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Los niños de hoy, el mundo del mañana¡Despertad! 1980 | 8 de abril
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Los niños de hoy, el mundo del mañana
¿Cómo será?
“SE PROHÍBE RIGUROSAMENTE LA ENTRADA A MÁS DE UN COLEGIAL A LA VEZ.” Así decía un letrero colgado en la puerta de una dulcería en Inglaterra. Los niños robaban tanto que el tendero tenía que vigilar a cada uno. El comunicado de prensa continuaba con las siguientes palabras:
“De las escuelas circundantes, que son del todo típicas, diariamente sale una ralea infantil de las más toscas, egoístas y groseras que se han producido, niños que se meten en los autobuses a fuerza de empujones y empellones, que gritan palabras obscenas en voz tan alta que se les puede oír de un lado de la calle al otro, y que juzgan las raterías como cosa loable con tal que puedan cometerlas con impunidad.”
Un maestro de una de las progresivas escuelas de “aulas libres” o enseñanza individualizada de Inglaterra denunció al rector de la escuela, diciendo:
“Usted ha traído en sustitución un ambiente de alboroto, de desenfreno total, en el que cada cual puede hacer lo que se le antoja en el momento a fin de satisfacer su propio placer. El caos y la anarquía se han apoderado de la escuela. Se desaprueba la disciplina como anticuada. Se atrae a los niños a maneras de comportarse que los perjudican, tanto porque estorban su progreso en cuanto a aprender cosa alguna como porque producen comportamiento antisocial. Ellos crecen ignorantes, egoístas, groseros . . . indolentes, incapacitados.”
Esos informes se hicieron hace tres o cuatro años. Un informe de 1979 muestra que las cosas no han cambiado. Bajo el título “Las escuelas arruinadas de la Gran Bretaña,” este informe dice que la falta de logros académicos es atemorizante. Los estudiantes “no han adquirido el estándar mínimo aceptable en los conocimientos fundamentales de lectura, escritura, aritmética y comunicación.” Dice que el método progresivo con su confusa colección de asignaturas ‘de moda’ es un “depósito de chatarra educacional.”
En el Canadá los titulares de los periódicos relatan lo que está sucediendo en las escuelas: “Mengua la aptitud estudiantil en la lectura.” “Ya no se suspende a nadie, los diplomas de escuela secundaria carecen de significado.” “Si uno quiere que lo quieran, tiene que pasarlos de año.” “Maestros hablan acerca de la baja moralidad y falta de valores de los estudiantes.” “A causa de los vándalos y la violencia en la escuela la junta escolar se encuentra en un callejón sin salida.”
Informes procedentes de Australia dicen: La disciplina es un problema. Debido a ello los maestros están abandonando su profesión. Los novatos del magisterio son de peor calidad. Prescindiendo de lo que necesite la sociedad, la tolerancia excesiva y el énfasis en los derechos individuales vienen primero. La presión de los compañeros de clase, a veces violenta, obliga a centenares de estudiantes a aceptar las bebidas alcohólicas y las drogas.
En las escuelas de la Unión Soviética se manifiesta parcialidad. La calidad de la instrucción escolar difiere muchísimo... es inadecuada en los sectores rurales, buena en las ciudades. Pero en todas partes el sistema produce cínicos: “El muchacho de escuela secundaria típico no cree en nada.” Los estudiantes se valen de sobornos para entrar en las escuelas más codiciadas, y hay un próspero mercado negro de libros.
China da la apariencia de ser extraordinaria a este respecto. Los visitantes quedan impresionados por el comportamiento cortés y disciplinado de los niños. Los estudiantes reciben a las personas que visitan sus clases con una canción y una danza. Las respuestas que los estudiantes dan a las preguntas son impresionantes. Aparentemente no hay problemas relacionados con las drogas. Sin embargo, parece que las giras están bien planeadas y son cuidadosamente vigiladas. Un reportero se desvió del itinerario de la gira y halló a un grupo de niños reunidos en un cuarto de baño. Un muchacho se acercó intrépidamente, se plantó frente a él y se puso a orinar. Los otros niños se volvieron hacia el reportero e hicieron lo mismo. Después de esto, él llegó a la conclusión de que en las giras “ciertas cosas se preparan con el fin específico de presentar una exhibición.”
En el Japón los maestros se quejan de deficiencia en los logros escolares. Cunden la violencia y el vandalismo. Considere un ejemplo de ello: Treinta estudiantes, la mayoría de ellos adolescentes de menos de 16 años de edad, cinco de ellos muchachas, golpearon a seis maestros con barras de madera y palos de bambú y rompieron las ventanas y las puertas de vidrio de la escuela. Pero el elemento sobresaliente de las escuelas japonesas es el examen. En las escuelas públicas se exige que los estudiantes se sometan a exámenes rígidos para entrar en las escuelas secundarias y en las universidades... y la calidad de la escuela en que ingresen los jóvenes depende de la nota que obtengan. A fin de entrar en las escuelas privadas de calidad los jóvenes empiezan a someterse a exámenes cuando entran en la escuela de párvulos. El examen al que hay que someterse a fin de entrar en la universidad lleva varios días, y se le conoce como el “examen del infierno,” y como resultado de él varias personas se suicidan todas las primaveras.
