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  • Alemania (Parte 2)
    Anuario de los testigos de Jehová para 1974
    • no lo puedo entender; ninguno de los ministros hace una cosa así. ¿Qué cree usted realmente?’ Estaba por aprenderlo.

      “‘Pero, ¿por qué no nos dice estas cosas el clero?’ preguntó él. ‘Esta es la verdad. Ahora sé por qué tenía que venir a esta prisión. Tengo que decir, querido Franz, que antes de entrar en esta celda le pedí a Dios en oración que me enviara a una persona creyente, porque de otro modo pensaba cometer suicidio. . . .’

      “Pasaron semanas y meses. Entonces Anton me dijo: ‘Antes de partir de este mundo, que Dios ayude a mi esposa e hijos a hallar la verdad, para poder dejarlo en paz.’ . . . Cierto día recibió una carta de su esposa en la cual ella escribió:

      “‘ . . . ¡Cuánto nos alegraría el que siquiera pudieras leer la Biblia y los libros que compraste de aquel alemán hace unos años. Todo ha sucedido tal como los libros dijeron. Esta es la verdad para la cual nunca tuvimos tiempo.’”

  • Alemania (Parte 3)
    Anuario de los testigos de Jehová para 1974
    • Alemania (Parte 3)

      ALIMENTO ESPIRITUAL EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

      Durante aquellos años en que los hermanos, especialmente los que estaban en campos de concentración, estuvieron “aislados” tuvieron muy poca oportunidad de obtener una Biblia u otras publicaciones. Por eso se hizo más esfuerzo por recordar el contenido de importantes artículos de La Atalaya cuando tenían que estar de pie por horas en el patio, o por las noches cuando tenían un poco de silencio en el cuartel. Su gozo era especialmente grande cuando de alguna manera les era posible obtener una Biblia.

      Jehová a veces usó maneras interesantes de poner una Biblia en manos de sus siervos. Franz Birk, de Renchen (la Selva Negra), recuerda que cierto día en Buchenwald un prisionero mundano le preguntó si quería tener una Biblia. Había hallado una en la fábrica de papel donde trabajaba. Por supuesto el hermano Birk aceptó la oferta agradecidamente.

      El hermano Franke también recuerda que, en 1943, un hombre de edad avanzada de la SS que se había unido a esta organización solo bajo la presión de los tiempos fue a varios clérigos en su día libre para pedirles una Biblia. Todos le dijeron que lamentaban no tener una Biblia ya. Fue de noche cuando finalmente halló a un clérigo que le dijo que tenía una pequeña Biblia de Lutero que había guardado por razones especiales. Sin embargo, se alegró tanto de que un hombre de la SS manifestara interés en la Biblia que dijo que se la daría. La mañana siguiente este hombre canoso de la SS le entregó al hermano Franke la Biblia, obviamente gozoso de que pudiera dar este regalo a un prisionero que estaba bajo su vigilancia.

      Con el tiempo se hizo posible hacer entrar clandestinamente nuevos artículos de La Atalaya en los campos de concentración. En el campo de concentración de Birkenfeld se hizo de este modo: Entre los prisioneros había un hermano que, debido a su conocimiento de arquitectura, trabajaba con un ciudadano que era amigable para con los testigos de Jehová. Por medio de este hombre amigable el hermano se comunicó con hermanos de fuera del campo que pronto le suministraron las Atalayas más nuevas.

      Nuestros hermanos que estaban en el campo de Neuengamme tuvieron oportunidades similares. La mayoría de los aproximadamente setenta hermanos que estaban allí fueron puestos a trabajar en la limpieza después de las incursiones aéreas sobre Hamburgo. Allí en Hamburgo pudieron obtener Biblias, y en una ocasión hallaron tres en unos minutos. Willi Karger, que tuvo esta experiencia personal, relata lo siguiente: “Quisiera contar acerca de más alimento espiritual que nos trajo una hermana de Döbeln. Que nunca sea olvidado esto. El hermano de ella, Hans Jäger. pertenecía a nuestra cuadrilla de trabajo en Bergedorf cerca de Hamburgo, y fue puesto a trabajar en la fábrica de Hierro Glunz. Teníamos trabajo duro y estábamos bajo estricta observación. El hermano Jäger, no obstante, logró sacar a escondidas una cara y notificar a su hermana dónde estaría durante el mediodía. Su hermana tomó un tren hacia Hamburgo y cuidadosamente determinó cómo llegar al lugar donde estábamos trabajando. Logró poner en nuestras manos las revistas que habíamos solicitado, de modo que, a pesar de los guardas de la SS y debido a la supervisión de Jehová, las valiosas revistas fueron introducidas en el campo sin que nadie se diera cuenta.”

