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  • Cómo llegamos a tener la Biblia
    La Atalaya 1957 | 15 de septiembre
    • concierto. Usaban plumas y tinta y escribían rápidamente. Después que las leían cuidadosamente los correctores de prueba, las tiras de papiro eran arrolladas, empaquetadas y despachadas a todo el mundo de habla griega. Tan extensamente llegó a esparcirse la Biblia de los setenta que el apóstol Pablo, en sus viajes misionales, halló a muchos gentiles que ya conocían las Escrituras.

      LA BIBLIA EN UN IDIOMA MUERTO

      Con el transcurso de los siglos aun el griego dejó de ser un idioma internacional; el latín llegó a ser la lengua popular en Europa occidental. Cerca del fin del cuarto siglo un hombre llamado Jerónimo tradujo la Biblia al latín. Su obra se llama la “Vulgata latina.” Pero con el tiempo aun el latín llegó a ser una lengua muerta en lo que concernía a la gente del vulgo. Otros idiomas llegaron a usarse. Uno de éstos fué el inglés.

      A pesar de este cambio de idiomas, la única Biblia que la gente tenía estaba en latín, y la gente no la podía entender. No obstante, la idea de hacer la Biblia asequible a la gente en su propio idioma era anatema para las autoridades de la Iglesia católica romana. El papa Inocencio III declaró en 1199: “Los misterios secretos de la fe no son algo que debiera explicarse a todo hombre en todo lugar, puesto que no se pueden entender en todas partes por todo hombre.” Otros papas condenaron el uso de la Biblia por la gente común. Esta tenía la Biblia en latín, sí, pero el tenerla así, en una lengua desconocida, no era muy diferente a no existir la Biblia por completo.

      Hacia fines del siglo catorce un clérigo católico romano llamado Juan Wiclef, erudito y orador de Oxford, denunció la indiferencia e ignorancia en lo espiritual que él encontraba entre el clero de alta y baja categoría. Si la ignorancia del clero en lo que concernía a la Biblia era espantosa, ¡qué había de la gente común, de la cual muchos ni siquiera sabían que existía un libro llamado la Biblia! Dijo Wiclef: “El ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.” De modo que Wiclef tomó la Biblia latina e hizo la primera traducción completa de la Biblia al inglés. Esto fué alrededor de 1382.

      La Iglesia católica romana no apreció los esfuerzos de Wiclef. Se le hizo oposición encarnizada. Al escribir al papa en 1412, el arzobispo Arundel llamó a Wiclef “ese sujeto miserable y pestífero de memoria condenable . . . qué completó su iniquidad por medio de traducir las Escrituras a la lengua madre.” Las autoridades de la Iglesia proscribieron el que se hiciera otra traducción de la Biblia a la lengua inglesa.

      Pero entonces algo sucedió: en 1453 Constantinopla fué derrotada. Esto resultó en la dispersión de los eruditos a Occidente. Estos llevaron consigo el conocimiento del idioma griego, cosa que Occidente casi había olvidado. Casi al mismo tiempo, también, Juan Gutenberg inventó el arte de imprimir con tipos movibles. Estos dos eventos coincidieron para dar principio a la actividad intensa de poner los pensamientos de Dios en el habla familiar de la gente.

      Principal en la obra de ayudar al vulgo de habla inglesa a conseguir los pensamientos de Dios estuvo Guillermo Tyndale. Tyndale era erudito de gran mérito en Oxford y Cambridge. Él sabía griego. Tyndale se daba cuenta de que Wiclef había traducido su Biblia al inglés, no de los idiomas bíblicos originales, sino de la Biblia latina, con el resultado de que la Biblia de Wiclef era sólo una traducción de una traducción. Tyndale quería traducir la Biblia directamente de los idiomas originales. Su meta era la exactitud y completa fidelidad al original.

      Los líderes de la Iglesia sospechaban de Tyndale. A menudo se hallaba en argumentos el erudito. “Más nos conviene,” dijo un opositor, “estar sin las leyes de Dios que estar sin las del papa.” Tyndale se sintió furiosamente indignado. Clamó: “Si Dios guarda mi vida, algún día haré que el muchacho que conduce un arado en Inglaterra conozca más de las Escrituras que lo que ahora sabe el papa.” Tyndale cumplió su palabra.