El más asombroso examen universitario se efectúa en la India. Los estudiantes de ese país afirman que nacen con el derecho de copiar y hacer trampa en los exámenes.
Como resultado de esto, los grados o títulos de la mayoría de las universidades carecen de valor y los patronos y las instituciones de enseñanza superior hacen caso omiso de ellos. En sentido literal, graduados analfabetos engruesan las filas de los desempleados.
Un estudio que se realizó en unos 20 países y abarcó a 9.700 escuelas y 250.000 estudiantes reveló que hay una tremenda diferencia de logros entre los estudiantes de las naciones industriales y los estudiantes de los países menos desarrollados. Aunque el nivel de aprendizaje de lectura, escritura y aritmética es muy deficiente en las naciones industriales, es mucho peor en los países menos desarrollados. En esos últimos lugares el analfabetismo es elevado y la mitad de los niños que entran en la escuela abandonan sus estudios para el tercer año.
En vista de cómo son los niños hoy, ¿qué clase de adultos llegarán a ser? Gobernado por adultos de esa clase, ¿cómo será el mundo del mañana?
Piense en ello a medida que lea lo siguiente... un informe de lo que está sucediendo en las escuelas de una de las naciones más prominentes del mundo.
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Escuelas que fracasan¡Despertad! 1980 | 8 de abril
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Escuelas que fracasan
En los Estados Unidos, la sociedad no sabe ayudar a las escuelas. Las escuelas no ayudan debidamente a sus estudiantes. Los estudiantes no se ayudan a sí mismos. Sus padres tampoco están efectuando trabajo excelente
“¡ME ENGAÑARON!,” afirma un graduado de segunda enseñanza que no cayó en cuenta de ese hecho sino hasta que tuvo que abandonar sus estudios universitarios después de dos años. “¿Qué pasó? ¿Por qué no me hallaba preparado?” pregunta él, y entonces sigue diciendo:
“Fui a la escuela secundaria durante la era progresiva, cuando los filósofos educacionales hablaban acerca de ‘aulas alegres,’ y todos exigíamos cursos que fueran ‘pertinentes’ (sea eso lo que sea). Al mirar atrás, me doy cuenta de que el problema estribó en que los educadores cedieron ante nosotros con demasiada facilidad. . . . Trataron de darnos la ‘alegría’ y la ‘pertinencia’ que nosotros exigíamos, mientras que lo que realmente necesitábamos era aprender a construir las oraciones y, a menudo, recibir una patada veloz en el trasero.”
Un columnista informó que otro estudiante había presentado la siguiente queja:
“Estoy en el décimo grado y mi ortografía no vale un comino. Se supone que la escuela secundaria a la cual yo asisto sea una de las mejores del Estado. Desde el Quinto Grado no he recibido ningún curso en ortografía. Cada año el maestro al cual informamos nuestras actividades nos pide que alistemos los cursos que quisiéramos que se ofrecieran. Por cinco años seguidos he estado poniendo ‘ortografía’ y ‘gramática.’ ¿Y qué recibo? Películas extravagantes que se supone que sean ‘educativas.’”
La nación gasta más que nunca antes en sus escuelas primarias y secundarias —unos 75.000.000.000 de dólares al año— y esas escuelas están fracasando miserablemente. Durante los últimos 15 años las notas que se obtienen en los exámenes para ingreso en las universidades han sido cada vez más bajas.
Se inflan las notas y se pasa de año automáticamente
Los expertos han estado investigando el asunto, e informan lo siguiente: Por causa de los métodos de enseñanza progresivos y los cursos selectivos que carecen de sentido quedan fuera las asignaturas básicas... lectura, escritura y matemática. Juanito no solo no puede leer, sino que tampoco puede escribir, sumar, ni restar. Los cursos de inglés han sido reemplazados por la fantasía científica y las películas. La escritura de ensayos ya no está de moda. Los libros de texto son menos exigentes... tienen más ilustraciones, márgenes más amplios, palabras más simples y oraciones más cortas. Se requiere la mitad de la tarea escolar que se requería en días anteriores. Se tolera hasta un 25 por ciento de absentismo. Se inflan las notas. Se pasa de año automáticamente sea cual sea el mérito. Los diplomas significan 12 años de asistencia, no un logro escolástico.
A causa de que los diplomas carecen de significado, los tribunales se han envuelto en el asunto. A este respecto The Wall Street Journal, en su número del 9 de mayo de 1978, dijo: “Si una escuela gradúa a un estudiante sin tomar en cuenta lo que éste ha aprendido, también se le puede poner pleito por ello. Se han entablado media docena de pleitos en contra de escuelas por todos los EE. UU., y en estos pleitos la acusación esencial ha sido negligencia docente.”
