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  • ¿Realmente existieron Adán y Eva?
    La Atalaya 1985 | 1 de junio
    • ¿Realmente existieron Adán y Eva?

      “EL PRIMER hombre fue Adán y la primera mujer fue Eva; ellos fueron nuestros primeros padres.” Éste es el parecer que se expresó en 1947 en The Catechism for Use by French Dioceses, libro de texto básico para enseñar la fe católica a los niños franceses.

      Pero un año después, en 1948, la enciclopedia francesa Catholicisme, que está autorizada por la iglesia, dijo: “Cualquier doctrina evolucionista que dé a entender que el alma fue creada por Dios no contradice la Biblia”. Ese mismísimo año la Comisión Bíblica Papal dijo que el relato de la creación de Génesis era “una descripción popular de los orígenes de la raza humana” explicada en “lenguaje figurado sencillo que se presta a la inteligencia de seres humanos menos desarrollados”.

      En 1981 el papa Juan Pablo II hizo la siguiente declaración ante la Academia Papal de Ciencias: “La Biblia misma habla del origen y la constitución del universo, no como un tratado científico, sino para aclarar la relación debida del hombre con el universo”. Además, La Bible de la Liturgie (Biblia litúrgica), aprobada oficialmente en 1976, resume las opiniones de muchos teólogos católicos sobre el relato de Génesis en cuanto a la creación, al declarar: “En realidad, no se trata de una verdad histórica ni científica”.

      Otras iglesias que afirman ser cristianas no quieren quedarse atrás en lo que tiene que ver con apoyar la teoría de la evolución. Alexandre Westphal, quien fue profesor honorario de historia religiosa y teología bíblica en la Escuela Teológica Protestante de Montauban, Francia, declaró, en su Dictionnaire Encyclopédique de la Bible, que el relato de Génesis respecto a Adán y Eva y sus primeros dos hijos “no se debería considerar una descripción de sucesos que realmente tuvieron lugar en la vida de cuatro personas, sino una narración de los principios de las relaciones de la humanidad con Dios, en la que se usa un estilo figurado e imágenes básicas” (Génesis 2:7–4:16). En 1949 el arzobispo de Canterbury, a quien se considera el obispo mayor de la Iglesia de Inglaterra, hasta dijo: “La Iglesia Cristiana en general ha aceptado la teoría de la evolución como algo que ha sido científicamente establecido”.

      Así, con un tono perentorio, el semanario francés L’Express afirma que hoy en día nadie disputa el hecho de que el hombre pertenece al reino animal, “excepto los ignorantes y unos cuantos excéntricos”.

      El relato de la creación y la ciencia

      Pero ¿merece el relato de la creación, que ha sido aceptado por muchos siglos, ser ahora rechazado con desprecio? Es cierto que el libro de Génesis no proporciona detalles técnicos acerca de cómo se creó la vida vegetal y animal, pero las pautas generales están en perfecta armonía con los hechos científicos.

      Por ejemplo, la Biblia muestra que todos los hombres tienen un origen común, puesto que originan de la primera pareja humana, Adán y Eva. André Langaney, director auxiliar de departamento del Musée de l’Homme (Museo del hombre), de París, confirma el linaje común de la humanidad, al explicar en un número especial de la revista mensual francesa Science et Vie: “Los hechos biológicos e históricos muestran que la unidad del hombre es profunda, pues vence las diferencias de color de piel o la frecuencia de los genes en el sistema Gm [globulinas de la sangre características de ciertos grupos de poblaciones]”.

      El libro de Génesis también proporciona información sobre preguntas que van más allá de la comprensión de los científicos. Al contestar una pregunta respecto a la “increíble paradoja del proceso de envejecimiento”, que el semanario L’Express, de París, le planteó, el biólogo François Jacob, ganador de un premio Nóbel, admitió: “No se comprende el mecanismo. De hecho, es totalmente paradójico que un organismo que haya logrado producirse por un proceso extraordinariamente complicado sea incapaz de mantenerse en buenas condiciones. El hecho de que un ser humano pueda producirse de un óvulo fertilizado es probablemente el acontecimiento más estupendo que pueda suceder en la Tierra”.

      La Biblia también indica que es, en cierto sentido, paradójico que el hombre muera. De acuerdo con el relato de la creación registrado en el libro de Génesis, el hombre fue creado para vivir, para ‘mantenerse en buenas condiciones’, para siempre. Sin embargo, esto dependía de que mantuviera buenas relaciones con Aquel que lo creó. Cuando los primeros seres humanos deliberadamente se rebelaron contra los requisitos de Él, pecaron. Fue el pecado lo que le ocasionó a la humanidad la “paradoja” de morir. El pecado ‘obró muerte’ en los seres humanos, como Dios había advertido que sucedería. (Romanos 7:13; Génesis 3:16-19.)

      Por eso, no es irrazonable creer el relato del origen del hombre que se encuentra en la Biblia. De hecho, el siguiente artículo presenta pruebas para mostrar que el cristiano no puede rechazar este relato de la creación del hombre sin sufrir terribles consecuencias en lo que tiene que ver con su creencia en la mismísima base del cristianismo... la muerte sacrificatoria de Cristo. Sírvase leer lo que sigue.

  • Adán y Eva... ¿mito, o realidad?
    La Atalaya 1985 | 1 de junio
    • Adán y Eva... ¿mito, o realidad?

      “¿NO ES una flagrante contradicción de la Biblia decir que Adán y Eva provinieron del reino animal?” Esta pregunta, que surgió en el diario católico romano La Croix, describe en pocas palabras el problema al que se enfrentan muchos cristianos. Se preguntan qué es básicamente el cristianismo si se pone en tela de juicio la creación.

      Para comprender mejor los problemas que están implicados en esto, tendremos que investigar lo que la Biblia dice respecto al pecado y la muerte. Primero tenemos que retroceder al relato de lo que sucedió en el jardín de Edén.

      El pecado y el rescate

      El capítulo dos de Génesis relata que Dios dio al primer hombre un mandato. Él no había de comer de cierto árbol llamado el “árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo” (Génesis 2:17). Como lo explica La Biblia de Jerusalén en una nota al pie de la página, al violar el mandato de Dios, el hombre asumió para sí mismo un derecho que no le pertenecía: “la facultad de decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo y de obrar en consecuencia, una reclamación de autonomía moral, por la que el hombre no se conforma con su condición de criatura”.

      Al desobedecer la ley de Dios, Adán pecó e introdujo la imperfección en la raza humana, lo cual resultó en muerte, como Dios lo había predicho. La primera pareja humana, al perder la perfección, solo podía pasar la imperfección a su prole. Todos los futuros descendientes de Adán y Eva —en otras palabras, la entera raza humana— estarían condenados a morir. (Génesis 3:6; Salmo 51:5; Romanos 5:14, 18, 19.)

      ¿Cómo podría la raza humana tener otra vez la esperanza de vida eterna que Adán había perdido? El principio de “vida por vida” que se expresa en la Ley que Dios dio mediante Moisés expresó claramente lo que se requería: una vida perfecta tenía que ofrecerse por la vida perfecta que Adán había perdido (Deuteronomio 19:21, Nueva Biblia Española). Jesús, la piedra de fundamento del cristianismo, estaba plenamente calificado para esto. Puesto que él era libre de pecado e imperfección, únicamente él podía ofrecer una vida humana perfecta como “rescate correspondiente por todos” (1 Timoteo 2:5, 6). Cristo mostró que este fue uno de los propósitos principales para los cuales él vino a la Tierra, cuando declaró: “El Hijo del hombre no vino para que se le sirviera, sino para servir y para dar su alma en rescate en

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