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    La Atalaya 1972 | 15 de junio
    • tengo de aquellos años que pasamos juntos y también de estas pocas horas de recordar, ponernos al día y mirar hacia el futuro!

      Disfruté de algunas experiencias excelentes hace más de veinte años mientras estuve asociada con la congregación de Flint. Encontré a una señora en territorio aislado que sencillamente estaba esperando aprender la verdad de Dios. Pronto se puso a predicar conmigo en el pueblito, dando testimonio acerca del reino de Dios con entusiasmo, tanto a vecinos como a parientes, denodada a pesar de la indiferencia que encontraba. Hoy, en sus cartas me habla del progreso de la congregación local.

      Entonces recibí una invitación para efectuar trabajo especial durante ocho semanas en preparación para la gran asamblea internacional que se celebraría en Cleveland, Ohio, del 4 al 11 de agosto de 1946. ¡Qué grato fue llegar a conocer a tantos proclamadores de tiempo cabal del reino de Dios y trabajar con ellos, a medida que recorríamos la ciudad seis veces buscando de casa en casa alojamientos para los delegados de la asamblea!

      En enero de 1947 se me preguntó si aceptaría una asignación en Jackson, Michigan. Tres meses más tarde estaba allí. De algún modo, por la carta que les había enviado al ministro presidente y su esposa, dieron por sentado que yo era una anciana, de modo que hicieron arreglos para que me quedara en un lugar con dos ancianas, una de las cuales era proclamadora de tiempo cabal del Reino también. Les causó mucha gracia hallar a una muchacha de dieciocho años esperándolas cuando llegaron a casa un domingo por la tarde.

      Después otras dos proclamadoras de tiempo cabal más o menos de mi edad vinieron a trabajar conmigo. El ministro presidente y su esposa resultaron ser unos segundos padres para las tres de nosotras, y hasta este día sus cartas vienen firmadas: “Papá y Mamá.” Toda la congregación, jóvenes y ancianos, nos recibió cariñosamente... ¿cómo podríamos sentirnos muy alejados de casa?

      Con el tiempo más vinieron a trabajar con nosotros en Jackson, Michigan, como predicadores de tiempo cabal de la Palabra de Dios. Y cuando una hermana cristiana anciana de la congregación perdió a su esposo en la muerte nos mudamos con ella, viviendo en la parte de arriba de su casa por una cuota nominal. Su amor a la verdad bíblica, su espíritu juvenil y su buena actitud para con la diversión la ayudaron a tener paciencia con nosotros, y seis de los que vivimos con ella durante ese período llegamos a ser misioneros.

      A LA ESCUELA DE GALAAD Y AL BRASIL

      Mi invitación en 1948 a la clase decimotercera de la escuela misional de Galaad fue una sorpresa inesperada. Hasta entonces no había pensado en ir a Galaad. Pasé muchos días meditando. ¿Realmente hallaría en otro país la excelente asociación de la que había disfrutado hasta ahora, asociación que había allanado el camino para continuo servicio de tiempo cabal? Poco antes de llegar la invitación, mi hermana más joven que acababa de graduarse de la escuela secundaria había venido a trabajar con nosotros en la predicación de tiempo cabal. También significaría dejarla.

      Sin embargo, en febrero de 1949 me encontraba en la Escuela de Galaad. No había tiempo para sentirme sola con tantas clases, tantos condiscípulos y tanta tarea. En cinco meses y medio pensé: “¡Qué triste despedirme de tantos amigos que van tan lejos!”

      Yo había sido asignada a ir al Brasil con otros seis. Y después de tres meses en la Unidad East Manhattan de Nueva York, partimos en barco. En la mañana del día decimotercero a bordo del barco, despertamos a tiempo para mirar por la portilla los resplandecientes edificios blancos y otros de matices suaves del puerto que se ha llamado el más hermoso del mundo, Rio de Janeiro. Al desembarcar, encontramos al siervo de sucursal, a misioneros y Testigos locales esperando para darnos la bienvenida. ¡No tuvimos tiempo para pensar en que estábamos “muy lejos” de casa!