Sin embargo, los mismos peritos que informaron el fracaso de las escuelas dicen que las escuelas no son las únicas que llevan culpa en este asunto. Los hogares rotos, los hogares dirigidos por una madre soltera o un padre sin esposa, los hogares en los que ambos padres trabajan, en los que los padres son indulgentes... de tales hogares vienen a la escuela niños perturbados e indisciplinados, a los cuales es difícil impartir enseñanza.
La televisión produce mentalidades perezosas, y “para cuando llegan a los 16 años de edad, la mayoría de los niños han pasado entre 10.000 y 15.000 horas observando la televisión, más tiempo que el que han pasado en la escuela.” Uno de los expertos dijo: “La televisión se ha convertido en un padre o madre sustituto, un maestro suplente.”
Otro educador dijo sin rodeos: “Si a usted le parece que hay un problema grave en cuanto al alfabetismo y quiere mejorar la capacidad de leer y escribir de sus hijos, le sugiero que apague la televisión y el radio, desconecte los teléfonos y dictáfonos, suministre padres que sean lectores ávidos y escritores prolíficos y que sean razonablemente ricos.”
Esta última cita introduce otro factor... el factor económico. El Daily News de Nueva York del 8 de marzo de 1979 tenía los siguientes titulares: “El lugar donde uno vive determina cómo le irá,” y daba este informe:
“La EP [Escuela Pública] 131 de Jamaica Estates, en Queens, está rodeada de calles sosegadas, costosas casas de ladrillos para una sola familia, y de personas que sonríen y se saludan cuando se ven en la calle. Sus estudiantes lograron las notas más altas en las pruebas de lectura que se hicieron en toda la ciudad.
“La EP 75, en la calle Faile, del Bronx, está precisamente en medio de un barrio bajo. Al marcharse de la escuela, tanto los maestros como los estudiantes tienen que andar con cautela debido a los asaltantes y los toxicómanos. Los estudiantes de la EP 75 tuvieron las notas más bajas en las pruebas de lectura.
“‘Esto nos debe decir algo,’ dijo Evelyn Leakey, que tiene un hijo en el quinto grado de la EP 75. ‘En esa escuela no se aprende, y yo no tengo recursos para enviarlo a ninguna otra parte.’”
“Hay que culpar a la sociedad”
Un anterior ministro del Trabajo, Willard Wirtz, miembro de un grupo de individuos que estudia la baja en el nivel de las notas o calificaciones en las pruebas, hizo notar que las notas de las personas de raza negra eran más bajas que las de raza blanca en proporción con las situaciones sociales y económicas desaventajadas de las primeras. “La responsabilidad,” concluyó él, “no puede recaer solo en las escuelas. Hay que culpar a la sociedad entera.”
Los graduados que carecen de las aptitudes educacionales básicas están en desventaja en cuanto a sus oportunidades de hallar empleo y mantenerse empleados.
Los negocios gastan más de 40.000.000.000 de dólares al año en tratar de compensar por los fracasos de las escuelas. Un funcionario de una compañía presentó la siguiente queja:
“Estamos haciendo lo que los educadores deberían hacer. Los graduados de universidad no pueden escribir informes; los graduados de escuela secundaria no pueden leer, deletrear ni escribir; los mecanógrafos no pueden escribir más de 30 palabras por minuto... y todos tienen vocabularios muy deficientes. Doce años es un tiempo muy largo para pasarlo en la escuela y salir sin los conocimientos básicos.”
Es un comentario triste decir que la nación que ha dividido el átomo, enviado hombres a la Luna en viajes de ida y vuelta, y enviado a Júpiter una astronave que transmite fotografías a la Tierra, no haya enseñado aún a todos sus adultos a llenar solicitudes de trabajo o a calcular el vuelto en los mostradores de verificación de los supermercados. ¡De seguro debe haber un remedio!
¿Pero cuál es?
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Los maestros bajo ataque¡Despertad! 1980 | 8 de abril
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Los maestros bajo ataque
Algunos merecerían calificación de suspendido, otros sufren por culpas ajenas. Todos están expuestos a serio peligros en su trabajo.
“DICK y Jane [una referencia a jóvenes típicos, tomada de personajes de libros de lectura elemental en inglés] no saben leer, ni escribir ni resolver problemas de aritmética debido a que sus maestros tampoco saben.” Esa fue la acusación general que levantó este año The Wall Street Journal. Para apoyar esa declaración, esta publicación citó ejemplos. En Nueva Orleáns, unos maestros que marchaban en huelga llevaban un letrero que debería decir: “Estamos en huelga porque queremos un sueldo decente,” pero la palabra para “decente” estaba mal escrita, con una “s” innecesaria. En el estado de Virginia, EE. UU., en un manual impreso para estudiantes del tercer año de escuela primaria se suponía que se preguntara: “¿Qué dijo la estatua a los arqueólogos?” pero a “arqueólogos” le faltaba la “e.” Un maestro del estado de Alabama cometió varios errores crasos en una nota a un padre en cuanto a por qué su hijo no pasaría de año. Otra fuente de información habla acerca de una niña que llegó a su casa llorando. En un examen de ortografía ella escribió la palabra inglesa para “capullo” correctamente, pero su maestra la “corrigió” añadiéndole una “o” superflua.
