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  • Escogiendo el mejor modo de vivir
    La Atalaya 1980 | 15 de septiembre
    • Escogiendo el mejor modo de vivir

      “Ustedes... están resguardados por el poder de Dios mediante la fe.”—1 Ped. 1:4, 5.

      1, 2. ¿En qué situación nos hallábamos todos antes de que aceptáramos las “buenas nuevas,” y por qué, por lo tanto, podemos regocijarnos?

      A LOS cristianos de la ciudad asiática de Éfeso el apóstol Pablo escribió lo siguiente: “Ustedes en un tiempo anduvieron conforme al sistema de cosas de este mundo . . . Sí, entre ellos todos nosotros en un tiempo nos comportamos en armonía con los deseos de nuestra carne, haciendo las cosas que eran la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos naturalmente hijos de ira así como los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, nos vivificó junto con el Cristo, aun cuando estábamos muertos en ofensas —por bondad inmerecida ustedes han sido salvados.”—Efe. 2:2-5.

      2 Antes de llegar a tener conocimiento de la verdad, todos nosotros los que hoy estamos procurando servir a Dios nos comportábamos en armonía con la carne. Pero, ¿no nos alegramos de haber usado la libertad para elegir que Dios en su bondad nos dio? ¿Y no nos alegramos de que, al hacer eso, escogimos un camino que nos liberta del cautiverio, uno que nos promete vida eterna?

      3. (a) Por parte nuestra, ¿qué necesitamos para ver la realización de nuestra esperanza fundada en la Biblia? (b) ¿De qué manera hicimos nuestra selección, y qué preguntas surgen en cuanto a que sigamos en ella hasta completarla?

      3 El apóstol Pedro dijo a los cristianos del primer siglo que Dios les había dado una “esperanza viva.” (1 Ped. 1:3) Nosotros también tenemos una esperanza verdadera con relación a las cosas que están por venir. Puesto que lo que esperamos no ha llegado —aún no vemos cumplida la esperanza— ¿hemos de darnos por vencidos? El apóstol Pablo dijo: “Si esperamos lo que no vemos, seguimos aguardándolo con perseverancia.” (Rom. 8:25) Por lo tanto, si las cosas no parecen estar desenvolviéndose como habíamos esperado, eso nos da más razón aún para manifestar aguante con perseverancia y para fortalecer la esperanza. Esto significa que, una vez que hayamos escogido el camino de la vida verdadera, el mejor y, de hecho, el único camino, debemos adherirnos a esa decisión. No podemos confiar en que veremos realizada esa esperanza si somos personas que titubean, personas inestables. (Sant. 1:6-8) Hicimos la selección en una dedicación a Dios y la simbolizamos por bautismo. Pero cada día todos nos enfrentamos a problemas que requieren que tomemos decisiones y hagamos selecciones más pequeñas en armonía con esa primera gran decisión. ¿Podemos continuar haciendo día tras día las selecciones correctas que nos mantienen en el camino que conduce a la vida? ¿Podemos estar seguros de que en realidad veremos cumplida a plenitud nuestra esperanza con el tiempo?

      ¡Adhiérase a su selección!

      4. (a) ¿Por qué no debemos dejar que la desilusión que causan los errores nos sacuda del curso que hemos seleccionado? (b) ¿A qué actitudes erróneas ha conducido a los cristianos durante el pasado el deseo de ver cumplida su esperanza?

      4 Si permanecemos fieles, Dios no dejará que cometamos errores fatales. Pero a veces nos permite estar en error a fin de que podamos ver lo necesario que es el que siempre acudamos a él y a su Palabra. Esto fortalece nuestra relación con él y nuestro aguante y perseverancia mientras esperamos. De nuestros errores aprendemos que es necesario ser más cuidadosos en el futuro. Entre los cristianos, en todo momento a través de los siglos ha habido un muy fuerte deseo de que el nuevo sistema de cosas tome control completo de la Tierra. Y debido a lo breve de la duración de vida de ellos mismos, sin duda anhelaron que llegara durante el espacio de tiempo particular en que vivían. En más de una ocasión a través de la historia, personas que han tratado de mantener “muy presente” el tiempo del juicio de Dios han llegado a estar demasiado deseosas de ver la llegada de ese día, y en su propia mente han tratado de apresurar la llegada de los sucesos deseados. (2 Ped. 3:12) Por ejemplo, en el primer siglo el apóstol Pablo tuvo que escribir de este modo a los cristianos de Tesalónica, según leemos en 2 Tesalonicenses 2:1-3: “Sin embargo, hermanos, tocante a la presencia de nuestro Señor Jesucristo y el ser nosotros reunidos a él, les solicitamos que no se dejen sacudir prontamente de su razón, ni se dejen excitar tampoco por medio de una expresión inspirada, ni por medio de un mensaje verbal, ni por medio de una carta como si fuera de nosotros, en el sentido de que el día de Jehová está aquí. Que nadie los seduzca de manera alguna, porque no vendrá a menos que primero venga la apostasía y el hombre de desafuero quede revelado, el hijo de la destrucción.”

      5. (a) ¿Cómo se desarrolló fuerte expectación respecto al año 1975? (b) ¿Por qué no lograron restringir tal interés en una fecha las declaraciones de índole preventiva que se publicaron?

