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No pruebe la paciencia de Dios en excesoLa Atalaya 1972 | 15 de octubre
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cuarenta años de ese período comenzaron en el año 647 a. de la E.C. Ambos períodos, el más largo y el más corto, tenían que convergir en la misma fecha, pues la Jerusalén antigua fue destruida solo una vez, a saber, en 607 a. de la E.C.
Ahora surge una pregunta: ¿Fue el principio de esos cuarenta años por el “error de la casa de Judá” señalado por algo que indicara un comienzo de contar “error” religioso? Sí, el año de apertura de ese período fue el decimotercer año del reinado del buen rey Josías de Jerusalén, y fue en ese año que Jehová nombró a Jeremías para servir como su profeta en la tierra de Judá. (Jer. 1:1-3; 25:3) Pero ¿no estaba restaurando en aquel tiempo el buen rey Josías la adoración pura de Jehová por toda la tierra de Judá? ¿Por qué, entonces, debería comenzar Jehová a contar “error” contra la “casa de Judá” en ese año?
POR QUÉ NO PODÍA IMPEDIRSE EL CASTIGO
Judá estaba cargada de error incurable. El rey Manasés, abuelo del rey Josías, había llevado a Judá a pecados que habían sido tan abundantes y sumamente alarmantes que Jehová no podía borrarlos de la cuenta que tenía contra Jerusalén como ciudad idólatra, manchada de sangre. Leemos:
“Fue solo por orden de Jehová que esto tuvo lugar contra Judá, para quitarlo de su vista por los pecados de Manasés, conforme a todo lo que había hecho; y también por la sangre inocente que él había derramado, de manera que llenó a Jerusalén de sangre inocente, y Jehová no consintió en conceder perdón.”—2 Rey. 24:3, 4; 21:16.
Aun después de los nobles esfuerzos del rey Josías por poner en vigencia la ley de Jehová en Judá y Jerusalén, leemos:
“Y resultó que no hubo rey como él antes de él que se volviera a Jehová con todo su corazón y con toda su alma y con toda su fuerza vital, conforme a toda la ley de Moisés; tampoco después de él se ha levantado uno semejante a él. Sin embargo, Jehová no se volvió del gran ardor de su cólera, con que ardía su cólera contra Judá por todas las cosas ofensivas con las cuales Manasés los había hecho ofender. Antes bien dijo Jehová: ‘A Judá, también, quitaré de mi vista, tal como he quitado a Israel; y ciertamente rechazaré a esta ciudad que he escogido, aun a Jerusalén, y la casa [templo] de la que he dicho: “Mi nombre continuará allí.”’”—2 Rey. 23:25-27.
Es notable que Jehová ejerciera tal paciencia para con ambas casas de Israel. Trescientos noventa años es un período largo para ejercer paciencia... más tiempo, por ejemplo, del que han existido los Estados Unidos como nación. Ciertamente este ejemplo debería ayudarnos a ver y apreciar más plenamente esta cualidad excelente de Dios. Y debería ser un fuerte incentivo para nosotros a fin de ejercer más paciencia con otros.
Pero, ¿qué podemos aprender del hecho de que la paciencia de Dios con el tiempo sí llega a un fin?
APROVECHE LA PACIENCIA DE DIOS ANTES QUE ÉSTA TERMINE
Podemos aplicar el principio a la cristiandad, a las naciones que se llaman cristianas. La cristiandad no empezó con Jesucristo o sus apóstoles, sino más bien en el siglo cuarto, con la fusión del cristianismo apóstata con la religión pagana y la política por Constantino el Grande. Por lo tanto, la cristiandad jamás ha practicado el cristianismo verdadero. Este emperador romano hizo del “cristianismo” la religión del Estado, por razones políticas. Después de haber presidido el Concilio religioso de Nicea, hizo que su hijo mayor fuera ejecutado y después de eso su propia esposa, Fausta. Así, los mismísimos cimientos de la cristiandad fueron ensuciados con sangre. El “error” de la cristiandad empezó con su principio.—The Encyclopædia Britannica, 11ma edición, tomo 6, página 989, párrafo 4.