En los Estados Unidos, la incompetencia, aunque no incluye a todos los maestros, es de alcance nacional. Por eso, en muchos estados se ejerce presión para obligar a los maestros nuevos a someterse a diversas pruebas de aptitud. Algunos funcionarios de uniones de maestros presentan la protesta de que a los maestros se les está haciendo llevar la culpa de otros con relación a la baja que en escala nacional se observa en el nivel de las calificaciones que son resultado de los exámenes. Esta protesta tiene validez. Hay diversos elementos tras el fracaso de muchas escuelas públicas, y hay muchos maestros que son profesionales competentes. No obstante, hay muchos que no lo son; es legítimo someter a exámenes a éstos para mantenerlos fuera.
Riesgos del trabajo
Muchos obreros industriales están expuestos a sustancias químicas que causan cáncer y que les causan la muerte unos 20 ó 30 años después. Muchos maestros están expuestos a peligros que les causan daño y a veces la muerte. El Instituto Nacional de Educación de los E.U.A. calcula que, cada mes, 5.200 maestros de escuelas de segunda enseñanza son atacados físicamente y 6.000 son víctimas de robo violento. Cada mes se asalta a unos 282.000 de sus estudiantes; mensualmente, a 112.000 se les hace víctimas de robo.
La revista U.S. News & World Report del 21 de mayo de 1979 llamó atención a parte de la violencia escolar de la siguiente manera:
“Mientras estudiantes de segundo año de escuela primaria observaban, a punta de pistola un intruso obligó a una maestra de California a desvestirse, y entonces la hizo víctima de un ataque sexual. Al irse, el asaltante se llevó la ropa y la cartera de la maestra. Los niños la cubrieron con sus suéteres y chaquetas.
“Una maestra de Nueva Orleáns observó a dos muchachos lanzar desde un balcón de un segundo piso a un niño de menos edad. Ella se abstuvo de intervenir porque temió que entonces los muchachos la atacaran.
“Unas jovencitas de una escuela secundaria de Los Ángeles, furiosas por sus calificaciones bajas, lanzaron fósforos encendidos contra su maestra y le encendieron el pelo. Como resultado de esto la maestra sufrió un colapso emocional.
“En Alexandria, en el estado de Virginia, estudiantes vandálicos acuchillaron los neumáticos de un auto de policía en una zona de estacionamiento de una escuela de segunda enseñanza, escribieron palabras relacionadas con drogas en las paredes de la biblioteca, arrancaron los portones del frente de la escuela, rompieron ventanas, arruinaron una alfombra con pegamento, hicieron detonar un explosivo en una zona de fumar, cortaron en varios lugares la cadena de una cerca de la escuela, derramaron aceite de motor en un pasillo y cortaron el asta de la bandera de la escuela con un cortatubos y la lanzaron a través de una ventana contra la oficina del director de la escuela. Más tarde la escuela fue cerrada después de un fuego devastador, aparentemente premeditado.
“En Austin, Texas, mientras 30 de sus compañeros de clase observaban, el hijo de 13 años de edad de George Christian, quien había sido secretario de Prensa de la Casa Blanca, mató de un disparo con rifle semiautomático a su maestro de inglés. El maestro le había dado al joven una calificación de suspendido.”
Por años los maestros se han sentido desanimados por los informes de violencia. Esto da mala reputación a las escuelas, lo cual, a su vez, da mala reputación a los administradores de éstas. En Nueva Jersey, un miembro de una agrupación de fuerzas que procuraba reducir tal delincuencia dijo: “Los administradores intimidan al personal de las escuelas para que olviden los incidentes de violencia.” Cuando los estudiantes saben que la violencia resulta en que la policía actúe, la violencia disminuye.
Éxodo de la zona de batalla
Muchos maestros sufren de fatiga de combate; manifiestan inquietudes y neurosis similares a las que sufren los soldados que vienen de la guerra. Algunos han comenzado a tener a la mano en sus escritorios latas de gas lacrimógeno, silbatos de policía y hasta armas de fuego. Pero la mayoría de los maestros tienden a ser pasivos, gente idealista, personas que no están capacitadas para envolverse en tal combate ni están dispuestas a ello. Así es que optan por abandonar el campo por completo. En los últimos años las renuncias y los retiros prematuros han reducido drásticamente la cantidad de maestros experimentados y dedicados. Es una pérdida para los niños, los padres, las escuelas y la sociedad. Todos éstos también tienen culpa por esta pérdida. Todos han contribuido a ella.
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Las aptitudes o las frivolidades... ¿cuáles prevalecerán?¡Despertad! 1980 | 8 de abril
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Las aptitudes o las frivolidades... ¿cuáles prevalecerán?
