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Por qué se les hace tan difícil a los padres dejarlos ir¡Despertad! 1983 | 22 de junio
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Por qué se les hace tan difícil a los padres dejarlos ir
“¡ADIÓS MAMÁ! ¡ADIÓS PAPÁ!”, dice por tercera vez. Entre despedida y despedida el hijo halló toda excusa imaginable para demorar su partida.
Pero ahora el “adiós” tenía un tono de finalidad. Un abrazo más, con los ojos humedecidos, un firme apretón de manos y entonces se va. Como padres, ustedes se miran el uno al otro con la triste comprensión de que en realidad su hijo ya no regresará más para quedarse. La casa que una vez estuvo llena de su hablar y su risa, ahora parece muy vacía.
Ustedes han dedicado mucho tiempo y esfuerzo a sus hijos, y muchas veces han mostrado lo que sienten por ellos. Por unos 20 años la vida cotidiana de ustedes giraba en torno a ellos. “Ayer” casi se llenaban de pánico cuando oían llorar a su bebé. Inquietos, iban y venían en la oficina del médico de la familia cuando su niño de seis años tenía fiebre. Aguantaban la respiración al abrir las libretas de calificaciones de ellos, y suspiraban de alivio al ver que tenían buenas notas. Protestaban cuando sus hijos adolescentes oían demasiado alta la música, pero lloraban cuando ellos decían que iban a irse del hogar. Y ahora, uno por uno, han crecido y se han ido.
No es de extrañar que muchas personas hallen que el ajustarse a un “nido vacío” es un verdadero desafío. “Por primera vez en la vida —confesó un hombre después que su hija se había ido del hogar— lo único que hice fue llorar, llorar y llorar.”
Sin embargo, Whelan y Evelyn entrenaron a sus hijos teniendo presente que con el tiempo éstos se independizarían. Aun así, cuando sus hijos se fueron, “se requirió un ajuste bastante grande”, dijeron los padres. “Uno ha estado ocupado yendo y viniendo. Y una vez que se han ido, uno se queda solo con su cónyuge. Lo peor es llegar al hogar y ver que los hijos no están.” Norma, madre de una hija adulta, admite: “Me tomó algún tiempo acostumbrarme al hecho de que Lynn no estaba en su habitación. De modo que mantenía cerrada la puerta de la habitación, porque si la dejaba abierta, siempre me daba la impresión de que ella estaba allí y sentía deseos de hablarle”.
Casi todo padre se llena de sentimientos conflictivos cuando los “muchachos” dejan el hogar. Siente orgullo de que el hijo haya alcanzado esa edad, y gozo por la perspectiva de disponer de más tiempo para sí. No obstante, también pudieran persistir en los padres dudas (”¿La criamos bien?”), temor (”¿Está nuestro hijo realmente preparado para arreglárselas por sí solo?”), desilusión (”¿Por qué no se casó ella con Juan, quien es un joven tan agradable, en vez de casarse con ese fracasado?”) y hasta sentimiento de culpa. Un estudio reciente muestra que particularmente los hombres lamentan el “no haber pasado más tiempo con sus hijos cuando éstos eran niños”.
El ‘nido vacío’ también puede efectuar cambios en su matrimonio. Algunas parejas se llevan mejor. Otras no. “Hoy muchos matrimonios terminan en separación o divorcio cuando los hijos dejan el hogar”, dicen los autores de Ourselves and Our Children (Nosotros y nuestros hijos).
Además, a menudo los hijos parten en un tiempo en la vida cuando ya hay bastantes crisis. Las mujeres están al principio de la menopausia, lo cual, de acuerdo con cierto escritor, “pudiera constituir un recuerdo innecesario de que ‘no puedes tener más hijos’”. Los hombres quizás se encaren a presiones o disgustos en su empleo. Puede que el tiempo de jubilarse se asome en el horizonte. La inflación pudiera haber mermado los ahorros de la familia. La salud pudiera comenzar a desmejorar. Aparentemente despojados de su condición de padres, algunos hasta dudan de que sirvan para algo.
