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Mantenga la vista fija en el premioLa Atalaya 1959 | 1 de abril
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Mantenga la vista fija en el premio
“¿No saben que los corredores en una carrera todos corren, pero sólo uno recibe el premio? Corran de tal modo que puedan alcanzarlo.”—1 Cor. 9:24.
1. ¿Por qué usa la Biblia a menudo palabras relacionadas con una carrera a pie?
CORRAN, correr, carrera—éstas son palabras que usted probablemente ha observado muchas veces en su lectura de la Biblia, especialmente en las epístolas del apóstol Pablo. ¿Por qué usa él frecuentemente palabras relacionadas con una carrera? Porque una carrera ilustra bien el derrotero que está puesto ante el cristiano; porque el correr expresa movimiento, acción, ir adelante; porque correr es una de las palabras más potentes, más notables que el apóstol pudo usar para expresar cómo tiene que esforzarse el cristiano para ganar el premio de vida eterna en el nuevo mundo de Dios.
2, 3. ¿Cuánto sabían los antiguos corintios acerca de la carrera, y por eso qué consejo dió el apóstol a los cristianos corintios?
2 Para animar a los cristianos de Corinto a correr a fin de ganar el premio, Pablo usó el lenguaje pintoresco de los antiguos juegos. De los cuatro juegos más famosos del mundo antiguo, uno se efectuaba cerca de Corinto, en el estadio del Istmo de Corinto. Una de las competencias más altamente estimadas de los juegos ístmicos era la carrera. Casi todo corintio, en una ocasión u otra, había concurrido a los juegos y había presenciado una carrera. Para el corintio no cristiano era la cosa que hacer; era el pasatiempo o deporte nacional, pero las competencias eran más importantes que el deporte según lo conocemos hoy día; pues esas competencias estaban asociadas profundamente con la antigua religión griega. Puesto que sabía que sus lectores estaban enterados de los detalles de la carrera, Pablo pudo preguntar aptamente:
3 “¿No saben que los corredores en una carrera todos corren, pero sólo uno recibe el premio?” Ellos lo sabían. Aquellos corintios cristianos sabían que muchos corredores corrían en una carrera, pero que sólo uno recibía el premio; ellos sabían que cada corredor hacía los esfuerzos más estrenuos para ganar ese premio; ellos sabían que los corredores corrían para ganar el premio. Los cristianos, Pablo muestra, tienen que correr de manera semejante: “Corran de tal modo que puedan alcanzarlo.” ¡Sí, corra para ganar! Distinta de la antigua carrera, en la cual sólo uno recibía el premio, la carrera cristiana ofrece un premio a todos los que corren bien, a todos los que llegan a la raya de la meta.—1Cor.9:24.
4. En la antigua carrera, ¿cuál era la costumbre en cuanto al premio, y cómo afectaba esto a los corredores?
4 No hay duda acerca de ello: aquellos antiguos corredores griegos corrían para ganar el premio; no corrían con la sencilla idea de estar en la carrera. ¡Cuán afanosamente buscaban el premio! ¡Con qué resolución corrían! ¡Cómo mantenían la vista directamente en frente! En el mismísimo punto donde la carrera terminaba se acostumbraba poner el premio en un lugar descollante. El tenerlo a la vista excitaba a los contendientes a someter a esfuerzo todo nervio, a olvidar todo salvo su único objeto—ganar el premio. Corrían con la vista puesta en el premio. ¡Cuánto más debe hacerlo el cristiano!
5. ¿Por qué clase de premio corrían los antiguos?
5 Pues, comparado con el premio de los cristianos, ¿qué era el premio que aquellos corredores buscaban tan afanosamente? “Ahora, ellos,” dice el apóstol, “lo hacen para que puedan obtener una corona corruptible, pero nosotros una incorruptible.” Para el antiguo corredor el premio era una corona o guirnalda de olivo, laurel o pino. En los juegos ístmicos la corona era de pino. Era esta corona y la gloria que le traía al que la poseía por lo que corrían con todas sus fuerzas los antiguos corredores. Y no obstante aun la corona de pino se marchitaba y se secaba con el tiempo. ¡Su premio se marchitaba, se secaba, perecía! Una corona que se marchitaba—y no obstante ¡cuán vigorosamente se esforzaban por ganar esa corona, corriendo con la vista puesta en el premio!—1 Cor. 9:25.
VALORANDO EL PREMIO
6. En contraste con el premio que se daba a los corredores paganos, ¿cuál es el galardón amoroso que Dios da por correr bien?
6 En contraste con la corona que se marchitaba de los antiguos juegos, el apóstol dice a los cristianos que un premio aguarda a los que corren la carrera hasta el fin, un premio que jamás perecerá. Con referencia a esta corona, el apóstol Pedro escribió: “Cuando haya sido manifestado el pastor principal, ustedes recibirán la corona inmarcesible de gloria,” o, como muestra la nota al pie de la página, “se llevarán como premio” la corona inmarcesible. ¡Qué premio para los cristianos ungidos, para los llamados al reino celestial! ¿Podría algún premio que este mundo ofrece compararse con el premio que Dios ofrece—el premio de incorruptibilidad, el premio de vida eterna en gloria celestial con Cristo el Rey? Hoy hay centenares de miles de corredores cristianos que no están ungidos por Dios para ser sus hijos espirituales en el reino celestial; Dios también les ofrece un premio imperecedero. Es vida eterna en perfección sobre la tierra bajo el reino del cielo. No importa sobre cuál de estos premios tenga puesta la vista el corredor cristiano, vale la pena gastar tanto vigor y energía como gastaban los corredores de los antiguos juegos; en verdad, el cristiano debe correr con mayor determinación y vigor, porque el premio que Dios promete amorosamente jamás se marchitará: “Esta es la cosa prometida que él mismo nos prometió, la vida eterna.”—1 Ped. 5:4; 1 Juan 2:25.
7, 8. Según el ejemplo que puso el apóstol Pablo, ¿desde qué punto de vista debe ver el corredor cristiano el premio que Dios ofrece?
7 Con tal premio incomparable ante el corredor cristiano, ¿cuál debe ser su punto de vista en cuanto a los premios de este mundo? Debe ser como el de Pablo, quien dijo: “Verdaderamente considero también que todas las cosas son pérdida a causa del valor sobresaliente del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he aceptado la pérdida de todas las cosas y las considero un montón de basura.” Y por eso ¿cómo corrió Pablo? “Hermanos, todavía no me considero como si ya la hubiera asido; pero hay una cosa en cuanto a esto: Olvidando las cosas que están atrás y esforzándome hacia adelante a las cosas que están más allá, prosigo hacia la meta para alcanzar el premio.”—Fili. 3:8, 13, 14.