Era una noche fría y el hombre dejó que el camello metiera la cabeza en la tienda de campaña. Entonces el cuello. Luego los hombros. Pronto el camello estuvo dentro de la tienda y el hombre afuera titiritando. Eso dice una fábula. De manera similar, a medida que en el plan de estudios escolar se introdujeron cursos electivos, la lectura, la escritura y la matemática fueron quedando fuera.
HOY día en las escuelas de muchos países existe una falta lamentable de aptitudes o conocimientos prácticos, y “el entusiasmo que se manifiesta por la técnica de pintar con los dedos no es sustituto aceptable,” declaró una señora que antes era maestra. “Las escuelas han adoptado una gran cantidad de actividades, ninguna pedida por nosotros,” dijo. “Se preocupan por las necesidades emocionales de los estudiantes, por sus necesidades sociales y, en último lugar, por sus necesidades educativas. Las consideraciones sobre la vida de familia son, en la mayoría de los casos, un eufemismo por pornografía en la sala de clases.”
Esa última acusación recibió apoyo el 19 de junio de 1979 cuando el Post de Nueva York salió con los siguientes titulares en su primera plana: “Escolares de tierna edad recibirán lecciones de sexo clasificadas X [no aptas para menores de 16 años].” Estos detalles siguieron:
“La Junta de Educación está dando pasos para revisar su programa de educación sexual para que, tan temprano como en el quinto grado, se consideren temas que hasta ahora se consideraban prohibidos. La nueva materia ‘clasificada X’ incluiría el aborto, la homosexualidad, la contracepción y la masturbación. . . . Los funcionarios escolares opinan que esta educación sexual más temprana es necesaria porque ha habido un aumento alarmante en la cantidad de preñeces no deseadas y de casos de enfermedades venéreas entre los adolescentes. Los funcionarios también están proponiendo información sexual práctica en lugar de la materia corriente que pone de relieve los procesos biológicos. Por ejemplo, tan temprano como en el quinto grado los estudiantes considerarían diferentes métodos de contracepción.”
¿Le suena familiar eso? ¿No se empleó ese mismo argumento cuando por primera vez se introdujo la educación sexual en las escuelas, a saber, que reduciría la promiscuidad y las preñeces? Según el registro, lo único que se redujo fue la aptitud en lectura, escritura y matemática.
El “inglés de los negros”
Hace años, si una pobre jovencita de tez oscura, al expresarse en la sala de clases de una escuela estadounidense, hubiese empleado el inglés chapurrado que solían hablar sus bisabuelos esclavos, su maestra la hubiera censurado y le hubiera corregido su inglés defectuoso y descuidado. Pero en los últimos años algunas personas llaman ese modo de hablar el “inglés de los negros,” y afirman que es un idioma no escrito que debe enseñarse en las escuelas.
En muchas escuelas los planes de estudio están repletos de estas frivolidades electivas que son de poco valor, pero que consisten en cursos fáciles. Los maestros y maestras que se interesan sinceramente en su oficio ven esto como una amenaza a las aptitudes académicas. Típica es esta declaración de un maestro de estudios sociales:
“El sistema electivo que ha evolucionado en muchas escuelas tiene un efecto devastador en los hábitos de aprender de los estudiantes jóvenes. Los de quince años de edad han adquirido gran pericia en ‘comprar’ los cursos más convenientes y menos exigentes en el ‘supermercado’ de los programas de estudio.”
¡De regreso a lo fundamental!
La perturbación causada por el deterioro en las normas académicas, desde la escuela primaria hasta la universidad, ha convertido el movimiento de “regreso a lo fundamental” en una de las fuerzas más poderosas de la educación estadounidense. En 1977, en un sondeo de la opinión pública se preguntó a los estadounidenses si querían que se diera más énfasis a lo básico o fundamental... la lectura, la escritura y la matemática. Un gran 83 por ciento dijo que sí lo querían. Ha habido un tremendo aumento en el número de escuelas particulares, incluso las religiosas, porque la gente no está satisfecha con los logros deficientes de las escuelas públicas. Cuando se preguntó desafiadoramente al comisionado de la educación del estado de Florida —estado que tiene unas 300 escuelas religiosas— por qué no se obligaba a estas escuelas a satisfacer ciertas normas, contestó:
“No estamos en condiciones de hablar acerca de las normas ajenas hasta que pongamos en orden las escuelas públicas. ¡Sería un descaro que le dijéramos al cazo: ‘Quítate allá, que me tiznas’!”
Se hizo un estudio de 34 escuelas de segunda enseñanza que habían mantenido el nivel de las notas de los examinados, o lo habían visto elevado, en los exámenes para ingreso en los colegios universitarios. Estas escuelas eran de todas partes de los Estados Unidos, tanto de comunidades de acaudalados como de obreros... una muestra representativa tanto en sentido social como económico. Estas escuelas tendían a tener maestros experimentados que se adherían a altas normas, quienes no aprobaban “novedades educativas tales como el relajado ambiente de enseñanza simbolizado por el concepto que se llama ‘aula libre.’” Los estudiantes que sacan notas altas “toman cursos más académicos —matemática, idiomas extranjeros, inglés y ciencia física— que los examinados de las escuelas en las cuales las notas han bajado drásticamente.” Y los padres prestan firme apoyo a los maestros.
