-
La sinagoga—precursora de la asamblea cristiana localLa Atalaya 1961 | 15 de noviembre
-
-
cada uno con su exposición. Al principio la lectura de las Escrituras se limitaba a la Tora, pero cuando por un tiempo la lectura de la Tora fue prohibida por su gobernante pagano, los judíos comenzaron a leer de los Profetas. Después que se levantó la prohibición se restauró la lectura de la Tora, pero también se retuvo la lectura de los pasajes de los Profetas. Donde los judíos hablaban griego se usaba la versión griega de los Setenta. En otros lugares la lectura era de las Escrituras Hebreas en su idioma original y había un traductor presente donde había necesidad de interpretar.
Cuando Jesús entró en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde vivía, se le dieron para leer los rollos que contenían los Haftarás, después de lo cual hizo una exposición sobre la lectura, tal como era la costumbre. Y fue debido al énfasis en la lectura de la Tora que el discípulo Santiago bien pudo decir a los miembros de la junta directiva en Jerusalén: “Porque desde tiempos antiguos Moisés ha tenido en ciudad tras ciudad aquellos que le predican, porque es leído en voz alta en las sinagogas cada sábado.”—Hech. 15:21; Luc. 4:17-21.
Después de la lectura de la Tora y de los Haftarás, junto con su exposición, venía la predicación o exhortación, la cual se hacía desde el frente de la sinagoga; el resto se hacía desde el centro. Así, pues, leemos que Jesús enseñó y predicó en las sinagogas a través de toda Galilea. Igualmente registra Lucas que fue “después de la lectura pública de la Ley y de los Profetas” que Pablo y Bernabé fueron invitados a hablar, a predicar.—Mat. 4:23; Hech. 13:15.
Los rasgos básicos de la adoración de la sinagoga fueron trasladados a los lugares de asamblea cristianos. También aquí había alabanza, oración, lectura de la Escritura, exposición y predicación o exhortación y ánimo, pero sin las acrecencias ritualistas y sin las especulaciones que tanto les gustaba hacer a los escribas. Como lo describió el apóstol Pablo: “¿Qué ha de hacerse, entonces, hermanos? Cuando ustedes se reúnen, uno tiene un salmo, otro tiene una enseñanza, otro tiene una revelación, otro tiene una lengua, otro tiene una interpretación. Que todas las cosas se efectúen para edificación.... Además, que dos o tres profetas hablen, y que los demás disciernan el significado. Pero si hay una revelación a otro mientras está sentado allí, que el primero permanezca callado.... que todas las cosas procedan decentemente y por arreglo.” Con el tiempo las cartas de Pablo y otras fueron incluidas en la lectura de las Escrituras en esos lugares.—1 Cor. 14:26-33, 40; Col. 4:16.
LA ORGANIZACIÓN
Tal como con otros rasgos básicos de la sinagoga, su organización también sirvió como una precursora o modelo para las asambleas o lugares de reunión de los cristianos primitivos—un punto probado conclusivamente por Vitringa en su De Synagoga, el libro más autoritativo sobre el tema de la sinagoga en el tiempo de Cristo, así como también por Litton en su libro The Church of Christ.
Así que ni en la sinagoga ni en las asambleas de los cristianos primitivos había una clase sacerdotal puesta aparte, ni siquiera una división de clero y lego. El participar en la lectura y en la exposición estaba abierto a todo judío devoto. Por eso es que leemos que Jesús enseñó y predicó por todas las sinagogas de Galilea así como también “en las sinagogas de Judea.” Sus apóstoles y discípulos primitivos hicieron lo mismo, siendo el apóstol Pablo el ejemplo más digno de mención. A medida que viajaba enseñaba en una sinagoga tras otra, en Antioquía de Pisidia, Tesalónica, Berea, Atenas, Corinto y Éfeso.—Mat. 4:23; Luc. 4:44; Hech. 13:14; 17:1, 10, 17; 18:4, 19; 19:8.
Por lo tanto hallamos que en la congregación cristiana todos habían de hacer declaración pública e incitar al amor y a las obras correctas. Todos debían tener una parte en la adoración, así como Pablo aconsejó: “Porque todos pueden profetizar uno por uno, para que todos aprendan y todos reciban ánimo.” Por supuesto, tal como se muestra en otros lugares, las mujeres no enseñaban ni ejercían autoridad sobre los hombres, y eso era cierto tanto en la sinagoga como en la asamblea cristiana primitiva.—1 Cor. 14:31; 1 Tim. 2:11, 12.
Aunque todos los varones maduros podían tener así una parte en la adoración, había algunos que tenían ciertos puestos de confianza y superintendencia. Como bien observa Litton: ‘Los nombres que llevan los tales en las Escrituras Cristianas Griegas son todos derivados de la sinagoga.’ Las sinagogas tenían oficiales presidentes y superintendentes y así también las congregaciones cristianas primitivas. (Mar. 5:22; Luc. 13:14; Hech. 20:28; Rom. 12:8) La sinagoga tenía asistentes o auxiliares e igualmente los tenían los cristianos en su forma de adoración. También había uno llamado el enviado o mensajero de la sinagoga. Aunque no se encuentra su igual en el registro histórico de la congregación cristiana primitiva, una designación similar, “ángel,” aparece en los mensajes que Juan envió a las siete congregaciones de Asia Menor.—Luc. 4:20; 1 Tim. 3:8-10; Apo. 2:1, 8, 12, 18.