8 Así como los corredores de los antiguos juegos corrían con la vista puesta en el premio, sin pensar en todos los otros premios, olvidándose de todas las cosas del pasado y esforzándose hacia adelante a las cosas que estaban más allá, del mismo modo corría Pablo. Parafraseando las palabras del apóstol: ‘Créanme, hay sólo una cosa que vale la pena en todo el mundo—el premio en que tengo la vista fija. Nada puede compararse con éste, absolutamente nada. Todo lo que este mundo ofrece, sin importar cuán fino sea el auto, cuán espaciosa la mansión, cuán resplandeciente la indumentaria o cuán exquisitos los placeres, considero todo ello como simple basura, desperdicios que han de ser desechados, para que pueda concentrarme en ganar el premio. De modo que no estoy corriendo irregular, indiferentemente, como si mi meta estuviese en duda. Estoy corriendo con pleno propósito de corazón, mirando a una sola cosa. Tengo la meta en mira. ¿Por qué debería retirar la vista de ella? De modo que vivo, corro—¡con la vista puesta en el premio!’
9. ¿A qué peligro se enfrenta el corredor cristiano, por lo cual es vital que él obtenga la correcta actitud mental?
9 Pablo vió desde un punto de vista práctico lo que tenía que ver con el premio. Lo valorizó correctamente. Vió desde el punto de vista correcto también los premios que ofrece este mundo. Le dice al corredor cristiano que haga lo mismo: “Que nosotros, pues, cuantos seamos maduros, seamos de esta actitud mental.” ¡Cuán vital es esto en este “tiempo del fin” cuando los premios del mundo se han multiplicado—premios en las profesiones, premios en los placeres, premios en las posesiones! De modo que vemos el peligro: el peligro de que el corredor cristiano comience la carrera con gozo y vigor pero más tarde permita que los premios de este mundo lo distraigan y retire la vista del premio de la vida. Entonces ¿qué sucede? El corredor afloja el paso hasta una simple caminata, un andar despacio y descuidado. Cuán inciertamente corre él ahora. Ya no corre como una persona que trata de ganar el premio de la vida. Las cosas de atrás, los premios de este viejo mundo, lo han distraído, haciendo que él pierda ese estímulo y aliciente para correr que sólo viene por medio de mantener la vista fija en las cosas que están adelante, en el premio que Dios ofrece. Demas, el corredor asociado de Pablo, retiró la vista del premio; los premios de este mundo lo distrajeron, y dejó de correr. Tenemos que conseguir la correcta actitud mental en lo que concierne a los premios de este mundo, “porque todo en el mundo—el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno—no se origina del Padre, sino que se origina del mundo. Además, el mundo está desapareciendo y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—Fili. 3:15; 2 Tim. 4:10; 1 Juan 2:16, 17.
10, 11. (a) ¿Por qué no es ningún premio del mundo de tanto valor que le valga la pena a uno retirar la vista del premio que Dios ofrece? (b) ¿Cómo se sienten a menudo las personas que han seguido tras el premio de la riqueza cuando se acercan al fin de su vida, en contraste con la expresión del apóstol?
10 De modo que ¿de qué valor son los premios de este mundo, premios que están condenados a desaparecer y marchitarse tan seguramente como la corona vegetal de los antiguos corredores? ¿Verdaderamente es el premio más grande que ofrece este mundo—la meta de la vida de tantas personas hoy día, la llamada seguridad económica—de tanto valor que valga la pena el que retiremos la vista del premio de la vida? ¡Ni por un instante! Es preciso que el corredor cristiano provea para las necesidades de la vida y sin embargo al mismo tiempo que jamás retire la vista del premio. Pablo hacía tiendas de campaña para proveer para algunas de sus necesidades; no obstante, jamás permitió que el hacer tiendas de campaña hiciera que él retirara la vista del premio. De modo que Pablo no siguió tras la meta infructuosa de la seguridad económica; él sabía que el dinero, las riquezas y posesiones no son de ningún valor sin la vida. Aun los que logran lo que según ellos es seguridad económica por medio de acumular millones de dólares a menudo llegan a comprender cuán rápida y fácilmente se marchita el premio que gastaron toda una vida para ganar. En el volumen Treasury of the Christian World aparece el siguiente renglón: “El Sr. T. P. O’Connor informa de una entrevista con el Sr. Andrés Carnegie: ‘Al viajar en automóvil a la estación estaba diciéndole yo cuánto le envidiaba su riqueza. Él dijo: “No he de ser envidiado. ¿Cómo puede ayudarme mi riqueza? Tengo sesenta años, y no puedo digerir mi alimento. Daría todos mis millones si pudiera tener juventud y salud.” Luego jamás olvidaré su siguiente declaración. Habíamos viajado en silencio algunos metros, cuando el Sr. Carnegie de súbito se volvió, y en voz baja, y con amargura e intensidad de sentimiento bastante indescriptibles, dijo: “Si pudiese efectuar el pacto de Fausto, lo haría. Gozosamente vendería cualquier cosa para volver a vivir mi vida.” Lo vi apretar el puño al decir eso.’”
11 Cuán diferente fué la expresión del apóstol Pablo, quien, después de gastar su vida en seguir tras el premio celestial, pudo decir: “He corrido la carrera hasta el fin, he observado la fe. De este tiempo en adelante está reservada para mí la corona de justicia, que el Señor, el justo juez, me dará como galardón en aquel día.”—2 Tim. 4:7, 8.
AGUANTE POR VISTA CONCENTRADA EN UN SOLO FIN
12. ¿A qué debía en gran parte Pablo sus facultades de aguante?
12 Pablo debía su extraordinario aguante al hecho de que estaba concentrado en un solo propósito. Y logró aferrarse a un solo propósito por medio de mantener la vista fija en el premio. De modo que el mantener la vista fija en el premio afecta vitalmente nuestras facultades de aguante. No se equivoque acerca de ello: hay que tener aguante. “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros.” La carrera cristiana no es una carrera corta; es larga y difícil. Debido a que el premio no se gana hasta que la línea final ha sido cruzada, puede haber aflojamiento de esfuerzo a lo largo del camino. Entre las más penetrantes parábolas de Jesús se hallaban aquellas en que señalaba el fracaso de los que habían comenzado bien pero no pudieron continuar esa actividad hasta el fin.—Heb. 12:1.
13. En la parábola del sembrador, ¿qué mostró Jesús que podía hacer que un corredor tropezara y perdiera el premio y qué consejo dió en cuanto a las posesiones?
13 En su parábola del sembrador, Jesús, al explicar el significado de las semillas que cayeron en suelo peñascoso y entre los espinos, dijo: “En cuanto al que es sembrado sobre los lugares peñascosos, éste es el que oye la palabra y la acepta al instante con gozo. Pero no tiene raíz en sí mismo sino que continúa por un tiempo, y después que ha surgido tribulación o persecución a causa de la palabra tropieza al instante. En cuanto al que es sembrado entre los espinos, éste es el que oye la palabra, pero la ansiedad de este sistema de cosas y el poder engañoso de la riqueza ahogan la palabra, y se hace infructífero.” De modo que algunos corredores se salen de la carrera, porque los hacen tropezar la “tribulación o persecución.” Otros pierden sus facultades de aguante a causa de “la ansiedad de este sistema de cosas.” Después de considerar las parábolas que tratan acerca de edificar una torre y de un rey que va a la guerra, Jesús comentó: “Por consiguiente, puedes estar seguro, ninguno de ustedes que no le diga adiós a todas sus posesiones puede ser mi discípulo.”—Mat. 13:20-22; Luc. 14:33.