No hay atajo al aprendizaje
Edward T. Hall fue maestro de inglés en los Estados Unidos por 28 años. En 1974 fue a Botswana, África, para enseñar la misma materia. “Estoy enseñando inglés,” dijo él, “a muchachos y muchachas para quienes es un lenguaje extranjero. Estos lo están aprendiendo mejor que mis alumnos estadounidenses.” Este maestro no aprueba el modo indulgente de abordar los estudios. En Botswana su programa es riguroso, sin lugar para frivolidades.
“¿Anticuado? ¿Lleno de repeticiones? ¿Aburrido?” pregunta él. Sí. “Los ejercicios aburridos son tan necesarios para poder hablar y escribir el inglés correctamente como lo son las escalas de piano para poder tocar conciertos.” En los Estados Unidos los maestros temen ahogar la “individualidad” y la “facultad creadora” del estudiante si corrigen su inglés.
Hall hace estas observaciones en su ensayo intitulado “Por qué los estadounidenses no saben escribir,” que se publicó en la revista Human Nature de agosto de 1978. Presenta ejemplos concretos en prueba de la posición que ha adoptado... extractos de los deberes realizados en casa por un estudiante de último año de una escuela secundaria de la ciudad de Nueva York y por un estudiante africano de 15 años de edad. Lo que sigue es la traducción de un párrafo que se tomó del informe que el estudiante neoyorquino que estaba en su último año de escuela escribió sobre el diario de la niña judía Ana Frank; en la traducción tratamos de remedar o imitar las debilidades que se manifiestan en inglés:
“Esto es una idea de una tragedia la razón es que Ana Frank vivió a través de una vida muy dura. Su familia y Ana son alemán y a Hitler no le gustan los Alemanes, de modo que Hitler hizo una ley para capturar los Alemanes y hacerlos trabajar y quizás hasta matarlos.”
Lo siguiente, también una traducción, se tomó de un ensayo sobre el prejuicio, escrito por Mbuso, un africano de 15 años de edad:
“La verdad es que en África del Sur la cuestión del prejuicio racial ha sido establecida por una historia de varios siglos. En Botswana acabamos de salir de esa larga historia solamente durante los últimos 10 años de independencia. Por siglos el hombre blanco del África del Sur ha considerado al africano como un súbdito, un inferior, y como alguien que no está capacitado para pensar y actuar de manera civilizada y culta.”
No es de extrañar que en la ciudad de Nueva York uno de los desilusionados maestros de inglés haya dicho que si fuera posible medir el valor del sistema educativo con una vara, no se necesitaría una yarda, sino que bastaría con una reglita de seis pulgadas. Para que el sistema educativo recobre el valor que tenía antes, el disfrute de frivolidades tendrá que ceder ante el aprendizaje de conocimientos prácticos.
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Historia de dos maestras... por qué dejaron de enseñar¡Despertad! 1980 | 8 de abril
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Historia de dos maestras... por qué dejaron de enseñar
“Llegué a tal punto que cada día me encaraba a la clase con profundo temor, y comprendí que había llegado mi hora de partida.”
POR décadas los educadores norteamericanos han tratado de hallar la solución al problema de “Por qué Johnny [el joven estadounidense típico] no sabe leer.” Entretanto Johnny, armado con su cartilla en la que dice: “El pe-rro co-rre. Co-rre, pe-rro, co-rre,” emprende la ardua tarea de dominar la página impresa. Con demasiada frecuencia Johnny sufre una derrota temprana, puesto que tiene que cambiar de maestras dos o tres veces durante el primer año que pasa en la escuela. Así, mientras Johnny tiene su lucha con “El perro corre,” los educadores la tienen con “La maestra corre.” Y también con “¿Por qué no sabe enseñar la maestra?”
¿Qué pasa en el campo de la educación? ¿Por qué están abandonando su oficio maestros y maestras experimentados y dedicados en busca de otras carreras? A mí, también, se me hizo esa pregunta, puesto que dejé el magisterio más de 10 años antes de la fecha de jubilación.
Cómo era
Vengo de una línea familiar en la que ha habido muchos maestros. De niña, jugaba a la escuela con mis muñecas, y esperaba con anhelo el día en que aquella fila de muñecas de trapo, ositos de felpa y caritas de porcelana cobraran vida en mi propia aula.
Mi carrera como maestra empezó tres meses después del comienzo del año escolar, y yo era la tercera maestra que la clase había tenido. Este anuncio me lo hizo la clase en son de triunfo, y una vocecita sobresalió en tonos claros: “Hicimos huir a las otras dos.” Pasé por alto el comentario de este alumno y entablé una conversación con ellos, acerca de ellos mismos, y la conversación inmediatamente giró alrededor de los animales que tenían en casa. Escuché sus relatos de las acciones graciosas y travesuras de cada animal, que superaban, cada una, las del relato anterior. Por fin le pregunté a un muchachito: “Cuando tu perro salta sobre ti y quiere jugar, pero tú no quieres jugar, ¿qué haces?”
