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  • ¿Realmente habla Dios hoy?
    La Atalaya 1982 | 15 de febrero
    • ¿Realmente habla Dios hoy?

      UN CONFERENCIANTE universitario se paró enfrente de la clase, listo para empezar su lección. Entonces notó que un alumno había escrito algo en la pizarra: “¡CUESTIONE LA AUTORIDAD!” Sin decir una palabra, el conferenciante escribió debajo de aquello: “Si la autoridad contesta, ¿escuchará usted?”

      Esa es una buena pregunta. Y puede aplicarse en lo que tiene que ver con la autoridad más alta de todas, Jehová Dios. La mayor parte de las personas concuerdan en que hoy día la humanidad necesita ayuda. Muchísimas cosas han fracasado y están fuera de control... la contaminación, la superpoblación, el hambre extensa, la inflación y la amenaza inquietante de guerra nuclear, química o bacteriológica. Tal vez usted piense: ‘Ciertamente, si Dios tiene algo que decir a la humanidad, ¡éste es el tiempo oportuno para decirlo!’

      Es verdad. Pero uno tiene que preguntarse: Si Dios hablara, ¿quién escucharía? Aunque el hombre obviamente necesita guía, ¿aceptaría dicha guía si se la ofrecieran?

      Dios sí habla

      Pero, primero considere la pregunta: ¿Nos habla Dios hoy? Si él no nos habla, nuestro futuro es poco prometedor. Felizmente, hay evidencia de que sí nos habla. ¿Cómo?

      Bueno, si Dios realmente tiene un mensaje importante para la humanidad, ¿cuál sería la mejor manera de transmitirlo? Tal vez usted conteste: ‘Mediante una voz proveniente del cielo.’ Cierto, ése sería un medio evidente. Pero, ¿sería el más práctico?

      Cierto hombre con muchos años de experiencia en trabajo de tipo directivo dijo lo siguiente: “Cuando yo tengo que comunicar información importante, nunca lo hago verbalmente. Siempre la escribo. Así no se da lugar a que haya confusión alguna más tarde.”

      Eso es razonable. Si Dios hablara desde los cielos, esto sin duda sería muy dramático. Pero si 1.000.000 de personas lo oyeran, pronto habría 1.000.000 de versiones de lo que él hubiera dicho. En cambio, si hiciera que sus instrucciones estuvieran en forma escrita, más tarde no habría lugar a dudas en cuanto a cuál fue Su mensaje.

      Pero, un mensaje escrito que proviniera de Dios tendría que ser un documento muy especial. Su contenido tendría que manifestar claramente sabiduría divina, y tendría que estar al alcance de todos, de modo que cualquiera que estuviera deseoso de leerlo pudiera hacerlo. Además, de alguna manera tendría que vencer las muchas barreras lingüísticas que hay en el mundo.

      ¿Existe un documento que afirme provenir de Dios y que satisfaga estas condiciones? Sí, hay uno, y solamente uno. Es el libro más extensamente distribuido en toda la historia, cuya circulación asciende a miles de millones de ejemplares. Y ahora puede obtenerse, en forma completa o en parte, en 1.710 idiomas, de modo que casi cualquier persona que sepa leer y desee hacerlo puede leer siquiera parte de él en su propio idioma. ¿Qué documento es éste? Es la Biblia.

      ¿Es realmente Dios el que habla?

      ¿Cómo responde usted a esa información? Opina usted: ‘¡Oh, no, no la Biblia! ¿Cómo pudiera hablar hoy Dios mediante un libro que es tan anticuado?’

      Bueno, la Biblia, por supuesto, es antigua, porque la raza humana es antigua, y Dios ha estado hablando con la humanidad por largo tiempo. Pero, ¿realmente es anticuada? ¡De ninguna manera!