14. ¿Desde qué punto de vista debe ver el cristiano las posesiones materiales?
14 El corredor cristiano no está bajo ninguna obligación de regalar sus posesiones materiales, pero sí está bajo el principio que Jesús dictó: Si ve que sus posesiones le están haciendo retirar la vista del premio de la vida, entonces más bien les diría adiós o se despediría de esas posesiones que lo distraen en vez de retenerlas y arriesgar el perder la carrera. Jamás debe permitirse que posesión alguna, que pertenencia material alguna, llegue a ser tan importante, tan grande en la vida de uno, que haga que el corredor retire la vista del premio. En el mundo de hoy, sin embargo, no es probable que una sola posesión haga que uno retire la vista del premio; es la multitud de cosas, pertenencias, placeres, aficiones y las ansiedades y distracciones de la vida. En conjunto la multiplicidad de distracciones ejerce fuerte poder, haciendo difícil—y no obstante al mismo tiempo más vital que nunca—obedecer el mandato bíblico para la carrera: “En cuanto a tus ojos, directamente adelante deberían mirar, sí, tus propios ojos brillantes deberían contemplar directamente en frente de ti. Allana la ruta de tu pie, y establézcanse firmemente todos tus propios caminos. No te inclines a la mano derecha ni a la izquierda.” Cómo conseguir esta vista concentrada en un solo fin que contribuye tanto a nuestras facultades de aguante—ése es el problema que cada corredor tiene que resolver.—Pro. 4:25-27.
ERA DE DISTRACCIONES
15. ¿Qué ha dicho un orador del mundo acerca de “la ansiedad de este sistema de cosas”?
15 Un comentario sobre la “ansiedad de este sistema de cosas” proviene de Bernardo M. Baruch. Hablando a un grupo de estudiantes de enseñanza superior en el City College de Nueva York, él declaró: “Jamás en la historia se ha jactado el género humano de superiores medios de comunicación, rotativas de alta velocidad, revistas profusamente ilustradas, la radio, el cine, la televisión. No obstante, todas estas milagrosas formas de comunicación parecen menos conducentes a pensar que un tronco en el bosque. Casi, de hecho, estos medios de comunicación de propulsión a chorro, aerodinámicos, parecen ser los enemigos del pensar. Nos bombardean diariamente con nuevas distracciones. . . . Nuestras energías . . . son disipadas en cuestiones secundarias. . . . No hace mucho tiempo, se creía afectuosamente que nuestra época era ‘La era del esclarecimiento.’ Más y más está llegando a ser ‘La era de la distracción.’”—Vital Speeches of the Day, junio de 1953.
16, 17. (a) Los que son distraídos por muchas cosas deberían aceptar ¿qué consejo de Jesús? (b) ¿Qué dijo una escritora concerniente a las distracciones en una civilización moderna?
16 Mientras más distracción hay más difícil es lograr la concentración de la vista en un solo fin como se precisa para la carrera cristiana. Obviamente, hay más distracciones hoy que en el día de Jesús; y no obstante la gente se distraía en el día de Jesús también. En una ocasión Jesús entró en cierta aldea y “cierta mujer llamada Marta lo recibió en la casa como invitado. Esta mujer también tenía una hermana llamada María, quien, sin embargo, se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Marta, por otra parte, estaba distraída atendiendo a muchos deberes. Así que se acercó y dijo: ‘Señor, ¿no le importa a usted que mi hermana me haya dejado sola para atender las cosas? Dígale, por lo tanto, que me ayude.’ En respuesta el Señor le dijo: ‘Marta, Marta, estás inquieta y perturbada en cuanto a muchas cosas. Sin embargo, sólo se necesitan unas cuantas cosas, o una nada más. Por su parte, María escogió la porción buena, y no se le quitará.’” María se desprendió de las distracciones para aguzar su visión espiritual; Marta estaba demasiado distraída con muchas cosas para sentarse a los pies del Maestro y adquirir conocimiento, la única cosa que ella realmente necesitaba.—Luc. 10:38-42.
17 Este mundo moderno tiene más Martas que Marías. Las distracciones son la razón. Comentando sobre algunas de las distracciones a que se enfrenta una moderna ama de casa, Ana Morrow Lindbergh escribe en Gift from the Sea: “Me propongo vivir una vida sencilla. . . . Pero no la vivo. . . . La vida que he escogido como esposa y madre pone en acción una entera caravana de complicaciones. Implica una casa en las afueras y faena penosa doméstica o sirvientes. . . . Implica alimento y abrigo; comidas, planear, ir al mercado, cuentas, y calcular de mil modos para pasarla con lo que uno tiene. Implica no sólo al tablajero, al panadero, al fabricante de candeleros, sino a un sinnúmero de otros expertos el que mi casa moderna con sus ‘simplificaciones’ modernas (electricidad, plomería, refrigerador, estufa de gas, quemador de petróleo, lavadora automática de trastos, radios, automóvil y otros numerosos aparatos que ahorran trabajo) siga funcionando apropiadamente. Implica la salud; doctores, dentistas, citas, medicina, aceite de hígado de bacalao, vitaminas, viajes a la farmacia. Implica la educación, espiritual, intelectual, física; escuelas . . . la institutriz; campamentos de vacaciones, equipo y transporte para los campamentos. Implica la ropa, ir de compras, lavado de ropa, aseo de trajes y vestidos, remendar, el soltar las faldas y el poner botones, o conseguir a alguien que lo haga. Implica a amigos, los de mi esposo, los de mis hijos, los míos, e interminables arreglos para reunirse; cartas, invitaciones, llamadas telefónicas y transporte de acá para allá. . . . No sólo la norteamericana se enfrenta al problema de la multiplicidad de la vida, sino también el norteamericano. Y no sólo es preocupación de los norteamericanos, sino de toda nuestra civilización moderna.”
NECESARIO DESPRENDERSE DE LAS DISTRACCIONES
18. ¿Cómo son valiosos para nosotros el ejemplo y amonestación de Pablo, y qué tiene que aprender el corredor cristiano?
18 En medio de los cuidados y distracciones de la vida moderna el corredor cristiano tiene que mantenerse concentrado en un solo propósito. Y tiene que estar seguro de que está progresando hacia su meta. Jamás permitió el apóstol Pablo que la “ansiedad de este sistema de cosas” le hiciera quitar la vista del premio. “El modo en que estoy corriendo,” dijo él, “no es incierto.” Pablo tenía su meta en mira; nunca hubo duda acerca de ello. Nosotros tenemos que correr con semejante determinación para ganar el premio, con semejante concentración de vista. Pero, ¿cómo puede uno hacer esto, cuando el caso es que las distracciones vienen de todas partes y muchas de ellas son obligaciones que no se pueden poner a un lado? Se puede aplicar el principio que se encuentra en el consejo que Pablo dió a los corredores cristianos: “Quitémonos también todo peso y el pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros.” A fin de lograr aguante, entonces, el corredor cristiano tiene que aprender el arte de desprenderse de las distracciones, el arte de quitarse los pesos—aquellas cosas que, en conjunto, tienden a hacer que uno retire la vista del premio y lo detienen en la carrera por la vida.—1 Cor. 9:26; Heb.12:1.
