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Destrucción de un “lugar santo”... lo que ello significa hoyLa Atalaya 1983 | 1 de mayo
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Destrucción de un “lugar santo”... lo que ello significa hoy
“¡EDIFICIOS ECLESIÁSTICOS Y TEMPLOS POR TODA LA TIERRA QUEDAN DESTRUIDOS EN UN ESTALLIDO DE VIOLENCIA ANTIRRELIGIOSA!”
¡QUÉ conmoción sufriría la mayoría de la gente si un día los noticiarios hubieran de anunciar esos titulares! Sin embargo, esa no es simplemente una posibilidad; ¡es algo inevitable!
¿Cómo puede ser? Porque la profecía bíblica claramente muestra que eso es lo que sucederá muy pronto en un país tras otro. Por ejemplo, la profecía del capítulo 24 de Mateo menciona la desolación de un “lugar santo”. Aunque ésta sí tuvo un cumplimiento en el primer siglo de nuestra era común, tiene un cumplimiento mucho mayor en nuestro día.
La profecía se dio primero con relación a Jerusalén y su magnífico templo, que los judíos utilizaban en su adoración. En una ocasión en que Jesucristo estaba hablando con sus discípulos, dijo lo siguiente respecto a los edificios del templo: “¿No contemplan todas estas cosas? En verdad les digo: De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. (Mateo 24:2.)
¿Por qué ejecutaría Dios un juicio tan adverso sobre aquel templo “sagrado” del primer siglo y el sistema religioso que aquel templo representaba? Porque los judíos se habían hecho apóstatas. Habían renunciado a las leyes de Dios, que se les habían dado mediante Moisés. Además, habían rechazado a los representantes de Dios que se habían enviado para amonestarles, y hasta habían derramado la sangre de ellos. Por eso Jesús dijo: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella [...] ¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes”. (Mateo 23:37, 38.)
‘Huyan a las montañas’
A los que adoraban sinceramente a Dios, Jesús dirigió estas palabras: “Por lo tanto, cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación, como se habló de ella por medio de Daniel el profeta, de pie en un lugar santo, (use discernimiento el lector,) entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas. El que esté sobre la azotea no baje para sacar los efectos de su casa; y el que esté en el campo no vuelva a la casa a tomar su prenda exterior de vestir. ¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que den de mamar en aquellos días!”. (Mateo 24:15-19.)
¿Por qué instó Jesús a sus seguidores a darse tanta prisa al “huir a las montañas”? El declaró: “Porque habrá entonces grande tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos serán acortados aquellos días”. (Mateo 24:21, 22.)
Pero ¿qué quiso decir Jesús precisamente cuando habló de “la cosa repugnante que causa desolación [...] de pie en un lugar santo”? ¿Qué quiso decir con la “grande tribulación”, y con la “carne” que iba a salvarse? ¿Por qué sería “por causa de los escogidos” que ‘se acortaría’ la tribulación?
Cumplimiento en el primer siglo
¿Cuál resultó ser el cumplimiento mismo de esta profecía en el primer siglo? Observe, en primer lugar, la advertencia urgente de huir a las montañas “cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación [...] de pie en un lugar santo”.
¿Qué era esa desoladora cosa repugnante? La historia nos dice lo que realmente causó la destrucción de Jerusalén: Fueron los ejércitos del Imperio Romano. Cuando esos ejércitos aparecieron por primera vez en masa alrededor de Jerusalén, ésa fue la señal para que toda persona ‘que tuviera discernimiento’ saliera de la zona. Y esto sucedió en el año 66 E.C. En aquel entonces los ejércitos romanos bajo el general Cestio Galo rodearon a Jerusalén y hasta atacaron y socavaron el muro del templo. Hubieran podido capturar fácilmente toda la ciudad.
