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La visión de la paz anhelada¡Despertad! 1985 | 8 de octubre
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He aquí una Afirmación hecha por los arzobispos de Canterbury y York, treinta y cinco obispos diocesanos de Inglaterra, el moderador de la Iglesia de Escocia, y representantes oficiales de todas las Iglesias Libres de Inglaterra:
”Estamos convencidos:
”1) De que Dios en este tiempo está haciendo un llamamiento a las naciones del mundo para que aprendan a vivir como una sola familia;
”2) De que la maquinaria de cooperación internacional proporcionada por la Sociedad de Naciones [...] ofrece los mejores medios disponibles para aplicar los principios del Evangelio de Cristo para poner fin a la guerra, para proporcionar justicia y para organizar la paz”.
Antes de lo susodicho, en diciembre de 1918, el Concilio Federal de las Iglesias de Cristo de América emitió una declaración en la que se dijo en parte: “Como cristianos instamos el establecimiento de una Sociedad de Naciones Libres en la venidera Conferencia de Paz. Dicha Sociedad no es un mero expediente político; es más bien la expresión política del Reino de Dios en la Tierra”. (Las cursivas son nuestras.) Entonces procedió a decir: “Son muchas las cosas que la Iglesia puede contribuir y ganar. Puede dar una sanción poderosa por medio de impartir al nuevo orden internacional algo de la gloria profética del Reino de Dios. [...] La Sociedad de Naciones tiene sus raíces en el Evangelio”.
Si esta Sociedad verdaderamente tenía “sus raíces en el Evangelio” y era verdaderamente una “expresión del Reino de Dios”, entonces el destino de la Sociedad de Naciones se reflejaría tanto en el Evangelio como en el Reino. ¿Fue Wilson presuntuoso al creer que él era el instrumento de Dios para traer paz permanente a las naciones? Además, una pregunta aun más fundamental es: ¿Realmente tenía la Sociedad de Naciones el respaldo de Dios?
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Una visión rechazada¡Despertad! 1985 | 8 de octubre
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Una visión rechazada
“DICHA Sociedad existe, pero ¿qué ha de ser? ¿Ha de ser una realidad, o un fraude?” Esta pregunta la hizo surgir el lord británico Robert Cecil, presidente del Comité Ejecutivo de la Unión de la Sociedad de Naciones. Sí, aunque a muchas personas se les hizo creer que esta Sociedad garantizaría la paz, otras expresaron graves dudas al respecto.
El conocido autor inglés Jerome K. Jerome escribió: “La Sociedad de Naciones ha llegado al mundo como un bebé que nace muerto. [...] Sus patrocinadores [...] nos invitan a su bautismo. [...] Esperaban a un nuevo Mesías. Parecen haberse convencido de que a fuerza de gritar mucho y postrarse pueden levantarlo de entre los muertos”. El Standard, de Londres, declaró: “Una Sociedad de Naciones en la que nadie cree, pero a la cual todos rinden servicio de labios, es simplemente un engaño, un engaño sumamente peligroso”.
Una voz disidente
En cambio, hemos visto cómo el clero acogió a la Sociedad de Naciones. Pero en medio del clamor religioso a favor de esta, en mayo de 1920 la revista La Atalaya en inglés publicó una denuncia inequívoca respecto a esta Sociedad, en la que se declaró: “Esta ha
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