19. ¿Cómo rigió este asunto de la distracción el consejo que Pablo dió sobre el matrimonio? Por eso, ¿qué es fundamental en la vida del cristiano?
19 Por medio de reducir las distracciones ganamos tiempo para concentrarnos en correr la carrera y ganar el premio. Es este asunto de mantener a un mínimo las distracciones el que entra en tantas facetas de la vida del cristiano. El apóstol Pablo sabía que el matrimonio traía muchas distracciones; de modo que aconsejó la soltería como el mejor derrotero a causa de que permite “el atender constantemente al Señor sin distracción.” No obstante, por otra parte, Pablo sabía que la pasión era una distracción y que podía ser peligrosa; por consiguiente él escribió: “Es mejor casarse que estar encendido con pasión.” El tratar de escaparse de las distracciones—eso es fundamental en la vida del cristiano.—1 Cor. 7:35, 9.
20. Para comprar el tiempo, el cristiano debe estar anuente a hacer ¿qué? ¿y qué hay de las posesiones no esenciales?
20 A fin de retener la vista fija en el premio el corredor cristiano debe estar anuente a determinar qué distracciones puede desechar legítima y provechosamente. Por medio de desprenderse de éstas él se compra el tiempo, en consonancia con el mandato: “Vigilen estrechamente que su manera de andar no sea cual personas imprudentes sino cual personas prudentes, comprando el tiempo oportuno que queda para ustedes mismos, porque los días son malos.” Deberíamos atender con ahinco este asunto de comprar el tiempo, siempre estando alerta para mantener al mínimo las distracciones. Puesto que la gente tiende a ser adquisitiva, ¡qué distracciones puede amontonar una persona a modo de posesiones únicamente! ¡Qué vasta cantidad de aparatos, revistas, libros, ropa, atavíos de aficiones y efectos inclasificables puede acumular uno! A menudo sorprende cuántas cosas tiende uno a acumular que no son verdaderamente útiles. Aun apiladas en un armario, las cosas que no se necesitan en realidad son una distracción: no sólo requieren espacio, sino que toman tiempo—quitándoles el polvo, limpiándolas, volviéndolas a arreglar, etc. Por medio de desprendernos de las distracciones, por medio de limitar las posesiones a las que son necesarias, nos sentimos más felices y, sobre todo, estamos mejor capacitados para mantener nuestra vista fija en el premio.—Efe. 5:15, 16.
21. ¿Cómo nos podemos ayudar a mantener al mínimo las distracciones?
21 El saber escoger es una ayuda importante en mantener al mínimo las distracciones. Los mercantilistas del mundo no quieren que uno escoja con reflexión; están haciendo cuanto pueden para atraer a la gente y hacer que amontone adquisiciones sea que las necesite o no. Por eso tenemos que escoger con cuidado al comprar, escoger con cuidado lo que leemos, escoger con cuidado el modo en que usamos nuestro tiempo. Recuerde que sólo “unas cuantas cosas” se necesitan, como dijo Jesús.
DETERMINACIÓN Y ENTRENAMIENTO
22. ¿Qué dijo un corredor moderno concerniente al correr y al entrenar, y por qué aplica el mismo principio a la carrera del cristiano?
22 El tiempo que compramos por medio de desprendernos de las distracciones nos capacita a concentrarnos en la carrera. Puesto que la palabra “correr” abarca el entero modo de vivir del cristiano, especialmente nuestros esfuerzos vigorosos por predicar las buenas nuevas, es imperioso que nos entrenemos para la carrera. Ningún corredor corre bien sin entrenarse. En 1954 Rogerio Bannister, el primer hombre que ha corrido una milla medida en menos de cuatro minutos, le dijo a un reportero, después de su victoria: “No hay objeto en correr una carrera a menos que uno se proponga ganar. Para lograr eso hay que entrenarse. Si uno no tiene tiempo para entrenarse no debe entrar en las carreras.” ¿Es la carrera cristiana realmente diferente? “Corran de tal modo que puedan alcanzarlo,” dijo Pablo concerniente al premio. Él también aconsejó: “Ve entrenándote teniendo como mira la devoción piadosa.” Por eso, ¿por qué entrar en la carrera cristiana a menos que usted esté determinado a ganar el premio? Y si usted está determinado a ganar, ¿por qué correr sin entrenarse? No obstante, algunos corredores han tratado de correr sin entrenarse; no se valen del entrenamiento espiritual que está disponible en las reuniones de congregación de la sociedad del nuevo mundo. Estas reuniones sirven para una función vital: nos ayudan a mantener nuestra vista fija en el premio. Con razón los que se ausentan con regularidad de las reuniones a menudo se salen de la carrera; pierden la vista clara del premio y se les debilitan sus facultades de aguante.—1 Cor. 9:24; 1 Tim. 4:7.
23. Para estímulo, ¿en qué ejemplos de vista concentrada en una sola mira debemos reflexionar?
23 Al entrenarnos para la carrera tenemos que reflexionar sobre los ejemplos de los que corrieron bien, como Abrahán y Moisés. Abrahán “esperaba la ciudad que tiene fundamentos verdaderos,” y Moisés “miraba resueltamente hacia el pago del galardón.” ¡Ellos tuvieron la vista puesta en el premio! Especialmente necesitamos reflexionar sobre el ejemplo del corredor perfecto, Cristo Jesús. “Corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros, mientras miramos atentamente al caudillo y perfeccionador de nuestra fe, Jesús. Por el gozo que fué puesto delante de él aguantó el madero de tormento, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.” Sea Jesús el dechado suyo.—Heb. 11:10, 26; 12:1, 2.
24. ¿Por qué no debe haber demora en correr la carrera ahora, y cómo debemos correr?
24 Jesús, Pablo y los testigos fieles de tiempos primitivos, todos corrieron con la vista puesta en el premio. Corra como ellos corrieron. Disponga tiempo para correr de ese modo ahora. No tenemos la seguridad de que las circunstancias nos favorecerán con menos distracciones mañana. Las distracciones probablemente aumentarán a medida que este mundo se acerque a su destrucción. Mientras todavía es hoy, compre el tiempo para correr. Valore el premio correctamente. Entrénese regularmente. Despréndase de pesos y distracciones. Elimine todo salvo lo necesario. Corra para ganar: ¡Corra usted con la vista puesta en el premio!
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Corriendo la carrera sin tropezarLa Atalaya 1959 | 1 de abril
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Corriendo la carrera sin tropezar
“Todo el que es orgulloso de corazón es algo detestable a Jehová . . . El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse, y un espíritu altivo antes del tropezar.”—Pro. 16:5, 18.
1. ¿Por qué establece Jehová ciertas reglas en su Palabra, y qué regla aparece repetidas veces?