¡Por eso no es de extrañar el que algunos padres busquen excusas para no dejarlos ir! El vivo deseo de retenerlos pudiera parecer irresistible. Pero el decir adiós no quiere decir necesariamente que ustedes hayan perdido a sus hijos. Significa que pueden establecer una nueva relación con ellos y llenar el vacío que, con su partida, han dejado en la vida de ustedes.
Pero ¿cómo pueden hacerlo? ¿Y por qué es el dejarlos ir tan importante para tener una relación saludable con sus hijos adultos?
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“El hombre dejará [...]”¡Despertad! 1983 | 22 de junio
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“El hombre dejará [...]”
“CIERTO día nuestro hijo llegó a casa —recordó Tom— y podíamos percibir que quería decirnos algo. Se sentó con mi esposa y conmigo, y dijo: ‘Pues, papá y mamá, he conocido a la muchacha con quien me voy a casar’.”
Dios previó escenas como ésta cuando dijo: “El hombre dejará a su padre y a su madre y tiene que adherirse a su esposa y tienen que llegar a ser una sola carne” (Génesis 2:24). Por lo tanto, es necesario comprender que es inevitable el que sus hijos dejen el hogar.
Por supuesto, esto no quiere decir que los hijos deban irse prematuramente del hogar, sino que como el salmista dijo: “Como flechas en la mano de un poderoso, así son los hijos de la juventud”. Tarde o temprano, la flecha sale de la aljaba y se lanza a la vida. (Salmo 127:4.)
Como flecha que ha sido lanzada, su hijo adulto básicamente sale de su jurisdicción después que se va. Cuando se casa, el hijo se convierte en cabeza de su propio hogar. Su hija llega a estar bajo la autoridad del esposo de ella. (Efesios 5:21-28, 33.)
Sin embargo, la Biblia muestra que pudiera ser duro para ustedes acostumbrarse a esa nueva independencia. Por ejemplo, parece que la madre de Jesús pensaba que todavía tenía alguna autoridad sobre él... ¡hasta después de haberse hecho adulto y haber sido ungido como el Mesías! En una fiesta de bodas María dijo a Jesús: “No tienen vino”. (Sugiriendo: ‘Haz algo sobre el asunto’.) No obstante, de manera firme, pero bondadosa, Jesús le recordó que él se había independizado... e hizo su primer milagro. (Juan 2:2-11.)
Al patriarca Jacob también se le hizo difícil dejar ir a su hijo. La querida esposa del patriarca, Raquel, había muerto al dar a luz al hijo que él llamó Benjamín. ¡Imagínense lo emocionalmente apegado que debe haber estado Jacob a aquel hijo! De modo que cuando se le pidió que dejara ir a Benjamín en un viaje a Egipto, Jacob objetó y dijo: “Puede que le acaezca un accidente fatal”, y lo retuvo en su casa. (Génesis 35:16-18; 42:4.)
Aunque es normal querer retener a los hijos, el derrotero sabio es aceptar que son adultos e independientes.
“¡Mira cómo me estás haciendo sufrir!”
‘¿Pero tienen que irse tan lejos?’, es la objeción de algunos padres. ‘¿Por qué no pueden ser independientes y todavía vivir cerca de nosotros?’
Los padres pudieran sentir mucho dolor cuando sus hijos se mudan lejos. Por ejemplo, la Biblia dice que a Rebeca se le pidió que viajara una distancia bastante larga para casarse. La mamá de ella y su hermano suplicaron: “Que la joven [Rebeca] se quede con nosotros por lo menos diez días. Después de eso puede ir”. ¡Qué duro se les hizo dejarla ir! Sin embargo, Rebeca dijo: “Estoy dispuesta a ir”, aunque pudiera haber significado que no volvería a ver a su familia nunca más. (Génesis 24:55, 58.)
Un hijo adulto de ustedes también pudiera tener una razón válida para mudarse lejos, como por la perspectiva de un empleo. El que ofrezcan resistencia indebida puede ser destructivo. Para ilustrarlo, una esposa recuerda: “Cuando estábamos recién casados, queríamos pasar mucho tiempo juntos. Pero mamá no entendía. En vez de dejarme ir poco a poco y esperar que nosotros fuéramos a ella, comenzó a importunarnos”. La situación empeoró cuando esta pareja planeó mudarse. Aquello condujo a completa hostilidad entre madre e hija. “¿Dónde dice que la obligación de honrar a tu padre y a tu madre termina cuando pronuncias tus votos a tu marido? ¿Cómo te he fallado como madre?”, insistía con amargura la madre. ¿Cuál fue el resultado de aquella batalla? Además de causar serias dificultades maritales a la joven pareja, se rompieron los lazos que unían a madre e hija. ¡Dejaron de hablarse por meses! Y solía haber intimidad entre ellas.
