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Copistas cristianos primitivosLa Atalaya 1964 | 15 de marzo
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los copistas cristianos pronto dejaron atrás a sus contemporáneos profesionales paganos. Eran hombres prácticos. Comenzaron temprano a reemplazar el rollo con el códice, es decir, una obra escrita que constaba de hojas separadas y, de estar encuadernadas, teniendo tapas de madera. Así, se nos dice que en el tercer siglo casi toda la escritura pagana se hacía en rollos todavía, mientras que la mayor parte de la obra de los copistas cristianos primitivos ya estaba en forma de códice.
Las ventajas del códice sobre el rollo son marcadas: el costo era menor, puesto que el códice consistía de las hojas individuales tal como se fabricaban originalmente, mientras que el rollo requería que éstas primero se pegaran punta con punta. Además, un códice podía contener mucho más de lo que podía un rollo. En vez de limitarse a solamente un libro, como por ejemplo Hechos, los cuatro Evangelios fueron juntados temprano en un solo códice así como también lo fueron las cartas de Pablo. En realidad, se requerirían entre treinta y cinco y cuarenta rollos para contener lo que aparece en un códice como el del Manuscrito Vaticano núm. 1209.
Tampoco podemos pasar por alto la ventaja que el códice brindaba en lo de buscar cierto pasaje bíblico. ¡Cuánto más sencillo el abrir un libro a la parte final, en la última página, que el desarrollar 9.14 metros de manuscrito! No cabe duda al respecto: los copistas cristianos primitivos sabían cabalmente lo que hacían cuando sin demora utilizaron la forma del códice, si es que no la inventaron ellos mismos.
Para tinta el copista usaba una mezcla de hollín y goma. Esta se producía en forma dura y se mezclaba con agua a medida que se necesitaba. En vez de borradores de goma o de caucho, como los que tenemos hoy, o siquiera el cuchillo que usaban los escribas que escribían sobre cuero, vitela o pergamino, estos copistas llevaban una esponja con la cual quitar lavando sus errores. Su pluma consistía de un junquillo, un cálamo, la punta del cual se ablandaba con agua, y por lo tanto era algo parecido a un pincel.—Jer. 36:23; 2 Cor. 3:3; 2 Juan 12; 3 Juan 13.
CONCIENZUDOS AUNQUE IMPERITOS
Los historiadores están propensos a hablar desdeñosamente de la obra de estos copistas cristianos primitivos. Señalan que estos copistas no apreciaban la importancia de la exactitud y por eso cometían muchos errores, los cuales desde entonces los eruditos han estado tratando de corregir. Pero tales declaraciones dan una impresión enteramente errónea. Es verdad que, como Westcott y Hort señalan en su Introduction to the New Testament: “La reproducción exacta de una serie dada de palabras en un orden dado” es el propósito de la transcripción, y para lograr esto tiene que haber “una percepción clara de que el deber del transcriptor es el de transcribir y nada más.” “Esta percepción,” siguen diciendo, “es más escasa y más dependiente de entrenamiento que lo que pudiera suponerse,” porque a menos que haya una “concentración especial de respeto por el lenguaje como teniendo un carácter intrínsecamente sagrado . . . el sentimiento instintivo del sentido coopera de gran manera en el resultado.” En otras palabras, a menos que tenga entrenamiento especial, el copista, por concienzudo que sea, cometerá faltas menores debido a su concentración en el sentido más bien que en las palabras exactas, debiéndose esto en gran parte al funcionamiento de la mente subconsciente.b
De modo que los copistas cristianos primitivos, debido a su carencia de destreza profesional, sí cometieron muchos errores. Pero ¿de cuánta importancia eran éstos? La transposición de palabras o cláusulas, o el uso de sinónimos, tales como “Señor” por “Dios,” o el uso de un pronombre por el sustantivo o viceversa, como por ejemplo “él” por “Jesús” o “Jesús” por “él,” o quizás hubo una variación o un error de ortografía. De hecho, nada menos que Westcott y Hort declaran que el 99.9 por ciento de las diferencias concerniente a las cuales pudiera haber duda consta de “variaciones comparativamente triviales.”