LAS reglas para correr la carrera provienen de Jehová por medio de su Palabra: “Te instruiré aun en el camino de la sabiduría; haré que pises en las vías de la rectitud. Cuando andes, no será estrecho tu paso; y si corres, no tropezarás.” Para ayudar a los cristianos a evitar el tropezar, Jehová ha hecho que ciertas reglas aparezcan repetidas veces en la Biblia. Una de éstas es el mandato de despojarse del orgullo, lo cual es una causa del tropezar; despojarse de ello como de un peso abrumador, como de algo que hará difícil o imposible el progreso en la carrera cristiana. “Quitémonos,” dijo Pablo, “todo peso.”—Pro. 4:11, 12; Heb. 12:1.
2, 3. (a) ¿Por qué es el presente un tiempo adecuado para saber por qué Jehová detesta al orgulloso de corazón? (b) ¿Qué es este orgullo que la Biblia condena, y cómo afecta el correr de uno el poseerlo?
2 Es apropiado, en este “tiempo del fin,” que entendamos por qué el orgullo es tan detestable a Jehová y tal piedra de tropiezo contra el correr bien “en la correcta contienda de la fe.” En verdad, es en este mismísimo “tiempo del fin” que se vería una abundancia de “amantes de sí mismos,” individuos “arrogantes” e “hinchados de estimación propia.”—1 Tim. 6:12; 2 Tim. 3:1-4.
3 ¿Qué cosa es este orgullo que conduce a tropezar? Es el pensar muy elevadamente de uno mismo. Es el correr en un rumbo contrario al señalado por el apóstol: “Digo a todo el que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar.” “No se hagan discretos a sus propios ojos.” Es un fuerte trago de engreimiento que induce cierta clase de embriaguez. La persona orgullosa está borracha con adulación propia y amor propio. A tal persona, el correr la carrera cristiana “de acuerdo con las reglas” le es tan difícil como le es al borracho correr sin tropezar, porque “antes de un ruidoso estrellarse el corazón del hombre es orgulloso.”—Rom. 12:3, 16; 2 Tim. 2:5; Pro. 18:12.
4. ¿Cómo consideran Jehová y Cristo al orgulloso? ¿Con qué resultado?
4 “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse,” porque Jehová aborrece a las personas orgullosas. Las detesta. Se opone a ellas. “Dios se opone a los arrogantes.” Entre las siete cosas anotadas como detestables al alma de Jehová se encuentran los “ojos altivos.” Cristo Jesús, el que es la sabiduría personificada, dice: “El ensalzamiento propio y el orgullo y el mal camino y la boca perversa he aborrecido.” Cuando estuvo sobre la tierra Cristo declaró la regla inflexible: “Quienquiera que se ensalce será humillado.” Entonces, el resultado del orgullo es oposición de parte de Jehová y Cristo y humillación resultante para los orgullosos que se ensalzan a sí mismos.—Sant. 4:6; Pro. 6:16, 17; 8:13; Mat. 23:12.
POR QUÉ DETESTABLES A JEHOVÁ
5, 6. ¿Por qué le son algo detestable a Jehová los orgullosos de corazón?
5 Es fácil entender por qué los que son orgullosos de corazón son “algo detestable a Jehová.” No están buscando a Dios ni la verdad que viene de Dios. “El inicuo de acuerdo con su altanería no hace ninguna investigación; todas sus ideas son: ‘No hay Dios.’” Los pensamientos de dichas personas se espacían en cómo pueden ensalzarse a sí mismas. Rehusan dar la gloria y alabanza a Jehová.—Sal. 10:4.
6 Orgullo, altivez, arrogancia—todos éstos son características de los inicuos: “La altivez les ha servido de collar.” “Los ojos altivos y un corazón arrogante, lámpara de los inicuos, son pecado.” Los orgullosos de corazón no sólo no buscan a Dios, sino que se oponen a Dios y a sus siervos. Esta oposición engendra un espíritu de persecución: “En su altivez el inicuo persigue con ardor al afligido.” El Faraón orgulloso persiguió con ardor a los israelitas y sufrió las consecuencias de su acto arrogante. El orgullo coloca un fundamento para toda clase de iniquidad, sí, para la reprensible iniquidad de enseñar la religión falsa: “Si cualquier hombre enseña otra doctrina y no se aviene a palabras saludables, las de nuestro Señor Jesucristo, ni a la enseñanza que armoniza con la devoción piadosa, está hinchado de orgullo, no entendiendo nada, sino estando mentalmente enfermo sobre preguntas y debates acerca de palabras. De estas cosas brotan envidia, contienda, discursos ofensivos, sospechas inicuas, disputas violentas acerca de insignificancias.” ¡Con razón los orgullosos, los hinchados de orgullo, le son detestables a Jehová! Personas de esta clase le son desagradables aun al hombre; ¡cuánto más a Dios!—Sal. 73:6; Pro. 21:4; Sal. 10:2; 1 Tim. 6:3-5.
7. ¿Por qué deben preocupar al corredor cristiano las exhortaciones de la Biblia en cuanto al orgullo, y quién ilustra bien el hecho de que el orgullo está antes de un ruidoso estrellarse?
7 Pero, ¿por qué tantas amonestaciones en cuanto al orgullo si éste es característica de los inicuos? ¿Por qué debería ser un asunto de preocupación para el corredor cristiano? Porque el orgullo puede brotar en la vida del cristiano y resultar en desastre, porque el orgullo es parte de la “vieja personalidad” de la cual es preciso que se despoje el corredor cristiano si ha de correr “de acuerdo con las reglas.” La razón por la cual un hombre recientemente convertido no ha de ser recomendado para el puesto de superintendente, el apóstol dice, es por temor de “que se hinche con orgullo y caiga en el juicio pronunciado contra el Diablo.” Sí, la criatura espiritual que ahora es el Diablo mismo comenzó bien, pero el orgullo lo condujo a su caída; un ruidoso y humillante estrellarse le espera en el Armagedón: “Se te ha engreído el corazón a causa de tu hermosura; has corrompido tu sabiduría con motivo de tu esplendor: por eso, te echo a tierra; te pongo delante de reyes, para que te miren.”—1 Tim. 3:6; Eze. 28:17, Mod.
8. ¿Qué puede hacer a uno susceptible al orgullo, y cómo confirma esto la historia?
8 Del caso de Satanás el Diablo y la amonestación que se da contra el poner a un hombre recientemente convertido para servir de superintendente, se hace patente que el poseer autoridad y responsabilidad hace a uno susceptible al orgullo. Existió el orgulloso y poderoso Hamán, cuyo orgullo condujo a su propia caída. (Ester 3:5; 7:9) Existió el orgulloso Nabucodonosor, quien perdió su cordura después de brillar con orgullo, diciendo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado para metrópoli del reino, con la fuerza de mi poder, y para la gloria de mi grandeza?” (Dan. 4:30, Mod) Existió el orgulloso rey Belsasar, a quien Daniel dijo: “Y tú, su hijo, oh Belsasar, no has humillado tu corazón.” (Dan. 5:22, Mod) El perdió un reino y su vida. Existió el orgullo de Herodes, quien se arrogó la gloria para sí mismo en vez de dársela a Dios y por eso fué “comido de gusanos.” (Hech. 12:21-23) Verdaderamente, la historia es un largo registro del ruidoso estrellarse de hombres y naciones poderosos, lo que da testimonio del hecho que “el orgullo está antes de un ruidoso estrellarse.”