      Todos se ingeniaban diferentes maneras, y con el tiempo hubo varias Biblias en el campo. Un hermano le escribió a su esposa en Danzig que le gustaría comer “pan de jengibre de Elberfelder,” y con el siguiente paquete de alimento (que los hermanos podían recibir en este campo en aquel tiempo) recibió una Biblia Elberfelder cuidadosamente horneada en pan de jengibre. Algunos estaban en comunicación con prisioneros que trabajaban en el crematorio. Estos contaron que allí se quemaban muchos libros y revistas, y por eso los hermanos hicieron arreglos secretos para recibir las Biblias y las revistas, a cambio de parte de sus suministros de alimento.

      En Sachsenhausen algunas Biblias pasaron a manos de los hermanos mientras todavía estaban en “aislamiento.” Extraño como parezca, el aislamiento resultó ser protección hasta cierto grado en este caso, puesto que no solo se asignaba a un hermano a vigilar la puerta que llevaba a la zona de aislamiento, sino que también tenía la llave y, por lo tanto, tenía que cerrar y abrir con llave la puerta. Había siete mesas grandes en un cuarto en que podían sentarse cincuenta y seis hermanos. Por mucho tiempo un hermano pronunciaba un comentario de quince minutos que abarcaba el texto mientras los otros hermanos comían su desayuno. Esto se alternaba entonces entre las mesas así como entre los hermanos sentados a ellas. Este comentario entonces era el tema de conversación cuando los hermanos se veían obligados a estar de pie por horas en el patio.

      Durante el crudo invierno de 1939/1940, los Testigos elevaron en oración una petición a Jehová sobre este asunto de literatura, y, mire, ¡un milagro! Jehová colocó su mano protectora sobre un hermano que pudo introducir clandestinamente tres Atalayas en el “aislamiento” dentro de su pierna de madera, y esto a pesar de un examen cuidadoso. Aunque los hermanos tenían que arrastrarse debajo de las camas y leer bajo la luz de una linterna eléctrica mientras otros vigilaban a la derecha y a la izquierda, esto fue prueba de la dirección maravillosa de Jehová. Como buen Pastor, no abandona a su pueblo.

      En el invierno de 1941/42, cuando los hermanos habían sido soltados del “aislamiento,” siete Atalayas que consideraban los capítulos 11 y 12 de Daniel, el primer número de las cuales consideraba Miqueas, un libro intitulado “Kreuzzug gegen das Christentum” (Cruzada contra el cristianismo) y un Bulletin (ahora Ministerio del Reino) llegaron a la vez. Esto fue verdaderamente un regalo del cielo porque, junto con sus hermanos de otros países, ahora pudieron obtener un entendimiento claro del “rey del sur” y el “rey del norte.”

      Gracias al hecho de que los prisioneros que no estaban en “aislamiento” tenían libres los domingos por la tarde y de que el capitán político del bloque fue a otro cuartel a ver a sus amigos aquella tarde, se les hizo posible a los hermanos conducir un estudio de La Atalaya cada domingo por varios meses. Como promedio, de 220 a 250 hermanos participaban en este estudio, mientras que de 60 a 70 mantenían una vigilancia hasta la misma entrada del campo, y cuando surgía peligro daban cierta señal. Así nunca fueron sorprendidos por un hombre de la SS durante su estudio. El estudio que se condujo en 1942 sigue siendo una cosa inolvidable para los que estuvieron en él. Los hermanos quedaron tan impresionados con las maravillosas explicaciones acerca de la profecía de los capítulos 11 y 12 de Daniel que, al concluir éstos, en gozoso tiempo de marcha, cantaron canciones folclóricas entre las cuales mezclaron cánticos del Reino, no dando así lugar para que el guarda que estaba de servicio a unos cuantos metros de distancia del cuartel en una torre tuviera sospechas; más bien, él disfrutó del bello cantar. Imagínese: ¡Las voces de 250 hombres que, aunque en prisión, en realidad eran libres, cantando de toda alma cánticos de alabanza a Jehová! ¡Qué escena! ¿No habrán cantado junto con ellos los ángeles del cielo?

      SE ALIVIA LA PRESIÓN EN LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN

      Aunque la sangre de fieles testigos de Jehová continuó fluyendo en los centros de ejecución nazis hasta el mismo momento del desplome completo del régimen, sin embargo las armas de los que vez tras vez habían jurado que los testigos de Jehová solo saldrían de los campos de concentración por las chimeneas del crematorio comenzaron a debilitarse. También había los problemas que la guerra presentaba. Así que, especialmente desde 1942/1943 en adelante, hubo períodos en que se dejó a los testigos de Jehová en comparativa paz.

