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  • El primitivo códice cristiano
    La Atalaya 1963 | 1 de noviembre
    • horizontal se conoce como anverso y el lado que muestra la capa vertical de fibras es el reverso. El método de colocar los pliegos modificaría la apariencia cuando el códice fuera abierto. Una página del anverso podía estar frente a una página del reverso, mas algunos podían preferir hacer que el anverso mirara hacia el anverso y el reverso mirara hacia el reverso.

      Algunos códices primitivos con dos columnas angostas de escritura por página probablemente fueron copiados de rollos con tan poco desarreglo de la disposición original como fue posible. A la inversa, cuando el reverso de un viejo rollo que contenía un epítome de Livio fue usado de nuevo por un cristiano económico él copió de un códice de Hebreos y hasta insertó los números de las páginas. Tal rollo usado de nuevo se llama opisthograph.

      POR QUÉ SE PREFERÍA EL CÓDICE

      ¿Por qué se escogió el códice en preferencia a los rollos tan extensamente usados y conocidos? Al principio no era posible comprar un códice de los que se hallaban en el negocio de los libros, y a causa de que algunos códices revelan que se hacían de rollos cortados en pedazos, razones muy definidas deben haber impulsado a hacer estos tempranos experimentos de aficionados. El que los cuatro Evangelios pudieran ser puestos juntos en un solo códice era una gran ventaja, mientras que no formarían un rollo conveniente, pues Mateo requeriría nueve metros, Marcos cerca de seis metros, Lucas unos nueve metros y medio y Juan ocho metros, o unos 32 metros en total. El códice Chester Beatty del tercer siglo, de los Evangelios y Hechos, habría necesitado cinco rollos y el de Números-Deuteronomio uno, tres rollos. En un códice los textos requeridos podían hallarse mucho más aprisa que en un rollo, y eso significaba mucho para los cristianos primitivos, quienes verdaderamente usaban sus Escrituras. Aun se han hallado códices de bolsillo, el más pequeño de los cuales (P. Literary Londres 204, 3er. siglo d. de J.C., Salmo 2) tiene una página del tamaño de unos ocho centímetros por cinco, con doce líneas de escritura. El valor de una forma conveniente de referencia se apreció rápidamente. Por último, el códice era más barato, porque ambos lados del pliego de papiro se usaban.

      Otro valor del códice era la protección que daba a los libros inspirados de las Escrituras. Hoy el códice todavía puede dar su testimonio al canon de la Biblia. Cuando hallamos nueve de las epístolas de Pablo unidas en un solo códice (Chester Beatty P46) e incluyendo la epístola a los hebreos, sabemos que esta carta fue recibida en el mismo nivel que las otras epístolas. El códice establecería un eslabón entre los varios escritos inspirados y haría más difícil insertar una obra no reconocida en la colección. Y el hecho de que la versión de los Setenta de las Escrituras Hebreas pronto fue trasladada del rollo al códice muestra que se usaba con frecuencia y no se consideraba de ningún modo inferior a los nuevos escritos.

      El uso universal del códice en los círculos cristianos en el segundo siglo, aun para la versión de los Setenta, muestra que su adopción debe haberse remontado hasta el primer siglo d. de J.C. Esto puede explicar la pérdida del fin del Evangelio de Marcos más rápidamente que el rollo, porque sería muy posible que la última hoja se perdiera. El rollo, por otra parte, generalmente era enrollado con el fin dentro, de modo que el principio sufriría el mayor daño, lo cual está confirmado por el hecho de que ha sobrevivido un mayor número de fines de rollos que principios.