      5 En tiempos modernos ese intenso anhelo, encomiable en sí mismo, ha conducido a intentos de fijar fechas para el momento deseado en que a personas de toda la Tierra se les librará del sufrimiento y las dificultades que experimentan. Con la publicación del libro Vida eterna, en libertad de los hijos de Dios, y sus comentarios en cuanto a lo apropiado que sería que el reino milenario de Cristo concurriera con el séptimo milenio de la existencia del hombre, surgió considerable expectación respecto al año 1975. En ese entonces, y después de eso, se hicieron declaraciones que recalcaban que esto solo era una posibilidad. Sin embargo, y desafortunadamente, junto con tal información de índole preventiva, se publicaron otras declaraciones que implicaban que, más que una simple posibilidad, el que para aquel año llegara aquella realización de las esperanzas era una probabilidad. Es de lamentarse el hecho de que aparentemente aquellas últimas declaraciones eclipsaron las declaraciones de índole preventiva y contribuyeron a edificar la expectación que ya se había iniciado.

      6. ¿Se esforzó por colocar la responsabilidad por tal expectación única o primariamente en sus lectores la información que salió en el número del 1 de diciembre de 1976 de La Atalaya? Explique.

      6 En su número del 1 de diciembre de 1976, La Atalaya, comentando sobre lo poco aconsejable de fijar nuestras expectativas en alguna fecha específica, declaró: “Si alguien ha resultado desilusionado por no haber seguido este modo de pensar, debe concentrarse ahora en ajustar su punto de vista, al ver que no fue la palabra de Dios la que le falló o lo engañó y le trajo desilusión, sino que su propio entendimiento se basó en premisas incorrectas.” Al decir “alguien,” La Atalaya incluyó a todos los testigos de Jehová desilusionados, y por tanto incluyó a las personas que tuvieron que ver con la publicación de la información que contribuyó a edificar esperanzas que giraron en torno a aquella fecha.

      7. (a) ¿Qué efecto deberían tener tales errores humanos en la fe que tenemos en lo que Dios mismo promete? (b) En realidad, ¿a qué da énfasis la Palabra de Dios como el factor importante?

      7 Sin embargo, no hay razón alguna para que suframos una sacudida en la fe que tenemos en las promesas de Dios. Más bien, como consecuencia de esto, todos nos sentimos impulsados a hacer un examen más cuidadoso de las Escrituras con respecto a este asunto de un día de juicio. Al hacer eso, hallamos que la cosa importante no es la fecha. Lo que es importante es mantener siempre presente que sí hay tal día... y ese día se está acercando y exigirá que todos nosotros rindamos cuenta. Pedro dijo que era correcto que los cristianos estuvieran “esperando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová.” (2 Ped. 3:12) Lo que es importante de parte del cristiano no es cierta fecha futura, sino la vida que vive de día en día. El cristiano no debe vivir ni un solo día sin tener presente que está bajo el cuidado y la dirección amorosa de Jehová y que debe someterse a éstos, teniendo también presente que debe dar cuenta de sus acciones.

      8. (a) ¿Cómo establecen las palabras de Jesús y de Pablo lo correcto de tal punto de vista? (b) Tenemos que perseverar hasta el fin; pero, ¿cuándo es ese “fin,” y qué podemos saber acerca del tiempo en que llega?

      8 Jesús suministró la razón por la cual debemos mantener tal punto de vista, cuando dijo: “Porque el Hijo del hombre está destinado a venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su comportamiento.” (Mat. 16:27) El apóstol Pablo también señaló que: “Todos estaremos de pie ante el tribunal de Dios . . . De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios.” (Rom. 14:10-12) Y, “todos nosotros tenemos que ser puestos de manifiesto ante el tribunal del Cristo, para que cada uno reciba su retribución por las cosas hechas por medio del cuerpo, según las cosas que haya practicado, sea cosa buena o vil.” (2 Cor. 5:10) ¿Cuánto tiempo tenemos antes de ese momento de rendir cuentas? Jesús dijo: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo.” (Mat. 24:13) ¿Cuándo es “el fin”? Ese fin puede venir o al final de este sistema de cosas o con la muerte misma del individuo antes de eso. ¿Cuánto tiempo, pues, tiene cada uno de nosotros? Nadie puede calcular el día en que morirá. Igualmente, Jesús dijo a sus apóstoles acerca del tiempo en que se había de establecer el reino de Dios: “No les pertenece a ustedes adquirir el conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción.” (Hech. 1:7) Se nos hace imposible averiguar con anticipación cuándo viene el fin del mundo.

      El cumplimiento de nuestra esperanza

      9. ¿Qué palabras de Pedro pueden darnos confianza para ser fieles a la selección que hemos hecho?

      9 Si alguien teme que, debido a las pruebas que quizás surjan, no va a poder adherirse a su selección de servir a Dios y a Cristo, que escuche las palabras del apóstol Pedro. Este apóstol nos asegura que nuestra esperanza es cosa segura si nos aferramos a ella por medio de la fe en Dios y en sus promesas seguras. Dice: “[Ustedes] están resguardados por el poder de Dios mediante la fe para una salvación lista para ser revelada en el último período de tiempo.” (1 Ped. 1:3-5) ¿Qué aprendemos de estas palabras?

