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  • Mostrando la falsedad del paraíso rojo
    La Atalaya 1957 | 15 de abril
    • inefable cuando oímos a los que son de aquí decir: ‘¡Vengan!’ Se me envió a trabajar a larga distancia de nuestro campamento y en mis esfuerzos por comunicar a otros el fuego que ardía dentro de mí encontré a una familia de seis personas que ahora ama la verdad. Les di una Biblia, y después de trabajar con ellos por varios meses ellos también empezaron a dar testimonio y a hallar personas interesadas.”

      Un prisionero polaco repatriado informa: “Cuando al fin vino el día de volver a Polonia, el comandante vino y dijo profundamente emocionado: “Reconozco que la mano del gran Jehová está sobre ustedes, porque de otro modo ustedes nunca hubieran podido salir de Siberia en su capacidad de testigos inmovibles de Jehová. El Dios de ustedes los bendiga.”

      Muchos testigos, pero no todos, fueron libertados en 1956. Miles de los que fueron enviados a Siberia en 1951 no ven la menor posibilidad de conseguir Biblias o literatura bíblica. A estos testigos, gente inocente que ama la paz, se les prohibe mantener comunicación entre sí, o formar congregaciones. ¿Por qué es, entonces, que la Iglesia rusa ortodoxa, los bautistas y otras religiones disfrutan de libertad relativa? Sólo porque han declarado que están dispuestos a obedecer a César más bien que a Dios. Los testigos de Jehová rehusan hacer esto.

      EN POLONIA Y EN OTRAS PARTES

      Esta opresión de cristianos inocentes ha sido evidente no sólo en la Rusia Soviética, sino también en todos los países satélites—en Hungría, Checoeslovaquia, Polonia y otros lugares.

      En Polonia la gente había sufrido bajo un sistema feudal apoyado por la iglesia que consolaba al pobre y necesitado solamente con la promesa distante de una recompensa en ultratumba. Los campesinos pagaban con sufrimiento y miseria la vida de placer que disfrutaban los privilegiados, y sólo de nombre habían dejado de ser siervos. Pero bajo el comunismo, que derribó al viejo y odiado sistema, los polacos sufrieron bajo la misma maquinaria de terror que había sido establecida en Rusia.

      Las condiciones económicas eran extremadamente serias. La moralidad degeneró. Los comunistas hablaron de libertar a las mujeres de “la esclavitud a la cocina” y llevarlas a trabajar en la industria, pero la prensa polaca ahora atribuye el derrumbe en la moral al hecho de que las mujeres dejaron sus hogares por irse a trabajar en las fábricas.

      Pero la indicación sobresaliente de un estado totalitario vuelve a ser la persecución religiosa. El estado total se lanzó de lleno contra la actividad de los testigos de Jehová. Por primera vez los comunistas polacos se encontraron con un pueblo entero que se mantenía firme. Tan determinadas estaban estas personas en su adoración que los oficiales se quedaron perplejos.

      Miles de hombres, mujeres y niños modestos y honrados (obreros, campesinos y amas de casa), de quienes se sospechó o a quienes se acusó insensatamente de espiar, dieron testimonio de su esperanza del Reino a los que brutalmente los arrestaron. Todos decían la misma cosa. Suministraron un prodigioso testimonio al nombre de Jehová, a su Rey Cristo Jesús y a favor del justo nuevo mundo de Dios. Hasta el oficial comunista más fanático, al escuchar las mismas cosas vez tras vez, tuvo que ver que sus acusaciones se estaban desmoronando y quedando en nada. La mayoría de los que fueron arrestados fué soltada después de algunas horas de interrogatorio o después de dos o tres días, pero a centenares de estas personas inocentes las detuvieron en prisión en aquel brutal “paraíso” de opresión, violencia y derrame homicida de sangre.

      Muchas personas aprendieron la verdad, tanto tras las paredes de la prisión como fuera de ellas. Centenares y millares recibían bien a los testigos y estaban dispuestos a recibir enseñanza de Jehová. Habían visto que era una calumnia el decir que los testigos de Jehová estaban en liga con los comunistas, como había dicho el clero católico, y que también era una mentira el decir que los testigos eran espías, como decían los comunistas.

      La violencia y la tortura no los movieron. El examen del tipo que usaba Beria a que se sometió al siervo de la sucursal de la Sociedad Watch Tówer y a otros ministros de responsabilidad duró varios meses, pero salieron con ánimo íntegro, aunque en muchos casos heridos violentamente en la carne. Algunos testigos murieron, prefiriendo el martirio a confesar mentiras contra estos hombres que hacían la obra de Dios en Polonia.

      Pero las filas de los testigos aumentaron por meses sin interrupción. Durante toda esta persecución no sufrieron hambre espiritual. Se congregaban en pequeños grupos, no abandonando así el reunirse. Sus “discursos públicos” eran los servicios funerales que dirigían. Toda procesión fúnebre de cientos de personas que se movía por pueblos y ciudades sin sacerdotes siempre llamaba la atención, y daba clara evidencia de que los testigos de Jehová no habían sido “liquidados.”

      Algunos testigos hasta habían predicado de casa en casa en ciertas aldeas, y desde que se empezó a cambiar del sistema stalinista de cosas en el país, varias decenas de miles de ellos han ido de casa en casa con el único mensaje que realmente vale la pena predicar hoy día.

      Ellos reconocen, y esperan que usted haga igual, la vital diferencia que hay entre las infructuosas soluciones que el hombre presenta para los problemas del mundo, y la única verdadera solución que tan cerca está hoy. La verdadera solución no es política; es el reino de Dios. Ahora es el tiempo de aceptarlo y conformarse uno a él para sobrevivir al fin del sistema inicuo de Satanás y seguir con vida después de ese fin para entrar en las nuevas y justas condiciones que el Creador pronto traerá a la tierra.

  • Dirígese una petición a los líderes comunistas
    La Atalaya 1957 | 15 de abril
    • Dirígese una petición a los líderes comunistas

      “PONDRÉ enemistad entre ti y la mujer y entre tu simiente y la simiente de ella.” Fué de esta manera que habló Jehová Dios a la Serpiente en el jardín de Edén. A través de los siglos y hasta el mismo día actual esa enemistad ha continuado. Hoy día esa enemistad se da a ver especialmente en el odio que los gobernantes comunistas les tienen a los testigos de Jehová.—Gén. 3:15, NM.

      En realidad, esta enemistad ha sido tan enconada que por muchos años no se sabía lo que les había acaecido a los testigos de Jehová en Rusia y Siberia. Pero en años recientes ha habido una continua acumulación de evidencia de que hay miles de testigos en esos lugares, así como también en otros países detrás de la Cortina de Hierro.

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