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¿Debe usted creer en la Biblia?La Atalaya 1981 | 15 de abril
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¿Debe usted creer en la Biblia?
¿FE, O DUDA? ¿Confiable, o no confiable? Esta alternativa ha llegado a ser parte de la vida cotidiana de la gente. Mucho de lo que leemos y escuchamos no es digno de confianza. Acerca de la sabiduría humana, el autor Aldous Huxley escribió en una ocasión: “Hallar malas razones para lo que uno cree debido a otras malas razones... eso es la filosofía.”
En cuanto a la ciencia, los estantes de todas las grandes bibliotecas nacionales están llenos de obras de ciencia y erudición que se han hecho anticuadas durante los pasados 50 años. No es maravilla que la gente despliegue escepticismo en cuanto a lo que lee.
¿DUDA NEGATIVA O INVESTIGACIÓN POSITIVA?
En un mundo en que el escepticismo a menudo sirve de escudo necesario contra la decepción y el fraude, se puede caer fácilmente en el hábito de dudar de toda cosa y de toda persona. A menudo se oye el dicho: “Gato escaldado, del agua fría huye,” y esto con buena razón. Pero, ¿produce verdadera satisfacción el vivir en un mundo lleno de dudas? ¿Puede alguien tener convicciones firmes si no tiene una fuente confiable de información?
La actitud negativa de dudar no lleva a ningún lado. En cambio, las preguntas sinceras y la investigación positiva pueden ser instrumentos útiles para el que busca la verdad. Esto es cierto en el campo científico. En su obra maestra Introduction à l’étude de la médecine expérimentale, el científico francés Claude Bernard declaró: “El primer requisito que debe llenar el científico que investigue los fenómenos naturales es el de mantener completa libertad de pensamiento. . . . El que duda es un verdadero científico, pues tiene dudas acerca de sí mismo y de su propia interpretación de las cosas, pero pone fe en la ciencia.”
Por eso, según este famoso fisiólogo francés, la investigación científica requiere tanto dudar como tener fe. Un investigador científico duda que se sepa todo lo que hay que saber en cierto campo, pero al llevar a cabo sus experimentos está obligado a poner fe en lo que se considera como verdad científica en otros campos. En otras palabras, no pone en tela de juicio a la ciencia en general. Sus dudas en cierto campo específico son constructivas, puesto que espera dar adelanto a la ciencia por medio de algún nuevo descubrimiento.
Lo mismo puede ser cierto en el campo de la religión. Sin dudar de la existencia de Dios, alguien pudiera tener dudas justificables acerca de algunas de las doctrinas que se enseñan en las iglesias que afirman ser cristianas. La investigación sincera puede resultar en que se rechace el error religioso; también puede llevar al descubrimiento de la adoración verdadera. Pero, ¿sobre qué base puede llevarse a cabo tal investigación?
LA BIBLIA... BASE PARA FE
La Sagrada Biblia tiene reconocimiento universal como base para examinar la religión cristiana. Es de interés saber que la Biblia misma no requiere que sus lectores ejerzan una fe ciega. En advertencia en contra de la credulidad, declara: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos.” (Pro. 14:15) Y de nuevo: “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente.” (1 Tes. 5:21) En esto está envuelto el examinar y escudriñar cuidadosamente, y ejercitar la “facultad de raciocinio” y luego apegarse a lo que se ha descubierto que es cierto.—Rom. 12:1, 2.
Ese razonar y probar para uno mismo las cosas le permite a uno adquirir convicciones firmes. Y tales convicciones firmes edifican la fe. Como se define en la Biblia: “Fe es la expectativa segura de cosas esperadas, la demostración evidente de realidades aunque no se contemplan.” (Heb. 11:1) La fe bíblica exige “demostración,” pruebas. Se requiere conocimiento para tener la clase de fe que se recomienda en la Biblia. Nadie nace con tal fe. Esta es algo que crece con el conocimiento y la experiencia. Además, la Biblia dice: “La fe sigue a lo oído. A su vez lo oído es por medio de la palabra acerca de Cristo.” (Rom. 10:17) Y el único lugar donde se puede encontrar la verdadera “palabra acerca de Cristo” es en la Biblia.
FE... UNA CUALIDAD DESEABLE HOY
Para edificar la fe se necesita conocimiento y el saber usarlo. A tal aptitud la Biblia llama “sabiduría.” El que se puede hacer algo para adquirir tal sabiduría se comprueba por el siguiente consejo bíblico: “Si alguno de ustedes tiene deficiencia en cuanto a sabiduría, que siga pidiéndole a Dios, porque él da generosamente a todos y sin reconvenir; y le será dada. Pero que siga pidiendo en fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra. . . . es un hombre indeciso, inconstante en todos sus caminos.”—Sant. 1:5-8.
En un mundo asaltado por las dudas y en incertidumbre en cuanto a su destino, un mundo que ha rechazado valores morales cuya valía ha sido demostrada a través del tiempo, ¿no es obvio que el hombre necesita una brújula espiritual que le sirva de guía? El que duda ciertamente es “semejante a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una parte a otra,” echado como si fuera de un lado a otro por las filosofías cambiantes de hombres inconstantes. Tal persona no se siente segura de nada. No tiene convicciones. Ningún argumento, por lógico que sea, puede convencerla. No puede creer porque no quiere creer.
SOMETA LA BIBLIA A EXAMEN
Ciertos escépticos dudan que la vida tenga significado. Están contentos con solo vivir su vida (que es más corta que la de ciertos animales) y luego morir, sin ninguna esperanza de vivir para siempre. Esperamos que usted, estimado lector, esté entre aquellos a quienes les parece ilógico concebir que el hombre viva solo 70 u 80 años, solo para morir, de modo que desaparezca para siempre todo el conocimiento y la experiencia que ha acumulado. Esperamos que se halle en la categoría de los que buscan la vida, y que también buscan la verdad. Hablando acerca de personas de esta clase que vivían en el primer siglo, la Biblia declara: “Todos los que estaban correctamente dispuestos para vida eterna se hicieron creyentes.”—Hech. 13:48.