      10, 11. (a) ¿A quién va la verdadera honra por el hecho de que hayamos aceptado las “buenas nuevas,” y por qué? (b) ¿Cómo hace Dios posible que las personas reconozcan la luz de la verdad? (c) ¿Qué muestra 1 Corintios 2:9 en cuanto a que los humanos puedan discernir las verdades divinas por su propia cuenta?

      10 Bueno, en cuanto a la primera vez que prestamos atención a las “buenas nuevas” que se nos proclamaron y las escuchamos con fe, ¿podríamos correctamente atribuirnos el haber tenido la sensatez de haber visto su valor y haberlas abrazado inmediatamente? No. “Siendo nosotros todavía débiles,” incapaces de salvarnos, “siendo nosotros todavía pecadores,” sí, mientras todavía éramos enemigos, fuimos “reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo.” (Rom. 5:6-10) ¿A quién, pues, tenemos que dar gracias por la posición favorable en que ahora estamos? Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga.” (Juan 6:44) De nuestra propia iniciativa nunca hubiéramos llegado a tener conocimiento de Dios. Nuestra naturaleza humana imperfecta, pecaminosa, nunca nos hubiera dejado hacerlo.

      11 Sin embargo, podemos buscar a Dios, pues “no está muy lejos de cada uno de nosotros.” (Hech. 17:27) El que solo lo busquemos o hagamos esfuerzos por hallarlo, aunque sea a tientas, le agrada. Entonces él se acerca a nosotros. (Sant. 4:8) Dios conoce el deseo íntimo del que lo busca y le envía a alguien con las “buenas nuevas”; y al examinar la Palabra de Dios, con la ayuda de espíritu santo, suministrado por Dios, el que lo busca se despierta en cuanto a su situación. Entonces, si ejerce fe en lo que Dios dice, puede salir de la oscuridad. En cuanto a lo que el ser humano puede hacer, la Biblia dice: “Ojo no ha visto, ni oído ha escuchado, ni se han concebido en el corazón del hombre las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman.” (1 Cor. 2:9) Por medio de nuestro propio pensar y deseos humanos nunca pudiéramos haber entendido la verdad si no hubiese sido porque Dios se apiadó de nosotros y nos ayudó personalmente.

      12. (a) Para adherirnos a nuestra selección inicial, ¿qué tenemos que tener presente constantemente? (b) ¿Cómo puede Dios resguardarnos de peligros en los cuales nos pudiera meter nuestra falta de percepción?

      12 Entonces, puesto que sabemos que Dios ve nuestro aprieto y nos ayuda desde el comienzo mismo, podemos reconocer con aprecio qué hace posible que nos adhiramos a nuestra selección inicial a medida que pasan los años. De hecho, Dios puede suministrarnos crecimiento espiritual. Como dice Pedro, estamos resguardados por el poder de Dios. Tenemos que reconocer que, una vez que llegamos a ser cristianos, no es por nuestra propia fuerza, sabiduría ni entendimiento que podemos perseverar con aguante victoriosamente... jamás podríamos lograrlo por nuestra propia cuenta. Por ejemplo, a menudo se nos embota la percepción. Muchas veces, sin que en lo más mínimo nos percatemos de ello, nos metemos en situaciones y circunstancias que presentan grave peligro a nuestra integridad cristiana. (Gál. 6:1) Quizás estemos a punto de dar algún paso que pudiera llevarnos a la ruina. Pero Dios, que está observando, nos ama y se apiada de nosotros, y cumple las promesas que nos ha hecho, y puede que al momento apropiado para ello nos libre del peligro. El rey David del antiguo Israel, después de haber sido ‘resguardado’ así por Dios debido al interés con que Dios lo vigilaba, dijo: “Has librado mi alma de la muerte —¿no has librado mis pies del tropiezo?— para que ande yo delante de Dios en la luz de los que viven.”—Sal. 56:13.

      Resguardado de llevar culpa por homicidio

      13, 14. (a) ¿Cómo llegó a estar David peligrosamente cerca de derramar sangre inocente? (b) ¿Cómo sirvió Abigaíl para hacer que él se volviera de su proceder equivocado?

      13 Un caso en que se ve cómo Dios resguardó y salvó a David de los propios razonamientos e impulsos imperfectos de David se registra en el capítulo 25 de Primero de Samuel. Cuando David estuvo viviendo como proscrito, en condición de refugiado que huía de la búsqueda sistemática que con propósitos asesinos Saúl había lanzado contra él, David y sus hombres estuvieron ayudando, guardando y protegiendo al pueblo israelita dondequiera que tenían la oportunidad de hacerlo. Uno de los hombres a quienes ayudaron fue un israelita muy rico llamado Nabal. Una vez, cuando David y sus hombres estaban acampados cerca de donde estaban los pastores de Nabal con sus rebaños, los hombres de David resultaron ser un muro de protección contra los merodeadores, y no pidieron ni tomaron nada por los servicios que habían prestado. Más tarde, cuando los hombres de David necesitaban provisiones, David le pidió a Nabal que, como hermano israelita, por favor le prestara ayuda en la forma de un regalo de alimento. En vez de expresar gratitud y el espíritu altruista que la ley de Moisés mandaba, Nabal profirió a gritos insultos contra los hombres de David.