“Oh, lo empujo y lo aparto de mí.”
“Pero, ¿qué hay si lo empujaras y él se fuera y nunca volviera?”
“Mi perro no haría eso.”
“¿Por qué no?”
“¡Porque me quiere!”
En voz baja, casi un cuchicheo, dije: “¿Saben una cosa? Después de haber escuchado a todos ustedes, sé de seguro que los voy a querer. Yo voy a ser justamente como ese perrito. De vez en cuando dejaré que me empujen y me aparten; pero, porque los quiero, no permitiré que me hagan huir. ¿Entienden?”
En ese momento me los gané. Aquello sucedió en los primeros años después de la II Guerra Mundial.
Como sucede con todos los maestros, yo tenía preferencia por ciertas materias en la enseñanza. La predilecta entre ellas era “La subida y caída de las potencias mundiales” en los estudios sociales del sexto grado. Me asombré al notar que el libro de texto coincidía casi exactamente con la historia bíblica.
Aquellos eran días felices, y para mí el enseñar era un gozo. El tiempo se fue volando y más de un decenio había pasado cuando dejé el aula porque iba a ser madre.
Casi habían terminado los años sesenta cuando volví al aula. El gozo que había tenido en otro tiempo como maestra debería ser mayor ahora, que tenía a mi hijo en la escuela. ¡Pero las cosas eran diferentes!
Cómo es
Quedé consternada por la falta de respeto que noté en todo nivel. Ciertamente los estudiantes mostraban poco respeto a los maestros y maestras; pero a menudo los maestros y maestras jóvenes reflejaban la misma actitud para con los directores. La disciplina, que en otro tiempo había sido tan fácil de mantener, ahora era casi imposible de lograr. Quedé boquiabierta en absoluta incredulidad ante las palabrotas que salían con gran soltura de las bocas de chicos de 11 años de edad. Pronto llegué a tal punto que cada día me encaraba a la clase con profundo temor, y comprendí que había llegado mi hora de partida.
Decidí entrevistarme con personas que habían sido maestros y directores, con quienes había enseñado. También me entrevisté con exalumnos.
La disciplina, o dicho más correctamente, la falta de ella, estaba entre sus principales razones de queja. Un maestro comentó: “Uno considera que ha tenido un día de éxito si puede andar de un extremo del pasillo al otro sin envolverse en una pelea.”
Según juzgaban la situación, estos maestros atribuían el desplome de la disciplina a diferentes razones, pero todos citaron como la razón principal “la falta de respeto a la autoridad.” Un director observó: “Aun antes de ingresar en la escuela muchos niños se enteran de que sus padres no respetan al gobierno, y muchos no creen en un Dios. Por eso, para el niño los padres representan la autoridad suprema. Si los hijos no respetan a sus padres, ¿qué podemos esperar nosotros, los maestros?”
Pregunté a una maestra actual que tiene más de 25 años de experiencia cuánto énfasis se puede poner ahora en los valores morales. Ella hizo notar que las maestras más jóvenes no ven el asunto del mismo modo que las maestras de más edad, y que las maestras experimentadas tienen que proceder con tiento por temor de rayar en el aspecto religioso.
Muchos opinan que la disciplina en las escuelas recibió su golpe de gracia cuando se bajaron las normas del código de vestir. Un comentario interesante sobre esto fue: “Entonces empezaron a pensar de la misma manera en que se vestían. Cuando pensábamos que la situación ya no podría empeorar, empezaron a vestir de la misma manera en que pensaban.” Casi todos los maestros convinieron en que “mientras mejor la apariencia, mejor el estudiante.” Una maestra dijo meditativamente: “Cuando están repantigados en sus asientos, en sus mugrosos pantalones toscos, con los nueve botones superiores de sus camisas desabrochados, una recibe la impresión de que los rostros que le devuelven la mirada fija reflejan algo que difícilmente pudiera describirse como un deseo ardiente de aprender.”
Cómo será
Aunque estos comentarios son negativos, con esto no se quiere decir que todos los estudiantes sean rebeldes. Me siento impelida a decir a aquellos alumnos queridos que son un gozo para sus maestros: “A ustedes se debe el que todavía haya maestros. Ustedes son víctimas de un mundo cambiante.” Un exalumno dijo en resumen: “Poco después del advenimiento de los años sesenta, el mundo se parecía a un giroscopio que había perdido su equilibrio, y desde entonces ha estado tambaleando. Esto hace que uno se pregunte si alguna vez recobrará el equilibrio.”
A mi mente vino mi enseñanza de los estudios sociales del sexto grado respecto a la marcha de las potencias mundiales, la subida y caída de éstas hasta la potencia actual... que ciertamente está tambaleando. ¡Qué magnífico será cuando ésta, también, ceda ante aquella que no se menciona en los libros de historia corrientes —el reino de Dios bajo Cristo Jesús— pero que resalta en el libro de texto más viejo del hombre, la Biblia! Entonces el enseñar volverá a ser un gozo.—D. B.