Típico del trabajo de estos copistas cristianos primitivos es el más antiguo fragmento existente de alguna porción de las Escrituras Griegas Cristianas, el Papiro Rylands griego, núm. 457. Escrito por ambos lados, consta de solo unas cien letras de griego y ha sido fechado tan temprano como del segundo siglo d. de J.C. Respecto a él se nos dice que, aunque tiene un aire informal y no hace pretensión alguna de ser escritura fina, es “una obra cuidadosa.” Interesantemente, este fragmento es de un códice, de aproximadamente veinte centímetros de forma cuadrada, y que muy probablemente contenía todo el Evangelio de Juan, o unas sesenta y seis hojas, alrededor de 132 páginas en total.
Los Papiros Bíblicos Chester Beatty dan testimonio más extenso, pero son de fechas posteriores. Estos se componen de porciones de once códices griegos, producidos entre el segundo y el cuarto siglo d. de J.C. Contienen partes de nueve libros bíblicos hebreos y quince cristianos. Estos son bastante representativos, pues se hallan en ellos una variedad de estilos de escritura. Se dice que uno de los códices es “la obra de un buen escriba profesional.” De otro se dice: “La escritura es muy correcta, y aunque sin pretensiones caligráficas, es la obra de un escriba competente.” Y de todavía otro: “La mano es tosca pero generalmente correcta.”—Chester Beatty Biblical Papyri, tomo 1.
De más importancia que estas características, sin embargo, es la materia de que tratan. Mayormente corroboran a los manuscritos en vitela del cuarto siglo conocidos como los “Neutrales,” a los cuales Westcott y Hort consideran en el puesto más alto, tales como el Vaticano núm. 1209 y el Sinaítico. Además, no contienen ninguna de las notables interpolaciones que se hallan en ciertos manuscritos de vitela y que han sido llamados, tal vez erróneamente, “Occidentales.”
Lo más importante es el apoyo que estos manuscritos en papiro dan a la autenticidad de los textos existentes. Respecto a ellos sir Federico Kenyon declara: “La primera y más importante conclusión que se deriva del examen de ellos es la conclusión satisfactoria de que confirman la pureza esencial de los textos existentes. No se muestra ninguna variación notable o fundamental ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. No hay ninguna omisión ni adición importante de pasajes, ni variación alguna que afecte hechos o doctrinas vitales. Las variaciones de texto afectan asuntos menores, tales como la secuencia de palabras o las palabras precisas que se usan.”
Verdaderamente, acerca de los copistas cristianos primitivos podía decirse que entre ellos había “no muchos sabios según la carne”; no obstante, sus labores probaron que eran verdaderamente sabios. Y aunque muchos defectos menores se introdujeron desapercibidos en su obra a causa de su carencia de destreza profesional, su conciencia y énfasis en el sentido hicieron que produjeran manuscritos básicamente correctos y libres de interpolaciones crasas. Lo que tenemos de sus obras contribuye fuertemente a la autenticidad de las Escrituras como las tenemos.
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“Valor que no cedió”La Atalaya 1964 | 15 de marzo
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“Valor que no cedió”
Hablando de los testigos de Jehová, el libro God Is a Millionaire, por Ricardo Mathison, declara: “Durante la guerra coreana, los productos del protestantismo fácil, de nuestras escuelas militares y nuestras mejores universidades fallaron por veintenas. . . . Un estudio del problema por el Pentágono produjo una conclusión embarazosa: Los pocos Testigos de Jehová que llegaron a ser prisioneros de guerra, . . . resistieron todos con éxito los esfuerzos científicos y psicológicos de convertirlos al comunismo—mejor que varios patrióticos graduados de West Point.”
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