Para ayudarle a creer que la Biblia puede proveer conocimiento dador de vida, lo invitamos a considerar las siguientes pruebas arqueológicas y científicas de lo confiable que es la Biblia.
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La arqueología confirma la BibliaLa Atalaya 1981 | 15 de abril
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La arqueología confirma la Biblia
A HOMBRES orgullosos que obstinadamente rehusaban reconocerlo como el Mesías y que despreciaban a sus discípulos, Jesús dijo: “Si éstos permanecieran callados, las piedras clamarían.” (Luc. 19:40) Felizmente, Jesús tuvo, y sigue teniendo, discípulos que rehúsan permanecer callados. No obstante, en cierto sentido, se ha hecho que piedras que han sido testigos silenciosos de acontecimientos bíblicos clamen y den testimonio de que la Biblia es digna de confianza. La ciencia que ha permitido que tales piedras hablen a favor de la Biblia se llama arqueología, y se define como “el estudio científico de los restos materiales del pasado.”
En su obra erudita Light from the Ancient Past (Luz del antiguo pasado), Jack Finegan nos informa que “puede decirse que la arqueología moderna tuvo su principio en 1798, cuando aproximadamente cien eruditos y artistas franceses acompañaron a Napoleón en su invasión de Egipto.” En 1822 el egiptólogo francés Champollion logró descifrar los caracteres jeroglíficos de la piedra de Rosetta. Para fines del siglo diecinueve estaban sistemáticamente llevándose a cabo excavaciones arqueológicas en Egipto, Asiria, Babilonia y Palestina, y éstas han continuado hasta la actualidad. ¿Ha contribuido la pala del arqueólogo a confirmar el registro bíblico?
EL ORIGEN DEL MUNDO Y DEL HOMBRE
Un descubrimiento que se hizo en las tumbas de Egipto nos permite comparar la explicación bíblica acerca del origen del hombre con el relato de la creación que se encuentra en un antiguo Libro de los muertos egipcio, un ejemplar del cual puede verse en un largo escaparate de vidrio en el Museo del Louvre, de París. En la autoritativa publicación Sulpplément au Dictionnaire de la Bible, Louis Speleers, curador del Museo Cinquantenaire, de Bruselas, Bélgica, explica: “El Libro de los muertos relata que un día [el dios solar] Ra dejó su Ojo divino brillando en el cielo. Shu y Tefnut le devolvieron el Ojo, el cual se puso a lagrimear, y los hombres se formaron de las lágrimas de Ra.”
Otro descubrimiento arqueológico que hace posible una comparación interesante con el relato bíblico es una serie de siete tablillas de arcilla que contienen el Enuma elis, es decir, el “Poema de la creación” sumerio-babilónico. Según este registro antiguo, Marduk, dios de la ciudad de Babilonia, venció a la diosa primitiva del mar, Tiamat, y la cortó en dos. “De una mitad formó la bóveda celeste, de la otra la Tierra sólida. Habiendo hecho esto, organizó el mundo. . . . Entonces, ‘para que los dioses vivieran en un mundo que les deleitara el corazón,’ Marduk creó a la humanidad.”—Larousse Encyclopedia of Mythology.
¿Cree usted que el hombre se formó de las lágrimas de Ra? Muchos egipcios altamente civilizados y cultos creían eso. O, ¿le parece a usted aceptable la afirmación de que los cielos y la Tierra se formaron del cuerpo partido en dos de una diosa? Estos son solamente dos ejemplos de mitos relacionados con la creación en los cuales creyeron generaciones sucesivas de personas en la antigüedad.
Hoy en día, muchos hombres altamente instruidos quieren que creamos que el universo y todas las formas de vida llegaron a existir espontáneamente, sin la intervención de ningún Ser viviente superior, y esto a pesar de que el científico francés Louis Pasteur comprobó definitivamente que la vida proviene de la vida. ¿No es más lógico aceptar el relato bíblico que declara en términos bastante sencillos que el universo físico es una expresión de “la energía dinámica” de Dios (pues Einstein y otros han demostrado que la materia es una forma de energía)? Además, ¿no es más razonable creer en lo que dicen las Sagradas Escrituras, que muestran que toda forma de vida debe su existencia a Dios, la gran Fuente de vida, y que el hombre fue creado “a la imagen de Dios”?—Gén. 1:27; Sal. 36:9; Isa. 40:26-28; Jer. 10:10-13.
LA ARQUEOLOGÍA Y ABRAHÁN
Un personaje clave en la Biblia es Abrahán. Este no solo es el antepasado de todos los escritores de la Biblia, de los judíos y de muchos árabes; a él también se le llama “el padre de todos los que tienen fe.” (Rom. 4:11) Además, debería interesar a las personas de todas las naciones el saber si el relato bíblico relativo a Abrahán es auténtico. ¿Por qué? Porque fue a él a quien Dios hizo la siguiente promesa: “Por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra.” (Gén. 22:16-18) Si deseamos estar entre “los que tienen fe” que serán bendecidos por la descendencia de Abrahán, debemos estar sumamente interesados en la evidencia que comprueba la exactitud de los detalles que se presentan en la Biblia acerca de la vida de Abrahán y el tiempo en que él vivió.
La Biblia nos informa que Abrahán (quien entonces se llamaba Abrán) fue criado en “Ur de los caldeos.” (Gén. 11:27, 28) ¿Se trata de un sitio legendario? ¿Qué han revelado los picos y las palas de los arqueólogos? Aun allá en 1854, J. E. Taylor inciertamente identificó Ur con Tell Mugayr (“Montón de Betún”), que queda a solo unos cuantos kilómetros al oeste del río Éufrates. En 1869, el orientalista francés Jules Oppert presentó en el Colegio de Francia, en París, un informe en el cual definitivamente identificó este sitio con la ciudad de Ur, basándose en el trabajo de Taylor, quien había hallado allí cilindros de arcilla en los cuales había inscripciones cuneiformes. Entonces, mucho más tarde, entre los años 1922 y 1934, el arqueólogo británico sir Leonard Woolley no solo confirmó esta identificación, sino que también descubrió que la Ur que Abrahán había dejado atrás era una ciudad próspera y altamente civilizada con casas cómodas y un templo que tenía una enorme torre, o zigurat, dedicado a la adoración del dios lunar Nanna, o Sin. Por mucho tiempo los historiadores habían expresado dudas acerca de la ciudad de Ur que se menciona en la Biblia con relación a Abrahán. Pero la pala del arqueólogo probó la veracidad de la Biblia.
