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  • Ayudando a los de mayor edad a conocer y servir a Jehová
    La Atalaya 1971 | 15 de octubre
    • Ayudando a los de mayor edad a conocer y servir a Jehová

      A CONTINUACIÓN se relatan algunas experiencias de los testigos de Jehová que demuestran los resultados de tener paciencia, bondad e ingeniosidad. La primera es de una Testigo de Massachusetts:

      “Obtuve una suscripción a la revista La Atalaya de una señora lituana. Al regresar a visitarla, muchas dudas cruzaron por mi mente. Pues, sucede que ella tenía casi setenta años de edad y leía muy poco porque no veía bien. También, existía, hasta cierto grado, la barrera del lenguaje, y, además, ella estaba llena de muchas ideas religiosas falsas.

      “A pesar de mis dudas, la visité y hablamos acerca del Dios verdadero. Concerté otra visita. La semana siguiente, me recibió con una amplia sonrisa, diciendo: ‘Me alegro mucho de que haya venido nuevamente. ¡Me he sentido tan feliz desde su primera visita! ¿Por qué será que tuve que esperar sesenta y nueve años para aprender que Dios tiene nombre? ¿Por qué no me dijo esto antes la iglesia?’ Continuamos estudiando y pronto llegó a comprender lo que enseña la Biblia sobre la condición de los muertos y que las doctrinas de un infierno ardiente y un purgatorio son falsas. Siempre preguntaba por qué la iglesia no le había enseñado la verdad bíblica.

      “Entonces asistió a un discurso público que trataba de la oración y yo dudaba que estuviera entendiendo lo que se decía, por el problema del idioma. De camino a casa, descubrí que había entendido claramente lo que se había dicho. Estaba desconcertada por el hecho de que Jehová no aprueba que se use el rosario. Después de todo, lo había usado toda su vida, pues era algo que le habían enseñado sus padres y su iglesia. ‘¿Qué he de creer?’ preguntó. Le aseguré que para agradar a Dios tenía que escuchar Su Palabra sobre todo. Empleamos todo el tiempo de nuestro siguiente estudio considerando la oración, pero ella todavía estaba desconcertada.

      “Cuando llegué para nuestro siguiente estudio, otra vez hizo surgir el asunto de la oración y dijo: ‘Entré en mi recámara la otra noche y me arrodillé y dije: “Jehová Dios, solo soy una vieja pobre y tonta y no sé cómo hablarte, pero quizás si tú escuchas . . . y le di gracias cuando terminé por haberme oído.”’ Con lágrimas en los ojos, me preguntó entonces: ‘¿Cree usted que él escuchó?’ Es patente que sí, pues, movida a acercarse más a Él y a su pueblo, asistió a nuestra asamblea de circuito.”

      Otra Testigo contó esta experiencia en una asamblea de circuito que se celebró en Nueva York: “Un día vi a una señora que empujaba un carrito de compras lleno de abarrotes. Puesto que tenía dificultades con él, le hablé y le ofrecí ayudarla a empujarlo hasta su casa. Aceptó gozosamente mi oferta, pues vivía a siete manzanas de distancia.

      “Al caminar, me valí de la oportunidad para hablar con ella acerca de la Biblia. Ella respondió a mi bondad aceptando mi ofrecimiento de visitarla más tarde y continuar nuestra conversación.

      “Cuando la visité, comenzamos a estudiar juntas la Biblia y ella progresó rápidamente. Ahora asiste a casi todas las reuniones del Salón del Reino y participa en el estudio de La Atalaya. Esta señora tiene ochenta y siete años de edad y el poder ayudarla a conocer a Jehová me hace sentir muy feliz.”

      En el Perú una misionera ha estado ayudando a una señora de ochenta y nueve años de edad postrada en cama a aprender la Biblia. Con el tiempo esta señora llegó a apreciar la verdad de Dios y su organización. Sabía que el predicar era un requisito que tenía que llenar para agradar a Jehová. Sin embargo, no sabía cómo hacer esto, pues tenía muy pocos visitantes, no tenía teléfono y no podía escribir con mano firme. Las perspectivas de veras parecían muy malas. La misionera la animó a orarle a Jehová, pidiéndole continuamente que le abriera el camino para poder hacer algo de modo que pudiera ser una verdadera Testigo.

