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Los cristianos y el nombreEl nombre divino que durará para siempre
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ejecución, dijo a su Padre: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo [...] Padre santo, vigílalos por causa de tu propio nombre que tú me has dado”. (Juan 17:6, 11.)
Respecto a estas referencias de Jesús al nombre de Dios, el libro Der Name Gottes (El nombre de Dios) explica, en la página 76: “Tenemos que comprender el sorprendente hecho de que el entendimiento tradicional del Antiguo Testamento acerca de la revelación de Dios es que es una revelación de su nombre y que ésta se efectúa hasta las partes finales del Antiguo Testamento, sí, continúa hasta dentro de las partes finales del Nuevo Testamento, donde, por ejemplo, en Juan 17:6, leemos: ‘He puesto tu nombre de manifiesto’”.
Sí, sería muy irrazonable pensar que Jesús se retuvo de usar el nombre de Dios, especialmente cuando citó de las porciones de las Escrituras Hebreas que lo contenían.
Los cristianos primitivos
¿Usaron el nombre de Dios los seguidores de Jesús en el primer siglo? Jesús les había mandado que hicieran discípulos de personas de todas las naciones (Mateo 28:19, 20). Muchas de las personas a las cuales se había de predicar no tenían concepto del Dios que se había revelado a los judíos mediante el nombre Jehová. ¿Cómo podrían los cristianos identificarles el Dios verdadero? ¿Bastaría con llamarlo Dios o Señor? No. Las naciones tenían sus propios dioses y señores (1 Corintios 8:5). ¿Cómo pudieran los cristianos haber señalado una clara diferencia entre el Dios verdadero y los falsos? Únicamente mediante el uso del nombre del Dios verdadero.
Así, el discípulo Santiago declaró lo siguiente durante una conferencia de los ancianos en Jerusalén: “Simeón ha contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para tomar de entre ellas un pueblo para su nombre. Y con esto convienen las palabras de los Profetas” (Hechos 15:14, 15). El apóstol Pedro, en su bien conocido discurso del Pentecostés, señaló a una parte vital del mensaje cristiano cuando citó estas palabras del profeta Joel: “Todo el que invoque el nombre de Jehová escapará salvo”. (Joel 2:32; Hechos 2:21.)
El apóstol Pablo no deja ninguna duda en cuanto a la importancia que tenía para él el nombre de Dios. En su carta a los romanos cita las mismas palabras del profeta Joel y pasa a estimular a sus compañeros cristianos para que muestren su fe en aquella declaración mediante el salir a predicar acerca del nombre de Dios a otras personas, para que éstas, también, se salvaran (Romanos 10:13-15). Posteriormente escribió en su carta a Timoteo: “Que renuncie a la injusticia todo el que nombra el nombre de Jehová” (2 Timoteo 2:19). Al fin del primer siglo, el apóstol Juan utilizó el nombre divino en sus escritos. La expresión “Aleluya”, que significa: “Alaben a Jah”, aparece varias veces en el libro de Revelación o Apocalipsis. (Revelación 19:1, 3, 4, 6.)
Sin embargo, Jesús y sus seguidores habían profetizado que ocurriría una apostasía en la congregación cristiana. El apóstol Pedro había escrito: “También habrá falsos maestros entre ustedes”. (2 Pedro 2:1; véase también Mateo 13:36-43; Hechos 20:29, 30; 2 Tesalonicenses 2:3; 1 Juan 2:18, 19.) Estas advertencias se cumplieron. Un resultado fue que el nombre de Dios pasó a un plano secundario. ¡Hasta fue quitado de copias y traducciones de la Biblia! Veamos cómo sucedió eso.
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El nombre de Dios y los traductores de la BibliaEl nombre divino que durará para siempre
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El nombre de Dios y los traductores de la Biblia
A PRINCIPIOS del siglo segundo, después de la muerte del último de los apóstoles, empezó en serio el apostatar de la fe cristiana predicho por Jesús y sus seguidores. Filosofías y doctrinas paganas se infiltraron en la congregación; surgieron sectas y divisiones, y la pureza original de la fe fue corrompida. Y el nombre de Dios dejó de usarse.
A medida que este cristianismo apóstata se esparció, surgió la necesidad de traducir la Biblia de sus idiomas originales, hebreo y griego, a otros. ¿Cómo vertieron los traductores el nombre de Dios en sus traducciones? Por lo general usaron el equivalente de “Señor”. Una versión muy influyente de aquel tiempo fue la Vulgata latina, una traducción de la Biblia por Jerónimo al latín de uso cotidiano. Jerónimo vertió el Tetragrámaton (YHWH) mediante el sustitutivo Dominus, “Señor”.
