escuelas médicas, una de las cuales se le atribuye a Hipócrates, llamado el padre de la medicina.
El conocimiento médico para luchar contra la muerte avanzaba, pero con el levantamiento de la dictadura papal por una organización religiosa durante la Edad Media este progreso fué parado y retrocedido. La religión predominante de esa época se opuso a la invasión del campo de la curación por los doctores eruditos, estaba contra el echar a perder los pastos dominados por mucho tiempo por los sacerdotes. La cirugía e higiene y otras medidas de salud hallaron oposición, y en su lugar se practicaron supersticiones tales como el llevar castañas en el bolsillo para curar el reumatismo, el colocar un siluro en la frente para curar la epilepsia, el usar amuletos y medallas religiosas para curar todo, y hasta se practicaba el comer páginas de la Biblia que hablan de milagros para conseguir curas milagrosas. Pero durante todo este tiempo los médicos sacerdotales de estas religiones falsas no ganaron la victoria sobre la muerte.
LA MEDICINA MODERNA BUSCA LA VICTORIA
Después de la Reforma la ciencia médica progresó, y en esta edad atómica sus descubrimientos caminan a gran velocidad. Los ataques contra este enemigo, la muerte, vienen de diferentes frentes de batalla—de médicos, cirujanos, botánicos herbarios, los que prescriben dietas, quiroprácticos, osteópatas, etc., y, hasta de algunos religiosos que dicen que su apéndice roto o sus cálculos biliares están sólo en el cerebro de usted. Pero, a pesar de todo, la muerte continúa derribando al paciente y al curandero igualmente. En contra de la pena de la muerte se dirige toda la fuerza de lo que los hombres alaban como los conocimientos brillantes de la ciencia, ya que diferentes clases de doctores dan masaje a los músculos, componen los huesos, punzan con sus agujas, inyectan sus sueros, lo llenan de píldoras, lo adelgazan, lo engordan, lo hacen ayunar, lo alimentan, lo hacen que haga ejercicio, y hasta lo rajan con el bisturí para ofrecer como sacrificio propiciatorio al enemigo la muerte un apéndice, una amígdala, un riñón, una pierna o un brazo—pero aun esta retirada desesperada ante la enfermedad pronto llega a un muro de piedra cuando algún órgano vital es copado y la muerte cobra su presa.
No mal entienda. Los doctores hoy en día alivian mucho sufrimiento, prolongan muchas vidas, rinden servicio digno de alabanza a la humanidad, y merecen encomio por el bien que hacen. Pero lo que se trata de decir. es que su lucha contra la muerte es sólo una acción retardadora, no una victoria final. Cualquier rescate de la enfermedad que efectúan sólo entrega el paciente a las garras de la vejez. La acción retardadora sólo es breve aplazamiento, y la muerte es tan paciente, que el sepulcro puede esperar. Y nunca tiene que esperar mucho, aun si el hombre alcanza la duración de vida bíblica de “setenta años” o de “ochenta años”. (Sal. 90:10) A lo más, la vida actual del hombre en esta tierra es efímera. Como dijo Job: “¡El hombre, el de mujer nacido, corto es de días, y harto de desventuras! Sale como una flor, y luego es cortado; huye también como una sombra, y no tiene permanencia.”—Job 14:1, 2; Sal. 102:11; 144:4; Isa. 40:6, 7.
Quizás los doctores de hoy en día no le coloquen sobre la cabeza un pescado para curar la epilepsia, pero con todos sus desarrollos científicos no están más cerca de una victoria verdadera sobre la muerte que los doctores brujos de la antigüedad. ¿Qué hay si la ciencia ha traído un torrente de armas médicas brillantes al frente para pelear contra la muerte? La muerte continúa su cruel marcha, dejando en su rastro hilera tras hilera de cuerpos derribados. Pueden citarse varias causas que contribuyen al aumento constante de la muerte, pero las dos más importantes son la degeneración continua del hombre y los males de guerras y calamidades, hambres y pestes procedentes de Satanás, predichos para estos últimos días de este mundo malo.—Mat. 24:3, 7; Apo. 12:12.
COMO VIENE LA VICTORIA
Sin embargo este diluvio de males que causan la muerte no es motivo para descorazonarse o abatirse, porque después de predecir tales cosas Cristo Jesús dijo: “Pero al empezar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen la cabeza, porque su liberación se está acercando.” (Luc. 21:28, NM) Liberación del sufrimiento, enfermedad y muerte mediante el fin de este mundo y el comienzo de un justo nuevo mundo. ¿Pero mediante la mano de quién viene la liberación de la muerte? ¿De los hombres? El Salmo 49:7, 14, 15 contesta no: “Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su propio rescate. Como manada de ovejas son conducidos al sepulcro; la muerte los pastorea; pero los rectos tendrán el dominio sobre ellos por la mañana; y su forma, arrebatada de su morada, será para consumirse en la sepultura. ¡Empero Dios redimirá mi alma del poder de la sepultura!”