Así que allí estaban los ejércitos romanos de pie en “la ciudad santa”. (Compare con Mateo 4:5; 27:53.) Hasta los judíos apóstatas consideraban que Jerusalén y sus alrededores eran ‘santos’. La presencia de aquellos ejércitos en este “lugar santo” era repugnante para los judíos.
Pero entonces, por alguna razón poco clara para los historiadores, el general Galo replegó sus ejércitos y emprendió la retirada. Esa era la señal que Jesús había predicho. Había llegado el tiempo para que sus seguidores, los “escogidos”, echaran a huir. Ellos reconocieron la urgencia de los tiempos y salieron rápidamente de Jerusalén y de toda Judea, como Jesús había mandado. El historiador Eusebio declara que ellos cruzaron el río Jordán y huyeron a la vecindad de Pela, en la región montañosa de Galaad.
Jerusalén devastada
Unos cuantos años más tarde, en 70 E.C., los ejércitos romanos bajo el general Tito regresaron a Judea y cercaron a Jerusalén. Pero para entonces todos los “escogidos”, los cristianos, ya estaban fuera de “la ciudad santa”. Por consiguiente, cuando los romanos rodearon a Jerusalén en ese tiempo, ya nadie tuvo la oportunidad de huir a un lugar seguro. (Lucas 19:43, 44.)
Después de un breve sitio que duró cuatro meses y veinticinco días, los ejércitos romanos destruyeron la ciudad y el templo. El historiador Josefo, testigo ocular, calcula que la cantidad de muertos ascendió a 1.100.000; y la de cautivos, a 97.000 judíos. Las cifras fueron altas porque los judíos infieles no prestaron atención a la advertencia de Jesús en cuanto a huir. Ellos hicieron todo lo contrario. Entraron a raudales en Jerusalén para celebrar una fiesta religiosa, y todos quedaron atrapados cuando los romanos cercaron de repente la ciudad.
El hecho de que los “escogidos” cristianos ya no estuvieran en Jerusalén quiso decir que Dios no tendría que preocuparse por la seguridad de ellos. Ellos ya habían escapado. Así que Dios podía permitir que los romanos entraran en Jerusalén y ejecutaran rápidamente Su juicio contra la ciudad. De modo que, por causa de los escogidos cristianos, que ya estaban fuera de Jerusalén, aquellos días de tribulación llegaron a su fin más rápido, fueron “acortados”. Esto permitió que alguna “carne”, los 97.000 judíos, sobreviviera.
Esa “grande tribulación” de 70 E.C. fue la calamidad más terrible que le haya ocurrido a Jerusalén. Puso fin definitivo a la ciudad que los judíos habían construido, su templo y el sistema religioso en torno a él.
Pero ¿qué tiene que ver esa historia antigua con los que vivimos en este siglo veinte? Tiene mucho que ver.
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¡Huyan mientras quede tiempo!La Atalaya 1983 | 1 de mayo
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¡Huyan mientras quede tiempo!
CUANDO Jesús predijo el fin del sistema religioso judío del primer siglo, él también tenía presente algo mayor. Sabía que dicho fin había de ser un patrón de lo que podía esperarse en una escala mucho mayor durante los “últimos días” del sistema de cosas actual. (2 Timoteo 3:1-5; Mateo 24:3.)
¿Cómo podemos estar seguros de que hay una aplicación mayor de este acontecimiento? Un ejemplo consiste en el hecho de que, en su profecía, Jesús dijo que vendría en el futuro “con poder y gran gloria”. Un resultado de esto sería que ‘todas las tribus de la tierra se golpearían en lamento’ debido a la catástrofe que les sobrevenía (Mateo 24:30). Dichos sucesos no ocurrieron en el tiempo de la derrota de Jerusalén y Judea, en el primer siglo. De hecho, en su versión de la misma profecía, Lucas atribuye las siguientes palabras a Jesús: “Jerusalén será pisoteada por las naciones, hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones”. (Lucas 21:24.)