LA PRESUNCIÓN PRECEDE A LA DESHONRA
9. ¿Qué acto de infidelidad cometió el rey Uzías, y qué lo impulsó a semejante insensatez?
9 El poseer riquezas aumenta la susceptibilidad al orgullo. “El rico es sabio a sus propios ojos,” declara la Palabra de Dios. Considere lo que le sucedió al rey Uzías de Judá. Fué un adorador fiel de Jehová, pero tropezó cuando el orgullo brotó en su vida. En sus últimos años se hizo fuerte y próspero: “Tan pronto como fué fuerte, su corazón se hizo altivo aun al grado de causar ruina, de modo que obró infielmente contra Jehová su Dios y entró en el templo de Jehová para quemar incienso sobre el altar de incienso.” Al hinchado rey Uzías no le correspondía hacer esto. De modo que los sacerdotes lo reprendieron: “Salga usted del santuario, pues usted ha obrado infielmente y no es para gloria alguna a usted de parte de Jehová Dios.” ¿Aprovechó el rey Uzías esta reprensión? No, pues “Uzías se enfureció mientras tenía en la mano un incensario para quemar incienso, y, durante su furor contra los sacerdotes, la lepra misma le relumbró al instante en la frente ante los sacerdotes en la casa de Jehová.” ¡Herido de lepra en la frente! Leproso hasta el día de su muerte, Uzías perdió sus deberes regios y su hijo gobernó en su lugar. ¡Cuán triste estrellarse! Y le sucedió a uno que había servido a Jehová fielmente por tantos años. Pero la regla es cierta: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra.”—Pro. 28:11; 2 Cró. 26:16-21; Pro. 11:2.
10. ¿Cómo podemos sacar provecho de la experiencia de Uzías?
10 Los siervos de Jehová hoy día, aun los que no están en puestos de responsabilidad, pueden sacar provecho de la experiencia de Uzías. No se cuente usted entre las personas que jamás están convencidas acerca de una cosa a menos que hayan pasado por ella. No hay razón para experimentar el ruidoso estrellarse que sigue al orgullo. ¿Cómo saca uno provecho, entonces? Cuidándose de los actos presuntuosos, de decir o hacer cosas a causa de engreimiento cuando no le corresponden a uno. Manténgase en su lugar en la organización teocrática, jamás permitiendo que el orgullo lo haga a usted correr en el rumbo incorrecto, rumbo que conduce a un ruidoso estrellarse.
EL ORGULLO OBSTRUYE LOS BENEFICIOS DE LA REPRENSIÓN
11, 12. ¿De qué no sacó provecho el rey Uzías a causa del orgullo, y qué lección debemos recibir de ello?
11 No sea usted como Uzías. Él no sacó provecho de la reprensión y corrección. Él pudo haber aceptado la reprensión de los sacerdotes y salido inmediatamente del santuario. Dicho proceder sin duda hubiera evitado el ruidoso y humillante estrellarse que sufrió. Empero él permitió que el orgullo le sirviera de obstrucción que no le dejó aceptar la reprensión. “¿Has visto a un hombre sabio en sus propios ojos? Hay más esperanza para el estúpido que para él.” El hinchado Uzías menospreció la reprensión, aun dejó que ésta lo enfureciera. El orgullo lo cegó a los beneficios de la reprensión.—Pro. 26:12.
12 Puesto que la corrección y la disciplina vienen a todos los siervos de Jehová necesitamos recordar las palabras de Pablo a los hebreos: “Ustedes se han olvidado por completo de la exhortación que se dirige a ustedes como a hijos: ‘Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien ama Jehová él disciplina, de hecho él azota a todo el que recibe como hijo.’” Si el cristiano tiene en poco la disciplina que viene de Jehová por medio de su organización rehusando aceptar la reprensión en armonía con la Palabra de Dios, entonces esa persona es semejante a Uzías; está permitiendo que el orgullo le niegue los beneficios de la reprensión. “Cierto,” el apóstol explica, “ninguna disciplina parece gozosa por el momento, sino dolorosa; sin embargo después a los que han sido entrenados por ella les produce fruto pacífico, a saber, justicia.” Por eso cuando la corrección viene de la organización de Jehová, saque provecho de ella. No deje que el coloso del orgullo sea un obstáculo. La disciplina, aunque al principio es dolorosa, produce fruto pacífico, justicia y vida. “Echa mano fuertemente de la disciplina; no sueltes. Salvaguárdala, pues ella misma es tu vida.” “Las reprensiones de la corrección son el camino de la vida.”—Heb. 12:5, 6, 11; Pro. 4:13; 6:23.
13. ¿Cómo puede causar desavenencias el orgullo y hacer que uno tropiece?
13 No sorprende que el orgullo a veces cause desavenencias en una congregación cristiana. Si hay orgullo allí, la prole del orgullo probablemente esté allí—ira, espíritu de contradicción, sensibilidad, envidia, etc. “El que es arrogante de alma excita contiendas.” El orgullo es un obstáculo para la paz y la unidad. Se pueden allanar las desavenencias prestamente si no se permite que el orgullo sirva de obstáculo. Es tan fácil permitir que el orgullo cause hipersensibilidad. Puede que la persona sumamente susceptible, cuando siente que su dignidad ha sido herida, haga cosas que conduzcan a un tropezar y a un ruidoso estrellarse. Por ejemplo, ha sucedido que un siervo profeso de Dios ha roto una relación vital con la organización de Dios por medio de dejar de concurrir a las reuniones. Y ¿por qué? A menudo porque la sensibilidad o dignidad de tal persona ha sido herida por un acto impropio por parte de otro. Realmente puede ser sólo un mal imaginado, y el orgullo puede haber hinchado todo el asunto hasta convertirlo en una desavenencia inflada. Pero aunque otro siervo de Jehová no haya corrido la carrera “de acuerdo con las reglas,” aunque sea éste un siervo de la congregación, jamás permita que el orgullo lo haga salir de la carrera a usted. ¿Vale menos el premio de la vida eterna que el orgullo de uno? Reflexione algo sobre esta pregunta. Siempre que permitimos que el orgullo impida nuestro correr, el tropezar se encuentra adelante. “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse, y un espíritu arrogante antes del tropezar.”—Pro. 28:25; 16:18.
14, 15. ¿Cómo puede conducir el orgullo a huesos podridos, y qué debemos hacer en vista de los efectos del orgullo?
