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  • Nuestra era de desesperación
    La Atalaya 1984 | 15 de noviembre
    • completo. Verdaderamente, como predijo la Biblia, hay “angustia de naciones, no conociendo la salida [...], mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada”. (Lucas 21:25, 26.)

      ‘Pero, seguramente, cuando se den cuenta de la inminente destrucción a que se encaran en nuestros tiempos críticos, los hombres maduros llegarán a acuerdos mutuos que aseguren la paz y la prosperidad mundial’, tal vez diga usted. Por deseable que parezca esto, ¿es una esperanza apegada a la realidad? ¿Qué muestra el registro histórico?

  • ¿Pueden los hombres gestionar el remedio?
    La Atalaya 1984 | 15 de noviembre
    • ¿Pueden los hombres gestionar el remedio?

      DE ACUERDO con lo que muestra la historia desde la antigüedad, los tratados han sido violados constantemente en provecho de intereses nacionales egoístas. Además, los tratados no han podido evitar las guerras.

      “Desde que los hombres se agruparon en tribus —escribe Laurence W. Beilenson en su libro The Treaty Trap— los tratados de paz han ido de la mano con la guerra. Pero la magia de las etiquetas es tal que, subconscientemente, la gente asocia los tratados de paz con la paz y la falta de tratados con la guerra. Esto ha llevado a algunos comentaristas a afirmar que, puesto que la guerra se ha convertido en un acto suicida, la lógica dicta que, para evitar la guerra, debe dependerse de tratados. No obstante, tal conclusión no es necesariamente la que se deriva de la premisa. La guerra nuclear resultaría en calamidad, pero solo la experiencia histórica es la guía para indicar si los tratados pueden o no pueden impedir la guerra.”

      ¿Son duraderos los tratados?

      El registro histórico muestra que los tratados no evitan las guerras. “Todas las naciones están acostumbradas a quebrantar tratados”, declara Beilenson. Y aunque ciertos ciudadanos pueden conseguir que se haga cumplir una decisión judicial contra el violar un contrato establecido dentro de los límites de su nación, no sucede así cuando se violan tratados entre naciones. Hasta podrían recurrir a la guerra como medio eficaz para corregir la falta.

      Los tribunales internacionales tampoco han podido resolver tales disputas ni mantener la paz mundial. Por ejemplo, el Tribunal Internacional de Justicia (la agencia judicial de las Naciones Unidas a que a menudo se da el nombre de Tribunal Mundial) no puede hacer cumplir los fallos que dicta. En lugar de eso, depende de la opinión mundial y la persuasión moral. Muchas naciones han rehusado aceptar la jurisdicción del Tribunal como factor compulsorio para resolver disputas. Además, según las propias reglas del Tribunal Mundial, una nación puede negarse a que éste la juzgue si expresa tal deseo antes que el caso en particular se lleve ante el Tribunal.

      Un hecho que agrava el problema es que las naciones son muy sensibles en lo relacionado con asuntos que afectan su soberanía. Por consiguiente, son extremadamente cautelosas cuando redactan tratados, lo cual a menudo hacen en un lenguaje que les permita valerse de evasivas dondequiera que pudiera ser restringida la soberanía de ellas. “A menudo los tratados se redactan en términos ambiguos —declara The Encyclopedia Americana—. Las reglas de interpretación son numerosísimas [...] sin embargo, no hay una práctica generalmente aceptada en cuanto a la aplicación apropiada de ninguna de ellas. [...] De aquí que surjan desacuerdos en cuanto al significado apropiado, y es común el levantar acusaciones contrarias respecto a la violación de tratados.” Es tal como declaró en cierta ocasión Charles de Gaulle, ex presidente de

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