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La responsabilidad de los que dan consejoLa Atalaya 1974 | 1 de enero
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resultar gran daño. La vida entera de una persona puede ser afectada adversamente. La sabiduría que es sólida, duradera y eternamente provechosa no es la sabiduría o el filosofar humano, sino la sabiduría que procede de los más altos Consejeros, Jehová Dios y Cristo Jesús.—1 Cor. 2:4, 5; Sal. 33:11; Pro. 21:30; Isa. 9:6.
Nunca dude de esto: No hay circunstancia en la vida para la cual la Palabra de Dios, la Biblia, no tenga principios que suministran guía, haciendo posible que el cristiano sea “enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.” (2 Tim. 3:16, 17) De modo que jamás hay causa justa para apoyarse uno en su propia sabiduría al aconsejar. (Pro. 3:5-7) En vez de desviarse por otros rumbos debido a ideas o teorías personales, adhiérase bien ‘en medio de la vereda’ permaneciendo claramente dentro de los límites del consejo bíblico. (Pro. 8:20) La oración con humildad a Dios debe ser el recurso constante de los que buscan aconsejar con sabiduría.—Sant. 1:5; 1 Rey. 3:7-12.
Los consejeros cristianos que se muestran sumisos al consejo de la Palabra de Dios les serán una verdadera bendición a sus hermanos. Más que eso, los estimarán los grandes Reyes, Jehová Dios y su Hijo Cristo Jesús.—Pro. 27:9; 14:35; 16:13.
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Resista la “tendencia hacia la envidia”La Atalaya 1974 | 1 de enero
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Resista la “tendencia hacia la envidia”
HAY una fuerte inclinación en la humanidad imperfecta hacia envidiar a los que tienen prominencia, mayores éxitos o más posesiones materiales. Tan poderosa es esta inclinación que la Biblia dice: “Es con tendencia hacia la envidia que el espíritu que se ha domiciliado en nosotros sigue anhelando.”—Sant. 4:5.
Aunque el espíritu, inclinación o disposición hacia la envidia “mora” en todos nosotros los humanos imperfectos, esto no hace que la envidia sea algo que ha de condonarse a la vista de Dios. Las envidias se condenan junto con la fornicación, conducta relajada y borracheras como prácticas degradadas de la carne que le impedirían a uno heredar el reino de Dios. (Gál. 5:19-21) Pero, ¿por qué expresa Jehová Dios tan fuerte desaprobación de la envidia?
Porque la envidia está arraigada en el egoísmo y es completamente extraña a la personalidad, caminos y tratos del Creador. La cualidad dominante de Jehová Dios es el amor, y solo a los que manifiestan amor semejante los reconoce como sus siervos aprobados.
La persona envidiosa, que carece de amor, rehúsa ‘regocijarse con los que se regocijan.’ (Rom. 12:15) Quizás hasta recurra al fraude, robo u otras prácticas faltas de honradez en un esfuerzo por apoderarse de lo que otros tienen. O, quizás trate de denigrar al objeto de su envidia, minimizando los logros de éste por crítica indebida o por medio de poner en tela de juicio sus habilidades y motivos. Así la envidia produce contienda, disensión, reyertas, odios y hasta conflictos violentos, destruyendo lo que de otra manera pudieran haber sido buenas relaciones con los semejantes. Se alude a esto en Santiago 4:1, 2, donde leemos: “¿De qué fuente son las guerras y de qué fuente son las peleas
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