      14 Esta acción maliciosa, desagradecida, enfureció a David, y éste salió con unos 400 hombres para infligir venganza en Nabal y su casa. Pero Abigaíl, la esposa de Nabal, al enterarse de la conducta vil de su esposo, se apresuró a ir a David con un gran regalo de provisiones. Usando como base para su acción la relación de David con Jehová, Abigaíl le rogó a David que se apartara de la venganza que se proponía ejecutar, diciendo: “No llegue a ser esto para ti causa de tambalear o un tropiezo al corazón de mi señor, tanto por el derramamiento de sangre sin causa como por hacer que la mano misma de mi señor se dirija a su salvación.” David, volviendo a sus cabales, contestó: “¡Bendito sea Jehová el Dios de Israel, que te ha enviado este día a mi encuentro! Y bendita sea tu sensatez, y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa de sangre y de hacer que mi propia mano se dirija a mi salvación.”—1 Sam. 25:31-33.

      15, 16. (a) Si David hubiera seguido en su proceder, ¿de qué dos males se habría hecho culpable, y qué lo salvó de esto? (b) ¿Qué lección aprendemos de esto, y qué efecto debería tener ello en nosotros?

      15 Desde el punto de vista humano, David se había sentido justificado cuando salió a desquitarse de Nabal por la iniquidad de éste. Pero si hubiera hecho aquello habría estado confiando en sí mismo respecto a venganza y vindicación, y hubiera incurrido en culpa por derramamiento de sangre al matar a miembros inocentes de la casa de Nabal. ¿Qué lo salvó? Jehová Dios estaba vigilando, y lo resguardó de este pecado.

      16 De este ejemplo podemos ver que no podemos confiar en nosotros mismos en cuanto a continuar en el proceder que lleva a salvación, sino que siempre tenemos que acudir a Dios, quien nos vigila y nos ayuda a salir ilesos de las dificultades. Esto debe darnos gran confianza así como hacernos humildes.

      17. (a) ¿Deberíamos pensar que Dios hará menos que eso para un humilde siervo suyo hoy? (b) ¿De qué maneras puede Dios resguardarnos de cometer males serios?

      17 No obstante, alguien pudiera decir: ‘Aquél fue David el rey ungido de Jehová, con quien Dios había hecho un pacto para el reino. Tal vez él no nos daría tanta atención a nosotros.’ ¿Podemos decir en verdad que Dios, quien nos compró con la sangre preciosa de su Hijo, no guarda nuestra vida con el mismo celo? Ciertamente que la guarda. Tal como Dios, por medio de Abigaíl, libró a David de cometer un acto irreflexivo, calamitoso, no hay duda alguna de que nos librará a nosotros. Tal como movió o impulsó a Abigaíl a salvar a David, puede usar su Palabra la Biblia, o a sus ángeles, o a un asociado cristiano nuestro, o puede arreglar las circunstancias de manera providencial para salvarnos de hacer algo tonto, si tenemos fe y continuamos en un proceder de oración y humildad, apoyándonos en él.

      18, 19. ¿Cómo puede tal conocimiento animarnos a perseverar fielmente en el proceder que hemos escogido, y qué pregunta queda por ser contestada?

      18 ¡Qué estimulador y animador es este entendimiento de los asuntos! Dios no dice: ‘Bueno, ya tú sabes qué hacer y todo lo demás queda de tu parte.’ En vez de eso, está interesado amorosamente en nuestra salvación y nos protege activamente mientras nosotros persistamos en nuestra fe en él y en el rescate que él suministró por medio de su Hijo. Él “conoce bien la formación de nosotros, acordándose de que somos polvo,” pues sabe que, por nuestra propia cuenta, no podríamos menos que fracasar en nuestros esfuerzos por adherirnos al derrotero o curso de la justicia hasta el mismo fin.—Sal. 103:10-14, 17, 18; compare con Salmo 38:4, 22; 40:12, 13; 130:3, 4.

      19 ¿Significa esto que apenas tenemos parte en el asunto de vivir fielmente?... ¿que todo depende de Dios? De ninguna manera, como la siguiente consideración bíblica muestra claramente.

  • Viviendo en armonía con nuestra selección
    La Atalaya 1980 | 15 de septiembre
    • Viviendo en armonía con nuestra selección

      1. ¿Qué exige de cada uno de nosotros el adherirnos a nuestra selección, como lo muestran Proverbios 16:9 y 1 Pedro 1:13?

      AL ACEPTAR la selección de vida que Dios ofrece, también estamos escogiendo andar en el camino de Dios... todo el camino cristiano de rectitud. Tenemos que adherirnos a ese camino, que requiere fe en las promesas de Dios, junto con esfuerzo y perseverancia. Pero en ese empeño acudimos a Dios en busca de guía para nuestras decisiones, mientras constantemente nos mantenemos fieles a nuestra muy bien pensada selección inicial. Las Escrituras dicen: “El corazón del hombre terrestre puede idear su camino, pero Jehová mismo es el que dirige sus pasos.” (Pro. 16:9) Pedro dice acerca de este asunto: “Por lo tanto fortifiquen su mente para actividad, mantengan su juicio completamente; pongan su esperanza resueltamente en la bondad inmerecida que ha de ser traída a ustedes al tiempo de la revelación de Jesucristo.”—1 Ped. 1:13.

      2, 3. ¿Qué puede ayudarnos en gran manera a ‘fortificar la mente’ para acción positiva?

      2 ¿Cuál es la mejor manera en que podemos ‘fortificar la mente’? ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos ‘manteniendo el juicio’ y que no estamos perdiendo el equilibrio?