Con el tiempo, en Europa empezaron a surgir idiomas nuevos, tales como el francés, el inglés y el español. Sin embargo, la Iglesia Católica presentó oposición a traducir la Biblia a estos nuevos idiomas. Por eso, a la vez que los judíos, que usaban la Biblia en el lenguaje hebreo original, rehusaban pronunciar el nombre de Dios cuando lo veían, la mayoría de los “cristianos” oían la Biblia leída en traducciones al latín que no usaban el nombre.
Con el tiempo, el nombre de Dios volvió a utilizarse. En 1278 apareció en latín en la obra Pugio fidei (Defensa de la fe), por Ramón Martí, un monje español. Ramón Martí usó la grafía Yohouaa. Poco después, en 1303, Porcheto de Selvaticis completó una obra titulada Victoria Porcheti adversus impios Hebraeos (La victoria de Porcheto contra los impíos hebreos). En esta obra él, también, mencionó el nombre de Dios, y lo escribió de varias maneras: Iohouah, Iohoua y Ihouah. Después, en 1518, Pietro di Galatino publicó una obra titulada De arcanis catholicae veritatis (Sobre secretos de la verdad universal) en la cual escribe el nombre de Dios Iehoua.
El nombre apareció por primera vez en una Biblia inglesa en 1530, cuando William Tyndale publicó una traducción de los primeros cinco libros de la Biblia. En ésta él puso el nombre de Dios, por lo general escrito Iehouah, en varios versículosb, y en una nota para esta edición escribió: “Iehovah es el nombre de Dios [...] Además, cada vez que se vea SEÑOR en letras grandes (excepto cuando haya algún error en la impresión) es, en hebreo, Iehovah”. De aquí, en las versiones en inglés surgió la práctica de usar el nombre de Jehová (Jehovah) en solamente algunos versículos y escribir “LORD” (SEÑOR) o “GOD” (DIOS) en la mayoría de los demás lugares donde aparece el Tetragrámaton en el texto hebreo.
En 1611 se publicó lo que llegó a ser la traducción inglesa de más extenso uso, la Versión Autorizada. En ésta, el nombre aparecía cuatro veces en el texto principal (Éxodo 6:3; Salmo 83:18; Isaías 12:2; 26:4). “Jah”, una abreviatura poética del nombre, apareció en Salmo 68:4. Y el nombre aparecía en su grafía completa en nombres de lugares tales como “Jehovah-jireh” (Génesis 22:14; Éxodo 17:15; Jueces 6:24). Sin embargo, los traductores siguieron el ejemplo de Tyndale y en la mayoría de los casos sustituyeron el nombre de Dios por “SEÑOR” o “DIOS”. Pero si el nombre de Dios podía aparecer en cuatro versículos, ¿por qué no podía aparecer en todos los demás miles de versículos que lo contienen en el hebreo original?
Algo similar estaba sucediendo en lo referente al idioma alemán. En 1534 Martín Lutero publicó su traducción completa de la Biblia, que basó en los idiomas originales. Por alguna razón no incluyó el nombre de Dios, sino que usó sustitutivos, tales como HERR (“SEÑOR”). Sin embargo, él conocía el nombre divino, puesto que en un sermón sobre Jeremías 23:1-8, que pronunció en 1526, dijo: “Este nombre Jehová, Señor, pertenece exclusivamente al Dios verdadero”.
En 1543 Lutero escribió con franqueza característica: “El que ellos [los judíos] ahora afirmen que el nombre Jehová no se puede pronunciar, no saben de qué están hablando [...] Si se puede escribir con pluma y tinta, ¿por qué no debería decirse, que es mucho mejor que escribirlo con pluma y tinta? ¿Por qué no lo llaman también inescribible, ilegible o impensable? Viendo todo el asunto, algo no está bien”. No obstante, Lutero no había rectificado los asuntos en su traducción de la Biblia. Sin embargo, en años posteriores otras Biblias alemanas sí presentaron el nombre en el texto de Éxodo 6:3.
En los siglos siguientes los traductores de la Biblia tomaron una de dos direcciones. Algunos evitaron por completo el uso del nombre de Dios, mientras que otros lo usaron extensamente en las Escrituras Hebreas, fuera en la forma Jehová, o similares, o en la forma Yahweh, o similares. Consideremos dos traducciones que evitaron el nombre y veamos por qué, según sus traductores, se hizo esto.