      ¿Podemos imaginarnos ahora la escena a medida que las Escrituras Griegas Cristianas comenzaron a cobrar forma? ¿Qué hay de Mateo, aquel escritor de recibos de impuestos y registrador del primer Evangelio? “Había vivido con una pluma en la mano la mayor parte del día; y entonces ¿puede suponerse que cuando dejó su negocio por lo que vio que era de un interés mucho más elevado, dejaría su hábito de escribir?”5 pregunta el escritor de un relato del aumento de los Evangelios. Sus primeras notas quizás las hizo en una libreta de pergamino, y cuando su Evangelio fue terminado probablemente circularía en libreta o en forma de códice glorificado. A medida que se completaban otros Evangelios, se pondrían con el Evangelio de Mateo. Según creciera la demanda por más copias, la forma de códice sería explotada plenamente y las copias viajarían por todas partes, haciendo posible su conveniencia que ministros viajeros como Pablo, Timoteo y Tito tuvieran códices de bolsillo. Cuando ministros como éstos regresaban para visitar las congregaciones sin duda elogiaban a los hermanos por su progreso en usar sus códices recién recibidos, aunque no se olvidaban de animar a los que todavía usaban rollos.

      El códice del segundo siglo forzosamente demuestra tres puntos. Confirma la autenticidad de la Palabra de Dios, casi cerrando la brecha entre el tiempo actual de los apóstoles y los manuscritos más primitivos que ahora existen. Revela cuán ansiosos estuvieron los cristianos primitivos para dar a las Escrituras una gran circulación, reduciendo el precio comparativamente elevado de los libros para que todos pudieran leer estas preciosas palabras de vida. Nos ayuda a discernir cuánto se referían a sus copias y por qué querían poder hallar los lugares rápida y fácilmente. Seamos como esos entusiasmados cristianos primitivos y usemos nuestras Biblias, examinándolas cuidadosamente para probar la fe verdadera como lo hicieron los de la antigua Berea.—Hech. 17:11.

      REFERENCIAS

      1 A Greek-English Lexicon of the New Testament, por Arndt y Gingrich, página 503.

      2 The Palaeography of Greek Papyri, por F. G. Kenyon, página 25.

      3 Here and There Among the Papyri, por G. Milligan, página 54.

      4 The Codex, por C. H. Roberts, páginas 184-186.

      5 The Growth of the Gospels, por sir W. M. Flinders Petrie, páginas 5, 6.

  • “La milésima parte de todo el texto”
    La Atalaya 1963 | 1 de noviembre
    • “La milésima parte de todo el texto”

      MUCHAS son las variaciones que se dice que existen en los diferentes manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas. Esto ha hecho que algunos se pregunten cuánta variación sustancial hay, es decir, diferencias que verdaderamente sean de importancia. Será iluminador enterarse de lo que dijeron Westcott y Hort en cuanto al tema en su Introduction to the New Testament (Introducción al Nuevo Testamento):

      “En cuanto a la gran cantidad de las palabras del N.T., . . . no hay variación ni otras razones para duda. . . . La proporción de las palabras que virtualmente se aceptan por todos como puestas más allá de toda duda es muy grande, no menos, por cálculo aproximado, que siete octavas partes del total. La restante octava parte, por lo tanto, formada en porción considerable por cambios de orden y otras trivialidades comparativas, constituye toda la región de la crítica. Si los principios que se siguen en la edición actual son sólidos [y generalmente se les acepta como sólidos], esta región puede reducirse muchísimo. Reconociendo plenamente el deber de abstenernos de decisión de preferencia en casos en que la evidencia deja en suspenso el juicio entre dos o más maneras de leer lo escrito, descubrimos que, poniendo a un lado las diferencias de ortografía [modo de escribir], las palabras que en nuestra opinión todavía quedan sujetas a duda componen solo aproximadamente una sexagésima parte del entero Nuevo Testamento.

      “En este segundo cálculo la proporción de variaciones comparativamente triviales es inmensurablemente mayor que en el primero; de modo que la cantidad de lo que en cualquier sentido se puede llamar sustancial es solo una pequeña fracción de toda la variación residual, y difícilmente puede formar más de la milésima parte de todo el texto. Puesto que hay razón para sospechar que reina una impresión exagerada en cuanto al grado de posible corrupción en el N.T., lo que pudiera parecer confirmado por el lenguaje que aquí y allí se usa en las páginas siguientes, deseamos que de antemano se entienda claramente cuánto del N.T. queda sin necesidad de las labores de un crítico textual.” Sí, no más de una milésima parte de las Escrituras Griegas Cristianas está expuesta a discusión en cuanto a precisamente cuál es la manera correcta en que debe leerse.

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