      ¿Clasificaría usted de anticuado un libro que haya predicho hace miles de años la condición en que se halla la humanidad hoy, el temor que la humanidad tiene tocante al futuro, el peligro de que ésta arruinara toda la Tierra y hasta la amenaza de armas en lo profundo del mar y en el espacio sideral? Bueno, la Biblia predijo precisamente eso.—Lucas 21:25-28; 2 Timoteo 3:1-5; Revelación 6:3-8; 11:18.

      En un tiempo en que el divorcio y los fracasos matrimoniales han alcanzado proporciones epidémicas, ¿diría usted que es anticuado un libro que contiene consejo que ha salvado a más matrimonios que cualquier otro consejo que se haya dado al respecto? Tal vez no sea consejo popular entre los de la actual generación egoísta del “yo,” pero es consejo que produce buenos resultados. Y está escrito en la Biblia.—Efesios 5:21-33.

      Es verdad que hoy en ciertos círculos es respetable desde el punto de vista intelectual el considerar la Biblia meramente como una colección de mitos y sabiduría folklórica. Pero, ¿realmente explica eso lo fenomenal que es la Biblia? Hace miles de años, cuando ésta se estaba compilando, existían libros de mitos y de sabiduría folklórica. Pero, con el pasar del tiempo, la mayoría de éstos quedaron en el olvido. Solo ha sido últimamente que los arqueólogos han recuperado algunos de ellos. ¿Por qué sobrevivió la Biblia y no aquellos libros?

      En el transcurso de su historia larga la Biblia ha vencido oposición extraordinaria. Un sinnúmero de ejemplares de la Biblia han sido quemados. Personas que trataron de poner la Biblia al alcance del hombre común fueron torturadas hasta morir. Y por unos 200 años los altos críticos, los evolucionistas y los modernistas la han sometido a constantes ataques de índole intelectual. Ningún otro libro jamás ha sido tratado con tanto antagonismo. No obstante, la Biblia ha sobrevivido triunfantemente y sigue ejerciendo influencia en la vida de millones de personas. ¿Por qué? Porque no es meramente un libro de mitos y sabiduría folklórica. Verdaderamente es el mensaje de Dios para nosotros.

      Cierta joven atea dijo: “Yo opinaba que no importaba si había un Dios o no, puesto que yo no veía que él estuviera ayudando de manera alguna a la humanidad.” Entonces se puso ante ella el desafío de leer la Biblia y cierta literatura que le ayudaría a entender el mensaje bíblico. ¿Cuál fue el resultado? “Quedé muy impresionada de que todo... era razonable.” Sí, ella escuchó mientras Dios hablaba, y lo que él dice ciertamente es razonable.

      Hacia fines del siglo diecinueve, un célebre escriturario escribió lo siguiente: “Cuando Colón descubrió el río Orinoco, alguien dijo que él había encontrado una isla. El contestó: ‘Semejante río no puede fluir de una isla. Esa poderosa corriente tiene que venir de las aguas de un continente.’ Así la profundidad, el poder, la sabiduría y el alcance del testimonio de la Biblia nos convencen de que el autor de los planes y revelaciones de ésta no es el hombre, sino el Dios Todopoderoso.”

      Le invitamos a que usted estudie la Biblia por sí mismo. Vea si no concuerda en que ésta verdaderamente contiene los pensamientos de Dios mismo.

  • ¿Escuchará usted a Dios?
    La Atalaya 1982 | 15 de febrero
    • ¿Escuchará usted a Dios?

      ‘ESTÁ claro que la Biblia ha estado en circulación desde hace mucho tiempo, ¡pero el mundo está en peor condición que nunca antes!’ Esto es muy cierto; sin embargo esto se debe a que la gente no ha escuchado mientras Dios ha hablado. ¿Por qué no?

      Algunas personas sencillamente no tienen interés. Recientemente, un grupo de Humanistas Seglares dijo lo siguiente: “Rechaza[mos] la idea de que Dios haya intervenido milagrosamente en la historia o se haya revelado a unos cuantos escogidos o pueda salvar o redimir a los pecadores.” En realidad, Dios habla hoy día, no meramente con unos “cuantos escogidos,” sino con toda persona que quiera escuchar. “Dios... le está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan.” (Hechos 17:30) Sin embargo, está claro que las personas que rechacen hasta la idea de que Dios habla no van a escucharle. El futuro de ellas debe tener un aspecto muy sombrío.

