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¿Justifica el fin los medios?La Atalaya 1957 | 15 de septiembre
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muchos conversos de entre las religiones paganas.
Las religiones judías del día de Jesús lo ejecutaron porque pensaban que eso salvaría a su nación que estaba bajo el yugo romano. El fin de salvar su nación justificaba el que asesinaran a Jesús, argüían ellas. Dijeron: “Si lo dejamos así, todos pondrán fe en él, y los romanos vendrán y quitarán nuestro lugar y también nuestra nación.”—Juan 11:45-48.
Este lema inmoral que pone la conveniencia antes de los principios no puede dar buenos resultados. Jesús dijo que no podía: “Un árbol bueno no puede dar mal fruto, ni puede un árbol podrido producir buen fruto.” Medios malos no producen buenos fines. Buenos medios, buen fin; malos medios, mal fin. El comprar conveniencia a costa de principios es el lazo de los que espiritualmente son miopes. Solamente el adherirse a los principios divinos puede traer el bien permanente.—Mat. 7:18.
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Cómo llegamos a tener la BibliaLa Atalaya 1957 | 15 de septiembre
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Cómo llegamos a tener la Biblia
La Biblia fué escrita para que nosotros pudiéramos conseguir los pensamientos de Dios. Necesitamos los pensamientos de Dios. El Hijo de Dios dijo que “toda declaración que procede de la boca de Jehová” es vital para la vida. ¿Cómo llegamos a tener en forma escrita los pensamientos del Dador de vida?
LA Biblia no es libro ordinario. Es único. Es el Libro de Dios. Contiene los pensamientos de él. Nos dice cuáles son los propósitos de Dios y qué es lo que él quiere que hagamos. Es menester que aprendamos los pensamientos sublimes del Creador. Reconociendo la necesidad imperativa de que el hombre conozca los pensamientos del Dador de vida, Cristo Jesús dijo: “El hombre ha de vivir, no sólo de pan, sino de toda declaración que procede de la boca de Jehová.”—Mat. 4:4.
Las declaraciones escritas de Dios están disponibles en centenares de lenguas hoy en día. En muchos países el vulgo puede leer la Biblia libremente. Pero durante la Edad Media el vulgo no podía leer la Biblia; ésta yacía sepultada en una lengua muerta.
Pero Dios no hizo que la Biblia fuera escrita originalmente en una lengua muerta. Él quería que la gente adquiriera los pensamientos de él. Porque no quiso estar hablando al vacío, el Autor de la Biblia hizo que sus pensamientos se escribieran en la lengua familiar de la gente.
El idioma cotidiano de la nación escogida de Dios, Israel, fué el hebreo. De modo que el Autor de la Biblia usó esa lengua para la escritura de casi todo el llamado Antiguo Testamento, al que correctamente se le llama las Escrituras Hebreas.
¿Cuándo comenzó a escribirse la Biblia? Alrededor del año 1513 a. de J.C., poco después de haber sido libertados los israelitas de la esclavitud en Egipto. Dijo Jehová a Moisés: “Escribe esto como memorial en el libro.” Dios mismo le había dado a Moisés “dos tablillas del testimonio, tablillas de piedra sobre las cuales había escrito el dedo de Dios.” Estas tablas contenían los Diez Mandamientos. Moisés incluyó éstos en el libro del Éxodo cuando escribió los primeros cinco libros de la Biblia.—Éxo. 17:14; 31:18.
Desde entonces en adelante siguió escribiéndose la Biblia. Dios usó a muchos hombres, hombres de todas las clases sociales, tales como Josué, un general; Samuel, un juez; David, un rey; Daniel, un primer ministro; Esdras, un escriba; Nehemías, un oficial de la corte; Amós, un manadero y Jeremías, un profeta. Estos hombres escribieron por la sabiduría y fuerza infinitas del Originador de la Biblia. Confesaron que los pensamientos que escribieron no se originaron en ellos. David dijo: “Fué el espíritu de Jehová lo que habló por mí, y su palabra estuvo sobre mi lengua.”—2 Sam. 23:2.
Con la escritura del libro de Malaquías, unos once siglos después que Moisés comenzó a escribir el libro del Génesis, terminó la obra de escribir las Escrituras Hebreas.
Todavía quedaba por escribirse más de la Biblia, pero en un idioma diferente. Cristo Jesús vino a la tierra. Era vital que la vida y las enseñanzas del Fundador del cristianismo se pusieran por escrito. Así que los discípulos y apóstoles de Cristo escribieron otros veintisiete libros, desde Mateo hasta Apocalipsis. Escribieron bajo la influencia del espíritu de Dios. Por eso el apóstol de Cristo pudo decir: “Toda Escritura es inspirada por Dios y es benéfica para enseñar, para reprender, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.”—2 Tim. 3:16, 17.
¿En qué idioma fueron escritos estos veintisiete libros inspirados? No en el hebreo, porque el hebreo había llegado a ser una lengua muerta. El griego koiní o común había llegado a ser la lengua internacional, el idioma de la gente. De modo que el griego común fué el idioma que Dios usó para escribir el llamado “Nuevo Testamento,” llamado correctamente las Escrituras Cristianas Griegas.
¡Qué claro está, entonces, que Dios quería que la gente aprendiera sus pensamientos! El Salmo 119:105 (Mod) nos dice: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz a mi camino.” La Biblia es la guía del hombre. Se hicieron muchas copias a mano o manuscritos de la Biblia; éstas fueron distribuídas por todas partes para el beneficio de todos los cristianos.
Pero con el tiempo ocurren cambios en los idiomas. Nacen nuevos idiomas. De manera que vino a ser necesaria la traducción de la Biblia para preservar los pensamientos de Dios. Ya en los siglos tercero y cuarto a. de J.C., los judíos de habla griega de Alejandría y Egipto no podían leer las Escrituras en hebreo. De modo que alrededor del año 280 a. de J.C. un grupo de unos setenta hombres, según una carta citada por el historiador Josefo, comenzó la obra de traducir las Escrituras Hebreas al griego común. A esta versión, completada durante el primer siglo a. de J.C., se le llamó la “de los setenta.” También es conocida por los números romanos para setenta, LXX.
Había mucha demanda de copias de la versión de los Setenta, especialmente durante el primer siglo de la era cristiana. Sin duda las casas editoriales de Alejandría hallaron que era difícil satisfacer la demanda, aunque la producción de publicaciones estaba organizada en escala mayor en las casas de los rabinos del barrio judío. Aquí un escriba principal leía lentamente de la versión de los Setenta mientras una batería de entre cinco y diez escribas a sus escritorios escribía en
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