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“La perpetua virginidad de María”... sus consecuencias¡Despertad! 1985 | 8 de noviembre
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Las consecuencias de las enseñanzas
El profesor J. J. Pelikan, de Yale, escribe: “La propagación del ideal ascético en la iglesia contribuyó a dar apoyo a este punto de vista de María como modelo de virgen eterna”. Este “ideal ascético” se manifestó también en el desarrollo del monacato y el celibato en los siglos después del Concilio de Nicea. Centenares de miles de sacerdotes, monjes y monjas católicos se han esforzado —algunos con éxito, muchos sin éxito— por llevar una vida de abstinencia porque su iglesia ha enseñado que las relaciones sexuales y la santidad son incompatibles.
Es significativo que la principal autoridad eclesiástica, “san” Agustín, “identificó el pecado original con la concupiscencia sexual”. Es cierto que la mayor parte de los teólogos católicos del día moderno ya no están de acuerdo con esta interpretación. Pero ¿no es cierto que la doctrina de la perpetua virginidad de María y la ley del celibato obligatorio para los sacerdotes crea la impresión de que las relaciones sexuales son impuras? Además, ¿no ha complicado el problema para millones de católicos la norma que el Vaticano ha reiterado sobre el divorcio y el control de la natalidad?
Más importante aún, ¿cuál es el punto de vista bíblico tocante a las relaciones sexuales?
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El punto de vista bíblico sobre asuntos sexuales¡Despertad! 1985 | 8 de noviembre
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El punto de vista bíblico sobre asuntos sexuales
PARA muchos católicos sinceros, la mismísima idea de que María haya tenido contacto sexual con su esposo, José, es inconcebible y escandaloso. Esto se debe a que la entera actitud de su iglesia para con las relaciones sexuales ha dado al católico de término medio la impresión de que una persona no puede ser realmente santa si tiene contacto sexual con alguien, incluso en el estado matrimonial. Pero ¿son incompatibles el matrimonio y la santidad? ¿Qué indica la Biblia?
En el Israel de la antigüedad, Dios exigía que los sacerdotes fueran santos, y sin embargo, el matrimonio era apropiado para ellos. (Levítico 21:6, 7, 13.) En la congregación cristiana, Pedro —a quien la Iglesia Católica considera como el primer papa— era un hombre casado, tal como lo eran la mayoría de los apóstoles. (Mateo 8:14; 1 Corintios 9:5.) En la congregación cristiana, el “superintendente” (“obispo”, en La Nueva Biblia, Latinoamérica, católica) podía ser el “esposo de una sola mujer”. (1 Timoteo 3:2.) Y los “ancianos” (“priests” [sacerdotes] en la Versión Douay, traducción católica en inglés) podían casarse. (Tito 1:5-8.) De hecho, todos los cristianos fieles del primer siglo eran “escogidos de Dios, santos y amados”, y muchos de ellos estaban casados. (Colosenses 3:12, 18-21.) Carecería de sentido afirmar que en aquellos matrimonios no existían las relaciones sexuales, pues eso sería una contradicción directa del consejo apostólico dado en 1 Corintios 7:2-5.
Así que, de acuerdo con la Biblia, el matrimonio y la santidad no son incompatibles. ¿Se referiría Dios a sí mismo como el ‘esposo’ de la nación de Israel, y hablaría la Biblia acerca de Cristo como el “esposo” de la congregación cristiana, si hubiera algo inmundo en cuanto a la relación matrimonial? (Isaías 54:5; 62:4, 5; Efesios 5:23-32; Revelación 19:7; 21:2, 9.)
Por consiguiente, no tenemos que sentir remordimiento por aceptar el claro testimonio bíblico de que, después del parto virginal de María (del cual nació Jesús), José llevó una vida conyugal normal con María y engendró otros hijos e hijas. Estos fueron hermanastros
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