      La guerra, que ahora era una guerra total, había cambiado hasta tal punto que todas las fuerzas disponibles fueron movilizadas. Por esta razón, en 1942 se comenzó a incluir a los prisioneros hasta el grado posible en proyectos que eran productivos para la economía. Con relación a esto un comentario hecho por el líder de la SS Pohl a su jefe, Himmler, acerca del “estado de los campos de concentración” es interesante:

      “La guerra ha producido un cambio visible en la estructura de los campos de concentración y fundamentalmente ha cambiado su función en cuanto al uso de los prisioneros.

      “El encarcelamiento de los prisioneros solo por razones de seguridad, educativas o prevención ya no predomina [ni siquiera se menciona la destrucción en masa]. El énfasis ha oscilado al aspecto económico del asunto. La movilización de todos los prisioneros, en primer lugar, para trabajos que tienen que ver con la guerra (aumento de la producción de armamentos) y, en segundo lugar, para asuntos relacionados con la paz se hace cada vez más el factor predominante.

      “Las medidas necesarias que se están tomando vienen como resultado de haberse comprendido esto, lo cual requiere una transferencia gradual de los campos de concentración de su propósito anterior que se limitaba a una sola cosa a una organización que satisfaga las necesidades económicas.”

      Esta transformación, por supuesto, requería que se alimentara mejor a los prisioneros para utilizarlos más en el trabajo. Esto representó más alivio para los hermanos. Los funcionarios también fueron lo suficientemente sensatos, con pocas excepciones, como para no tratar de colocar a los hermanos en fábricas de armamentos, sino usarlos en armonía con sus habilidades vocacionales en los diferentes talleres.

      Mientras tanto, Jehová había hecho su parte, porque él puede dirigir el corazón de los hombres —hasta el de sus enemigos— como corrientes de agua. Un ejemplo notable fue el de Himmler. Por años creyó que solo él podía decidir en cuanto a la vida de los fieles siervos de Jehová, pero súbitamente comenzó a cambiar de opinión acerca de los “Estudiantes de la Biblia.” Su médico particular, un médico finlandés llamado Kersten, desempeñó un papel importante en esto.

      El masajista Kersten comenzó a ejercer fuerte influencia en Himmler, que siempre estaba muy enfermo. Oyó que los testigos de Jehová estaban siendo cruelmente perseguidos y cierto día le pidió a Himmler que le diera algunas de las mujeres para que trabajaran en su propiedad de Harzwalde, a unos setenta kilómetros al norte de Berlín. Después de mostrar alguna incertidumbre, Himmler concordó, y más tarde le otorgó a Kersten otra petición, dejando que una hermana saliera de un campo de concentración para trabajar en la segunda casa de Kersten, en Suecia. Fue originalmente de estas hermanas que Kersten oyó la verdad acerca de las condiciones que existían en los campos de concentración y acerca del sufrimiento indescriptible que especialmente se les había infligido a los testigos de Jehová por años. Se sintió muy desalentado, sabiendo que sus masajes repetidamente restauraban a aquel malvado a suficiente salud para que ejecutara su labor de asesino. Por lo tanto, decidió usar su influencia para aliviar por lo menos hasta cierto grado el sufrimiento de todos estos prisioneros. Así, se puede atribuir a su influencia el que decenas de miles de ellos, especialmente hacia el fin de la guerra, no fueran exterminados. Especialmente para los testigos de Jehová su influencia resultó ser muy provechosa. Esto se puede ver de una carta que Himmler escribió a sus asociados más cercanos, los encumbrados líderes de la SS Pohl y Müller. Esta carta, marcada “Secreto,” incluía los siguientes pasajes:

      “Adjunto un informe acerca de las diez Estudiantes de la Biblia que trabajan en la hacienda de mi doctor. Tuve oportunidad de estudiar el asunto de los Estudiantes Sinceros de la Biblia desde todo ángulo. La Sra. Kersten hizo una muy buena sugerencia. Dijo que nunca había tenido personal más bueno, anuente, fiel y obediente que estas diez mujeres. Estas personas hacen mucho por amor y bondad. . . . Una de las mujeres en cierta ocasión recibió 5.00 RM como propina de un huésped. Aceptó el dinero porque no quería dar mala impresión de la casa, y lo entregó a la Sra. Kersten, puesto que estaba prohibido tener dinero en el campo. Las mujeres hacían voluntariamente cualquier trabajo que se les exigía. Por las noches tejían, los domingos se les mantenía ocupadas de otras maneras. Durante el verano no dejaban pasar la oportunidad de levantarse dos horas más temprano y recoger canastas llenas de setas, aunque se requería que trabajaran diez, once y doce horas al día. Estos hechos completan mi cuadro de los Estudiantes de la Biblia. Son personas increíblemente fanáticas, anuentes, dispuestas al sacrificio. Si pudiéramos poner a trabajar su fanatismo para Alemania o inducir este fanatismo en nuestra gente, entonces seríamos más fuertes de lo que somos hoy. Por supuesto, puesto que rechazan la guerra, su enseñanza es tan dañina que no la podemos permitir para no causar el mayor daño a Alemania. . . .

