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Un hombre que tuvo una visión¡Despertad! 1985 | 8 de octubre
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y dijo: “Es espantoso dirigir a este gran pueblo pacífico a la guerra, a la más terrible y peligrosa de todas las guerras, en la cual la civilización misma parece estar en la balanza”.
En su discurso al Congreso, dijo que los Estados Unidos estarían luchando “para la paz final de la Tierra y para la liberación de sus pueblos”. Entonces pronunció su famosa oración: “Se tiene que crear un mundo seguro para la democracia”. El Congreso aprobó su decisión el 6 de abril de 1917. Sus compañeros del Capitolio y el público afuera lo vitorearon. Pero él no se sentía jubiloso. “Considera por qué estaban aplaudiendo —dijo él después a uno de sus asistentes—. El mensaje que pronuncié hoy fue un mensaje de muerte para nuestros jóvenes. ¡Qué extraño parece que aplaudan por eso!” Unos minutos después, “se limpió las lágrimas de los ojos y entonces bajó la cabeza sobre la mesa de la cámara del consejo de ministros y sollozó como si hubiera sido un niño”. (Mr. Wilson’s War, por John Dos Passos.)
La neutralidad había llegado a su fin. Su país tomaría ahora parte en la peor guerra que el hombre había conocido hasta entonces.
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La visión de la paz anhelada¡Despertad! 1985 | 8 de octubre
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La visión de la paz anhelada
EN 1916, antes que los Estados Unidos participaran en la guerra, Wilson empezó a promover su visión de un arreglo permanente para asegurar la paz en la Tierra. Según el biógrafo Gene Smith, él ideó “el establecimiento de una Liga o Sociedad de Naciones que serviría de foro para la dispensación de justicia a todos los hombres y eliminaría la amenaza de la guerra para siempre”. Luego en 1917, debido a que los Estados Unidos se vieron envueltos en la guerra, tomó la delantera en una campaña a favor de lo que él esperaba que fuera una paz duradera y la gloria culminante de su carrera.
Ahora dedicó sus energías a la propagación de su evangelio de la Sociedad de Naciones, como él la concebía. Su meta era una de “paz sin victoria” en la que no habría un pueblo alemán conquistado, sino, más bien, el derrocamiento de gobernantes militaristas y autocráticos.
Como base para las negociaciones de paz, él estableció sus famosos catorce puntos. Estos consistían en cinco ideales generales que todas las naciones contendientes tenían que respetar, además de ocho puntos relacionados con problemas específicos de índole política y territorial. El decimocuarto punto era el más importante, puesto que representaba el mismísimo corazón de la cruzada de Wilson... el establecimiento de una Liga o Sociedad de Naciones.
“El mayor éxito, o la más grande tragedia”
Él estaba tan convencido de que Dios lo apoyaba en su proyecto que insistió en asistir a la Conferencia de Paz de París en 1919... esto a pesar del hecho de que muchos amigos políticos opinaban que el presidente de los Estados Unidos debería permanecer independiente de las negociaciones de paz. Él estaba convencido de que tenía el respaldo de la gente del mundo aunque no lo apoyaran todos los políticos. Estaba convencido de que él era el instrumento de Dios para la paz. Él, más que nadie, tenía que ir a París.
Dijo confidencialmente a Tumulty, su secretario privado: “Este viaje será el mayor éxito, o la más grande tragedia de toda la historia; pero yo creo en una Providencia Divina [...] Tengo fe en que ningún cuerpo de hombres, sea como sea que combinen su poder o su influencia, puede vencer esta gran empresa mundial”. (Las cursivas son nuestras.) Como lo declara cierta autoridad: “El presidente estaba resuelto a usar su poder y prestigio para hacer que el arreglo final de paz incluyera un plan para una Sociedad de Naciones”.
Allá en noviembre de 1918, los ejércitos alemanes estaban a punto de ser derrotados. Se les ofreció un armisticio que pusiera fin a la guerra. Se iniciaron negociaciones en las que participaron el primer ministro galés de Gran Bretaña Lloyd George, el tosco primer ministro francés Georges Clemenceau, el culto primer ministro italiano Vittorio Orlando, y el inescrutable representante japonés conde Nobuaki Makino. Wilson estaba resuelto a convencerles de que dicha Sociedad era la única solución de los problemas de Europa, así como los del mundo.
‘La estrella de Belén surge de nuevo’
Al hacer su gira de Europa antes de la Conferencia de Paz de París, Wilson era el héroe del pueblo. Como más tarde escribió Herbert Hoover: “Lo recibieron por todas partes con fervor casi religioso [...] Las ovaciones eran más grandes que cualquier otra que se haya presentado a un hombre mortal”. Su visión de paz y la iniciativa que él había tomado para establecerla habían excitado a las masas. Durante su gira por Italia, las multitudes gritaban: “Viva Wilson, Dios de la Paz”. Se le atribuyeron poderes casi sobrenaturales. Hoover añade: “Para ellos, no había aparecido un hombre con tal poder moral y político ni con tal evangelio de paz desde que Cristo predicó el Sermón del Monte. [...] Era la estrella de Belén que había surgido de nuevo”.
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