Los arqueólogos también han confirmado muchas de las costumbres que se mencionan en el relato bíblico acerca de Abrahán. Por ejemplo, en Nuzu, o Nuzi, antigua ciudad hurrita que queda al sudeste de Nínive, se han hallado tablillas de arcilla que comprueban costumbres como las siguientes: El que los esclavos llegaban a ser herederos de los bienes de los amos que no tenían hijos (compare con los comentarios de Abrahán acerca de su esclavo Eliezer—Génesis 15:1-4); el que una esposa estéril estaba bajo la obligación de proveer una concubina para su esposo (Sara, o Sarai, hizo que Abrahán recibiera como concubina a Agar—Génesis 16:1, 2); el que se llevaban a cabo transacciones de negocio en la puerta de una ciudad (compare con la compra por Abrahán del campo y la cueva de Macpela, cerca de Hebrón.—Génesis 23:1-20). En la erudita publicación francesa Supplément au Dictionnaire de la Bible (tomo VI, columnas 663-672), hay más de ocho columnas en letra de imprenta pequeña que muestran cómo las excavaciones de Nuzi corroboran la Biblia. La Encyclopædia Britannica declara: “Este material [que se ha encontrado en] Nuzi ha aclarado muchos pasajes difíciles de las narrativas patriarcales contemporáneas de Génesis.”
SE CONFIRMAN LOS NOMBRES PROPIOS
El arqueólogo francés André Parrot llevó a cabo extensas excavaciones en el lugar donde se encontraba la antigua ciudad real de Mari, en el Éufrates medio. La ciudad-estado de Mari era uno de los poderes dominantes en la Alta Mesopotamia a principios del segundo milenio antes de la E.C., hasta que el rey babilonio Hammurabi se apoderó de ella y la destruyó. Entre las ruinas del enorme palacio que se descubrió allí, el equipo de arqueólogos franceses descubrió más de 20.000 tablillas de arcilla. Algunas de estas tablillas con escritura cuneiforme mencionan ciudades llamadas Peleg, Serug, Nacor, Taré y Harán. Es interesante que todos estos nombres aparecen en el relato de Génesis como nombres de parientes de Abrahán.—Gén. 11:17-26.
Comentando acerca de esta similitud entre nombres propios de fecha temprana, John Bright, en su libro History of Israel, escribe lo siguiente: “No hallamos en ninguno de estos casos . . . una mención de los patriarcas bíblicos mismos. Pero la abundancia de tal evidencia procedente de documentos contemporáneos indica claramente que sus nombres encajan perfectamente con la nomenclatura de la población amorrea de principios del segundo milenio, más bien que con la de alguna época posterior. Por lo tanto, a este respecto las narrativas patriarcales son bastante auténticas.”
Tan recientemente como en el año 1976, arqueólogos italianos y sirios identificaron en el norte de Siria la antigua ciudad-estado de Ebla. Como en el caso de Mari, Ebla no recibe mención en la Biblia, pero estos dos nombres aparecen en textos antiguos que se remontan al período patriarcal. ¿Qué fue puesto a descubierto, entonces, por la pala del excavador en este nuevo lugar? En la biblioteca del palacio real se hallaron miles de tablillas de arcilla que se remontaban hasta fines del tercer milenio o principios del segundo milenio antes de la era común. Al informar acerca de este descubrimiento en su número del 19 de marzo de 1979, el semanario francés Le Point declaró: “Los nombres propios son sorprendentemente similares [a los que se encuentran en las Escrituras]. En la Biblia hallamos ‘Abrahán’; en las tablillas de Ebla, ‘Ab-ra-um’; Esaú... E-sa-um; Miguel... Mi-ki-ilú; David... Da-u-dum; Ismael... Ish-ma-ilum; Israel... Is-ra-ilú. Los archivos de Ebla también contienen los nombres de Sodoma y Gomorra, ciudades que se mencionan en la Biblia, pero cuya historicidad los eruditos pusieron en tela de juicio por mucho tiempo. . . . Además, las tablillas tienen las ciudades alistadas exactamente en el mismo orden en que se mencionan en el Antiguo Testamento: Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela [Gén. 14:2].” Según lo que escribió Boyce Rensberger en el Times de Nueva York, “a algunos escriturarios les parece que [las tablillas de Ebla] rivalizan con los Rollos del Mar Muerto en lo relativo a corroborar y enriquecer el conocimiento acerca de la vida en . . . tiempos bíblicos.”
COSTUMBRES Y LEYES
La arqueología ha ayudado mucho a explicar costumbres a las cuales se alude en la Biblia, y así ha demostrado la exactitud del registro bíblico. Un ejemplo de esto es el relato que se da en el capítulo 31 de Génesis, donde se informa que la esposa de Jacob, Raquel, “hurtó los terafim que le pertenecían a su padre,” Labán. (Gé 31 Vs. 19). Se informa por qué Labán se tomó la molestia de ir en pos de su hija y del esposo de ésta por siete días. Era a fin de recobrar sus “dioses.” (Gé 31 Vss. 23, 30) Es de interés el que un descubrimiento arqueológico en la antigua ciudad de Nuzi, en la parte norteña de Mesopotamia, ha revelado que existía una ley patriarcal según la cual el poseer los dioses de la familia daba a un hombre el derecho a los títulos de propiedad de su suegro cuando éste moría. Si se toma en cuenta que Labán era nativo del noroeste de Mesopotamia, y lo traidoramente que trató con Jacob, el conocer esta ley ayuda a explicar el extraño hurto que cometió Raquel y los esfuerzos desesperados de Labán por recobrar sus “dioses.” El Museo del Louvre, en París, tiene en exhibición varios “dioses lares” de esta índole que fueron descubiertos en diferentes ciudades de Mesopotamia. Su tamaño pequeño (de 10 a 15 centímetros) también ayuda a explicar cómo Raquel pudo ocultar los terafim por medio de meterlos en la cesta de una silla de montar y permanecer sentada sobre ésta mientras Labán los buscaba.—Gé 31 Vss. 34, 35.