      3 Primero, podemos meditar sobre las bendiciones sin paralelo que tenemos por haber recibido la verdad de Dios. Tenemos una vida mejor ahora, libres a mayor grado de las preocupaciones, dolores y ayes que el mundo experimenta. Si tenemos que sufrir, sabemos por qué viene tal sufrimiento, y también nos damos cuenta de que, si aguantamos con plenitud de fe y confianza, saldremos de la situación en condición de mejores y más útiles cristianos. Y nuestra esperanza de una resurrección remueve gran parte del temor a la muerte, y del dolor que sentimos por nuestros amados que mueren. Esa esperanza hace que todas las cosas indeseables que sufrimos sean como nada en vista de la vida eterna futura. Jesús dijo a sus discípulos: “Felices son los ojos que contemplan las cosas que ustedes contemplan. Porque les digo: Muchos profetas y reyes desearon ver las cosas que ustedes contemplan, pero no las vieron; y oír las cosas que ustedes oyen, pero no las oyeron.”—Luc. 10:23, 24.

      4, 5. (a) ¿Qué haría que los ángeles expresaran tal interés en asuntos de la salvación humana, como se indica por 1 Pedro 1:12? (b) Al conocer el punto de vista de ellos, ¿cómo, a nuestra vez, deberíamos sentirnos?

      4 Sí, la salvación de la cual disfrutamos es un premio inestimable, y es maravilloso el modo en que Dios la trae a los hombres. Pedro dice que los profetas deseaban saber cómo se efectúa, y que “en estas mismas cosas los ángeles desean mirar con cuidado.” (1 Ped. 1:10-12) Sabemos que los ángeles ya existían cuando la Tierra fue formada, y hasta innumerables años antes de eso. (Job 38:7) Habían visto la gloria, sabiduría y poderío de Dios y otros aspectos de su personalidad en los miles de millones de obras de la creación. Pero aquí en la Tierra había algo nuevo. ¿Cómo podía Dios salvar a la humanidad pecaminosa? Los ángeles estaban muy interesados en esto. Deseaban saber cómo podía ser perdonado el pecado del hombre con un sacrificio humano como fundamento para ello, pues nunca habían visto suceder tal cosa. La maravillosa cualidad de la misericordia, uno de los más excelentes aspectos de la personalidad de Dios, más atractivo y alentador que el poder o hasta la sabiduría, se puso de manifiesto cuando él envió a Cristo a rescatar a la humanidad. Además, Dios demostró su amor a los pecadores al guiar a las personas que mostraban fe en su Hijo.

      5 Ahora bien, si los ángeles consideran que esta misericordia de Dios es una de las cosas más grandiosas del universo, ¡con cuánto más vigor deberíamos nosotros, que hemos recibido esa misericordia y que la experimentamos todos los días, regocijarnos en ella y apreciarla sobre todas las demás cosas! ¿Qué mayor motivación podemos tener para sentirnos felices por la selección que hemos hecho y apegarnos a ella?

      El estudio bíblico es muy importante

      6. En armonía con 1 Pedro 2:2, 3, ¿qué papel debería desempeñar en nuestra vida la lectura y el estudio de la Biblia?

      6 ¿Qué podemos ponernos a hacer para estar seguros de ver realizada nuestra esperanza? Pedro contesta: “Como criaturas recién nacidas, desarrollen el anhelo por la leche no adulterada que pertenece a la palabra, para que por medio de ella crezcan a la salvación, si es que han gustado que el Señor es bondadoso.” (1 Ped. 2:2, 3) Solo por medio de la lectura y el estudio cuidadosos de la Biblia podemos poseer la fortaleza espiritual que tenemos que tener. No hay ningún otro modo. Tenemos que leer la Biblia nosotros mismos, pensar en lo que dice, leerla con nuestra familia y considerar sus verdades. Al hacer eso, desarrollaremos mayor amor por la palabra y anhelaremos recibir más de ella. Si la ley de Dios exigía de los reyes de Israel que se escribieran una copia de la Ley, que tenían en el día de ellos, y que cada día la leyeran, ¿cómo podemos nosotros, que tenemos las Escrituras completas, que pueden hacernos sabios para la salvación, hacer menos que eso?—Deu. 17:19, 20; 2 Tim. 3:15.

      7, 8. (a) ¿Qué hizo la gente de la sinagoga de Berea que les ganó encomio divino? (b) ¿Por qué es tan vital el leer en la Biblia misma las verdades?

      7 Cuando los apóstoles proclamaron las “buenas nuevas,” ¿a quiénes expresó encomio Dios por medio de su Palabra? A las personas que estaban en la sinagoga de Berea, pues, según dice la Biblia, “recibieron la palabra [de las buenas nuevas que les hablaron Pablo y Silas] con suma prontitud de ánimo, examinando con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas [que hasta el apóstol Pablo había dicho] eran así.” (Hech. 17:10, 11) Hicieron suyas estas cosas, no simplemente por medio de escuchar y concordar, sino también examinando la firme base bíblica de las cosas que recibían con anhelo en mente y corazón.