El libro No Strings Attached (Sin compromiso) dice: “Si, cuando su hijo se independiza, usted reacciona como mártir (¡Mira cómo me estás haciendo sufrir, mira cómo estás haciendo sufrir a tu padre/madre! ¿Cómo puedes hacernos esto?), probablemente lo que hará es alejar aún más a su hijo”. (Cursivas nuestras.)
El padre del hijo pródigo, de la parábola de Jesús, comprendió esto. Cuando su hijo adulto pidió la independencia, el padre no lo regañó ni lo bombardeó con amenazas de que fracasaría. Más bien, bondadosamente dejó ir a su hijo. Aquella actitud comprensiva probablemente fue un factor importante que contribuyó a que su hijo finalmente regresara a casa. Por consiguiente, el dejar que los hijos adultos de ustedes ‘estiren los músculos’ de la independencia pudiera ser la clave para conservar la amistad de ellos. (Lucas 15:11-24; vea también Filipenses 2:4.)
“¿Qué ve él en ella?”
“En realidad, deseamos lo mejor para nuestros hijos, y cuando vemos que se han casado bien, somos felices”, dice Norma. Su esposo, Tom, añade: “Francamente, no creía que íbamos a tomar todo este tiempo criando a nuestra hija solo para entregársela al primero que apareciera en el camino”. No obstante, a veces los hijos desilusionan amargamente a sus padres debido al cónyuge que escogen. ¿Cómo reaccionarían ustedes? (Compare con Génesis 26:34, 35.)
¿No sería mejor esforzarse al máximo por aceptar al nuevo miembro de la familia? Algunos estudios indican que el que los padres den su aprobación pudiera ser un factor importante en la supervivencia de un matrimonioa. Es cierto que el cónyuge que su hijo o hija escoja pudiera causarles sorpresa, hasta desconcertarles. Sin embargo, el matrimonio es honorable a la vista de Dios. (Hebreos 13:4.)
En vez de ‘colar el mosquito’ y estar obsesionados con las faltas del yerno o la nuera, traten de ver objetivamente los asuntos. Mírenlo o mírenla a través de los ojos de su hijo o hija. ¡De seguro la persona debe tener algunas cualidades buenas! Y recuerde: su propio hijo o hija está lejos de ser perfecto o perfecta. Cierto padre, quien dudaba que su hijo hubiera escogido la esposa apropiada, admitió: “Algo que ayuda es desplegar cierto grado de humildad. Recuerdo cuando mis padres me dijeron que en realidad no aprobaban mi matrimonio, y de lo equivocados que habían estado”.
Puede que el que los padres desaprueben el cónyuge de su hijo o hija se funde más bien en celos —temor a perder el cariño del hijo o de la hija— que en la realidad. Pero los celos pueden destruir una buena relación (Proverbios 14:30). De modo que no traten con frialdad al nuevo hijo o hija. Familiarícense entre sí. Eviten el atacar con crítica injusta, fabricar casos o decir cosas innecesarias que resulten en contiendas. Déjenlos ir poco a poco, y “en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos”. (Romanos 12:18.)
[Nota a pie de página]
a Cierta fuente de información dice que ‘la cantidad de parejas que rompen durante sus primeros años de matrimonio es dos veces mayor cuando la madre y el padre se oponen a la unión que cuando la aprueban’.
[Comentario en la página 4]
Pero ¿significa el que su hijo deje el hogar que usted ya no es padre o madre?