14 El orgullo puede conducir a un peligroso espíritu de competencia y a envidiar a otros que tengan dones superiores. La envidia, a su vez, conduce a la frialdad y a la falta de armonía. Por eso “no nos hagamos egotistas, provocando competencia unos con otros, envidiándonos los unos a los otros.” Recordando que “la envidia es podredumbre a los huesos,” no permitiremos que el orgullo haga pudrir los vigorosos huesos espirituales que tenemos para correr la carrera cristiana puesta delante de nosotros. ¿Y quién puede correr bien con los huesos podridos?—Gál. 5:26; Pro. 14:30.
15 Ya que ha considerado algo de la prole mala del orgullo y lo peligroso que le es el orgullo al corredor cristiano y cuán detestable es la persona orgullosa a la vista de Jehová, guárdese del orgullo. Pero, ¿cómo puede uno guardarse del orgullo? La Biblia muestra cómo.
CURANDO EL ORGULLO CON AMOR Y HUMILDAD
16. ¿Por qué tiene el amor suficiente fuerza para vencer el orgullo, y qué clase de amor se necesita para la humildad?
16 El amor tiene suficiente poder para vencer el orgullo y toda su prole mala. “El amor no es celoso, no se jacta, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se irrita. No lleva cuenta del daño.” El amor saldrá victorioso contra el orgullo si tenemos el amor que Jesús indicó cuando contestó la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” Jesús dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es éste: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ “Esta clase de amor de seguro ha de conducir a la victoria sobre el orgullo porque conduce a la humildad verdadera.—1 Cor. 13:4, 5; Mat. 22:36-39.
17. ¿Qué prenda de vestir necesitamos para correr a fin de ganar el premio, y por qué?
17 ¡Cuán opuestos están la humildad y el orgullo! “Antes de un ruidoso estrellarse el corazón del hombre es orgulloso, y antes de la gloria hay humildad.” El orgullo conduce a un ruidoso estrellarse, la humildad a la gloria. Para ganar el glorioso premio de la vida necesitamos humildad; la necesitamos para correr bien. La humildad, entonces, es la prenda de vestir que han de ponerse los corredores cristianos: “Todos ustedes cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros, porque Dios se opone a los arrogantes, pero da bondad inmerecida a los humildes. Por lo tanto, humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte al tiempo debido.”—Pro. 18:12; 1 Ped. 5:5, 6.
18. ¿Qué consideran muchas personas mundanas que es la humildad?
18 ¿Qué es esta humildad que precede a la gloria y a la exaltación? En este mundo moderno se entiende poco la humildad, e igualmente se ejemplifica poco. Muchas personas mundanas tienen a la humildad en baja estimación. La confunden con la cobardía y debilidad: es una virtud de los débiles y los cobardes, dicen. También ven la humildad como un disfraz para ocultar falta de energía o de habilidad.
19. ¿Qué consideraban algunos antiguos paganos que era el orgullo, y cómo aparentemente tenía engañados a algunos cristianos colosenses la humildad ficticia?
19 El concepto falso y la impopularidad de la humildad de hoy día no es nada nuevo. En el día de Pablo las personas mundanas ni entendían ni practicaban la humildad verdadera. Lo que se glorificaba era el orgullo o una humildad ficticia. Entre las virtudes catalogadas por Aristóteles, el orgullo y la altivez se llaman “la corona de las virtudes.” Otros enseñaban que las cosas materiales son inherentemente malas. Aparentemente algunos cristianos colosenses habían sido engañados por una forma de humildad ficticia, un ascetismo oneroso. Esto tenía un peligro doble: hacía que la persona creyera que el premio de la vida se concedía a los que simplemente adoptaban la práctica negativa de renunciar a las cosas materiales. En segundo lugar, producía una forma sutil de materialismo, puesto que las prohibiciones ascéticas hacen que uno concentre su interés y atención en las cosas materiales. Por consiguiente, el ascetismo derrotaba su propósito: hacía que la persona se concentrase principalmente en lo que afirmaba odiar, en cosas “que están todas destinadas a la destrucción al consumirse por el uso.” Para advertir a los colosenses que tal forma de humildad podría hacerles tropezar y hacer que fuesen privados del premio de la vida, Pablo escribió: “Que ningún hombre les prive del premio, hombre que se deleita en una humildad ficticia . . . un tratamiento severo del cuerpo.” No, la humildad verdadera no es ascetismo.—Col. 2:18-23.
20. ¿Qué es humildad, y qué resulta de tener un punto de vista falso de ella?
20 La palabra “humildad” se deriva remotamente de la palabra latina humus, que significa “tierra.” Humildad, literalmente, es sumisión de mente; es considerarse pequeño o insignificante. Es esta cualidad lo que los cristianos tienen que ponerse como una prenda de vestir: “Como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los tiernos afectos de la compasión, la bondad, la humildad de mente.” La humildad es lo contrario de la altivez. No obstante, “la humildad de mente” no tiene nada que ver con servidumbre, servilismo, cobardía o falta de energía. La falsa idea de que la humildad es debilidad lo priva a uno de las ricas bendiciones de la humildad verdadera. Veamos cómo se cultiva la humildad verdadera.—Col. 3:12.
EL FUNDAMENTO DE LA HUMILDAD
21. ¿Con qué empieza la humildad, y qué es su fundamento?
21 La humildad comienza con el conocimiento, el amor y el temor de Dios. La humildad nace del comprender cuán pequeños somos y cuán grande es Dios. La humildad se arraiga cuando la criatura el hombre comprende que él simplemente es el fluctuante brillo de una vela pero que Dios, “el Rey eterno,” es más brillante en gloria que la luz brillante del sol al mediodía. (Jer. 10:10, Mod) Sí, éste es el fundamento de la humildad: el comprender la infinita majestad de Dios y nuestra propia pequeñez. Dicha comprensión viene del conocimiento, la clase de conocimiento que Jehová impartió a Job, como se registra en el libro de Job, capítulos treinta y ocho al cuarenta y uno; ese conocimiento ayudó a Job a humillarse “bajo la poderosa mano de Dios.” Nosotros necesitamos esta clase de conocimiento. Nos facilita el colocarnos en la relación correcta con Dios y obedecer las palabras registradas en Santiago 4:10: “Humíllense a la vista de Jehová, y él los ensalzará.”
22. La humildad de mente de unos para con otros yace en ¿qué fundamento, y cómo ayudará tal humildad al corredor cristiano?
22 Por medio de humillarnos a la vista de Jehová también colocamos un fundamento para la humildad de mente tocante a nuestro prójimo, pues la humildad verdadera tocante al hombre yace finalmente en la humildad verdadera ante Dios. Con la humildad verdadera uno consigue la habilidad de verse tal como es en realidad; asimismo uno puede ver a otros como ellos son. Estando libre de necesidad alguna de desestimar sus cualidades y triunfos, uno puede apreciar de corazón lo que son y hacen. Por razón de la humildad, entonces, uno piensa de sí mismo no más elevadamente de lo que debería pensar. Aunque “el conocimiento hincha,” la humildad verdadera impedirá que aun las personas con educación superior se hinchen y tropiecen por razón de su propio orgullo. Los cristianos de humildad verdadera pueden correr la carrera de acuerdo con las reglas, “no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción o egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes.”—1 Cor. 8:1; Fili. 2:3.
