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  • ¿Debería usted cambiar su religión?
    La Atalaya 1964 | 1 de octubre
    • una persona cambia su religión por provecho personal y no debido a una convicción inteligente basada en un estudio de la Palabra de Dios, ni por causa de Sus verdades, entonces tal cambio no se está haciendo con el propósito de querer adorar con “espíritu y con verdad.”

      No es la mera formalidad de la adoración lo que Dios quiere. Ante todo, él quiere que los individuos adquieran conocimiento exacto de su Palabra. Observe cómo la Biblia expresa este pensamiento: “Porque en la bondad amorosa me he deleitado, y no en sacrificio; y en el conocimiento de Dios más bien que en enteras ofrendas quemadas.” (Ose. 6:6) Agregada a este conocimiento de Dios tiene que haber obediencia a su voluntad: “El obedecer es mejor que un sacrificio, el prestar atención que el sebo de carneros . . . Puesto que tú has rechazado la palabra de Jehová, él por lo tanto te rechaza a ti.” (1 Sam. 15:22, 23) Por eso, aun si una persona se adhiriera estrictamente a los preceptos de una nueva religión, si su adoración no se basara en un exacto “conocimiento de Dios” ésta no sería acepta a Dios. Lo que es acepto es el adquirir conocimiento de Su Palabra y voluntad y luego obedecer los requisitos que Dios ha bosquejado en esa Palabra.

      Por eso, cuando falta el amor y la búsqueda de conocimiento de las verdades de Dios, cuando el motivo no es la obediencia a Dios procedente del corazón, entonces el que cambia a otra religión no lo está haciendo para agradar a Dios. No se hace en los intereses de Dios, sino solo para agradar al individuo.

      ¿QUE HAY ACERCA DE SU RELIGIÓN?

      De lo susodicho quizás usted concluya que sería mejor el no considerar cambiar su religión, puesto que quizás usted no tenga la seguridad de que una nueva religión le agradaría a Dios. No obstante, usted también tiene que considerar esto: ¿Cómo sabe usted que su religión presente le agrada a Dios? ¿Cómo sabe usted que ésta llena los requisitos de Dios para la adoración verdadera?

      Si no ha probado por usted mismo, con la Palabra de Dios, la Biblia, que la religión a que usted pertenece enseña la verdad y llena los requisitos de Dios, entonces existe mucha probabilidad de que su religión no agrade a Dios. ¿Por qué se puede decir esto? Porque la religión correcta tendría un programa permanente para enseñarle y equiparle a usted para poder probar su fe con la Palabra de Dios, la Biblia. Como dijo el apóstol Pedro, usted estaría ‘siempre listo para hacer una defensa ante todo el que le exija razón de la esperanza que hay en usted.’—1 Ped. 3:15.

      Este no es el único requisito para la adoración verdadera, por supuesto, pero es uno de los más fundamentales. Por eso, si su religión no lo está equipando a usted para hacer la defensa de su fe que Pedro menciona, entonces usted tiene razón apremiante para considerar el cambiar su religión.

      RECONOCIMIENTO DE FRACASO

      Muchos caudillos religiosos reconocen abiertamente que sus organizaciones eclesiásticas no están proveyendo a sus miembros lo que necesitan para satisfacer los requisitos de Dios, y reconocen que ellos mismos no están satisfaciendo estos requisitos.

      ¿Por qué debe preocuparle a usted este reconocimiento de fracaso? Porque Jesús dijo: “Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser cortado y echado al fuego.” (Mat. 7:19) Cualquier religión que no produce la clase de cristianos que Dios exige, al fin será destruida. Los individuos que no satisfacen los requisitos de Dios encontrarán desastre semejante, pues Jesús agregó: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”—Mat. 7:21.

      Observe algunos de estos reconocimientos que deberían ponerle sobre aviso en cuanto a la posibilidad de que su propia religión esté fallando. El arzobispo Coggan, de Inglaterra, reconoció: “La tragedia dentro de la Iglesia hoy en día, muy a menudo, es que el Evangelio que se predica solo es una sección, un fragmento, del Evangelio como éste se nos da en el Nuevo Testamento.”

      La revista italiana Europeo publicó este comentario tocante al fracaso de la iglesia en Italia: “‘El apoyo progresivo dado al marxismo en Italia,’ dijo el presidente general de la Acción Católica durante su conferencia de prensa, ‘se puede considerar como un aspecto del fenómeno de la disminución de los valores espirituales y religiosos, y la causa tiene que atribuirse a la pérdida de la mentalidad cristiana, de la manera cristiana de juzgar, del concepto cristiano de la existencia.’” Pero, ¿por qué acaecieron esta disminución y pérdida? El artículo agrega: “La moralidad y la conducta católicas se deshacen por sí solas al primer contacto con la nueva ideología debido a que por siglos habían perdido su sustancia y su verdad, habían sido reducidas a ritos, a prácticas, a folklore.”