      8 Nosotros debemos seguir el proceder de aquellos sinceros bereanos. ¿Por qué? Porque podemos oír la verdad predicada o enseñada por maestros humanos, pero cuando la leemos en la Biblia es cuando llega a ser en nuestro corazón una fuerza movedora plenamente fundada, pues “la palabra de Dios es viva y ejerce poder y es más aguda que toda espada de dos filos y penetra hasta dividir alma y espíritu, y coyunturas y su tuétano, y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón.” (Heb. 4:12) El estudio constante de la Biblia impide que nos quedemos como bebés espirituales. La Palabra de Dios infunde el espíritu de él en nuestros corazones y nos hace fuertes, maduros. El mismo principio está en operación cuando declaramos las “buenas nuevas” a otros. Tienen mayor fuerza cuando dejamos que la gente las lea en la Biblia que si usamos nuestras propias palabras.

      9. ¿Qué efecto adverso podrían producir en nosotros las pruebas y penalidades, y qué puede ayudarnos a evitar ese mal efecto?

      9 Al expresar lo que nosotros como cristianos debemos hacer con el fin de que nuestra salvación finalmente sea segura, y para recibir recompensa de Dios, el apóstol Pedro en su primera carta nos aconseja en contra de desanimarnos debido a las penalidades, pruebas y persecuciones. No debemos dejar que estas cosas nos amargan y nos conviertan en individuos desobedientes, gente sin restricción. Puesto que se nos ha comprado con la cosa más valiosa, la sangre de Jesucristo, quien llevó nuestros pecados al morir por nosotros, debemos estar “muertos” en cuanto a los pecados. Reconocemos el hecho de que por medio de aceptar el sacrificio expiatorio de Cristo por nuestros pecados confesamos que ya no debemos continuar pecando. Por eso, ya ni por un momento debemos retener en el pensamiento forma alguna de maldad, engaño, hipocresía, envidia y difamación solapada, ni entregarnos a tales cosas.—1 Ped. 3:1.

      10. ¿Cómo podemos seguir el consejo del apóstol en el sentido de que las prácticas sucias del mundo no deberían ser siquiera ‘mencionadas’ entre nosotros?

      10 El apóstol Pablo expresa el asunto muy vigorosamente: que las cosas que el mundo hace y que el cristiano quizás haya hecho antes de llegar a conocer la verdad son tan malas que ni siquiera deben “mencionarse” entre los cristianos. (Efe. 5:3) Por supuesto, Pablo sí ‘mencionó’ estas cosas que no son bíblicas, pero solo para identificarlas como malas. Sin embargo, estaba aconsejando a los cristianos que no se espaciaran en ellas, describiéndolas en todos sus chocantes detalles, hablando en cuanto a la manera en que estas cosas se hacen, y que no las usaran como tema de conversación. La persona que en el pasado ha participado en estas cosas no debe recordarlas con un sentido de satisfacción de la carne, sino que debe avergonzarse de ellas.—Rom. 6:21.

      11. En 1 Pedro 4:8, 9, ¿qué expresiones positivas de nuestra fe recalca Pedro como de interés principal para nosotros, y cómo se manifiestan tales cosas?

      11 Además, el curso que sigue el cristiano hacia la esperanza que tiene ante sí incluye más que evitar las cosas malas, negativas. El apóstol Pedro, en 1 Pedro 4:8, 9, escribe: “Ante todo, tengan amor intenso los unos para los otros, porque el amor cubre una multitud de pecados. Sean hospitalarios los unos para con los otros sin rezongar.” Tenemos un deber constante para con nuestro prójimo, en particular las personas que están relacionadas con nosotros en la fe. Nuestro amor pasa por alto muchos de los errores y pecados de nuestros hermanos. Los cristianos verdaderos no se la pasan tratando de hallar faltas en otros; ni empiezan a sospechar de alguien ni adoptan una actitud condenatoria para con alguien debido a que ven faltas en él. ¿Estamos deseosos de mostrar hospitalidad? ¿Estamos dispuestos a hacer cuanto podamos a fin de ser bondadosos y serviciales unos con otros? ¿O nos ponemos a rezongar cuando surge la ocasión de ayudar? Si hacemos esto, anulamos para nosotros mismos todo el gozo que de otro modo pudiéramos tener y además perdemos la recompensa que recibiríamos por hacer el bien. Las cosas que no se hacen porque el corazón mueva a ello no agradan a Dios.

      Use bien su don

      12. (a) ¿Quiénes reciben ‘dones’ útiles en la congregación? ¿Se espera que todos tengan las mismas habilidades? (b) ¿De qué manera llegan a ser “mayordomos” de Dios estas personas, y con qué responsabilidad?

      12 Pedro también habla del uso de nuestros dones. Cada cual tiene alguna habilidad, o habilidades, pero nadie las posee todas. Además, hay quienes tienen ciertos dones en mayor grado que otros. No podemos esperar que otros hagan las cosas precisamente como las hacemos nosotros, ni que encajen, por decirlo así, en el mismo molde. Pedro dice: “En proporción al don que cada uno haya recibido, úsenlo al servirse los unos a los otros como excelentes mayordomos de la bondad inmerecida de Dios expresada de diversas maneras.” (1 Ped. 4:10) Si alguien tiene una habilidad que es útil a la congregación, debe considerarse como un mayordomo de Dios al usar ese don. Sabe que el don viene de Dios, el Dador de todo don o presente bueno y perfecto. El individuo que tiene el don llega a ser un mayordomo con responsabilidad para con el dador del don y amo suyo en cuanto a cómo usa el don. (1 Cor. 4:2; Sant. 1:17) Es por la bondad inmerecida de Dios que lo ha recibido, y esta bondad inmerecida provee para la congregación cristiana las cosas que ésta necesita. Esta bondad inmerecida se expresa en una multitud de maneras, y diferentes personas de la congregación suministran lo que se necesita. Si uno de nosotros tiene cierta habilidad y no la usa para beneficiar a la congregación, no está cumpliendo con una mayordomía asignada.