      “Nada se logra con castigarlos, puesto que lo único que hacen es hablar de ello después con entusiasmo. . . . Cada castigo sirve de mérito para el otro mundo. Es por eso que cada verdadero Estudiante de la Biblia se deja ejecutar sin vacilación. . . . Cada encierro en la mazmorra, cada punzada de hambre, cada período de congelación es un mérito, cada castigo, cada golpe es un mérito ante Jehová.

      “Si en el futuro surgen en el campo problemas en que estén envueltos los Estudiantes de la Biblia, entonces le prohíbo al comandante del campo pronunciar castigo alguno. Esos casos se me deben informar con una descripción breve de las circunstancias. Desde ahora en adelante tengo planes de hacer lo contrario y decir al individuo particular: ‘Se le prohíbe trabajar. Se le alimentará mejor que a los demás y no tendrá que hacer nada.’

      “Porque según la creencia de estos lunáticos de buena naturaleza el mérito cesa entonces, sí, al contrario, Jehová les restará méritos anteriores.

      “Ahora mi sugerencia es que todos los Estudiantes de la Biblia sean puestos a trabajar... por ejemplo, en trabajo agrícola, que no tenga nada que ver con la guerra y toda su locura. Se les puede dejar sin vigilancia si se les ha asignado debidamente; no escaparán. Se les pueden dar trabajos que no estén bajo control; demostrarán que son los mejores administradores y obreros.

      “Otro uso para ellos según lo sugiere la Sra. Kersten: Podemos emplear a los Estudiantes de la Biblia en nuestros ‘Lebensbornheime’ (hogares erigidos para criar a los niños engendrados por hombres de la SS para producir una raza superior), no como nodrizas, sino, más bien, como cocineras, amas de casa, para hacer trabajo en la lavandería o trabajos similares. En los casos en que todavía tenemos hombres sirviendo de conserjes podemos utilizar a mujeres fuertes de los Estudiantes de la Biblia. Estoy convencido de que, en la mayoría de los casos, tendremos poca dificultad con ellas.

      “También estoy de acuerdo con las sugerencias de que los Estudiantes de la Biblia sean asignados a familias grandes. Se debe buscar Estudiantes de la Biblia calificados que tengan la necesaria habilidad y de éstos se me debe informar a mí. Entonces personalmente los distribuiré entre las familias grandes. Sin embargo, en estos hogares no han de usar traje de prisión, sino traje civil, y su estadía debe ser arreglada de manera similar a la de las Estudiantes de la Biblia libres e internadas en Harzwalde.

      “En todos estos casos en que los prisioneros están parcialmente libres o hayan sido asignados a tal trabajo queremos evitar registros escritos o firmas y hacer esos arreglos con solo un apretón de manos.

      “Sírvase enviar sus recomendaciones para iniciar esta acción y un informe sobre ello.”

      Así fue. En poco tiempo una buena cantidad de hermanas fueron enviadas a trabajar en hogares de la SS, huertos, terrenos de propiedad y “Lebensbornheime.”

      Sin embargo, había otras razones por las cuales los de la SS estaban dispuestos a aceptar a los testigos de Jehová en sus hogares. La SS percibía el odio secreto que aumentaba entre la gente. Se daban cuenta de que no había solo bromas en cuanto a ellos privadamente. Muchos ni siquiera confiaban ya en sus sirvientas, y temían que les envenenaran la comida o los mataran de algún otro modo. Con el tiempo, funcionarios encumbrados de la SS no se atrevían a ir a cualquier barbero, por temor de que les cortara la garganta. Max Schröer y Paul Wauer fueron asignados a afeitar con regularidad a funcionarios encumbrados de la SS, puesto que ellos sabían que los testigos de Jehová nunca se vengarían y matarían a sus enemigos humanos.

      A estos hermanos y hermanas que trabajaban fuera de los campos hasta se les permitía visitas de sus parientes o podían ir ellos a visitar a sus parientes en casa. A algunos se les dieron vacaciones de varias semanas con este fin. Esto con el tiempo significó que los hermanos y las hermanas obtuvieron más alimento, lo cual resultó en rápida mejora de su salud y redujo el número de muertes que se debían a hambre y maltrato.

      El grado a que la actitud cambió para provecho de los testigos de Jehová en los campos de concentración se puede ver por una experiencia que tuvo Reinhold Lühring. En febrero de 1944 fue súbitamente llamado de entre su cuadrilla de trabajo y se le pidió que se presentara en la oficina del campo. Este era el lugar donde muchísimos habían recibido maltrato y donde se había intentado persuadirlos para que renunciaran a su fe en Jehová. ¡Qué sorprendido quedó el hermano Lühring cuando los agentes sentados ante él le preguntaron si quería supervisar una hacienda, dirigiendo apropiadamente el trabajo y a los trabajadores! Él contestó afirmativamente a todas sus preguntas, y más tarde fue llevado a Checoslovaquia, junto con otros quince hermanos, para atender la hacienda de la Sra. Heydrich.