Por qué lo dejaron fuera
Cuando J. M. Powis Smith y Edgar J. Goodspeed produjeron una traducción moderna de la Biblia al inglés en 1935, los lectores hallaron que en la mayoría de los lugares se habían usado SEÑOR y DIOS como sustitutivos para el nombre de Dios. La razón se explicó en un prólogo: “En esta traducción hemos seguido la tradición judía ortodoxa y sustituido el nombre ‘Yahweh’ por ‘el Señor’ y la frase ‘el Señor Yahweh’ por la frase ‘el Señor Dios’. En todos los casos en que ‘Señor’ o ‘Dios’ representa un ‘Yahweh’ original empleamos letras mayúsculas de tamaño pequeño”.
Entonces, ¡aconsejando un proceder que varía en gran manera del de la tradición de los judíos que leían YHWH pero lo pronunciaban “Señor”, el prólogo dice: “Por tanto, basta con que el que desee retener el sabor del texto original lea ‘Yahweh’ dondequiera que vea SEÑOR o DIOS”!
Al leer esto, inmediatamente surge la pregunta: Si leer “Yahweh” en vez de “SEÑOR” retiene el “sabor del texto original”, ¿por qué no usaron “Yahweh” los traductores en su traducción? ¿Por qué, como ellos mismos dicen, ‘sustituyeron’ el nombre de Dios por la palabra “SEÑOR” y así ocultaron el sabor del texto original?
Los traductores dicen que estaban siguiendo la tradición judía ortodoxa. Sin embargo, ¿es sabio que un cristiano haga eso? Recuerde: fueron los fariseos, los conservadores de la tradición judía ortodoxa, quienes rechazaron a Jesús, y a quienes él dijo: “Han invalidado ustedes la palabra de Dios a causa de su tradición” (Mateo 15:6). Tal sustitución verdaderamente debilita la Palabra de Dios.
En 1952 se publicó en inglés la Revised Standard Version (Versión Normal Revisada) de las Escrituras Hebreas, y en esta Biblia, también, se pusieron sustitutivos para el nombre de Dios. Esto fue notable, porque la American Standard Version, (Versión Normal Americana) original, de la cual ésta fue una revisión, usó el nombre Jehová (en su forma Jehovah) por todas las Escrituras Hebreas. Por eso, la omisión del nombre fue un sobresaliente cambio de proceder. ¿A qué se debió esto?
En el prólogo de la Revised Standard Version, leemos: “Por dos razones el Comité ha vuelto al uso más familiar empleado por la Versión del Rey Jaime [es decir, omitir el nombre de Dios]: 1) La palabra ‘Jehovah’ no representa con exactitud ninguna forma del Nombre que se haya usado en hebreo; y 2) el uso de cualquier nombre propio para el Dios que es uno y único, como si hubiera otros dioses de los cuales él tuviera que ser distinguido, fue descontinuado en el judaísmo antes de la era cristiana y es enteramente inapropiado para la fe universal de la Iglesia cristiana”.
¿Son sólidos estos argumentos? Pues bien, como ya hemos considerado, el nombre Jesús no representa con exactitud la forma original del nombre del Hijo de Dios que usaron sus seguidores. Sin embargo, esto no persuadió al Comité de modo que éste evitara el uso de ese nombre y, en vez de eso, usara un título como “Mediador”, o “Cristo”. Es verdad que estos títulos sí se usan, pero se usan además del nombre Jesús, no en lugar de él.
En cuanto al argumento de que no hay otros dioses de los cuales tenga que ser diferenciado el Dios verdadero, eso sencillamente no es cierto. Hay millones de dioses a quienes dirige su adoración la humanidad. El apóstol Pablo señaló: “Hay muchos ‘dioses’” (1 Corintios 8:5; Filipenses 3:19). Por supuesto, hay un solo Dios verdadero, como Pablo pasa a decir. Por eso, una gran ventaja de usar el nombre del Dios verdadero es que esto lo mantiene separado de todos los dioses falsos. Además, si utilizar el nombre de Dios es “enteramente inapropiado”, ¿por qué aparece casi 7.000 veces en las Escrituras Hebreas originales?
La verdad es que, para muchos traductores, el nombre con su pronunciación moderna no está fuera de lugar en la Biblia. Ellos lo han hecho parte de sus versiones, y el resultado siempre ha sido una traducción que da más honor al Autor de la Biblia y se adhiere con mayor fidelidad al texto original. Algunas versiones de extenso uso que contienen el nombre son la Valera (en español, publicada
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