[Ilustración en la página 5]
‘Queríamos pasar mucho tiempo juntos. Pero en vez de dejarme ir poco a poco, mamá comenzó a importunarnos’
[Ilustración en la página 6]
Los padres no aprueban siempre el cónyuge que haya escogido su hijo o hija
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“Nunca se deja de ser padre”¡Despertad! 1983 | 22 de junio
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“Nunca se deja de ser padre”
EL AUTOR John Updike escribió en cierta ocasión: “Aunque el hijo sea un hábil senador de setenta años de edad y el padre sea un viejo encorvado que esté confinado a una silla de ruedas, el viejo todavía puede resolver el asunto con el poderoso cetro de la paternidad”. Un padre de tres hijos estuvo de acuerdo: “Nunca se deja de ser padre. Continuamos quejándonos de nuestros hijos y preocupándonos por ellos”.
A los padres no se les debe echar a un lado solo porque los hijos hayan crecido. La Biblia dice: “Escucha a tu padre que causó tu nacimiento, y no desprecies a tu madre simplemente porque ha envejecido” (Proverbios 23:22). Este consejo no se dirige solo a niños, porque la persona cuya madre “ha envejecido” probablemente sea adulta. De modo que los padres tienen años de experiencia y sabiduría, y por eso tienen mucho que ofrecer a sus hijos adultos en forma de sugerencias y consejo. (Proverbios 16:31.)
‘Pero ¿cómo se puede seguir desempeñando el papel de padres después que los hijos se hacen adultos?’, preguntan ustedes. ‘Con mucho cuidado’, contestan muchos padres. Tal vez al principio los hijos sean adultos inestables. Aunque disfruten de independencia, es posible que sus hijos quieran seguir recibiendo algún consejo y apoyo. Tal ambivalencia puede hacerlos sumamente sensibles a cualquier consejo. Como explica una madre, esto puede poner a los padres entre la espada y la pared: “Quiero que se sientan adultos, pero también deseo que sepan que me intereso en ellos”.
¿Cuándo se convierte en entremetimiento el interés de los padres? ¿Y qué ajuste emocional tienen que hacer éstos para convertir el deseo natural de criar en interés calmado y controlado?
Primero, acepten su nuevo papel. Ustedes dejan de ser niñeros cuando el niñito comienza a caminar. De manera similar, cambien el atesorado papel de guardianes por el de consejeros. El tomar decisiones por sus hijos en esta etapa de la vida sería tan inadecuado como el querer hacerlos eructar o amamantarlos.
Como consejeros, ustedes definitivamente tienen limitaciones. Ya no pueden recurrir eficazmente a su autoridad de padres. (‘Tienes que hacerlo porque yo te lo digo.’) Tienen que respetar la condición de adulto de su hijo. Sin embargo, esto no es fácil. Un padre dijo: “Mido mis palabras cuando hablo con mis hijos. Tengo que conducirme con sumo cuidado para asegurarme de no herir los sentimientos de ellos ni meterme en su vida”. Pero ¿tiene uno que dejar que los hijos adultos se lancen de cabeza al desastre sin decirles ni una sola palabra?
Un padre dice: “No me entrometo en asuntos personales. Aunque malgasten el dinero, ¿qué importa? Solo es dinero. Pero si uno de mis hijos estuviera a punto de cometer un error de índole espiritual o moral, libremente les daría consejo, porque soy su padre”. ¿No es la responsabilidad de todo cristiano ‘reajustar’ a alguien que esté a punto de dar un “paso en falso”? (Gálatas 6:1.)
“¡Yo solo quería ayudar!”
No obstante, en vez de ser ayudantes, algunos padres se convierten en entremetidos (1 Timoteo 5:13). Debido a un laberinto de emociones —amor, temor, soledad e interés genuino— algunos padres emplean estrategias destructivas. Por ejemplo, la ayuda financiera pudiera convertirse en claro soborno o táctica para ejercer control. (‘¿Por qué tienen que mudarse al otro lado del pueblo? Podemos prestarles suficiente dinero para que consigan un buen apartamento cerca de nosotros.’) Se pudieran cometer sutiles actos de sabotaje. (‘¡Oh, por favor, deja que yo cocine la cena para ustedes dos esta noche! Después de todo, mi hijo está acostumbrado a mi manera de cocinar.’) O pudiera ser puro entremetimiento. (‘¿No quieren tener hijos todavía? ¿Quieren que su madre y yo muramos sin ver a nuestros nietos?’)