      Es cierto que muchos líderes mundiales han afirmado creer en Dios. Sin embargo, no han ayudado mucho a mejorar los asuntos. ¿A qué se debe esto? Según dijo en cierta ocasión el filósofo francés Voltaire, se debe principalmente a que “la mayoría de los grandes hombres de este mundo viven como si fueran ateos.” Sus afirmaciones de que adoran a Dios no han impedido que ellos participen en matanzas, guerras agresivas, opresiones, torturas y traiciones, cosas que han sido rasgos continuos de la historia. Es patente que cuando Dios ha hablado, ellos tampoco han escuchado.

      Algunos oyen pero no escuchan

      ‘Pero, ¿no es cierto que muchas religiones usan la Biblia en sus servicios religiosos y que todos los domingos la gente oye el mensaje de la Biblia?’ Esto es cierto. Pero, mientras oyen el mensaje bíblico, ¿están realmente escuchando, es decir, prestando atención a lo que oyen?

      Por ejemplo, muchas iglesias usan la oración del “padrenuestro” en los servicios religiosos de los domingos. Esta oración es bíblica. En una versión católica, las primeras palabras del padrenuestro son: “Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra.”—Mateo 6:9, 10, Versión Nácar-Colunga.

      ¿Cuál es la voluntad de Dios que tiene que hacerse en la Tierra? Parte de ésta se expresa en esta promesa: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” (Salmo 37:11) Según el “padrenuestro,” dicha paz se realizará mediante el “reino” de Dios, su gobierno.

      En 1965, fue interesante leer en los periódicos lo que el papa Paulo VI había dicho después de visitar las Naciones Unidas: “Los pueblos de la Tierra se vuelven a las Naciones Unidas como la última esperanza de concordia y paz.” (Cursivas nuestras) Sin duda, esta declaración contribuyó a que los miembros de las Naciones Unidas creyeran que el trabajo de ellos era importante y útil. Pero, si ellos eran la última esperanza para la paz, ¿qué hay del reino de Dios? Es patente que el papa Paulo VI en realidad no había escuchado las palabras del “padrenuestro.”

      Hay muchos otros ejemplos que muestran que, aun cuando la gente oye la lectura de la Biblia, a menudo esto es para ellos solo un ritual y no prestan la atención debida para captar el sentido de lo que se dice.

      Escuchando y obedeciendo

      “Escuchar” también significa “considerar seriamente.” Hoy día muchos entienden cabalmente lo que Dios dice acerca de ciertos asuntos, pero no toman en serio las palabras de él. Siguen sus propias ideas. Por eso, no escuchan cuando Dios habla.

      Un ejemplo de esto tiene que ver con el asunto de la moralidad. La norma divina sobre la moralidad es clara. Dios dice: “Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres... heredarán el reino de Dios.”—1 Corintios 6:9, 10.

      Los modernistas, incluso muchos líderes religiosos, rechazan esta norma. Dicen que es anticuada y favorecen un modo de vivir más “liberal.” ¿En qué ha resultado eso? En una epidemia de preñeces entre las adolescentes, abortos, enfermedades venéreas, divorcios y perturbación emocional.

      Esto no debe sorprendernos. “De Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gálatas 6:7) Las leyes morales de Dios, al igual que sus leyes físicas, son para nuestra protección y bienestar. El sembrar lo que está en oposición a las leyes de Dios ciertamente traerá malos resultados. El rechazar las normas divinas es como rechazar la ley de la gravedad. Sea cual sea nuestra opinión personal, ¡desafiamos esta ley por nuestra cuenta y nuestro riesgo!

      Cuando Dios habla, ¿escucha alguien?