      Pronto se abrió el camino. Sin ninguna razón aparente su familia, que le tenía un ama de llaves asignada a cuidarla, cambió de ama de llaves. La nueva notó la Biblia y la literatura que estaban en la cabecera de la señora y comenzó a hacer preguntas. ¡Cuán alborozada estaba cuando la misionera vino a estudiar con ella! Aquí, en su propia habitación, había encontrado a una persona de corazón manso. ¿Cómo podría ayudarla? La misionera le ayudó a atender a esta persona interesada escribiendo en máquina preguntas con mayúsculas en un papel para que ella se las leyera a su ama de llaves. Durante su estudio, la misionera rara vez necesitaba hacer comentarios adicionales. Con el tiempo esta nueva alabadora de Jehová pudo atender ella misma a esta persona interesada. Ahora, aunque está postrada en cama, también participa gozosamente en dar un testimonio.

  • Aprendiendo los caminos de Dios desde la infancia
    La Atalaya 1971 | 15 de octubre
    • Aprendiendo los caminos de Dios desde la infancia

      Según lo relató Kathryn Glass

      “AHORA que ha comenzado a estudiar la Biblia y está aprendiendo acerca de los propósitos de Jehová, hay algo que usted debe hacer. Hable constantemente de estas cosas a sus hijitos.”

      “Pero, ¡son tan pequeños! Mire, la niña solo tiene cuatro años y el nene acaba de cumplir un año. ¡Las cosas que estamos aprendiendo son profundas!”

      ¡Con cuánta frecuencia se expresan los padres así! Pero, ¿es cierto que los niñitos no pueden entender las enseñanzas de la Biblia? Bueno, a menudo he usado Proverbios 22:6 para contestar esa pregunta a muchas madres. Dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” Juzgando por mi propia experiencia ese consejo ha resultado cierto en tiempos modernos.

      ENTRENAMIENTO TEMPRANO

      Fue allá en 1911 que mis padres comenzaron a estudiar la Biblia con la ayuda del juego de libros que se llamaba “Estudios de las Escrituras,” publicados por la Asociación Internacional de los Estudiantes de la Biblia. Todavía yo no había cumplido cuatro años de edad. Tenía un hermanito, y mis padres nos enseñaron acerca de la esperanza gozosa del reino de Dios y de los requisitos de Jehová para los niñitos desde el mismo principio. Más tarde otro hermano y otra hermana fueron añadidos a la familia, y ellos, también, aprendieron junto con nosotros. Así crecimos con los propósitos y promesas de Dios siempre en nuestra mente.

      Cada mañana del verano, antes que la mayoría de nosotros llegáramos a la edad escolar, mamá nos reunía junto con algunos niños de los vecinos y cantábamos un cántico del libro Himnos de la Aurora del Milenio. Entonces nos dirigía en una oración corta, después de lo cual se nos hacía un relato bíblico. Además de eso, ella nos estimulaba a ventilar el asunto, para que entendiéramos el significado más profundo. ¡Cómo disfrutábamos de aquellas ocasiones! Y nos ayudaron a apreciar el papel de los diversos personajes bíblicos en los propósitos de Jehová.

      La congregación del pueblo de Jehová en nuestra población de Vincennes, Indiana, se reunía en nuestro hogar. A nosotros los niños se nos enseñó a beber agua e ir al baño antes de cada reunión, para que no perturbáramos a nadie después. Aprendimos a sentarnos callados y a escuchar. Entonces, cuando estaba en el tercer año de escuela elemental, recibí mi propio ejemplar de la ayuda para el estudio de la Biblia y me tocó mi turno de leer los párrafos.

      Nuestra casa era siempre “casa abierta” para los precursores (conocidos entonces como “repartidores”) que participaban de tiempo cabal en distribuir la literatura de la Sociedad Watch Tower, y para los representantes viajeros de la Sociedad a quienes entonces conocíamos como “hermanos

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