Una de las posesiones más atesoradas del Museo del Louvre es una losa negra vertical que mide exactamente 2,25 metros de alto y se conoce comúnmente como el “Código de Hammurabi.” Debajo de un relieve en el cual se ve al rey Hammurabi de Babilonia recibiendo la autoridad del dios solar Samas, hay 282 leyes dispuestas en columnas y escritas en caracteres cuneiformes. Puesto que, según se dice, Hammurabi reinó desde 1728 hasta 1686 a. de la E.C., algunos críticos de la Biblia han afirmado que Moisés, quien preparó el registro de las leyes de Israel más de siglo y medio después, meramente copió el código de este rey babilonio. W. J. Martin, en su libro Documents from Old Testament Times (Documentos de la época del Antiguo Testamento), muestra que esta acusación es falsa, pues dice:
“A pesar de muchas similitudes, no hay razón para suponer que el [código] hebreo haya tomado parte alguna directamente del babilonio. Aun cuando hay poca diferencia en la letra de los dos conjuntos de leyes, hay mucha diferencia en el espíritu. Por ejemplo, bajo el Código de Hammurabi, el hurtar y el recibir mercancías que hubieran sido hurtadas se castigaba con la pena de muerte (Leyes 6 y 22), pero bajo las leyes de Israel el castigo era el de pagar una compensación. (Éxo. 22:1; Lev. 6:1-5) Mientras que la ley mosaica prohibía que un esclavo que hubiera escapado fuera entregado a su amo (Deu. 23:15, 16), bajo las leyes babilónicas se castigaba con la muerte a cualquiera que diera asilo a un esclavo fugitivo.—Leyes 15, 16, 19.”
En el Supplément au Dictionnaire de la Bible, el orientalista francés Joseph Plessis escribió: “No parece que el legislador hebreo haya hecho uso alguno de los varios códigos de Babilonia y Asiria. No se puede probar que parte de su obra haya sido copiada de ellos. Aunque existen similitudes interesantes, no son de tal naturaleza que no puedan explicarse por la codificación de costumbres compartidas por pueblos de un mismo origen.”
En contraste con el código de Hammurabi, que refleja un espíritu de represalia, la ley mosaica declara: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón... No debes tomar venganza ni tener inquina contra los hijos de tu pueblo; y tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.” (Lev. 19:17, 18) Por lo tanto, no solo queda comprobado el que Moisés no copió nada de las leyes de Hammurabi; una comparación entre las leyes bíblicas y las que se encuentran escritas en las tablillas y estelas que han excavado los arqueólogos demuestra, además, que las leyes bíblicas son superiores, por mucho, a las que gobernaban a otros pueblos antiguos.
LA ARQUEOLOGÍA Y LAS ESCRITURAS GRIEGAS
¿Qué hay de las Escrituras Griegas, comúnmente conocidas como el “Nuevo Testamento”? ¿Ha confirmado la arqueología la exactitud de esta importante porción de la Biblia? Libros enteros se han escrito para mostrar que existe tal confirmación. Ya para 1890, F. Vigouroux, escriturario francés, publicó un libro de más de 400 páginas intitulado: “Le Nouveau Testament et les découvertes archéologiques modernes” (El Nuevo Testamento y los descubrimientos arqueológicos modernos). En éste él proporcionó abundante prueba en apoyo de los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las cartas que forman parte de las Escrituras Griegas. En 1895, W. M. Ramsay publicó su libro que ahora se ha hecho clásico, St. Paul the Traveller and the Roman Citizen (San Pablo viajero y ciudadano romano), el cual contiene mucha información valiosa que prueba la autenticidad de las Escrituras Cristianas Griegas.
Más recientemente se han publicado muchos otros libros y artículos de erudición que muestran que la arqueología ha sacado a relucir la veracidad de la entera Biblia. En su libro The Archaeology of the New Testament, publicado por primera vez en 1970, E. M. Blaiklock escribe lo siguiente: “Casos notables de vindicación de la historiografía bíblica han enseñado a los historiadores a respetar la autoridad tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, y a admirar la exactitud, el profundo interés en la verdad y la inspirada percepción histórica que manifiestan los diferentes escritores que contribuyeron los libros históricos a la Biblia.”
Sí, la arqueología claramente respalda la Biblia. Pero, ¿qué hay de otros campos científicos?
[Ilustración en la página 6]
Zigurat desenterrado en Ur de la antigua Caldea
[Ilustraciones en la página 7]
Dios doméstico (hallado en Lagash)
El Código de Hammurabi
[Mapa en la página 6]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Harán
Ebla
Mari
Nuzi
Babilonia
Lagash
Sumer
Ur
Golfo Pérsico
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La ciencia atestigua de la exactitud de la BibliaLa Atalaya 1981 | 15 de abril
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La ciencia atestigua de la exactitud de la Biblia
¿CONTRADICEN la Biblia los descubrimientos científicos? En respuesta a esto, primero hay que decir que la Biblia no es un libro de ciencia. Sin embargo, cuando habla acerca de temas científicos, refuta las teorías y especulaciones humanas que no han sido probadas. Los descubrimientos de leyes universales han confirmado vez tras vez la exactitud de las Santas Escrituras y la veracidad de lo que dijo el salmista bíblico con relación a Dios: “La sustancia de tu palabra es verdad.” (Sal. 119:160) Examinemos los campos de la astronomía, la medicina, la botánica, la anatomía y la fisiología para ver si estas ciencias realmente confirman la exactitud de la Biblia.