      En Australia, el presidente de la Conferencia Metodista de Australia Meridional declaró: “La iglesia ha llegado a ser un club para que sus miembros disfruten de él, y ésta olvida el propósito de su existencia.” Un clérigo bautista declaró allí: “Hemos perdido nuestro asimiento, nuestro camino, nuestra fe. Estamos llenos de presentimiento y temor, preocupados acerca de las armas nucleares.” ¿Cómo pudieran estas religiones representar a la adoración verdadera cuando la Biblia dice claramente que las personas que tienen la religión correcta no temerían porque sabrían con certeza lo que encierra el futuro para esta Tierra, sí, para esta mismísima generación, y que estarían dando testimonio de esto en todas partes de la Tierra?—Luc. 21:28; Mat. 24:14.

      En este respecto son asombrosas las palabras del difunto arzobispo Yngve Brilioth, de Suecia, que dijo: “El que la humanidad haya de obtener paz, o no, es una pregunta cuya respuesta exigiría una dotación profética que yo no tengo.” Si la que este clérigo tenía era la religión correcta, claramente hubiera sabido que la paz vendrá a esta Tierra, y cómo vendrá, puesto que la Biblia contesta categóricamente estas preguntas.

      Un prominente obispo norteamericano, Jaime A. Pike, reconoció: “La historia de la retirada del cristianismo es más que una historia de números. Es la historia de una Iglesia que ha llegado a ser en gran manera complaciente e inaplicable. La comunidad cristiana parece incapaz de prestar atención a la exhortación religiosa de ‘ama a tu prójimo’ en un tiempo cuando la necesidad de tal amor nunca ha sido más patente.” Pero esto no podría ser cierto si él representara a la religión verdadera, cuyos adherentes siempre han practicado tal amor y lo hacen en la actualidad. De hecho, es un rasgo prominente que los distingue de los que tienen la religión incorrecta.—Juan 13:34,35.

      Relacionadas a esto están las palabras del difunto papa Juan XXIII, que, cuando habló del boxeo, dijo: “Es inhumano poner a hermano contra hermano.” No obstante, ¡es mucho más inhumano el presenciar que millones que pertenecen a la misma religión se matan atrozmente unos a otros en el campo de batalla en tiempo de guerra, cada lado apoyado por su clero respectivo que también es de la misma religión! ¡Qué enorme fracaso el de estas religiones cuando consideramos las palabras de 1 Juan 3:10-12: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no ejecuta justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. . . . tengamos amor los unos para con los otros; no como Caín, que se originó del inicuo y mató atrozmente a su hermano”!

      Si usted se enfrenta a las cosas de manera honrada, de la manera en que realmente son, usted encontrará exactas las palabras del periódico de la iglesia luterana alemana Amtsblatt der bekennenden Kirche (Publicación oficial de la iglesia testificante) cuando dijo: “En este período en el fin del mundo moderno, nosotros los teólogos y clérigos, debido a nuestro derrotero falso, pertenecemos a la misma clase de los fariseos y saduceos mencionados en Mateo 16:14. Nosotros tampoco entendemos las señales de los tiempos.”

      ¿QUE DEBERÍA USTED HACER?

      En vista de todos estos reconocimientos de fracaso, usted tiene que considerar obligatorio, si ama lo que es correcto, el investigar y ver si lo que su religión enseña y practica encuadra con la Biblia. “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente,” aconseja la Palabra de Dios a los que buscan la verdad.—1 Tes. 5:21.

      Haga usted como algunos hicieron en la ciudad de Berea en el primer siglo, después de haber escuchado al apóstol Pablo. La Biblia nos dice que estas personas “eran de disposición más noble que los de Tesalónica, porque recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, examinando con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así.” (Hech. 17:11) Sí, confrontaron lo que oyeron de parte de Pablo para ver si estaba de acuerdo con lo que sus Escrituras decían. Fueron elogiados por proceder así.