¿Cuál es la “Jerusalén” a la que se refiere aquí? ¿Cuándo llegan a su fin los “tiempos de las naciones”?
El “lugar santo” y una “cosa repugnante”
Un reino típico de Dios rigió en Jerusalén desde 1070 hasta 607 a. de la E.C. Este representaba la soberanía de Dios en la Tierra. Pero entonces los babilonios derrocaron la dinastía davídica. Hasta el mismísimo día de hoy, ningún reino ha vuelto a regir en la Jerusalén terrestre. No obstante, se ha dejado de pisotear a Jerusalén en el siguiente sentido: La soberanía de Dios ha llegado a ejercerse ahora mediante una “Jerusalén celestial”... el prometido Reino del Mesías, Cristo Jesús. La cronología bíblica, el cumplimiento de las profecías y el testimonio de historiadores concuerdan en señalar al año 1914 como el que marca el fin de “los tiempos señalados de las naciones” y el principio del período de “angustia de naciones”. (Hebreos 12:22; Lucas 21:24-26; Revelación 11:15.)
La “Jerusalén celestial”, representada en la Tierra por cristianos ungidos fieles, ocupa ahora “un lugar santo”. Pero ¿han reconocido esto las naciones de la Tierra? ¡De ninguna manera! En el año 1919 propusieron la formación de la Sociedad de Naciones, que ciertos clérigos sobresalientes llamaron “la expresión política del Reino de Dios en la Tierra”. Igualmente, líderes religiosos han descrito a la sucesora de la Sociedad de Naciones, la Organización de las Naciones Unidas, que se formó en 1945, como ‘la única esperanza para paz duradera’. Así, el clero está dispuesto a que este arreglo provisional de hechura humana esté de pie en el “lugar santo”, donde solo el Reino de Dios bajo Cristo tiene el derecho de funcionar. ¡Esta es ciertamente una “cosa repugnante” a la vista de Dios y de todos los que aman la justicia!
No obstante, a medida que progresamos hacia el tiempo que Dios ha fijado para la destrucción del presente sistema inicuo del mundo, la “cosa repugnante”, la combinación de naciones que forman la O.N.U., llega a ser una amenaza para las religiones del mundo mismas. ¿En qué sentido? En el sentido de que naciones poderosas que son miembros de la O.N.U., a saber, las que pertenecen al bloque comunista, han invadido el dominio de la religión. Estas fuerzas ateas han amenazado especialmente el que continúen funcionando las religiones de la cristiandad, como es el caso, por ejemplo, en la China, en la Unión Soviética y en otros países de la Europa oriental. Por eso, los miembros de las Naciones Unidas que están hambrientos del poder constituyen ahora una amenaza al “lugar santo” que la cristiandad reclama. Este representa todo lo que las religiones de ella consideran sagrado... el campo en el que funcionan, sus organizaciones, sus iglesias y otras posesiones y el derecho que ella afirma tener de regir la vida de su gente. ¿En qué terminará esta confrontación?
Se profetiza que la desoladora moderna, la ‘bestia salvaje con siete cabezas y diez cuernos’, la O.N.U., hará que la religión falsa quede “devastada y desnuda” y la “quemará por completo con fuego” (Revelación 17:3, 16). Al hacer esto, no estará obrando bajo el impulso de amor por Dios, tal como no lo fue en el caso de la Roma antigua. La “cosa repugnante” moderna está compuesta ahora de muchas naciones que odian a Dios, odian la gobernación de Su Reino y odian al pueblo que lleva el nombre de Dios, Jehová. Y ciertamente esta desoladora es parte del actual sistema de cosas controlado por Satanás el Diablo. (Lucas 4:5-8; 2 Corintios 4:4; Mateo 6:9, 10.)