      LA “INVASIÓN DE INGLATERRA”

      A menudo en peligro de ser arrestado, Tyndale huyó a la Europa continental, donde trabajó ocultamente. Aunque trabajó clandestinamente, su vida estuvo en peligro constante, pero en 1525 la traducción de Tyndale de las Escrituras Cristianas Griegas estuvo lista para el impresor. Entonces un oficial de la Iglesia se enteró de la obra de Tyndale y escribió una carta a Enrique VIII para advertirle acerca de la “invasión de Inglaterra” por la Biblia. La carta advirtió al rey que guardase su puerto en contra de esta “mercadería perniciosa.” Las Biblias tuvieron que entrar de contrabando en Inglaterra en fardos de algodón y sacos de harina. Una vez que penetraron en Inglaterra hallaron un mercado ansioso de recibirlas. El clero sintió alarma. Compró cuanto ejemplar pudo hallar, para quemarlo. El obispo de Londres buscó a un comerciante llamado Pakington, el cual comerciaba en Amberes, y le pidió que comprara todos los ejemplares de allende los mares.

      “Señor mío,” respondió Pakington, el cual era amigo secreto de Tyndale, “probablemente yo pudiera hacer más en este asunto que cualquier comerciante de Inglaterra. Le aseguro que tendrá usted todo libro que quede sin vender.”

      “Consígamelos,” dijo el obispo, “y gozosamente le daré lo que cuesten; me propongo destruirlos todos sin falta, y quemarlos en la cruz de Pablo.”

      Cuatro semanas más tarde el comerciante encontró a Tyndale, cuyos fondos él sabía habían disminuído mucho. “Maestro Tyndale,” dijo él, “le he hallado un buen comprador para sus libros.” “¿Quién es?” preguntó Tyndale. “¡Mi señor de Londres!” “Pero si el obispo quiere los libros,” dijo Tyndale, “debe ser solamente para quemarlos.” “Pues,” fué la respuesta, “¿qué hay de eso? El obispo los quemará de todos modos, y es mejor que tenga usted el dinero para que pueda imprimir otros.”

      De manera que se hizo el trato. El obispo recibió las Biblias y Tyndale el dinero. “Estoy más feliz,” dijo Tyndale, “porque estos dos beneficios provendrán de ello. Yo conseguiré el dinero para librarme de mis deudas, y todo el mundo clamará contra la quema de la Palabra de Dios y el superávit del dinero con el cual yo me quedaré me hará más estudioso para corregir dicho Nuevo Testamento, y así volver a imprimirlo de nuevo, y confío en que el segundo será mucho mejor que lo que fué el primero.” De ese modo el enemigo enconado de la Biblia, el obispo de Londres, sin saberlo suministró fondos a Tyndale para la traducción de la Biblia.

      Después de eso las Biblias entraron en Inglaterra de continuo en triple cantidad. Las autoridades eclesiásticas pronto descubrieron que estaba más allá del poder de ellas destruir la Biblia impresa. El clero ahora atacó a la Biblia inglesa desde el púlpito. Tyndale, mientras tanto, estudiaba el hebreo para traducir las Escrituras Hebreas directamente del original. Él logró traducir parte de las Escrituras Hebreas. Pero en 1535 lo aprehendieron autoridades de la iglesia. El año siguiente fué condenado como hereje, estrangulado y quemado en la pira. Pero la obra de Tyndale no pudo ser extirpada junto con su cuerpo.

      Durante los setenta y cinco años después de la muerte de Tyndale aparecieron seis Biblias importantes en inglés. Estas fueron la de Coverdale, la de Mateo, la “Gran Biblia,” la Biblia de Ginebra, la Biblia de los Obispos y la Biblia Reims-Douai. La Biblia Douai fué traducida de la Biblia latina, pero las otras fueron básicamente revisiones de la obra de Tyndale.