“Era hora de abandonar el esfuerzo por combatir la marea de padres indiferentes, maestros apáticos e hijos desatendidos.”
CUÁNDO me gradué de una escuela de segunda enseñanza del Sur de los Estados Unidos al principio de los años cincuenta, los estudiantes todavía tenían en gran estima a los directores y maestros de su escuela. Había el máximo de disciplina en el aula, y categóricamente la peor fechoría perpetrada fue la que cometieron unos cuantos muchachos que se escondieron detrás de un arbusto para fumar un cigarrillo. No nos dábamos cuenta de los problemas con que la ciudad de Nueva York ya se enfrentaba, hasta que salió la película “Rock Around the Clock,” que nos escandalizó y que nos pareció increíble. ¡Aquella clase de violencia y falta de respeto jamás podría suceder aquí!
En el transcurso de los años seguí leyendo acerca de la creciente rebelión de los jóvenes, y tanto me preocupé por ella que, cuando mi primer hijo ingresó en la escuela, decidí entrar también como maestra. Así podría mantener el dedo puesto en el pulso y tener voz en el sistema educativo.
Durante los seis años que enseñé, me enteré de los muchos cambios que se habían efectuado, y la resultante desilusión. A los directores se les había despojado de casi toda autoridad. No tenían control sobre el personal. La Junta de Educación les enviaba los maestros, y ellos tenían que aceptarlos. Si un maestro o maestra resultaba incompetente en algún aspecto o en todos los aspectos, el director no podía hacer nada. Muchos de nuestros maestros dedicados, “chapados a la antigua,” se jubilaron, y sus reemplazos eran algo increíble. Muchos de estos maestros hablaban un inglés de calidad muy inferior... el lenguaje vulgar de las calles. Algunos mantenían abiertamente riñas persistentes con otros maestros y manifestaban su estrechez de criterio sobre cuestiones étnicas y religiosas.
Padres de media jornada
Más del 90 por ciento de las madres que tenían hijos en nuestra escuela —con clases para párvulos y progresivamente hasta el séptimo grado— trabajaban fuera del hogar, y en por lo menos el 50 por ciento de estos hogares el matrimonio se había disuelto. En muchos casos madres y padres, deseosos de llegar al trabajo puntualmente, pasaban por la escuela una hora antes de que se abrieran las puertas del aula y dejaban a sus hijos.
También descubrí que mis alumnos nunca tenían la oportunidad de conversar con adultos. Sus padres dirigían la palabra a ellos, pero no hablaban con ellos. Evidentemente yo era la única persona adulta que alguna vez les había prestado atención y los había alabado. Cuando podía hacer arreglos para tener conferencias con los padres —los pocos que alguna vez venían a la escuela— los animaba a dedicar por lo menos 30 minutos cada noche a escuchar a sus hijos, a preguntarles cómo habían pasado el día, lo que había acontecido en la escuela, y así por el estilo. Los hijos de muchos de estos padres que trabajaban solo veían a sus padres durante dos horas en las tardes de los días de trabajo, y en algunos casos los padres, el padre y la madre, trabajaban turnos que reducían a dos días a la semana, o los fines de semana, el tiempo que pasaban con sus hijos.
Los payasos de la clase vienen de hogares desbaratados
Descubrí que los muchachos que eran payasos en la clase y los que trastornaban la clase venían de hogares desbaratados y eran del grupo cuyas casas estaban vacías. Simplemente necesitaban amor y atención, y estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguirlos. Defendían a sus padres con una lealtad feroz y se jactaban mucho acerca de ellos. Percibí que lo que decían era: “Quiero que mis padres sean lo que yo digo que son.”
Otro pensamiento: En los hogares, los padres establecían reglas, pero nunca las hacían cumplir. Como resultado de este proceder, los niños tomaban a la ligera las reglas de la escuela porque pensaban que la escuela no haría cumplir sus reglas tampoco... lo cual a menudo era cierto.
Nunca he tratado de enseñar en las escuelas de segunda enseñanza. Ha habido varios disparos, puñaladas y violaciones en los edificios escolares, y el hurto y la venta ilegal de narcóticos son ocurrencias diarias. Los oficiales de seguridad son imprescindibles en casi todas las escuelas de segunda enseñanza. Pero en cuanto al uso constante de marihuana, los educadores y la policía escolar apartan la mirada de lo que está sucediendo. Algunos estudiantes, en realidad muchos de ellos, pasan casi todo el año escolar en un estado de atontamiento como resultado de las drogas.
Cuando llegué a la condición de sentirme frustrada y exasperada cada día en la escuela, y empecé a llevar a casa mis sentimientos de desesperación, entendí que era hora de abandonar el esfuerzo por combatir la marea de padres indiferentes, maestros apáticos e hijos desatendidos. Dejé la profesión
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