      Otra cuadrilla de trabajo compuesta de cuarenta y dos hermanos, todos buenos hombres de oficio, fue llevada al lago Wolfgang en Austria para construir una casa para un oficial encumbrado de la SS. Aunque el trabajo en la falda de la montaña no era fácil, en otros respectos les iba mucho mejor a los hermanos. Por ejemplo, Erich Frost, que pertenecía a este grupo, recibió permiso para que le enviaran de su casa su acordeón. Después de recibirlo, a él y a los otros hermanos a menudo se les permitía ir al lago en las noches, donde él tocaba canciones folclóricas y piezas de concierto, de las cuales no solo disfrutaban sus hermanos, sino también los que vivían a la ribera del lago, incluso los de la SS, bajo cuya supervisión trabajaban.

      También continuó haciéndose más fácil el suministrar alimento espiritual a los hermanos que estaban en los campos de concentración. El Dr. Kersten desempeñó una parte significante en esto, puesto que con frecuencia viajaba entre su hogar en Suecia y su hacienda en Harzwalde. Siempre dejaba que las hermanas que Himmler le había dado para trabajar en su hacienda y en su hogar en Suecia hicieran sus maletas. Entre ellos se había hecho un acuerdo silencioso de que la hermana de Suecia pondría una cantidad de Atalayas en la maleta de Kersten al hacérsela. Al llegar a Harzwalde, él decía a la hermana que trabajaba para él allí que podía sacar las cosas de su maleta, cosa que él siempre dejaba que ella hiciera sola. Después que las hermanas habían estudiado cuidadosamente estas Atalayas, las pasaban al campo de concentración cercano.

      La hacienda del Sr. Kersten en Harzwalde estaba ubicada en un lugar ideal, a unos treinta y cinco kilómetros al sur del campo de mujeres de Ravensbrück y a unos treinta kilómetros al norte del campo de hombres en Sachsenhausen. De Harzwalde se transportaban cosas constantemente a ambos campos, de modo que no era difícil introducir clandestinamente en los campos alimento espiritual para los hermanos y las hermanas.

      Así, había un contacto cada vez más estrecho entre los diferentes campos y los hogares particulares donde nuestras hermanas estaban asignadas a trabajar para familias de la SS. Ilse Unterdörfer informa lo siguiente acerca de este tiempo interesante:

      “Puesto que teníamos considerable libertad donde trabajábamos, logramos enviar cartas a nuestros parientes sin que las censuraran. También pudimos corresponder con nuestros hermanos que trabajaban fuera y que tenían puestos de confianza trabajando para hombres de la SS, disfrutando así de más libertad. Sí, hasta logramos ponernos en comunicación con hermanos que vivían en libertad y obtenían Atalayas. Después de muchos años de vivir por las cosas que anteriormente habíamos aprendido y de nuevas verdades que nos traían los que recientemente llegaban, fue maravillosamente refrescante poder leer personalmente La Atalaya de nuevo. A mí me asignaron a una hacienda de la SS cerca de Ravensbrück bajo la supervisión del agente de la SS Pohl. Como prisionera supervisora era responsable del trabajo de nuestras hermanas. Algunas de nosotras hasta dormíamos allí y no teníamos que ir ya al campo en absoluto. Así se me hizo posible, según arreglos hechos en una carta que me entregó una hermana, comunicarme con Franz Fritsche, de Berlín, a quien conocí una noche en una sección boscosa de la hacienda. Él siempre me suministraba varias Atalayas. Además de esto, también recibíamos alimento espiritual de otra manera. Dos hermanas trabajaban en una fábrica y también traían ejemplares de La Atalaya al campo. De este modo Jehová nos atendía amorosamente en un tiempo en que era muy urgente.”

      Jehová bendijo a los hermanos que tenían más fácil acceso al alimento espiritual y que se esforzaban por hacerlo disponible a otros, como se puede ver por el relato de Frank Birk. Él estuvo entre los que fueron llevados a la hacienda de Harzwalde. Pronto oyeron que otros hermanos prisioneros, que trabajaban bajo la supervisión de un soldado, estaban erigiendo un edificio en el bosque a unos diez kilómetros de distancia. Puesto que los hermanos de la hacienda de Harzwalde ya disfrutaban de cierta medida de libertad, buscaron una oportunidad de encontrarse con estos hermanos en el bosque.