ASTRONOMÍA
Es un hecho muy conocido que los capítulos de apertura de Génesis han sido objeto de burla y de ataques especialmente enconados. En contradicción franca a las aseveraciones que hacen muchos clérigos de la cristiandad en el sentido de que Génesis es simplemente una colección de poesías y leyendas, el católico Agustín, un “padre de la iglesia” y erudito del siglo quinto, declaró que “el relato [de Génesis] no tiene la clase de estilo literario en el que se hable de las cosas figurativamente, . . . sino que de principio a fin relata hechos que realmente sucedieron, como se hace en el libro de los Reyes y otros libros históricos.” (De Genesi ad litteram, VIII, 1, 2) Un examen del primer capítulo de Génesis revela que la Biblia estaba mucho más adelantada que los conceptos que existían en su tiempo.
Mucho antes de la época de Aristóteles (384-322 a. de la E.C.), quien creía que las estrellas estaban metidas como clavos en el cielo, Génesis (1:6-8) describió la bóveda celeste como una “expansión” (Traducción del Nuevo Mundo) o “firmamento” (Nácar-Colunga). La palabra “firmamento” viene del latín firmare, que significa dar consistencia, hacer firme o sólido. Jerónimo usó esta expresión en la Vulgata latina para traducir la palabra hebrea raqia, que, por el contrario, significa “superficie extendida,” “expansión.” Según T. Moreux, quien fue jefe del observatorio de Bourges, Francia, “esta expansión, que para nosotros constituye el cielo, se designa en el texto hebreo con una palabra que la versión de los Setenta [griega], que recibió influencia de las ideas cosmológicas que eran comunes en aquel tiempo, tradujo stereoma, firmamento, dosel sólido. Moisés no transmite tal idea. La palabra hebrea raqia solo comunica la idea de extensión o, mejor aún, expansión.” Por lo tanto, la Biblia ha descrito con gran exactitud la expansión o atmósfera que está sobre nosotros.
Génesis habla de lumbreras que resplandecen sobre la tierra “para hacer una división entre el día y la noche.” (Gén. 1:14-18) Pues bien, esas palabras fueron escritas por Moisés en el siglo dieciséis antes de nuestra era común. Note sólo uno de los conceptos extravagantes que existían entonces sobre este tema. Paul Couderc, astrónomo del Observatorio de París, escribió: “Hasta el siglo quinto antes de nuestra era común los hombres estaban equivocados con relación a la cuestión fundamental acerca del día y la noche. Para ellos, la luz era un vapor claro, mientras que la oscuridad era un vapor negro que, de noche, ascendía del suelo.” ¡Qué contraste entre esto y la declaración breve y científicamente precisa que se hace en la Biblia respecto a lo que es causa del día y la noche en nuestro planeta!
Los que vivían durante el tiempo en que se estaba escribiendo la Biblia tenían ideas extrañas con relación a la forma y el fundamento de la Tierra. Según la antigua cosmología egipcia, “el universo es una caja rectangular, colocada en posición de norte a sur, como Egipto. La Tierra está situada abajo, como una llanura ligeramente cóncava que tiene a Egipto en el centro. . . . En los cuatro puntos cardinales, las cimas de unas montañas muy altas sostienen el cielo. El cielo es una cubierta metálica, plana o encorvada hacia el exterior, llena de agujeros. De este cielo cuelgan estrellas, semejantes a lámparas colgadas de cables.”
¿Habían sido abandonadas tales teorías pueriles siglos después? No. El astrónomo y filósofo griego Anaximandro (del siglo sexto a. de la E.C.) pensaba de esta manera: “La Tierra es cilíndrica, y su anchura es tres veces mayor que su profundidad, y solo la parte superior está habitada. Pero esta Tierra está aislada en el espacio, y el cielo es una esfera completa en cuyo centro está situado, sin apoyo, nuestro cilindro, la Tierra, a la misma distancia de todos los puntos del cielo.” Un siglo después, Anaxágoras creía que tanto la Tierra como la Luna eran planas.
La Biblia estaba adelantada por mucho a los conceptos científicos que se enseñaban en aquel tiempo. En el siglo quince antes de la era común la Biblia dijo que el Creador ‘colgaba la tierra sobre nada,’ y en el siglo octavo a. de la E.C. habló del “círculo de la tierra.” (Job 26:7; Isa. 40:22) ¿No fue exactamente así como la Tierra le pareció a usted en la pantalla de su televisor cuando los astronautas la fotografiaron desde la Luna?
LA MEDICINA Y LA BOTÁNICA
La Biblia hace referencia a plantas y árboles que crecían en diferentes países. Por ejemplo, habla con precisión acerca de los poderes curativos del bálsamo, que se obtenía de varios árboles de hoja perenne. Al escribir para el Diccionario Enciclopédico de la Biblia, una obra francesa, C. E. Martin dijo: “Pequeñas cantidades de [resina] almáciga gotean naturalmente del árbol, pero, para obtener más, se hacen incisiones longitudinales en el tronco, lo cual permite que la resina fluya libremente. . . . Tenía la reputación de calmar el dolor y curar heridas; Jeremías menciona en sentido figurativo el bálsamo de Galaad, renombrado con relación a las heridas. (Jer 8:22; 46:11; 51:8); también se menciona proverbialmente en el habla actual.” Muchos historiadores romanos y griegos, tales como Plinio y Diodoro de Sicilia, mencionaron este bálsamo.