‘Huyan a las montañas’
Cuando la O.N.U. apareció como sucesora de la Sociedad de Naciones en 1945, aun en aquel entonces había entre sus miembros naciones que estaban en contra de Dios. Por eso se volvió a dar la señal, con mayor fuerza aún, para que personas de corazón recto hicieran caso de la advertencia de Jesús de empezar a ‘huir a las montañas’. (Mateo 24:16; Revelación 7:9, 10; 18:4.)
¿En qué consisten estas montañas simbólicas hoy? Son el lugar de refugio que Dios ha provisto, la provisión de Jehová para proteger a su pueblo en la Tierra a través de la “grande tribulación” que se describe en Revelación 7:1, 14. Se las identifica con la organización teocrática de Jehová, que está representada en la Tierra hoy por la verdadera congregación cristiana (1 Timoteo 3:15). En “la parte final de los días” esta congregación lleva la delantera en practicar la adoración verdadera en ‘la montaña de la casa de Jehová’ (Isaías 2:2, 3). De manera parecida, Proverbios 18:10 declara: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección”.
El huir a la organización de Dios, y a la adoración pura y exaltada que ésta practica, también significa huir de los sistemas de religión falsa de este mundo y romper toda relación con ellos. Significa identificarse como siervo verdadero de Jehová y discípulo de Jesucristo.
No debe tardarse
Nadie debería retardar su huida porque crea que acontecerá algo que corresponda exactamente a la retirada de los ejércitos romanos en 66 E.C., de modo que piense que habrá tiempo de huir. No hay razón para esperar tal suceso histórico, ya que no es necesario que nadie huya a otra localidad geográfica. Más bien, la aparición de la Sociedad de Naciones después de la I Guerra Mundial, y la reaparición de la “bestia salvaje” en forma de la O.N.U. en 1945 debería bastar como advertencia.
Es extremadamente urgente huir ahora. ¿Por qué? Porque las pruebas muestran que pronto la “cosa repugnante” también dejará desolado el “lugar santo”, dominio que las iglesias de la cristiandad reclaman, y eso marcará el principio de la “grande tribulación”.
Dado que antes que empiece la “grande tribulación” se habrá de buscar a los que han de sobrevivir a ésta, Jehová no tiene que hacer provisiones para un “sitio” prolongado. Es cierto que, como predijo Jesús, éste será el tiempo más intenso de problemas de toda la historia humana. Pero será de una duración relativamente corta, pues será “acortado”, como en el caso del sitio de Jerusalén, debido a que los “escogidos” de Dios ya habrán huido.
“El mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, declara 1 Juan 2:17. Por lo tanto, los que hagan “la voluntad de Dios” por medio de adorarlo de la manera debida constituyen la “carne” que sobrevivirá a esta venidera “grande tribulación”. Como muestra Revelación 7:9-17, entre dichas personas se encuentra una “grande muchedumbre” de todas las naciones.
¿Qué hay de los que no hagan caso de la advertencia y no aprovechen la oportunidad de huir a las “montañas” de Jehová ahora? La profecía de 2 Tesalonicenses capítulo 1, versículos 7 a 9, contesta claramente, al hablar acerca de “la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. Estos mismos sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna”.
Sí, es muy urgente prestar atención a la obra que Dios está haciendo que se efectúe en la Tierra hoy en cumplimiento de las palabras de Jesús en Mateo 24:14: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. Los que presten atención a la advertencia y huyan servirán eternamente de testimonio vivo de la certeza de la promesa bíblica que dice: “Jehová no desamparará a su pueblo” (Salmo 94:14). Además, Jesús dijo: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo”. (Mateo 24:13.)
Se acerca el tiempo cuando Dios ejecutará juicio contra la cristiandad y su “lugar santo”. La desoladora atacará pronto, y así pondrá fin a la oportunidad de huir a la protección de Jehová. ¿Ha huido usted ya a las “montañas” simbólicas? Si no, no tarde en hacerlo. Significa su mismísima vida. (Sofonías 1:14-18; 2:3.)
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