      “Un domingo por la mañana,” informa el hermano Birk, “el hermano Krämer y yo montamos en nuestras bicicletas y empezamos a buscar a nuestros hermanos. Mientras íbamos por el campo del bosque, pronto vimos un claro donde se estaba construyendo un nuevo edificio. Al ver a un prisionero cruzar un claro, le hicimos señas con la mano, y él comenzó a caminar hacia nosotros a través del bosque. Tan pronto como vimos el triángulo lila en su ropa supimos que era un hermano. Después que le dijimos que éramos de la cuadrilla de Harzwalde nos llevó al nuevo edificio. Puesto que teníamos con nosotros Atalayas nuevas, nos sentamos y comenzamos a estudiar. Después de eso visitamos a nuestros hermanos cada domingo. Estaban bajo la observancia de un sargento mayor de Freiburg, que mostraba bondad a los hermanos. Poco antes de las Navidades le pregunté: ‘¿Qué le parece si usted y nuestros hermanos visitaran la hacienda de Harzwalde durante los días de fiesta?’ Pensando, respondió que quería un lugar adonde pudiera ir con sus hombres para recortarse el pelo. Cuando oyó que teníamos un barbero en Harzwalde, inmediatamente concordó. Y así, temprano en la mañana de la Navidad, nuestros hermanos, acompañados por este agente, llegaron a la hacienda. La hermana Schulze, de Berlín, que trabajaba en la cocina, atendió especialmente bien al agente para que pudiéramos estar sin perturbaciones en nuestra asociación unos con otros. Aquella noche los hermanos regresaron a casa, llenos de gozo por la bendita reunión que habían tenido. ¡Imagínese, esto había sucedido en medio de nuestros enemigos!”

      Con el tiempo hubo más posibilidades de introducir alimento espiritual en todos los campos de concentración. Gertrud Ott y otras dieciocho hermanas encarceladas en Auschwitz fueron enviadas a trabajar en un hotel donde vivían familias de hombres de la SS. Puesto que otras personas venían a comer y beber allí, no pasó mucho tiempo antes que hermanas que todavía estaban libres descubrieran a sus hermanas aprisionadas limpiando las ventanas. “Nosotras somos hermanas, también,” murmuraron al pasar, sin levantar la vista. Tres semanas más tarde hicieron arreglos para encontrarse en el servicio sanitario. Desde entonces en adelante, las hermanas de afuera con regularidad venían y les llevaban a las hermanas que trabajaban en el hotel Atalayas y otras publicaciones, que entonces eran enviadas a Ravensbrück.

      Al principio de diciembre de 1942 se les presentó una oportunidad especialmente maravillosa a unos cuarenta hermanos que quedaron en Wewelsburgo para atender una obra especial allí. Aunque todavía se les trataba como prisioneros, disfrutaban de cierta cantidad de libertad, ya que no había cerca de alambre de púas electrificado ni centinela que los mantuviera dentro del campo.

      El hermano Engelhardt todavía estaba libre en aquel tiempo y había dado a hermanos que vivían cerca las instrucciones de tratar de hallar una manera de introducir Atalayas en el campo. Después de resolver varios problemas, Sandor Beier, de Herford, y Martha Tünker, de Lemgo, investigaron la situación por medio de sencillamente dar un paseo por aquella sección tal como lo haría una pareja joven. Pronto se comunicaron con los hermanos y con regularidad les suministraron Atalayas desde entonces en adelante. La primera vez, se reunían con los hermanos en un cementerio en cierta tumba; la siguiente vez, escondían las revistas en un montón de paja, o las entregaban a los hermanos personalmente a la medianoche en algún lugar determinado de antemano. Para cada entrega se fijaba un nuevo lugar de reunión. Después que el hermano Engelhardt y las hermanas que habían producido y distribuido las revistas fueron arrestados, surgió la cuestión en cuanto a cómo se suministraría alimento espiritual a los que todavía estaban en libertad.

      Esta vez los hermanos de Wewelsburgo trataron de hallar una solución ellos mismos. Pudieron obtener una máquina de escribir, que uno de los hermanos utilizó para preparar papeles de mimeógrafo. Otro hermano construyó una máquina de mimeógrafo primitiva hecha de madera. Hermanas de afuera, con las cuales todavía estaban en comunicación, les llevaban a los hermanos las cosas que necesitaban para mimeografiar. Tantos ejemplares de La Atalaya se estuvieron produciendo finalmente allí que una gran sección del norte de Alemania podía obtener su suministro. Elisabeth Ernsting recuerda que siempre recibía cincuenta ejemplares para suministrarlas al territorio que ella atendía. Así, por casi dos años, hasta el desplome del régimen en 1945, fue posible suministrar La Atalaya a los hermanos que vivían en Westfalen y otros distritos.