Según el registro bíblico, en el siglo noveno a. de la E.C. el profeta hebreo Jonás viajó a Nínive, la antigua capital de Asiria. Como consecuencia de su actividad misional, “los hombres de Nínive empezaron a poner fe en Dios.” (Jon. 3:5) Más tarde, Jonás acampó al este de la ciudad y se le proporcionó alivio del calor solar bajo una calabaza vinatera, que creció de la noche a la mañana, a propósito para dar sombra a la cabeza de Jonás. (Jon. 4:6, 10, 11) ¿Es cierto que la calabaza vinatera (Cucurbita lagenaria) crece tan rápidamente? El Diccionario Bíblico en francés, que se publicó bajo la dirección de F. Vigouroux, declara lo siguiente: “Se sabe que la calabaza vinatera crece muy rápidamente en países cálidos y que se utiliza para cubrir con verdor las paredes de las casas y de los albergues a los cuales se adhiere como lo hace la viña loca o de Virginia, y suministra protección contra el calor por medio de sus grandes hojas. . . . En las pinturas simbólicas basadas en la historia de Jonás que se han encontrado en las catacumbas, ésta es la planta que siempre se pinta.” Por lo tanto, estaba en perfecta armonía con la realidad el que se hiciera que una calabaza vinatera de crecimiento normalmente rápido se desarrollara milagrosamente en una noche, gracias al poder de Jehová, a fin de proteger a Jonás de los rayos calientes del Sol.
Al describir la suerte de los grupos nacionales que se oponen a la soberanía de Dios, la Biblia declara que llegarán a ser “como un remolino de cardos [hebreo, galgal] delante de un viento de tempestad.” (Isa. 17:13) La Encyclopœdia Judaica dice: “El galgal bíblico tiene una forma única de esparcir sus semillas. Al fin del verano se despega del suelo, y sus hojas espinosas, que parecen las velas de un barco, vuelan en el viento y esparcen las semillas.” Nogah Hareuveni, autor del folleto intitulado “Ecologie dans la Bible,” hace referencia al cardo galgal al escribir:
“La planta que lleva este nombre comienza su rápido desarrollo en marzo. . . . En pocas semanas, este aparentemente inocente galgal se convierte en un monstruo espinoso, pues sus hojas y flores quedan cubiertas de espinas puntiagudas. En el verano la planta comienza a secarse, pero da la impresión de estar tan firmemente arraigada, y luce tan amenazadora, que parece imposible que uno pueda deshacerse de ella. Cuando el galgal está completamente desarrollado, sucede algo extraño bajo la tierra entre el tallo y las raíces: ocurre una separación celular entre el tallo y las raíces, y basta la más suave brisa veraniega para llevarse la planta entera.” Por eso, tal como este cardo, que parece inspirador de temor pero puede ser llevado tan fácilmente por el viento, los que se oponen a la soberanía divina serán llevados a la extinción. La comparación bíblica “como . . . cardo” es apropiada.
ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA
Si la Biblia viene del Creador del hombre, deberíamos poder encontrar en sus páginas prueba convincente de que no es producto de la sabiduría humana. Como ya hemos visto, las personas de la antigüedad tenían unas ideas muy extravagantes acerca del origen del hombre. De manera similar, los libros de texto médicos del antiguo Egipto revelan una gran ignorancia en el campo de la medicina. Aunque Moisés fue “instruido en toda la sabiduría de los egipcios,” él escribió que el hombre fue formado, no de las lágrimas de Ra, sino “del polvo del suelo.” (Gén. 2:7; Hech. 7:22) ¿Ha confirmado la ciencia médica moderna el hecho de que el hombre haya sido formado de los elementos minerales que se encuentran en el suelo de la Tierra?
En la obra Les oligoéléments, los coautores Andrée Goudot y Didier Bertrand, miembros de la Academia Francesa de Agricultura, dicen lo siguiente: “En todos los organismos vivos estudiados, además de carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, fósforo, calcio, azufre, cloro, magnesio, potasio y sodio, se puede considerar como hecho probado la presencia de los siguientes elementos: seis elementos no metálicos: flúor, bromo, yodo, boro, arsénico y silicio; un elemento de transición: vanadio; y trece metales: hierro, cinc, manganeso, cobre, níquel, cobalto, litio, rubidio, cesio, aluminio, titanio, cromo, molibdeno y probablemente también estaño, plomo, plata, galio, estroncio y bario.” Todas estas sustancias se encuentran en la corteza terrestre, lo cual prueba que el hombre ciertamente fue formado del suelo, como lo declara la Biblia.
Por muchos siglos la Biblia ha declarado que la sangre de una criatura representa su vida, o alma. “El alma de toda clase de carne es su sangre.” (Lev. 17:14) ¿Es sólida desde el punto de vista médico esta declaración? Es un hecho científico el que la sangre está íntimamente relacionada con los procesos de la vida. Además, la ciencia ha descubierto recientemente que la sangre de cada persona es específica y única. Léone Bourdel, profesor en la Escuela Avanzada de Antropobiología, una institución francesa, escribió lo siguiente: “Las combinaciones genéticas en la procreación son tales que nuestra sangre es única, y nunca es idéntica a la de ninguno de nuestros padres, ni a la de nuestros hijos. Y producirnos esta misma sangre durante toda la vida. De hecho, sin importar cuántas transfusiones recibamos, nunca llegamos a adoptar la sangre que nos suministra el donante; es siempre nuestra propia sangre la que permanece y se renueva perpetua e idénticamente.”
RAZONES PARA CREER EN LA BIBLIA
Para parafrasear la cita de Aldous Huxley ya dada, ‘el hallar buenas razones para lo que uno cree por otras buenas razones’ ha sido el propósito de esta consideración acerca de la pregunta “¿Debe usted creer en la Biblia?”
Primero, hemos visto que la Biblia misma no nos pide que tengamos fe ciega. Nos invita a usar nuestra “facultad de raciocinio” y ‘asegurarnos de todas las cosas.’ (Rom. 12:1, 2; 1 Tes. 5:21) Hemos visto que la arqueología apoya la exactitud histórica de la Biblia. Es más, se ha mostrado, por unos cuantos ejemplos, que hasta en los detalles más pequeños el registro bíblico es sólido en el aspecto científico.