¡Eviten tal manipulación! El libro Getting Along With Your Grown-Up Children (Llevándose bien con sus hijos adultos) dice: “Los padres que dan dinero a sus hijos jóvenes que son adultos, y luego pasan a dictar condiciones rígidas en cuanto a cómo deben gastarlo, en realidad usan, inconscientemente, el dinero para comprar el control de los hijos”.
No cedan a la tentación de dar un sinnúmero de sugerencias que no se hayan pedido, las cuales pueden convertir al yerno o a la nuera en enemigo. Cierto escritor hasta sugirió que los padres se resuelvan a “nunca decir a su nuera lo que a su hijo le gusta, cómo cocinarle la comida, cómo decorar la casa, etc., a menos que ella se los pida clara y explícitamente”. Guarden sus sugerencias hasta que sus hijos estén un poco más establecidos en el matrimonio y sean menos susceptibles.
“Creo que muchos padres hacen las cosas al revés”, dice Tom, quien tiene dos hijos. “Cuando debieron haberse entremetido en la vida de ellos, no lo hicieron, y ahora que sus hijos han crecido, quieren entremeterse.” Esto hace surgir otra pregunta: ¿Cómo pueden ustedes preparar a sus hijos para cuando les llegue el día de partir?
[Comentario en la página 8]
“Quiero que se sientan adultos, pero también deseo que sepan que me intereso en ellos”
[Ilustración en la página 7]
Cambie el papel de guardián por el de consejero
[Ilustración en la página 8]
Evite la costumbre de criticar a su yerno o a su nuera
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¿Está preparando usted a sus hijos para su ‘vuelo’?¡Despertad! 1983 | 22 de junio
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¿Está preparando usted a sus hijos para su ‘vuelo’?
EL ÁGUILA majestuosa es una buena madre. Se interesa en sus pequeñuelos, los protege y los alimenta. Mientras sus crías están pequeñas, les coloca el alimento directamente en la boca. A medida que los pequeñuelos van creciendo, les enseña a alimentarse por sí mismos.
Pero para sobrevivir, tienen que aprender a volar. Por eso ella hace que sus pequeñuelos ejerciten sus alas por medio de participar en juegos que consisten en saltar del nido. Y cuando los pequeñuelos están listos, el águila “revuelve su nido”. Atrae y empuja a los renuentes volantones hacia la orilla del nido. Algunos aguiluchos valientemente intentan volar. ¡Los menos valerosos son empujados al aire sin miramientos! No obstante, la madre está lista para abalanzarse y colocarse debajo de ellos, y hasta ‘llevarlos sobre sus plumas remeras’... tan solo para lanzarlos de nuevo hasta que aprendan a volar. (Deuteronomio 32:11.)
Es trágico, pero muchos adultos jóvenes no están listos para emprender el “vuelo” de la vida. Al hablar acerca de las teorías tolerantes relacionadas con la crianza de los hijos, teorías que se hicieron populares a principios de la década de los cincuenta, Dr. Richard C. Robertiello dijo lo siguiente: “Los padres se esforzaban más de lo necesario por ser afectuosos, expresivos, indulgentes para con las necesidades de sus hijos y muy tolerantes en cuanto al comportamiento de éstos”.
Aunque dicho método produjo cierto grado de éxito, el fruto de estas teorías ha sido una generación de adultos que “parecen incapaces de escoger una profesión, ganar lo suficiente como para mantener un buen nivel de vida, dirigir sus [...] talentos hacia alguna carrera significativa”. Tales personas “acuden a nosotros, los terapeutas, porque se sienten perdidas y no saben qué hacer”. ¿Por qué? “Se les introdujo en una situación [...] en la que esencialmente no había sufrimiento, privación ni desafíos [...] Los padres les prometieron un jardín de rosas, y lo que había era simplemente un campo ordinario con bastante mala yerba”.
La vida ciertamente no es un “jardín de rosas”. Los hijos a quienes no se les ha preparado son “como ovejas en medio de lobos” en un mundo materialista y depravado (Mateo 10:16). Es por lo tanto imprescindible que usted prepare a sus hijos para la supervivencia. Pero ¿cuándo debería comenzarse dicho entrenamiento?
El entrenamiento de los hijos
Carmen, madre de tres hijos, vio que era necesario entrenarlos desde temprana edad y recuerda lo siguiente: “Cuando mi hijo tenía tan solo unos meses, le enseñé a hacer cosas por su propia cuenta. Por ejemplo, no lo levantaba simplemente. Le agarraba del dedito y él se agarraba también mientras yo lo levantaba”.