      ¿Qué pasaría si las cosas que oyeron y confrontaron con sus Escrituras fueran diferentes de lo que su religión enseñaba y practicaba? Entonces, ¡esto querría decir que tenían que cambiar su religión si habrían de recibir la aprobación de Dios! ¿Lo hicieron? El relato dice: “Por lo tanto muchos de ellos se hicieron creyentes, y también no pocas de las mujeres griegas estimables y no pocos de los varones.” (Hech. 17:12) Sí, ellos abandonaron su religión anterior y aceptaron la religión verdadera. Aun el apóstol Pablo mismo fue un ejemplo sobresaliente de esto, porque él fue uno que había cambiado su religión. ¡Y él había sido un caudillo religioso muy prominente en otro tiempo!

      Sin embargo, ninguna de esas personas que cambiaron su religión lo hizo por razones románticas, sociales, políticas, comerciales u otras razones egoístas. Lo hicieron porque querían adorar a Dios de la manera que Dios quería que ellas adoraran. Quisieron adoptar la religión verdadera para poder conseguir la aprobación y bendición de Dios, sabiendo que cualquiera que se aferrara a la religión falsa sería rechazado por Dios como él rechazaría a la religión falsa misma.

      Discierna la necesidad, entonces, de la misma clase de examen y cambio que estos cristianos bíblicos demostraron y que están demostrando centenares de miles de personas que buscan la religión verdadera en nuestro tiempo. Sálgase de la religión falsa, como manda la Biblia. “Sálganse de entre ellos, y sepárense.” (2 Cor. 6:17) Y, ¿qué hay si usted necesita cambiar su religión pero no lo hace? Esto significaría el identificarse con una religión que ha pasado bajo juicio adverso de Dios y está reservada para destrucción pronto. Como la Palabra de Dios advierte concerniente a Babilonia la Grande, el imperio mundial de religión falsa: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas. Porque sus pecados se han amontonado hasta llegar al cielo, y Dios ha recordado sus actos de injusticia . . . en un solo día vendrán sus plagas, . . . y será quemada por completo con fuego, porque fuerte es Jehová Dios que la juzgó.”—Rev. 18:4, 5, 8.

      Por eso, escudriñe las Escrituras. Ponga a prueba su religión. Abandone la religión falsa y abrace la religión verdadera. Sí busque a los que toman en serio la Biblia y viven en conformidad con ella, toda ella. Únase a ellos en la adoración verdadera. Si usted hace esto, usted estará haciendo la voluntad de Dios, y “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.

      Instrúyeme, oh Jehová, acerca de tu camino. Andaré en tu verdad. Unifica mi corazón para temer tu nombre.—Sal. 86:11.

  • La unidad de la familia de Dios
    La Atalaya 1964 | 1 de octubre
    • La unidad de la familia de Dios

      “¡Mira! ¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en unidad!”—Sal. 133:1.

      1. ¿Dónde se manifiesta desunión?

      VIVIMOS en un mundo dividido. Su desunión se puede ver en todas partes. Se manifiesta agudamente en las relaciones internacionales, pues el mundo está dividido en diferentes bloques de naciones, tales como el bloque oriental, el bloque occidental y el bloque neutral de naciones. Pero la tensión y la desunión existen aun dentro de estos grupos de naciones, y dentro de cada nación misma. También se encuentra desunión en cada estado, provincia y comunidad. Esta misma tensión y desunión se encuentran en un sinnúmero de familias, la familia siendo la célula básica de la sociedad humana. Estas existen, no solo entre los padres, sino también entre los padres y los hijos. Cuán verdaderas las palabras de Jesús: “El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir.”—Mar. 13:12.

      2. ¿Por qué se hace referencia a este tiempo como una era de desunión?

      2 Como nunca antes, nuestra era verdaderamente es la era de la desunión y falta de paz. La paz ha sido quitada de la Tierra, como predijo el último libro de la Biblia, la Revelación: “Y salió otro, un caballo de color de fuego; y al que iba sentado sobre él se le concedió quitar de la tierra la paz para que se mataran atrozmente los unos a los otros; y le fue dada una gran espada.” (Rev. 6:4) En cumplimiento de esto, se libraron la I y la II Guerras Mundiales en nuestra era, las mayores guerras de la historia humana. Esto no bastando, las naciones se arman febrilmente para una tercera guerra mundial.

      3. (a) ¿Ha podido suministrar la religión mundana un vínculo de unidad? (b) ¿Qué ha tenido que reconocer el clero?