      En Inglaterra la traducción de mayor influencia de todas las que se hicieron durante los siglos dieciséis y diecisiete todavía había de venir. Esta fué la Versión del Rey Jaime, el 90 por ciento de la cual se calcula que vino de la traducción de Tyndale.

      Tyndale había hecho bien su obra; había dado a conocer a la gente común los pensamientos de Dios. Entonces ¿por qué se hicieron tantas revisiones de la Biblia en inglés? ¿Por qué se hizo la Versión del Rey Jaime, ya que la obra de Tyndale fué hecha tan expertamente? Las respuestas, junto con una consideración iluminadora de la Versión del Rey Jaime, se presentarán en un número subsiguiente de La Atalaya.

  • Misioneros convierten a misioneros
    La Atalaya 1957 | 15 de septiembre
    • Misioneros convierten a misioneros

      ERITREA es un país justamente a1l norte de Etiopía y en confederación con ella. Recientemente se recibió la siguiente carta de un matrimonio misionero americano de la Watch Tówer en ese país:

      “Tenemos muchos estudios bíblicos aquí y algunos de ellos están progresando muy bien. Entre ellos están tres maestros de la misión sueca quienes han estudiado dos veces a la semana durante cinco meses y han expresado el deseo de bautizarse. Ya han participado en la predicación de casa en casa y continuamente testifican a sus amigos. Como maestros de la misión toman su turno en predicar en su iglesia, lo cual lo hacen en tigrinia, el idioma de la gente común. Los dirigentes de la misión no han hecho el esfuerzo por aprender la lengua nativa.

      “Bien, cuando le tocó a uno de nuestros hermanos nuevos predicar él preparó un discurso acerca del nuevo mundo y descubrió la falsa enseñanza de que la tierra se quemaría y todas las personas buenas serían llevadas al cielo. Los nativos escucharon tal como nunca antes habían escuchado. A veces había aplausos al exponerse una enseñanza falsa, pero los dirigentes de la misión ignoraban por completo lo que se decía, pues no entendían el idioma. ¡Se sentían orgullosos del excelente maestro que ellos habían producido! Pero este orgullo fué de poca duración cuando, al día siguiente, se dieron cuenta de la naturaleza del sermón que se había basado en lo que apareció en La Atalaya, ‘Sea Dios Veraz’ y publicaciones semejantes.

      “La visita de un director desde Suecia llevó los asuntos al punto culminante. Convocó una reunión especial de todos los maestros y pidió una demostración de manos de todo aquel que había estudiado con los testigos de Jehová. Casi todos lo habían hecho, cosa que a él le enfureció. Les pidió que prometieran nunca volver a los testigos de Jehová y casi todos ellos hicieron la promesa. Luego una reunión especial fué convocada la siguiente tarde en la cual se ejerció presión sobre los que habían rehusado descontinuar sus estudios con los testigos, y todos menos cinco entonces cedieron.

      “A estos cinco se les pidió que se quedaran después de despedirse a los demás y durante tres horas discutieron las enseñanzas bíblicas. Los nuevos hermanos defendieron hábilmente la adoración de Jehová en cada punto que surgió. Vez tras vez este director se excitaba y gritaba, de modo que repetidamente le recordaban: ‘Los testigos de Jehová nunca nos gritan si no estamos de acuerdo con ellos. Simplemente abren sus Biblias y nos muestran en dónde estamos equivocados.’

      “Se enojó especialmente cuando supo que ellos habían ido de casa en casa predicando estas cosas. Al advertirles él de que tendrían que dejar las enseñanzas de los testigos o perder su empleo, tres de ellos contestaron: ‘Ni usted, ni pérdida de empleo, ni cualquier otra cosa podrá separarnos de Jehová.’ Esto le causó desmayo al director, pues él esperaba confiadamente que cedieran.

      “El resultado fué que se les dijo que podrían retener sus puestos como maestros en la misión y se harían esfuerzos por ayudarles a ver el error de sus caminos. Ellos le dijeron que harían su trabajo concienzudamente pero ya no podrían enseñar lo que sabían que era doctrina falsa. De manera que se decidió que enseñarían todo menos religión, la que estaría al cargo de otros. Fue una verdadera victoria para ellos.”

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