Aun niños que todavía no están en la escuela pueden aprender a desempeñar ciertas tareas como el ‘vestirse, cepillarse el cabello, lavarse, guardar sus juguetes’, según dice el doctor Robertiello.
Pero ¿qué hay de los niños que tienen más edad? La Biblia muestra que José y David —quienes tuvieron éxito en la vida adulta— aprendieron a asumir sus responsabilidades por medio de desempeñar diversas tareas cuando eran jóvenes (Génesis 37:2; 1 Samuel 16:11). ¿Sigue siendo práctico dicho entrenamiento?
Bob y Mary, padres de tres excelentes jóvenes, dicen: ¡Sí! “Mientras eran pequeñuelos, nosotros preparamos a nuestros hijos para que se encararan a la vida.” Y, con una sonrisa, Bob dice: “¡Todos ellos tenían una ruta de periódicos, y yo no los llevaba en automóvil aun si se estaba cayendo el cielo! Les decía: ‘¡Ése es el trabajo de ustedes, y ustedes son los responsables!’”. Pero ¿era ése un castigo cruel y extraordinario? Bob explica: “Nosotros les proporcionábamos la ropa, el alimento y el abrigo. Pero nos parecía que si ellos querían ‘algo adicional’, debían trabajar para conseguirlo”. Tal entrenamiento dio buenos resultados. Bob agrega: “No hace mucho uno de mis hijos crecidos se me acercó y me dijo: ‘Papá, gracias por habernos criado correctamente’”.
Frank y Dawna también dicen: “¡Nosotros enseñamos todo a nuestros hijos! Saben cocinar, pintar, envasar, trabajar en el jardín, poner bloques de cemento e ir de compras”. Dawna agrega: “Una madre fácilmente puede decir: ‘No tengo tiempo para enseñarles. Es más fácil si yo misma lo hago’. Pero a la larga vale la pena proporcionarles dicho entrenamiento”.
En cambio, los hijos que dependen demasiado de sus padres pueden “resultar ser personas sin iniciativa, estudiantes que no logran tanto como pudieran conforme a sus capacidades, empleados descontentos y exigentes, y esposos mandones y difíciles de complacer”, según dice Dr. Jerome Singer. Bien dice la Biblia a este respecto: “Si uno viene mimando a su siervo desde la juventud, éste en el período posterior de su vida hasta llegará a ser un ingrato”. (Proverbios 29:21.)
Los valores morales
También, los adultos jóvenes necesitan tener una norma de lo que es correcto e incorrecto si han de “volar” y salir ilesos de la sociedad codiciosa, inmoral y materialista de hoy. Pero ¿cómo se puede proveer dicho entrenamiento?
Bob y Mary, a quienes mencionamos anteriormente, son testigos de Jehová. Por eso vieron que era importante estudiar con regularidad la Biblia con sus hijos. ¿Fue fácil hacerlo? Bob admite: “Era difícil sentarse para tener este estudio y hacer que fuera interesante. Pero lo hicimos con regularidad, como una rutina”. Para complementar el estudio, suministraron asociación y entretenimiento sanos para los miembros de la familia. Además, el trabajar con sus hijos en la obra de predicar de casa en casa fue especialmente valioso. “Tuvimos algunas de nuestras mejores conversaciones cuando íbamos de casa en casas”, recuerda Mary.
Los resultados de aquella ardua labor alegran el corazón. Los tres hijos de ellos son siervos dedicados de Dios. Si usted quisiera instituir dicho programa de estudio para su familia, los testigos de Jehová gustosamente le informarán en cuanto a cómo puede hacerlo. No espere hasta que sus hijos sean adolescentes o adultos para proporcionarles esta educación dadora de vida. Prepárelos mientras estén jóvenes y puedan responder favorablemente a la influencia de ustedes como padres.
Los padres que dedican tiempo a la tarea de preparar a sus hijos para la vida hasta pueden sentirse felices al dejarlos ir.