      3 Esta descripción horripilante de desunión en todo el mundo ciertamente tiene que destruir toda ilusión que los hombres honrados pudieran tener de que las muchas religiones e iglesias pudieran formar un vínculo unificador lo bastante fuerte como para poner y retener en unidad a todos los pueblos. También, las llamadas iglesias cristianas han fallado cabalmente en cuanto a realizar esta unidad. Aun los esfuerzos ecuménicos que han sido recibidos con regocijo por muchos y que tienden a la unidad de las muchas sectas religiosas divergentes no podrán realizar la unidad y la paz. En la conclusión de la asamblea del Concilio Mundial de Iglesias, que se celebró en Amsterdam, Holanda, en 1948, la asamblea plenaria publicó una declaración reconociendo claramente cuán desunidas se hallan entre sí las iglesias. La declaración decía, en parte: “Estamos separados uno del otro, no solo en asuntos de doctrina, organización y tradición, sino también debido a nuestro orgullo pecaminoso: orgullo nacional, orgullo de clase, orgullo racial. Por lo tanto, no podemos realizar la unidad de la iglesia por nosotros mismos.” (National-Zeitung, Basilea, núm. 425, del 14 de septiembre de 1948) Esta es una confesión por las iglesias mismas en cuanto a su desunión. Verdaderamente, las llamadas iglesias cristianas no solo no han sido un vínculo unificador para los pueblos, sino que realmente, por medio de participar en la política y en las guerras, han resultado ser una fuerza divisiva. ¿Es compatible esto con la verdadera congregación de Dios? No. El apóstol Pablo hizo la pregunta: “Existe dividido el Cristo?” (1 Cor. 1:13) Ciertamente no es difícil ver que todas estas iglesias mundanas no componen la congregación verdadera de Dios. Un periódico eclesiástico reconoció: “El príncipe de este mundo [Satanás] ha tenido éxito en introducir a la iglesia en un cautiverio voluntario.”—Johannes und Markus-Gemeindeblatt., Berna, Suiza, 4 de julio de 1959.

      4. ¿Qué evidencia tenemos de que es posible la unidad cristiana verdadera?

      4 Viendo la situación mundial, quizás uno se sienta tentado a preguntar: ¿Es la unidad cristiana verdadera meramente un ideal inalcanzable en nuestro mundo, que está tan dividido política e ideológicamente, con tales contrastes sociales y con cismas y disensiones que tienen siglos de antigüedad en el campo religioso? Para muchos observadores quizás esto parezca así. Pero la unidad cristiana verdadera no es meramente un ideal, un sueño, sino una realidad. Es verdad que ésta no se encuentra en este mundo y en sus religiones e iglesias mundanas, sino solo en aquel grupo de hombres que, aunque están en este mundo, no son parte de él. A este grupo se le conoce como la sociedad del nuevo mundo de testigos de Jehová. Están formando un oasis de paz y unidad en medio de la condición semejante a desierto de este mundo desunido. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Qué ha realizado esta unidad?

      LA BASE ESPIRITUAL DE LA UNIDAD CRISTIANA

      5. ¿En qué se basa la unidad cristiana?

      5 La unidad entre los cristianos verdaderos no ha de atribuirse a hombre alguno. Así como la liberación del pueblo antiguo de Israel de la esclavitud egipcia no se debió a un hombre, tampoco la liberación de los testigos cristianos de Dios, del mundo, asemejado simbólicamente a Egipto, se debe a hombres imperfectos. (Rev. 11:8) La base para esta liberación fue colocada por Jehová Dios, al enviar a su Hijo Jesucristo a este mundo para que predicara la verdad y muriera una muerte sacrificatoria, fuera resucitado y glorificado y derramara espíritu de Dios sobre sus seguidores. Con esto se abrió la puerta para la formación de la congregación cristiana y la unidad cristiana.—Juan 18:37; Mat. 20:28; Juan 10:7.

      6. ¿A qué unión hizo referencia Jesús?

      6 Había de haber una verdadera unidad entre la congregación verdadera de Dios. Esto es evidente por la oración que Jesucristo dirigió a su Padre celestial poco antes de su muerte: “Yo hago petición, no respecto a éstos solamente, sino también respecto a los que ponen fe en mí por medio de la palabra de ellos; para que todos ellos sean uno, así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Además, yo les he dado la gloria que tú me diste, para que ellos sean uno así como nosotros somos uno. Yo en unión con ellos y tú en unión conmigo, para que ellos sean perfeccionados en uno.”—Juan 17:20-23.

      7. ¿Cómo afecta a la unidad el conocer la verdad, y qué impide que algunos entren en la unidad?

      7 Lo menos que podemos aprender de esta oración es que los seguidores verdaderos de Cristo habrán de alcanzar una unidad que se compare a la unidad que existe entre Jehová y su Hijo Jesucristo.

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