EL MUNDO TIENE PUNTO DE VISTA FALSO DE LA HUMILDAD
23, 24. ¿Cómo pone de manifiesto Cristo la falsedad del punto de vista del mundo en cuanto a la humildad, y por eso cuál debe ser nuestro punto de vista en cuanto a ella?
23 ¡Cuán tergiversado el punto de vista del mundo en cuanto a la humildad, el de que es debilidad o un disfraz para ocultar la debilidad! Realmente el orgullo es debilidad; la humildad es fuerza. Cristo Jesús fué el hombre más humilde que jamás haya andado en la tierra. No obstante fué el más fuerte de los fuertes, el más valiente de los valientes, el más sabio de los sabios, el único hombre que no conoció debilidad o pecado en sí mismo. ¡Cuán grandes obras efectuó él, aunque no demandó ni aceptó crédito personal! (Juan 5:19) ¿Hubo alguna vez un caudillo tan grande como él y no obstante uno que lavara los pies de sus discípulos y dijera: “Les he puesto ejemplo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo”? ¡Cuánta autoridad tenía él: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre”! ¡Y sin embargo cuán humilde fué: “Soy de genio apacible y humilde de corazón”!—Juan 13:15; Mat. 11:27, 29.
24 En vez de ser un disfraz para la falta de inteligencia o energía, la humildad es fuerza y salud verdaderas. Es el escalón para la gloria. “Todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.” “La mismísima altivez del hombre terrestre lo humillará, pero el que es humilde de espíritu se asirá de la gloria.”—Luc. 18:14; Pro. 29:23.
25. ¿Cuál fué la actitud mental de Cristo y el resultado de ella, y por eso qué debemos hacer nosotros?
25 Todo lo que la Biblia dice concerniente a la humildad se ilustra y se confirma en aquel gran ejemplo, Cristo Jesús. Nosotros tenemos que modelar nuestra mente y vida según él. Tan vital es esto que el apóstol manda: “Retengan en sí mismos esta actitud mental que también estaba en Cristo Jesús.” ¿Qué actitud? “Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón Dios también le exaltó a un puesto superior.” Sí, “por esta misma razón,” porque Cristo se humilló y lo demostró por medio de ser sumiso y obediente a Dios, ha sido ensalzado al lugar más encumbrado que pueda ocupar criatura alguna en el universo. ¡Cuán veraz es que “antes de la gloria hay humildad”!—Fili. 2:5, 8, 9; Pro. 15:33.
26. ¿Cómo considera Dios a los humildes de espíritu, y con qué pérdida para los orgullosos?
26 Sí, la humildad es fuerza. Es la clase de fuerza que necesitamos para correr la carrera puesta delante de nosotros. Dios da fuerza únicamente a los humildes: “A este hombre empero miraré, a saber, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.” “Porque así dice el Alto y el Excelso, que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en el lugar alto y santo; habito también con aquel que es de espíritu contrito y humilde; para vivificar el espíritu de los humildes.” ¡Cuán insensato que el corredor se niegue a sí mismo la fuerza vivificante a causa de orgullo! ¿Cómo pueden recibir fuerzas los orgullosos de parte de Dios? Aun si oran sus oraciones son estorbadas, como Jesús lo demostró en el caso del fariseo cuya oración reflejaba el orgullo que se origina de la vanagloria de considerarse a sí mismo justo.—Isa. 66:2; 57:15, Mod; Luc. 18:10-14.
27. ¿Qué nos capacitará a hacer la humildad, y qué deben recordar los que anhelan el puesto de superintendente?
27 El correr la carrera de acuerdo con las reglas no es carga cuando uno tiene humildad verdadera. Los que son verdaderamente humildes son enseñables; sacan provecho de la reprensión. Comprenden que no están compitiendo en la carrera y que todos tienen que correr unidamente para obtener el galardón amoroso de Dios; de modo que se ayudan mutuamente, se animan mutuamente. La humildad hace posible que uno ‘predique la palabra’ a todos los hombres, en toda circunstancia. Hace posible que uno se entrene para el ministerio del Reino, que saque provecho del consejo que se da en la escuela del ministerio, que aprenda a decir las buenas nuevas de casa en casa. La humildad hace posible que los que se encuentran en puestos de responsabilidad sean como Jesús—humildes y siempre abordables. Si algún hombre está anhelando un puesto de superintendente, recuerde que el orgullo le sirve de obstáculo impidiendo que sea útil y sirva para mayores privilegios de servicio en la organización de Dios, porque Dios aborrece a los orgullosos y se opone a ellos. Recuerde que “antes de la gloria hay humildad.” Recuerde las palabras de Jesús: “Quienquiera que desee llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y quienquiera que desee ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes.”—Mat. 20:26, 27.
28. ¿Cómo se viste el corredor cristiano para la carrera, y con qué resultado?
28 Por eso quítese el orgullo, el peso que causa el tropezar. Póngase la prenda de vestir hecha a la medida para la carrera. “Cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros.” “Vístanse,” manda Pablo, con “la humildad de mente.” Esta es la prenda de vestir para correr sin tropezar; porque “el resultado de la humildad [y] el temor de Jehová es riquezas y gloria y vida.”—Pro. 22:4.
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La actividad ministerial de los testigos de JehováLa Atalaya 1959 | 1 de abril
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La actividad ministerial de los testigos de Jehová
LOS testigos de Jehová son un grupo de personas cristianas procedentes de toda clase social, toda raza y toda nación, y de centenares de diferentes lenguas. Pero cada uno de ellos está completamente dedicado a Jehová Dios; ha dedicado su vida al servicio de Dios y se ha bautizado en agua. Todos están resueltos, por la bondad inmerecida de Jehová, a hacer la voluntad divina según se presenta ésta en su libro de texto, la Santa Biblia. Todos son de la misma mente, teniendo la mente de Cristo. Confían en Jehová Dios como su maestro. “Está escrito en los Profetas: ‘Y todos ellos serán enseñados por Jehová.’ Todo el que ha oído la enseñanza del Padre y que ha aprendido viene a mí.” (Juan 6:45) Los testigos de Jehová aprecian el hecho de que Jehová es el Supremo del universo y quien posee todo el conocimiento y sabiduría. “Pues ‘¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, para que pueda instruirle?’ Pero nosotros sí tenemos la mente de Cristo.” (1 Cor. 2:16) Por eso, porque son de una sola mente, los testigos de Jehová situados en todas partes del mundo trabajan armoniosamente.
El trabajo que hacen es el mismo trabajo que hizo Cristo Jesús, su Maestro y Cabeza, y que hicieron los seguidores inmediatos de él, sus apóstoles. Acerca de Jesús está escrito que “recorrió toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino.” Y Pablo dice respecto a su propia actividad ministerial: “No me retraje de decirles cosa alguna que fuera de provecho ni de enseñarles públicamente y de casa en casa.” (Mat. 4:23; Hech. 20:20) Que el tiempo vendría cuando esta obra de predicar y enseñar públicamente se efectuaría en escala global lo dió a saber Jesús
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