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¿Es un sueño la unidad mundial?La Atalaya 1955 | 1 de junio
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de la desunión y llegar a un nuevo mundo de unidad y vida eterna.
Entonces, en ese nuevo mundo edificado por Jehová, nuestra unidad será igual a la de los cielos, a la de las langostas que no rompen fila, a la de los variados matices de la naturaleza, a la de los incontables sonidos de diferente tono y volumen que llenan los arroyos y los campos, los bosques y las montañas. Nuestra unidad será igual a la de ellos porque vendrá de la misma fuente, de Jehová el Dios de unidad, el Creador del justo nuevo mundo de unidad, el que invita a los amadores de la unidad a entrar en su nuevo mundo y vivir allí eternamente. ¿Aceptará usted su invitación? ¿Vivirá en este nuevo mundo de unidad, cosa con la cual los hombres sólo pueden soñar, pero que sólo Jehová puede lograr?
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El sistema anticristiano de castasLa Atalaya 1955 | 1 de junio
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El sistema anticristiano de castas
A MUCHAS personas la palabra “casta” inmediatamente les recuerda de la India, donde el sistema de castas ha sido una maldición por tantos siglos. No obstante, este tema de castas no es de interés solamente teórico o académico a los que residen fuera de la India. Al contrario, cuando se considera en todas sus ramificaciones, se verá que es muy pertinente para todos los que quieren guiarse por la Palabra de Dios, la Biblia.
La palabra “casta” viene de la palabra latina “casta,” la cual quiere decir pura. En castellano significa generación o linaje, y por inferencia raza pura o no mezclada. El diccionario de la Real Academia Española da como la segunda acepción: “Parte de los habitantes de un país que forma clase especial, sin mezclarse con las demás, unas veces por considerarse privilegiada y otras por miserable y abatida.” Según el diccionario en inglés de Wébster “casta” es “una orden o clase de personas más o menos separada en la sociedad que principalmente se mezcla entre sí, basándose la separación en tales cosas como diferencia en cuanto a riqueza, rango o privilegios hereditarios, profesión, oficio, etc.” Es realmente un principio falso de divisiones sociales de la gente en grupos egoístamente exclusivos, según supuestos rangos sociales de personas que tienen la misma posición relativa o poseen características comunes. Entre las manifestaciones del sistema de castas por lo tanto se incluiría la parcialidad de raza, la distinción entre clero y laico, cualquier exclusivismo que se deba a la “sangre,” riqueza, erudición, etc., así como cualquier favoritismo que se manifieste debido a tener en común admiración para ciertos líderes humanos, o sectarismo, o debido a pertenecer a grupos de ciertas edades.
El sistema de castas parece haber tenido su origen al tiempo que las clases gobernantes y sacerdotales se organizaron en Babel después del Diluvio, cuando se desarrollaron dinastías como una subversión de las divisiones patriarcales de familias autorizadas por Jehová Dios y también ilustradas en la familia de Noé y en los descendientes de Jacob. En la India el sistema de castas se remonta hasta más de mil años antes de Cristo, y fué instituído, según parece, por los invasores arios de tez blanca para mantenerse como clase superior. Esto se corrobora por la palabra india para “casta,” varna, que quiere decir “color.”
El sistema de castas es injusto, incompatible con la regla de Cristo de ‘hacer a otros como queremos que ellos nos hagan.’ Es faltar en cuanto al “amar a tu prójimo como a ti mismo.” Priva a personas de sus derechos en los campos político, económico, religioso y social. Adicionalmente, encadena a sus víctimas con un complejo de inferioridad.—Mat. 7:12; Mar. 12:31, NM.
El sistema de castas resulta en daño no sólo para los que son oprimidos por éste sino también para los que tienen privilegios debido a él, porque los enaltece; engendra orgullo y prejuicio, y “la soberbia precede a la destrucción, y el espíritu altivo va delante de la caída.” Ya que se dice que Dios mora con los humildes y contritos, debe estar muy alejado de los arrogantes y soberbios, porque los tales se inclinan a decir: “¿Puede salir algo bueno de Nazaret?”—Pro. 16:18; Juan 1:46, NM; Isa. 57:15.
NINGÚN SISTEMA DE CASTAS ENTRE ISRAELITAS
La Palabra de Dios no admite ninguna distinción de casta debido a raza, nacionalidad o color, porque, como dijo el apóstol Pablo a los atenienses en el Cerro de Marte, todos pueden trazar su origen a un solo padre, Adán. Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para habitar sobre la entera superficie de la tierra.” Y como Eliú mostró a Job, Dios “no hace acepción de los príncipes ni da la preferencia al rico sobre el pobre, porque obra de sus manos son todos ellos.”—Hech. 17:26, NM; Job 34:19, BC.
En lugar de alguna distinción de casta la justicia es lo que cuenta con Jehová, cosa que Pedro hizo destacarse tan bien al tiempo que el espíritu santo se le otorgó a Cornelio: “Dios no es parcial, sino que en toda nación el hombre que le teme y obra justicia es aceptable a él.” Y esto fué verdad no sólo después que terminaron las “setenta semanas” señaladas de favor especial a los israelitas, sino mucho antes de ese entonces. De hecho, dos veces la entera nación de Israel estuvo al borde de ser destruída por Jehová debido a su curso rebelde, primero por causa de su idolatría al hacer el becerro de oro mientras Moisés estaba en el monte, y segundo, por su rebelión al oír el informe desfavorable de diez de los espías.—Hech. 10:34, 35, NM.
Sí, vez tras vez se dejó que los descendientes naturales de Abrahán entraran en cautiverio y sufrieran la muerte por pestilencia, etc., por causa de su infidelidad. Por otra parte, los gentiles que ejercieron fe fueron bendecidos por Jehová. Para unos cuantos ejemplos, note la multitud mixta que siguió a los israelitas al salir éstos de Egipto, a Rahab, los gabaonitas, Rut, la viuda de Sarepta, el leproso Naamán. Porque Jesús llamó a la atención de los judíos de su día algunos de estos hechos desfavorables ellos procuraron matarlo.—Luc. 4:25-30.
Aunque a los israelitas se les mostraban favores especiales, eso no se debía a que ellos fueran de una casta superior, sino que se debía a la fe de sus antepasados, por causa del amor que Jehová les tenía a ellos, y por causa de Su nombre. Se les mandó que trataran justa y amorosamente a los no israelitas en medio de ellos: “El residente temporal que mora con ustedes por algún tiempo debería llegar a ser para ustedes como nativo suyo, y debes amarlo como a ti mismo.” “Debería resultar que haya una ley y una decisión judicial para ustedes y para el residente temporal que esté morando con ustedes por algún tiempo.”—Lev. 19:34; Núm. 15:16, NM.
El hecho de que no se les permitiera a los israelitas casarse con los paganos que estaban en derredor de ellos no se debió a casta sino que tuvo como objeto mantener pura la adoración de Jehová, razón por la cual también fueron comisionados para actuar como ejecutores de
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