      13. ¿De qué manera han de ‘hablar como si fueran las sagradas declaraciones formales de Dios’ los que hablan en la congregación?

      13 El apóstol pasa a describir las formas de los dones y cómo se les debe usar. Dice: “Si alguno habla, que hable como si fueran las sagradas declaraciones formales de Dios.” (1 Ped. 4:11a) Esto no quiere decir que cuando él habla cree que siempre está en lo correcto y que la gente debe hacer lo que él dice. Pero cuando habla no debe expresar su propia opinión, ni hacer afirmaciones que carezcan de prueba. Debe estar seguro de que lo que dice es la verdad —que eso está sólidamente basado en las declaraciones formales de Dios y en armonía con el espíritu de la Biblia— que puede probar con la Biblia lo que dice. Solo de esa manera puede ser útil a alguien.

      14. (a) En armonía con 1 Pedro 4:11, ¿cómo puede uno ‘servir’ a otros en la congregación? (b) ¿Qué debe tener presente siempre tal persona al servir así, y cómo se le recompensará?

      14 Del asunto de hablar, Pedro se dirige entonces al de hechos y dice: “Si alguno sirve, que sirva como dependiendo de la fuerza que Dios suministra.” (1 Ped. 4:11a) El miembro de la congregación que tiene medios materiales que le permiten ayudar a un hermano o prójimo necesitado, o que tiene la oportunidad de rendir algún servicio útil, puede promover la cualidad del amor entre sus hermanos. Si está capacitado para eso, debe rendir la ayuda con el reconocimiento de que Dios fue quien le suministró la oportunidad y los medios. Esto no solo complace a Dios, sino que hace eficaz el ministerio del cristiano, pues Dios bendice al que sirve con humildad. La persona misma recibe como recompensa una mayor medida de fe y la oportunidad del logro, como dice el proverbio: “El alma generosa será engordada ella misma, y el que liberalmente riega a otros también él mismo será liberalmente regado.”—Pro. 11:25.

      15. ¿Cómo puede ser glorificado Dios por medio de Jesucristo como resultado de que ejerzamos fielmente nuestra mayordomía?

      15 ¿Cuál es el resultado principal de que usemos nuestros dones o aptitudes de esta manera? ¿Nos acerca más a la realización plena de nuestra esperanza? Sí, pues produce la cosa principal por la cual hicimos nuestra selección original de servir a Dios. Esa es: “Que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo.” (1 Ped. 4:11b) Cuando hacemos obras excelentes que están en armonía con la Biblia, glorificamos a Cristo, pues es por medio de él que tenemos nuestra posición ante Dios, con miras a la salvación. Y glorificamos a Dios, porque él es el Iniciador del acto de enviar a su Hijo; de modo que al glorificar a Cristo también estamos glorificando a Dios.

      Cómo nos resulta en bien el sufrimiento

      16. ¿Por qué puede el cristiano tener causa para regocijo aunque se encare a presiones o persecución?

      16 Este modo de vivir glorifica tanto a Jehová Dios como a su Hijo Jesucristo, y nos suministra gozo ahora mientras les servimos. Con este conocimiento podemos estar contentos y alegres. Quizás haya muchas presiones, hasta penalidades y persecución. No obstante, podemos seguir siendo felices en nuestro modo de vivir. En sus dos cartas el apóstol Pedro habla mucho acerca del sufrimiento... la causa, el propósito y el resultado de aguantarlo fielmente. Escribió a los cristianos de su día acerca de la esperanza que ellos tenían y la protección que Dios les daba, y dijo: “En este hecho ustedes están regocijándose en gran manera, aunque ahora por un poco de tiempo, si es menester, han sido contristados por diversas pruebas, a fin de que la cualidad probada de su fe, de mucho más valor que el oro que perece a pesar de ser probado por fuego, sea hallada causa de alabanza y gloria y honra al tiempo de la revelación de Jesucristo.”—1 Ped. 1:6, 7.

      17, 18. ¿Por qué, al hablar del sufrimiento cristiano, dice el apóstol Pedro “si la voluntad de Dios lo desea”? (b) Como el apóstol Pablo, ¿cómo debe ver el cristiano hoy día el sufrimiento que le viene por adherirse firmemente a la selección que ha hecho?

      17 En el capítulo tres de su primera carta Pedro llama atención al sufrimiento del cristiano y dice: “Porque mejor es sufrir porque están haciendo el bien, si la voluntad de Dios lo desea, que porque están haciendo el mal.” (1Pe 3 Vs. 17) ¿Por qué dice él de este sufrimiento “si la voluntad de Dios lo desea”? Explica: “Amados, no estén perplejos a causa del incendio entre ustedes, que les está sucediendo para prueba, como si algo extraño les sobreviniese. Al contrario, sigan regocijándose por cuanto son partícipes de los sufrimientos del Cristo, para que también durante la revelación de su gloria se regocijen y se llenen de gran gozo. Si a ustedes los están vituperando por el nombre de Cristo, son felices, porque el espíritu de gloria, sí, el espíritu de Dios, descansa sobre ustedes.”—1 Ped. 4:12-14; Hech. 5:41, 42.