A través de los 1.600 años desde entonces, las faldas de la cristiandad han goteado sangre. Considere las Cruzadas, la inquisición religiosa, la Guerra de los Treinta Años, y, finalmente, las dos guerras mundiales de este siglo.
Nadie puede decir que Dios no le ha dado a la cristiandad amplia oportunidad para revelar su verdadera naturaleza. Sin embargo, la paciencia que él ha ejercido no ha sido en vano.
Ciertamente, ninguno de nosotros queremos morir, sino vivir. El Creador, Jehová Dios, ejerce tan notable paciencia porque no desea que nadie muera. ¡Qué desperdicio el morir y perderse las excelentes cosas que Dios está por introducir para los que aprecian su paciencia! Jehová dice a la gente de la cristiandad, tal como le dijo a su pueblo profeso en el tiempo de Ezequiel: “¿Por qué deben morir, oh casa de Israel? Porque no me deleito de ninguna manera en la muerte de alguien que muere . . . Por lo tanto hagan un volverse y sigan viviendo.”—Eze. 18:31, 32.
Dios no solo es paciente, sino también Proveedor de ayuda a los que desean volverse del derrotero provocador de Dios de la cristiandad, o de las otras religiones falsas e ideologías del mundo. Los testigos de Jehová están tan interesados en que usted obtenga vida como en sus propias expectativas. Válgase de su ayuda gratuita y aproveche este tiempo de la paciencia de Dios que todavía se extiende a las personas de corazón sincero y honrado.—2 Cor. 6:1, 2.
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Defienda lealmente la Palabra de DiosLa Atalaya 1972 | 15 de octubre
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Defienda lealmente la Palabra de Dios
¿Por qué podemos defender lealmente la Biblia como la Palabra de Dios?
Entre los defensores leales de la Palabra de Dios en tiempos apostólicos estuvieron los cristianos de Tesalónica. Esto se hace patente por las palabras del apóstol Pablo registradas en 1 Tesalonicenses 2:13: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, . . . la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios, la cual también está obrando en ustedes los creyentes.”a
Una de las muchas razones por las que podemos, como los cristianos de Tesalónica, ser defensores leales de la Palabra de Dios es que el cristianismo, la religión de la Biblia, se distingue de todas las otras religiones por su carácter histórico. La Biblia de veras gira alrededor de personas que realmente vivieron y lugares que verdaderamente existieron.
Otra razón por la que podemos defender lealmente la Palabra de Dios es que es un libro de profecía confiable.
Todavía otra razón es la obvia veracidad, la honradez, la franqueza, el candor y la humildad de sus escritores. De una manera muy franca no solo registraron las cosas excelentes y nobles que hicieron los siervos de Dios, sino también sus errores, sus faltas y sus pecados. Toda esa honradez nos estimula a defender lealmente la Palabra de Dios.
Y también lo hace el hecho de que la Biblia como Palabra de Dios nos suministra información que no puede obtenerse en ninguna otra parte. ¿Y cuál es ésta? Solo ella nos habla del origen del universo, de la Tierra y del hombre. Solo ella nos dice por qué la humanidad está tan plagada de dificultades, enfermedad y muerte, y solo ella nos habla acerca del propósito de Dios de restaurar el paraíso y la humanidad a la perfección.
¿De qué maneras prácticas podemos defender lealmente la Palabra de Dios?
A menudo los niños tienen el privilegio de hacer esto en la escuela cuando se consideran temas como la biología, la historia o la evolución, presentando denodadamente lo que la Biblia dice acerca de estos temas.
De modo semejante los adultos pueden estar alerta a oportunidades de mostrar lealtad a la Palabra de Dios en sus tratos diarios con otras personas por medio de la testificación incidental.
Y, por supuesto, una persona es defensora leal de la Palabra de Dios cuando aplica los principios bíblicos. Por la manera en que visten los cristianos, por la clase de lenguaje que usan, por rehusar reírse ante el bromear obsceno, por cumplir con escrupulosidad todas sus obligaciones financieras y por obedecer las leyes de César. Todas éstas son maneras en que los siervos de Dios pueden demostrar que son defensores leales de su Palabra.
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