[Comentario en la página 9]
Uno de mis hijos crecidos dijo: “Papá, gracias por habernos criado correctamente”
[Comentario en la página 10]
“Tuvimos algunas de nuestras mejores conversaciones cuando íbamos de casa en casa”
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¡Puede dejarlos ir y todavía ser feliz!¡Despertad! 1983 | 22 de junio
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¡Puede dejarlos ir y todavía ser feliz!
HEMOS aprendido que no se puede controlar tan fácilmente el impulso de seguir cuidando de los hijos adultos. El dejarlos ir puede resultar difícil. Puede envolver el que usted contenga el aliento (y se muerda la lengua) cuando sus hijos se lancen a la vida. Tiene que desechar el concepto que usted tiene de ellos como niñitos encantadores, y aceptarlos como adultos. Es necesario que los deje tomar sus propias decisiones y cometer sus propios errores, mientras les hace saber que pueden contar con usted si lo necesitan.
Usted sigue siendo padre o madre, y nunca deja de querer a sus hijos ni de preocuparse por ellos. Pero el reconocer la independencia de ellos y el conocimiento de que usted los ha educado y ha inculcado en ellos valores morales debería templar su preocupación. ¡Puede tener la seguridad de que ellos tendrán éxito en la vida!
Así que no debe asustarse ante el espectro del nido vacío. El dejar ir a sus hijos simplemente crea nuevas perspectivas, nuevas oportunidades, incluso la oportunidad de revigorizar su matrimonio. La casa parecerá estar vacía por un tiempo. Después de haber dedicado muchos años al cuidado de la familia, usted tendrá que hacer algunos ajustes.
Pero la vida no ha terminado. Usted simplemente ha vuelto al punto de partida. Al principio estaban usted y su cónyuge solos. Luego vinieron los hijos rápidamente uno tras otro. Los años pasaron muy rápido, muchísimo más rápido de lo que usted se hubiera imaginado. Y ahora, uno a uno, los jovencitos han crecido y se han ido. Usted ha vuelto al mismo lugar donde empezó: a solas con quien prometió pasar el resto de su vida. Pero su cónyuge estaba presente antes de que siquiera se concibieran los hijos, y usted debería seguir teniéndole mucho cariño.
Vuelva a familiarizarse con su cónyuge. Sí, “usted puede simplemente acercarse a su esposa y besarla junto al fregadero en cualquier momento”, dice un padre, algo “que quizás no podía hacer cuando los muchachos estaban en casa”. Ahora ustedes tienen más tiempo para hablar, viajar y disfrutar uno del otro. Hasta pudieran ensanchar su servicio a Dios.
Ni siquiera el padre o la madre que haya enviudado o viva a solas sin cónyuge debe permitir que la soledad le abrume. “¡Ocúpese en ayudar a otras personas!”, insta Carmen. “Pudiera sentarme en un rincón a llorar por la muerte de mi esposo —dice ella— pero he aprendido a mantenerme ocupada. Espero con placer la oportunidad de tener invitados en casa y animar a otras personas.”
‘¡Pero temo que mis hijos me olviden!’, tal vez exclame usted. No hay por qué sentirse así. Solos y luchando por ganarse la vida, a menudo sus hijos pensarán en el hogar y el cálido afecto que allí se les mostró. Harán llamadas telefónicas de vez en cuando y le harán saber cómo les va. Hasta pudieran pedirle su sabio consejo. Y una que otra vez, vendrán de visita; no tan a menudo como usted quisiera, pero con suficiente frecuencia como para probar que todavía le aman.
Porque usted ha amado a sus hijos lo suficiente como para dejarlos ir, no los ha perdido realmente. La llama de amor que usted encendió en el corazón de ellos no se apagará... a menos que usted la apague. El amor altruista es inquebrantable y crece, prescindiendo de la distancia. “El amor nunca falla.” (1 Corintios 13:8.)
Un hijo agradecido, que estaba lejos de casa y a punto de casarse, aseguró lo siguiente a sus padres: “Quiero que sepan que los amo muchísimo y los echo de menos. Pero la Biblia dice que el hombre dejará a su padre y a su madre. Voy a hacer aquí todo lo posible por poner en alto el nombre de la familia y darlo a respetar. Cuando Kelly y yo seamos uno, iremos a visitarlos con regularidad”. Y así es como debe ser.
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