      El suministro de alimento espiritual para los hermanos y hermanas que estaban dentro de los campos de concentración mejoró tanto que para 1942 en Sachsenhausen podía compararse con un río pequeño. El hermano Fritsche, de Berlín, que fue sentenciado a la muerte poco antes del desplome del régimen nazi pero que no fue ejecutado, pudo suministrar a los hermanos durante un período de año y medio no solo todas las nuevas revistas, sino también varios números anteriores, así como todos los libros y folletos que mientras tanto habían sido presentados al público. Era como si los hermanos hubieran sido conducidos a pastos ricos, porque cada hermano tenía un ejemplar de una de las publicaciones de la Sociedad para estudio cada noche. ¡Qué cambio! Pero eso no es todo. La organización funcionaba tan bien que el hermano Fritsche podía enviar cartas a los parientes de los hermanos, o cartas a otros campos o a sucursales extranjeras. De ese modo fue posible, dentro de un período de año y medio, sacar clandestinamente 150 cartas, e introducir casi la misma cantidad en el campo. Las cartas enviadas afuera daban testimonio de la excelente condición espiritual de los hermanos. Como se puede comprender, se hicieron muchas copias de estas cartas. Algunas hasta fueron reproducidas por mimeógrafo y sirvieron de estímulo a los hermanos de afuera y especialmente a los parientes de los que estaban en prisión.

      SE DECLARA DENODADAMENTE LA UNIDAD TEOCRÁTICA EN LOS CAMPOS

      Todo marchó bien por aproximadamente año y medio, hasta el otoño de 1943, cuando el hermano Fritsche fue arrestado. Durante registros en casas se habían encontrado informes acerca de Sachsenhausen que dirigieron la atención a él. La policía no solo halló Atalayas y otras publicaciones en manos de él, sino también algunas cartas de hermanos que él había de entregar. La policía, descubriendo que se estaba efectuando correspondencia en escala casi internacional, sospechó de la aptitud y anuencia de los líderes de los campos en el desempeño de sus obligaciones. Himmler, por lo tanto, ordenó que se hiciera un registro inmediato de todos los campos de concentración de que se sospechara.

      La campaña comenzó al fin de abril. Cierta mañana algunos oficiales de la Policía Secreta vinieron a Sachsenhausen. Se había planeado bien un ataque por sorpresa a los hermanos. Se llamó a los que trabajaban dentro del campo y se les dijo que se pararan en el patio, donde se les interrogó acerca de los textos diarios y se les cacheó. Los investigadores hallaron algunas publicaciones. Todo esto fue acompañado por las golpizas usuales. Pero la Gestapo no logró que los hermanos se retractaran, porque Jehová los había alimentado abundantemente en medio de sus enemigos. Tenían una visión clara de su comisión y no temían declararse unidamente a favor de la gobernación teocrática.

      Ernst Seliger era conocido como el eslabón que conectaba con el hermano Fritsche, de modo que se le dio “atención” especial. Él se había esforzado por vendar no solo las heridas carnales, sino también las espirituales, y su manera paternal y humilde de tratar a otros había contribuido mucho a la unidad de que se disfrutaba en este campo. Pero él se sintió muy perturbado por el resultado de sus primeras interrogaciones y le oró a Jehová que convirtiera su “derrota,” según la consideraba él, en una victoria. Pero esto no sería una prueba para un solo individuo. Wilhelm Röger, de Hilden, describe la situación de este modo: “¡Ahora tenía que ser ‘Uno para todos y todos para uno!’” Todos los hermanos verificaron la declaración del hermano Seliger de que él había pasado entre ellos textos diarios para estimularlos. Confirmaron el hecho de que habían leído la literatura que el hermano Seliger había introducido en el campo y que continuarían estimulándose unos a otros y hablando acerca de su esperanza en cuanto al futuro.

      Pasaron cuatro días. El domingo por la mañana el hermano Seliger compareció ante la administración del campo para la protocolización. Describe así sus experiencias: “Primero, testifiqué en tres salas del hospital [donde trabajaba como auxiliar] . . . Entonces lleno de gozo entré en la guarida de los leones. Un médico y un administrador de drogas estaban estudiando las cartas que habíamos enviado ilegalmente desde el campo. Hubo después dos horas de debate encolerizado. Cuando el protocolo había de ser terminado, el agente interrogador dijo: ‘Seliger, ¿qué va a hacer ahora? ¿Va a seguir escribiendo textos diarios y estimulando a sus hermanos? ¿Y va a continuar predicando el mensaje aquí en el campo entre otros prisioneros?’ ‘¡Sí, eso es exactamente lo que voy a hacer, y no solo yo, sino también todos mis hermanos!’ . . . A las dos terminó el interrogatorio y se les presentó la declaración que se había hecho en nombre de todos los hermanos, y entonces todos gozosamente se pusieron a predicar”... en el cuartel del campo.