      18 Aunque el cristiano prefiere no sufrir, y no procura ser mártir, se siente feliz si tiene que sufrir por seguir fielmente a su Amo, Cristo. No puede haber mayor honor para el cristiano que el de morir por su fe. El apóstol Pablo, antes de escoger la senda de seguir a Cristo, que incluyó mucho oprobio y sufrimiento, fue un hombre que tenía la más brillante perspectiva de alcanzar fama, honra y posición. Note cómo expresó su sentir en cuanto a este asunto: “Cuantas cosas eran para mí ganancias, éstas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues, en cuanto a eso, de veras sí considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo . . . a fin de conocerle a él y el poder de su resurrección y una participación en sus sufrimientos, sometiéndome a una muerte como la de él.” (Fili. 3:7-10) Pablo deseaba ser como Cristo en todo respecto, y consideraba como la mayor gloria el que tuviera que morir como murió Cristo.

      19, 20. (a) ¿Hasta qué grado permite Dios que tal sufrimiento venga sobre sus siervos? (b) ¿Cómo puede resultar al fin en alabanza para Dios la furia de opositores perseguidores? (c) ¿Qué otro factor en cuanto al grado del sufrimiento que Dios permite puede estimularnos a perseverar o aguantar?

      19 Además, Pedro señala no solo que hay una recompensa, sino que cuando Dios permite el sufrimiento lo permite solo hasta el punto en que provee entrenamiento y disciplina para nosotros de las maneras en que necesitamos estas cosas como individuos. El salmista escribió: “La misma furia del hombre te elogiará.” (Sal. 76:10) Si Dios permite que el hombre dé rienda suelta a su furia contra nosotros, podemos estar seguros de que nuestro sufrimiento o muerte obrará para el bien. Esto no solo nos servirá de entrenamiento, Dios también frustrará el propósito de los inicuos al hacer que otros glorifiquen a Dios al observar que sufrimos fielmente por Su nombre. Además, el sufrimiento es por un período relativamente breve y tiene fin.

      20 Así es que Pedro consuela a los cristianos de este modo: “Después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, el Dios de toda bondad inmerecida, que los llamó a su gloria eterna en unión con Cristo, terminará él mismo el entrenamiento de ustedes, él los hará firmes, él los hará fuertes.”—1 Ped. 5:10.

      21. (a) ¿Qué preguntas personales podemos hacernos ahora provechosamente? (b) ¿Qué puntos fortalecedores saca a relucir el apóstol Pedro al fin de su segunda carta?

      21 ¿Le parece a usted que ha hecho la selección correcta? ¿Le parece que puede adherirse a esa selección, no solo por perseverancia pasiva ante lo que venga, sino también sirviendo activamente? ¿Está dispuesto a esforzarse por usar los dones que tiene para ayudar a sus hermanos? ¿Tiene el deseo, sí, el celo, de ayudar a otros a aprender las “buenas nuevas” y a hacer para sí la misma selección, y está dispuesto a ayudarles a permanecer firmes a medida que siguen en lo que escogen? Pedro nos consuela y fortalece con las palabras finales de su segunda carta: “Ustedes, por lo tanto, amados, teniendo este conocimiento de antemano, guárdense para que no vayan a ser llevados con ellos por el error de gente desafiadora de ley y caigan de su propia constancia. No, sino sigan creciendo en la bondad inmerecida y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria tanto ahora como hasta el día de la eternidad.”—2 Ped. 3:17, 18.

      [Ilustración en la página 23]

      Nuestra lectura personal de la Biblia puede ayudar a grabar la verdad en nuestro corazón

      [Ilustraciones en la página 24]

      Para dar ayuda apropiada, asegúrese de que el consejo que dé se base en la Biblia

      [Ilustración en la página 25]

      El que humildemente usemos nuestras habilidades para prestar servicios útiles promueve la cualidad de amor y se gana la bendición de Dios

  • Hasta las aves ‘conocen su tiempo’
    La Atalaya 1980 | 15 de septiembre
    • Hasta las aves ‘conocen su tiempo’

      UNA LAMENTABLE condición existía entre los israelitas en el tiempo de Jeremías. Su proceder estaba en desfavorable contraste con el de las aves migratorias. Leemos: “Aun la cigüeña en los cielos... bien conoce sus tiempos señalados; y la tórtola y el vencejo y el bulbul... observan bien el tiempo de la venida de cada uno. Pero en cuanto a mi pueblo, no ha llegado a conocer el juicio de Jehová.”—Jer. 8:7.

      Aunque las aves migratorias como la cigüeña, la tórtola, el vencejo y el bulbul observan el tiempo de su venida e ida, los israelitas no tomaban en consideración alguna el juicio de Jehová. En el caso de las aves migratorias, su ida y venida son esenciales para la vida. De igual modo, el bienestar y prosperidad de Israel dependía de cumplir con el juicio de Jehová. Pero los israelitas no hacían esto, y, por lo tanto, ni siquiera mostraban el buen sentido que es característico de aves irracionales que observan el tiempo de sus vuelos migratorios.

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