Estas son “buenas razones” para creer en la Biblia. Pero hay “otras buenas razones”... de hecho, mejores razones aún, pues está muy claro que la fe en Dios y la confianza en su Palabra no pueden depender sencillamente de descubrimientos arqueológicos e investigaciones científicas. Además de su valor intrínseco como guía moral, la Biblia es el único libro que nos provee la revelación de la voluntad y el propósito de Dios para la humanidad. Sí, este inspirado y divino Libro de Libros nos da verdadera esperanza para el futuro de nuestra Tierra y de la humanidad sobre ella, como lo muestra el artículo que concluye esta serie.
[Ilustración en la página 11]
Concepto egipcio del universo
[Ilustración en la página 12]
Cardo “galgal”
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La Biblia... un libro de esperanzaLa Atalaya 1981 | 15 de abril
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La Biblia... un libro de esperanza
WILLIAM GLADSTONE, de quien se ha dicho que fue “el más grande estadista inglés del siglo diecinueve,” dijo en una ocasión lo siguiente: “La ciencia y la investigación han contribuido mucho a sostener la validez histórica del Antiguo Testamento: . . . esto ha dado vigor al argumento que afirma que en sus páginas encontramos una revelación divina; . . . si consideramos la evidencia racionalmente, tanto en su contenido como en sus resultados, nos vemos obligados a plantarnos sobre lo mismo que se plantaron nuestros antepasados, sobre la inexpugnable roca de las Santas Escrituras.”
La Biblia realmente ha sobrevivido a las adversidades del tiempo como una roca inamovible. La persona que se sitúa sobre esta roca puede mirar desde las sublimes alturas de ésta, no solamente hacia el lejano pasado, sino, además, bien adelante hacia el futuro. Vamos ahora a examinar la evidencia interna que prueba que la Biblia es un libro de esperanza en el cual podemos confiar.
ARMONÍA INTERNA ALREDEDOR DE UN TEMA CENTRAL
Los 66 libros de la Biblia fueron escritos durante 16 siglos por 40 diferentes escritores. Esa declaración es fácil de leer. Pero reflexione en ella un momento. ¿Conoce usted algún libro que hubiera comenzado a escribirse, digamos, para el fin del cuarto siglo de nuestra era común y cuya escritura hubiese continuado efectuándose de tiempo en tiempo, hasta nuestro mismo día, por docenas de diferentes hombres de toda posición en la vida?
No existe tal libro. Pero si existiera tal libro y hubiera sido escrito desde el tiempo del Imperio Romano, y abarcara el período de las monarquías y el tiempo de las repúblicas del día moderno, y los escritores fueran tan diferentes uno del otro como soldados, reyes, sacerdotes, pescadores, y aun pastores y un médico, ¿esperaría usted que todas las partes de este libro tuviesen un mismo enfoque fundamental y que siguieran el mismo tema central? ¡Difícilmente!
Sin embargo, la Biblia realmente fue escrita por un espacio de tiempo similar, bajo diferentes regímenes políticos, por hombres de todas esas diferentes clases y, además, en tres idiomas. No obstante, existe armonía en toda ella. Su mensaje básico tiene el mismo impulso de principio a fin. ¿No es sorprendente esto?
Pero si no hubiese habido un espíritu unificador no afectado por el tiempo que llenara al entero grupo de escritores, tal armonía interna hubiese sido imposible. Ese espíritu era la fuerza activa de Dios. El apóstol Pedro dio testimonio de este hecho, cuando dijo: “Ninguna profecía de la Escritura proviene de interpretación privada alguna. Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo.”—2 Ped. 1:20, 21.
Bajo la misma dirección divina, estos escritores de la Biblia desarrollaron un solo tema central: La vindicación de la soberanía de Jehová y el cumplimiento final de Sus propósitos para la Tierra por medio de su reino bajo Cristo, la “Descendencia” prometida. (Vea el cuadro de la página 16.)
UN LIBRO DE PROFECÍA
Tal vez la razón principal para creer que la Biblia no es obra del hombre, sino obra de Dios, es el hecho de que es un libro de profecías sobresalientes. Los hombres, a pesar de tener tanto equipo científico complejo, aún no pueden pronosticar constantemente y con exactitud el tiempo, mucho menos predecir centenares de sucesos. Sin embargo, la Biblia contiene literalmente centenares de profecías que han resultado sorprendentemente exactas. ¿No señala esto al hecho de que la Mente Creadora y Directora detrás de esas profecías es Aquel que declaró: “Yo soy Dios, no hay otro como yo. Yo anuncio desde el principio lo que viene después y desde el comienzo lo que aún no ha sucedido”?—Isa. 46:9, 10, Biblia de Jerusalén.
Muchas de las profecías principales de la Biblia están enlazadas con el tema central: La vindicación de Dios por medio del reino de la “Descendencia” prometida. A fin de evitar toda duda tocante a la identidad correcta de la “Descendencia,” Dios inspiró a muchos diferentes profetas para que suministraran detalles concernientes al nacimiento, la vida y la muerte del libertador prometido. Estas profecías acerca de la “Descendencia” o el “Mesías” —de las cuales se han contado más de 300— todas se cumplieron en Jesucristo.a
Algunos librepensadores han sugerido que Jesús ajustó su vida para que encajara con estas profecías y así tramó el cumplimiento de ellas. Por lo general estos librepensadores se jactan de ser lógicos en su modo de pensar. Pero, ¿es razonable y sensato alegar que Jesús tramó nacer en Belén (Miq. 5:2; Mat. 2:1, 5, 6), ser de la tribu de Judá (Gén. 49:10; Luc. 3:23, 33) y descendiente del rey David?—Isa. 9:7; Mat. 1:1.
Otros tal vez repliquen que si Jesús era el Hijo de Dios y había vivido anteriormente en los cielos podría haber hecho arreglos para que su nacimiento humano cumpliera tales profecías. Es verdad, pero si el librepensador usara ese argumento, simplemente derrotaría su propio propósito, que es precisamente el de negar que Jesús fuera más que meramente un hombre normal.