      Los hermanos recordaron que habían pasado casi diez años desde el 7 de octubre de 1934 cuando, en una carta, se le había informado a Hitler que los testigos de Jehová no cesarían de congregarse y predicar a pesar de las amenazas. Ahora, después de casi diez años, la Gestapo se dio cuenta de que el espíritu combatiente del pueblo de Jehová todavía no había sido quebrantado, prescindiendo de si era dentro o fuera de los campos de concentración. Las cartas daban testimonio de esto.

      La Gestapo ahora investigó los otros campos de concentración para ver si la muy proclamada ‘unidad teocrática’ prevalecía en ellos también. El siguiente campo fue Berlín-Lichterfelde, un campo que era una rama del de Sachsenhausen. El hermano Paul Grossmann, que servía de contacto entre Sachsenhausen y Lichterfelde, más tarde mencionó esta investigación:

      “El 26 de abril de 1944 la Gestapo asestó un nuevo golpe. A las diez de aquella mañana dos agentes de la Gestapo vinieron a Lichterfelde a investigarme cabalmente como el contacto entre Sachsenhausen y Lichterfelde. Me mostraron dos cartas ilegales que yo había escrito a hermanos de Berlín. Estas cartas revelaban claramente nuestros métodos de operación. [Podemos ver lo imprudente que es escribir cartas que contengan este tipo de información, porque es de esperarse que tarde o temprano los oficiales las hallen al hacer arrestos o conducir registros.] Así los oficiales se informaron acerca de todos los detalles de la organización y además de que con regularidad habíamos recibido alimento de nuestra ‘madre.’

      “A pesar de que revolcaron cuanto había, todo lo que encontraron fue una Atalaya. Tuve que estar de pie a la puerta mientras se hacía que vinieran del trabajo los demás hermanos. Ellos también fueron cacheados y se les hizo ponerse de pie a la puerta. Esto fue una verdadera sensación, puesto que por mucho tiempo no se había hecho una incursión policíaca grande como ésta. Hubo muchas golpizas y palabras abusivas durante el interrogatorio, y se hallaron unas cuantas Atalayas y textos. Escondimos de ellos un extenso informe acerca de experiencias en Sachsenhausen, una Biblia y otros documentos. Los hermanos no ocultaron el hecho de que habían estado trabajando activamente en los intereses de la Teocracia y habían leído las Atalayas. Tuvimos que estar de pie a la entrada hasta las once de aquella noche. Mientras tanto un camión de la policía había llegado para transferir a los doce líderes de la camarilla a Sachsenhausen. Esto significaba que iban a ser colgados. Tuvieron que entregar sus cucharas y platos, y así por el estilo. Pero la transferencia no ocurrió. Tampoco el día siguiente, aunque ya se habían escrito los avisos de muerte para los parientes. El tercer día hubo una sorpresa. Los doce hermanos no fueron ejecutados, sino devueltos al trabajo.”

      Entonces se requirió que los hermanos de Lichterfelde firmaran una declaración que decía: “Yo ——————, testigo de Jehová, en el campo desde —————— afirmo que pertenezco a la ‘unidad teocrática’ que existe en el campo de concentración de Sachsenhausen. He recibido textos diarios y literatura que he leído y pasado a otros.” Todos estuvieron muy dispuestos a firmar.

      En otros campos se efectuaron incursiones policíacas similares con los mismos resultados, una de ellas en Ravensbrück el 4 de mayo de 1944, porque de las cartas se desprendía que se mantenía contacto entre Sachsenhausen y Ravensbrück. Se tomaron medidas severas contra los “cabecillas” en este campo. Pero no pasó mucho tiempo antes que las hermanas fueran puestas de nuevo en sus viejos trabajos aquí, también, después de las solicitudes que hicieron los cabezas responsables de los departamentos. Esto fue más prueba de que para este tiempo el poder del tirano había sido en gran medida quebrantado.

      Las derrotas que sufrió el ejército alemán en el frente oriental en 1944 segaron tantas vidas que, no solo se vieron arrastrados a la guerra hombres de edad avanzada y la juventud de Hitler, sino que hasta a los prisioneros se les dio la oportunidad de probar lo que podían hacer en el frente oriental. Por esta razón vinieron comités a los campos y ofrecieron a los prisioneros políticos la oportunidad de unirse a la división del general Dirlewanger, que había sido degradado. Si mostraban que eran aptos allí, entonces se les consideraría alemanes libres. No obstante, fue interesante el hecho de que a todos los prisioneros que llevaban un triángulo lila siempre los enviaban a su cuartel antes de hacer esta oferta a los demás. Sabían la respuesta que recibirían de los testigos de Jehová y, por lo tanto, habían cesado de pedirles que hicieran esto.

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