Jehová Dios redime a los hombres llenando el requisito de ley de un sacrificio, enviando a Jesús a la tierra “para dar su alma como rescate en cambio por muchos”. (Lev. 17:11; Deu. 19:21; Mat. 20:28, NM) ¿Y de qué manera práctica viene esta victoria sobre la muerte mediante Cristo Jesús? ¡Mediante una resurrección de los muertos! ¡Mediante el abrir los sepulcros, vaciándolos, librando de ellos los incontables muertos humanos que la pena de muerte ha juntado por los miles de años pasados! El testimonio bíblico abunda sobre este punto. “Siendo que la muerte es por medio de un hombre, la resurrección de los muertos es también por medio de un hombre. Porque así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados.” “Habrá una resurrección así de justos como de injustos.” “La hora viene en la cual todos los que están en las tumbas memorialescas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio.” (1 Cor. 15:21, 22; Hech. 24:15; Juan 5:28, 29, NM) Entonces los que obedezcan vivirán para siempre, porque es concerniente a ese tiempo de resurrección que Jesús dijo, “Todo aquel que vive y ejerce fe en mí ni siquiera morirá jamás.”—Juan 11:23.26, NM.
Proverbios 30:15, 16 revela que el sepulcro nunca dice, No quiero más. Por siglos se ha hartado, pero será vaciado por la resurrección de los muertos, y la “muerte segunda” en el Gehena se evitará por obediencia eterna a Jehová. ¿Y por qué no morirán de nuevo con el tiempo los sobrevivientes del Armagedón y los resucitados que se manifiesten fieles? Porque el pecado y la degeneración heredados de Adán serán borrados por el rescate, y porque el Diablo que posee el poder de la muerte será destruido. (Heb. 2:14; Apo. 20:10) En la batalla del Armagedón Satanás será abismado, y no será revivificado por mil años, y entonces sólo pasará un corto tiempo antes que sea eternamente destruído por Cristo Jesús. Lo que Satanás ha sembrado, eso cosechará. Ha sembrado pecado, cosechará destrucción para sí mismo, y nadie lo lamentará.
VIDA ETERNA EN UN NUEVO MUNDO
En ese nuevo mundo, con los habitantes de la tierra libres del amo Satanás y organizados propiamente bajo el dominio del Reino justo de Cristo Jesús, la muerte habrá sido derrotada, tragada en victoria. Ninguna guerra cobrará más vida humana. “Ellos forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces: no alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.” (Isa. 2:4) No habrá más hambre, porque “la tierra dará su fruto” tan abundantemente que “el que ara alcanzará al segador”, que, por ser tan grande la cosecha todavía estará recogiéndola cuando ya es tiempo para que el arador prepare la tierra para las siembras de la próxima estación. (Sal. 67:6, Va; Amós 9:13) ¿Habrá enfermedad entonces? Jehová promete curar todas las enfermedades y proporcionar salud. (Sal. 103:3; Isa. 33:24; Jer. 33:6) ¿Vejez? No, porque Job 33:24, 25 dice:” ¡Líbrale de descender al hoyo; yo he hallado el rescate! Se le torna la carne más fresca que la de un niño; vuelve a los días de su juventud.” En pocas palabras, nada dañará ni destruirá en ese nuevo mundo sin fin.—Isa. 11:9; Efe. 3:21.
Ahora quizás esto le sorprenda, pero cuando se les dice a algunas personas acerca de un nuevo mundo de justicia en donde el gozo y la felicidad reinarán y no habrá adversidad ni sufrimiento, dicen que no les interesaría vivir en tal mundo, que sería fastidioso y monótono. Sin duda usted ha oído a personas decir que están tan cansadas, tan enfermas, tan tristes o tan infelices que desearían estar muertas. ¿Pero ha oído usted alguna vez a alguien decir que está tan feliz que desearía morirse? ¿Habrá dejado algún suicida una nota diciendo que estaba gozando tanto que no podía aguantarlo? Por supuesto que no. Y nadie se cansará de vivir en un nuevo mundo donde no habrá ningún pesar o enfermedad o muerte para frustrar la existencia feliz, sino que todos disfrutarán el trabajo dado en sus manos en ese tiempo por su Creador.—Isa. 65:22, NC; Apo. 21:1-5.
Para resumir, la muerte ha reinado casi 6,000 años. Pronto la vida reinará para siempre. La muerte ha ganado muchas batallas, pero al fin perderá la guerra. No son los hombres los que la vencen. No es derribada por las doctrinas religiosas de almas inmortales. La reencarnación no puede recibir aplausos de victoria. Ni la penicilina ni las píldoras ni los lagartos en polvo pueden dar un grito de victoria contra la muerte. La muerte sólo es vencida por Jehová Dios mediante el reino de Cristo. La manera de participar de los frutos de esa victoria sobre la muerte es siguiendo el camino de la vida. Si le interesa a usted vivir, haga caso de la receta divina para la vida: “Esto significa vida eterna, el que ellos adquieran conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú has enviado, Jesucristo.”—Juan 17:3, NM.