¿Y qué hay en cuanto a las circunstancias de la muerte de Jesús: el que lo golpearan, escupieran contra él y lo fijaran en un madero, y (algo que era muy raro para personas ejecutadas en un madero), que no le quebraran ni un hueso? (Isa. 50:6; Miq. 5:1; Isa. 53:5; Sal. 34:20; Mat. 27:26, 30; Luc. 23:33; Juan 19:33-36) ¿Pudo Jesús haber tramado todo esto también? ¡Imposible! De modo que éstas eran profecías verdaderas, que fueron escritas más de 700 años antes de que se cumplieran. ¡Ciertamente un testimonio poderoso a favor de lo confiable que es la Biblia!
Una de las profecías más notables, cuyo cumplimiento ha sido confirmado ampliamente por la historia seglar, fue la profecía que dio Jesús tocante a la destrucción de Jerusalén. Esta no era simplemente una predicción que cualquier pronosticador político astuto pudiera haber dado, en vista de que los judíos estaban bajo el régimen irritante de los romanos. Incluyó detalles que nadie que pronosticara el futuro por las tendencias del momento pudiera haber visto por adelantado. ¿Quién pudiera haberse imaginado que, en el año 66 E.C., el comandante romano Cestio Galo retiraría sus tropas de Jerusalén “sin ninguna razón,” como lo expresó Josefo, al momento preciso en que la ciudad estaba para caer en sus manos como una ciruela madura? Pero Jesús había predicho que habría alguna oportunidad de esa índole para que, individualmente, algunos pudieran huir de la ciudad bajo sitio. (Luc. 21:20-22) Sus discípulos, quienes estaban en espera de la señal, pudieron escapar. Entonces, unos cuatro años después, en el año 70 E.C., tuvo lugar la destrucción total de Jerusalén y su templo, tal como Jesús también había predicho.—Luc. 19:41-44; Mat. 24:2.
La profecía de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén en el primer siglo es de gran interés para nosotros, debido a que está entrelazada con su profecía concerniente al fin del presente sistema de cosas inicuo y el establecimiento del reino de Dios en manos de la “Descendencia” prometida. Tal como Jesús dio a conocer a los cristianos del primer siglo la señal que les ayudaría a saber que el fin de Jerusalén estaba cerca, para que pudieran huir a un lugar seguro, así también él ha dado a los cristianos hoy una señal por la cual pueden saber que Su reino se ha acercado.
Después de hablar acerca de guerras internacionales, grandes terremotos, pestes, escaseces de alimento y la persecución de los cristianos verdaderos, Jesús mencionó “angustia de naciones [no solamente de los judíos],” y predijo que los hombres ‘desmayarían por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada [no solo sobre Jerusalén].’ (Luc. 21:10-19, 25, 26) Estas expresiones por sí solas desmienten la afirmación de que la profecía de Jesús se cumplió por completo con la destrucción de Jerusalén en el año 70 E.C. Obviamente su profecía tenía un alcance mayor y se extendía hacia el tiempo en que, no solamente la Jerusalén apóstata, sino todas las religiones falsas y el resto del sistema de cosas inicuo de Satanás, serían destruidos para abrir el camino a la justa “nueva tierra que esperamos según [la] promesa [de Dios].”—2 Ped. 3:13.
Este hecho queda confirmado por la pregunta que los discípulos de Jesús le hicieron, a saber: “Dinos: ¿Cuándo serán estas cosas [acababa de hablar tocante a la destrucción de Jerusalén], y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas [fin del mundo, Versión Popular]?”—Mat. 24:3.
Otra prueba de que el pensamiento de Jesús se extendía a mucho más allá de la destrucción de Jerusalén y adelante hasta el tiempo en que él volvería en poder y se establecería el reino de Dios es que declaró: “Y entonces verán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria. . . . Noten la higuera y todos los otros árboles: Cuando echan ya brotes, al observarlo conocen por ustedes mismos que ya se acerca el verano. Así también ustedes, cuando vean suceder estas cosas [guerras, terremotos, pestes, escaseces de alimento, persecución de los cristianos, angustia de naciones], conozcan que está cerca el reino de Dios.”—Luc. 21:10-31.
Tan cierto como que la profecía de Jesús acerca de la destrucción de Jerusalén resultó verídica hasta el más mínimo detalle, así también su profecía en cuanto al fin del inicuo sistema de cosas actual se cumplirá. Desde 1914 tenemos evidencia en abundancia de que las profecías de Jesús registradas en los capítulos 24 y 25 de Mateo, el capítulo 13 de Marcos y el capítulo 21 de Lucas se están cumpliendo. Después de declarar que “todas estas cosas son principio de dolores de aflicción,” Jesús agregó: “Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”—Mat. 24:8, 14.
Sí, el tiempo de “aflicción” actual anuncia el cumplimiento de una gloriosa esperanza. “Estas buenas nuevas del reino” están siendo predicadas hoy “en toda la tierra habitada” por los testigos de Jehová. Ellos están anunciando en todas partes de la Tierra las noticias más grandiosas, que pronto la soberanía de Jehová Dios quedará vindicada y que Su propósito para la Tierra se cumplirá, cuando el reino de la “Descendencia,” Jesucristo, destruya a los inicuos y se encargue de que la voluntad de Dios se haga en la Tierra como en el cielo. (Mat. 6:9,10) Entonces todos los hombres y mujeres que aman la justicia, tanto los que sobrevivan al fin del presente sistema de cosas y los millones de personas que resuciten, tendrán la oportunidad de vivir para siempre en una Tierra paradisíaca.—Juan 5:28, 29.
Esta es la grandiosa esperanza que la Biblia extiende a la humanidad. Los filósofos, científicos y políticos de este mundo no pueden ofrecerle tal esperanza. ¿Por qué, entonces, rechazar al único libro de esperanza que existe hoy, LA BIBLIA? Los testigos de Jehová se complacerán en ayudarle a llegar a conocer mejor la Biblia.
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