      Puede que usted pregunte: ‘Pues, si hay tantos religiosos devotos y líderes mundiales que no escuchan cuando Dios habla, entonces, ¿escucha alguien?’ Sí, hay quienes escuchan. En cierta ocasión Jesús dijo: “Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.” Puesto que explicó que todo lo que él decía en realidad provenía de Dios, el escuchar a Jesús es lo mismo que escuchar a Dios. De modo que los que están “de parte de la verdad” escuchan a Dios.—Juan 18:37; 7:16, 17.

      Además, éstos hacen más que meramente escuchar. Van y ayudan a otros a escuchar también. Jesús les ordenó: “Vayan... hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos... enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.” (Mateo 28:19, 20) ¿Hay alguien que esté cumpliendo hoy día con aquel mandato?

      Hace algunos años una mujer joven estaba preocupada con este asunto. Estaba desilusionada por la confusión y las contradicciones que hay en las religiones que ella conocía, lo cual hizo que se volviera agnóstica. Sin saberlo, estaba buscando una cualidad que Jesús había dicho que identificaría a los que están “de parte de la verdad,” a saber: “Por sus frutos los reconocerán.” Puesto que ella no sabía de ningún grupo religioso que estuviera produciendo lo que pudiera identificarse como frutos piadosos, su creencia era que Dios no hablaba hoy día.—Mateo 7:16.

      Cierto día, para complacer a una amiga, esta joven visitó un grupo religioso con el cual no se había asociado antes. Puesto que fueron amigables con ella, hizo una pregunta a alguien del grupo, solo para ver lo que sucedía. Ella se sorprendió cuando él le dio una respuesta directamente de la Biblia. Entonces ella se dirigió a otro miembro del grupo y le hizo la misma pregunta. Para sorpresa de ella, él abrió la Biblia y le dio la misma respuesta. Ella volvió a hacer lo mismo repetidas veces y halló que, en lo que tenía que ver con enseñanzas religiosas, estas personas estaban de acuerdo y no había confusión entre ellas.

      Esto impresionó a la joven. Sin darse cuenta halló otra característica de los que son del pueblo que está “de parte de la verdad,” a saber: ellos se esfuerzan por estar “aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar.” (1 Corintios 1:10) Reconocen que “toda Escritura es inspirada de Dios.” Por eso estudian y enseñan lo que Dios dice en la Biblia, no las opiniones de los hombres.—2 Timoteo 3:16.

      Gradualmente, la joven dejó de ser agnóstica. Se alegró de escuchar mientras Dios hablaba. Y gustosamente comenzó a asociarse con el pueblo que está “de parte de la verdad” que iba y leía la Biblia a otras personas para ayudar a cuantas fuera posible a escuchar a Dios. Con el tiempo, ella llegó a ser miembro activa de aquella congregación de testigos de Jehová.

      Lo que Dios dice

      ¿Está usted “de parte de la verdad”? Entonces querrá escuchar... escuchar sinceramente, en el sentido de prestar atención y tomar a pecho lo que Dios dice. El hacer esto lo hará parte de la minoría, pues la mayoría de las personas hoy día no escucha a Dios. Lamentablemente, como en el caso de los israelitas de la antigüedad, ellas “han pasado por alto el camino de Jehová.”—Jeremías 5:4.

      Sin embargo, es sensato escuchar la sabiduría de Dios. “Al que... escucha [la verdadera sabiduría], él residirá en seguridad y estará libre del disturbio que se debe al pavor de la calamidad.” (Proverbios 1:20-33) Hoy, los que escuchan a Dios reciben guía para evitar los tropiezos que resultan de vivir en este mundo imperfecto. Así evitan la calamidad innecesaria. Y dentro de poco, si son fieles, vivirán en un mundo donde ya no habrá más ‘calamidad.’ En aquel tiempo, Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor.”—Revelación 21:4.

      Este es el mundo que Dios preparará para los que están “de parte de la verdad.” ¿Quisiera usted vivir allí? Entonces resuélvase a escuchar cuando Dios hable. Los testigos de Jehová le ayudarán gustosamente para que pueda hacerlo.

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