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Alaban la paz, pero glorifican la guerra¡Despertad! 1985 | 22 de diciembre
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estudio, en las comunidades cristianas de dichos países, los que se consideran a sí mismos seguidores escrupulosos de la fe cristiana están más predispuestos a favorecer la guerra que los que manifiestan una actitud más liberal” (31 de diciembre de 1980, página 1289).
En su opinión, ¿cómo se han visto afectadas también muchas personas de países llamados cristianos por la actitud belicista de las iglesias? El profesor de ciencias políticas, Reo M. Christenson, comentó sobre esta cuestión en la revista The Christian Century: “El que los cristianos se adhieran, por una parte, a la fe del apacible Salvador y, por otra, apoyen con vehemencia guerras religiosas o nacionalistas ha perjudicado la fe y ha promovido el tipo de escepticismo religioso que, por siglos, ha sido característico entre la gente pensadora” (25 de mayo de 1983).
A veces, ese escepticismo religioso se ha expresado en términos penetrantes e ingeniosos. Por ejemplo, el año pasado un soldado de la infantería de marina se negó a ser trasladado al Líbano, aduciendo que él era musulmán y que, por lo tanto, no mataría a otro musulmán. A este respecto, el columnista Mike Royko hizo unas observaciones contundentes. Él dijo que el soldado “pretendía incumplir las antiguas reglas y tradiciones de la guerra”, ya que los cristianos nunca “habían sido muy escrupulosos a la hora de enfrentarse a otros cristianos”. Luego añadió: “De haber sido escrupulosos, muchas de las guerras más intensas que ha habido en Europa nunca hubieran ocurrido”.
Royko señaló algunos ejemplos históricos: “Alemania está repleta de cristianos de todas las confesiones. Pero de vez en cuando siente la necesidad de abrirse paso a tiros en Francia, Polonia y otras naciones cristianas. Así mismo, Francia, en su apogeo napoleónico, no vaciló en pisotear toda la Europa cristiana.
”La fe si de algo ha servido ha sido para aumentar la presión sanguínea del cuerpo, aunque no parece que fuese la intención de Cristo el que su mensaje sirviera para este propósito. [...] Si todos pensáramos como este soldado, nunca se hubiesen producido la I y la II Guerra Mundial, guerras que han establecido la marca de todos los tiempos en la cantidad de cristianos muertos a manos de cristianos. [...]
”Desde luego —añadió Royko en son de burla— hay ciertos beneficios de hacer la guerra contra personas de su propia fe. En primer lugar, si cae prisionero y muere, la oportunidad de recibir cristiana sepultura es mayor, lo cual siempre es más agradable que el que le arrojen con los desechos. Por otra parte, en días de festividades religiosas, pudiera ser que el ambiente de recogimiento espiritual del día inspire al carcelero a darle una patada menos”.
No cabe duda de que este es un comentario sarcástico. Pero ¿podría usted negar su veracidad? Y, ¿no está de acuerdo usted en que las iglesias merecen este tratamiento ridiculizante por su pretensión hipócrita de representar al Príncipe de Paz, Jesucristo?
El clero tal vez proteste, diciendo: ‘Pero en este mundo moderno no se puede vivir según las enseñanzas de Cristo’. No obstante, en respuesta a esta objeción, el profesor Christenson escribió lo siguiente en el artículo citado anteriormente: “Creo que no nos vendría mal el aplicar cuanto sabemos acerca de las enseñanzas de Jesús y de su ejemplo a nuestro concepto de la guerra... especialmente de la guerra moderna.
”¿Puede alguien imaginarse a Jesús lanzando granadas de mano contra sus enemigos, disparando una ametralladora o un lanzallamas, arrojando bombas nucleares o disparando un ICBM [mísil balístico intercontinental] que matarían o dejarían lisiados a millares de madres y niños? La pregunta es tan absurda que ni siquiera merece una respuesta. Si Jesús no hubiera podido hacerlo sin traicionarse a sí mismo, ¿cómo podría uno hacerlo sin traicionarle a él?”.
Cuando usted honradamente se encara a estas preguntas, puede entender por qué el editor eclesiástico del periódico The Toronto Star escribió en una nochebuena reciente: “Es una burla contra la Navidad el no entender que la totalmente insensata escalada nuclear de los Estados Unidos y la Unión Soviética es una blasfemia abominable contra Cristo y la humanidad”.
También es cierto que los problemas a los que se enfrenta este mundo son complejos. ¿Significa esto que nunca se alcanzará verdadera paz sobre la Tierra? ¿Es que el cumplimiento del anuncio angélico acerca de ‘paz en la tierra’ ha de ser solo una ilusión? O, ¿hay una base segura para creer que gente de todas las razas y nacionalidades pueden vivir juntas en paz, sin jamás experimentar de nuevo los horrores de la guerra?
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Paz en la Tierra... ¿solo una ilusión?¡Despertad! 1985 | 22 de diciembre
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Paz en la Tierra... ¿solo una ilusión?
HABIENDO sobrevivido los horrores de la II Guerra Mundial, el anhelo de la gente era la paz. El general Douglas MacArthur declaró: “Esta ha sido nuestra última oportunidad. Si no ideamos ahora un sistema más amplio y equitativo, tendremos el Armagedón a las puertas”.
En ese mismo año se firmó la carta constituyente de las Naciones Unidas. En su preámbulo se afirma: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas [estamos] resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, [...] y a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”.
A partir de entonces, tanto líderes políticos como religiosos aclamaron la Organización de las Naciones Unidas. En 1961, John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, la llamó “nuestra última y mejor esperanza en una era en la que los instrumentos de guerra han superado por mucho los instrumentos de paz” (cursivas nuestras). Y, en 1965, el papa Paulo VI declaró: “Los
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