      Durante los días de entre semana uno de nosotros se quedaba en casa para cocinar mientras que seis salían a trabajar. Trabajábamos desde la mañana hasta la tarde, luego regresábamos a casa para descansar, comer y estudiar portugués. Teníamos un intercambio de experiencias, contando lo que decía la gente y lo que nosotros decíamos.

      Gradualmente desaparecieron el temor y la aprensión del nuevo idioma y de las costumbres, y el calor de amistad y la paciencia de los Testigos brasileños nos convencieron de que el amor cristiano no tiene fronteras.

      Después de un año en Rio de Janeiro fuimos a una ciudad interior, Belo Horizonte. En total ahora, he estado en seis asignaciones durante mis veintidós años en el Brasil. Tres han sido para establecer congregaciones y tres para trabajar en las que ya estaban establecidas. Mi hermana más joven vino a trabajar conmigo aquí en la obra misional después de graduarse en la decimoctava clase de Galaad.

      En una población pequeña, São João del Rei, por primera vez encontramos un territorio difícil. El alcalde era sacerdote, y de noche por medio de un programa de radio se expresaba opuesto a que la gente escuchara el mensaje que traíamos de la Biblia. En una puerta el señor de la casa le arrebató la Biblia de las manos a un misionero y la despedazó, aunque era una versión católica. A veces trabajábamos por tres horas o más sin poder dejar una sola pieza de literatura bíblica con nadie, puesto que la gente temía lo que dijeran o pensaran sus vecinos. No obstante, hallamos a algunos que querían tener un estudio bíblico, y pudimos ver el principio de una nueva congregación antes de ser transferidos a otra ciudad.

      Mi presente asignación es Belem, Pará, en la desembocadura del río Amazonas, una ciudad de unos 600.000 habitantes. Tenemos cinco congregaciones en la ciudad, con más de 400 Testigos.

      Un sábado por la mañana mientras ofrecía La Atalaya y ¡Despertad! en el territorio comercial de esta ciudad, encontré a un señor que me pidió que le llevara una Biblia “protestante,” pues dijo que había leído la traducción “católica” y deseaba compararlas. Pudo aprender que la verdad de Dios es la misma sin importar qué traducción se utilice. Con el tiempo llegó a ser el ministro presidente de mi congregación.

      En otra experiencia, una señora con quien yo había estudiado la Biblia se mudó al interior debido al trabajo seglar de su esposo. ‘¿Cómo le irá?’ me preguntaba yo, pues era recién bautizada, y no había Testigos en ese pueblito. Cuando se mudó de vuelta a Belem cinco años después, dejó una congregación floreciente con su propio Salón del Reino.

      Recientemente nos mudamos a un nuevo hogar misional amplio y ventilado construido arriba del primer Salón del Reino que es propiedad de una congregación de Belem. Aquí disfrutamos de asociación edificante con nuestros hermanos y hermanas cristianos, asociación como la de aquellos con quienes he vivido y trabajado durante los pasados veintiocho años. ¡Qué agradecida estoy de que esta asociación haya allanado el camino para tantas bendiciones, tal como el haber pasado más de la mitad de mi vida aquí en una asignación misional, y el ayudar a otros a disfrutar del servicio del Reino!

  • Recompensas por aguantar persecución
    La Atalaya 1972 | 15 de junio
    • Recompensas por aguantar persecución

      ● En Nigeria un joven testigo de Jehová se vio obligado a asistir a una escuela católica, ya que las únicas escuelas en su zona estaban a cargo de la iglesia. Rehusaba asistir a las clases de catequismo y a causa de esto sufría castigo con frecuencia.

      Con el transcurso del tiempo tuvo que presentarse delante de toda la escuela para ser azotado públicamente. Pero este suceso solo sirvió para despertar compasión por él en los otros estudiantes. Después de un largo período de fielmente aguantar oposición dolorosa, su conducta efectuó un cambio en la actitud del director de la escuela. ¿Cuál fue el resultado de esto? El director, su esposa y tres hijos dejaron su iglesia y ahora son testigos de Jehová. Un estudiante a quien el Testigo joven ayudó a aprender la Biblia ahora es ministro viajante de tiempo cabal de los testigos de Jehová.

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