Entre otros aspectos en los cuales la sinagoga sirvió como la precursora de las asambleas cristianas se hallan las siguientes: Las sinagogas locales reconocían la autoridad del Sanedrín en Jerusalén, así como las congregaciones cristianas reconocían la autoridad de la junta administrativa en Jerusalén, como lo demuestra tan claramente el capítulo 15 de los Hechos Hechos capítulo 15. En ninguna de las dos se hacían colectas, y no obstante se hacía provisión en ambas para contribuciones para la asamblea y sus ministros y para los pobres.
Ambas también servían como cortes de justicia. La sinagoga era el lugar donde se oían y dictaminaban todos los casos menores que tenían que ver con judíos; y asimismo sostiene el apóstol Pablo que los cristianos deben dejar que los hermanos maduros de la congregación juzguen los asuntos más bien que ir a las cortes de justicia mundanas para arreglar las diferencias entre ellos. Aunque el arreglo de la sinagoga hacía provisión para administrar azotes, en la congregación cristiana el castigar estaba limitado a reprensiones. Pero el tipo de castigo más severo que podían infligir los oficiales de una sinagoga a un judío era el de expulsarlo de la sinagoga. De la misma manera las medidas más severas que se tomaban contra uno que afirmaba ser cristiano era y es el de expulsarlo, desasociándolo o excomulgándolo de la congregación cristiana.—1 Cor. 6:1-8; 1 Tim. 5:20; 1 Cor. 5:12, 13.
En vista de lo antedicho, se puede ver claramente que la sinagoga sirvió por cierto como la precursora de las reuniones cristianas locales. Su estructura local y general, su propósito, forma de adoración y organización fueron traspasadas por cierto al lugar de reunión cristiano. No obstante, se hizo un refinamiento, tanto en la manera de conducir la adoración, cortando completamente con las inútiles acrecencias ritualistas, como también en cuanto a la sustancia, pasando el énfasis de la Ley a la bondad inmerecida y a las buenas nuevas del reino de Dios. Y aunque no todos los que servían en una capacidad especial en la sinagoga tenían sus partes correspondientes en las asambleas cristianas, las que había en éstas tuvieron su prototipo en la sinagoga. Además, debe notarse que no se tomó prestado nada de fuentes paganas.
Bien se puede hacer la pregunta ahora: ¿Dónde rigen actualmente arreglos de organización como los que existían entre estos cristianos primitivos? ¿Dónde se celebran reuniones o asambleas en el idioma vernáculo, en las cuales hay superintendentes y ayudantes pero no una distinción de clero y lego, en las cuales el énfasis está sobre la Palabra de Dios y las cuales tienen la naturaleza de una escuela? Puede haber solo una respuesta: en el Salón del Reino de los testigos de Jehová.
-
-
Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1961 | 15 de noviembre
-
-
Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató Elmer C. Ihrig
POCO me di cuenta allá en 1926, cuando mi madre consiguió por primera vez unos folletos publicados por la Sociedad Watch Tower, que algún día me hallaría siguiendo tras mi propósito en la vida como ministro de tiempo cabal. Yo había rechazado esos folletos como ‘simplemente otra religión’ en la cual no me interesaba ni una pizca. Pero aquí estoy, un misionero de los testigos de Jehová en Honduras Británico, después de unos treinta y cinco años, veintisiete de los cuales he empleado en el servicio de precursor de tiempo cabal.
Compramos nuestro primer radio en 1928, y aun ahora me parece que fue la mejor inversión que jamás hicimos. Al principio la emisión local nos interesó, pero después, más o menos por casualidad, sintonizamos una transmisión hecha por varias emisoras conectadas en circuito según un arreglo hecho por la Sociedad para una asamblea. Empecé a ver que ésta era una religión verdaderamente diferente.
Algún tiempo después, al visitar a un hermano mío, descubrí que él tenía algunas de las publicaciones. Me di prisa en pedírselas prestadas; y él se dio prisa en prestármelas, pues no le interesaban mucho. Noté la dirección de la Sociedad y que se podía conseguir un catálogo, de modo que envié mi nombre y domicilio; dentro de poco tiempo estaba leyendo con gusto la descripción de cada libro y folleto en la lista. Luego que pude, hice mi pedido.
Me puse en contacto con la congregación local de una manera poco usual. Generalmente se hace por medio de los miembros de la congregación que visitan a la gente, pero en este caso resultó de trabar una conversación con un señor anciano a quien había conocido por algún tiempo. Buscó abrigo, durante una lluvia repentina, en una casa nueva que mi hermano y yo estábamos construyendo. Es difícil decir quién se sorprendió más. Nos contó acerca de la congregación local que, en ese tiempo, se reunía en su casa. También nos enteramos de que dentro de poco tiempo un representante viajero de la Sociedad vendría a esta localidad para pronunciar una conferencia. Quedamos invitados. Si acaso hubiese existido duda alguna en nuestra mente de que esto fuera la verdad, aquel discurso las ahuyentó todas. También fue en esta ocasión que por primera vez conocí a precursores. Unos años más tarde tuve el privilegio de trabajar con un grupo de precursores del cual ellos formaban parte. Siempre me he sentido agradecido por la experiencia. Ha hecho mucho para ayudarme a seguir tras mi propósito en la vida, especialmente en el campo misional.
Al mirar atrás a mi primera experiencia en el ministerio del campo, puedo ver el gran progreso que la organización ha logrado hasta la fecha y cuán sabio es siempre llevar el mismo paso que ella
-