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  • El congregador sobre obras vanas y las que valen la pena
    La Atalaya 1958 | 15 de mayo
    • El congregador sobre obras vanas y las que valen la pena

      “Teme al Dios [verdadero] y guarda sus mandamientos. Porque esto es el [deber] todo del hombre.”—Ecl. 12:13.

      1. Desde el fin de la I Guerra Mundial, ¿qué dos clases de congregar han estado en progreso, y quiénes están congregando a cada clase?

      DESDE el fin de la I Guerra Mundial en el año 1918 los gobernantes políticos y los ejércitos de todas las naciones han estado experimentando un recogimiento, un congregar, al “lugar que se llama en hebreo Har-Magedón.” (Apo. 16:14, 16; Eze. 38:7, 13, Mod) También ha estado en progreso un gran recogimiento, un congregar en escala global, de hombres y mujeres amantes de la paz a un lugar de verdadera seguridad. Ya éstos constituyen una congregación que se extiende por toda la tierra, y no obstante diariamente muchos más están siendo recogidos a ellos. En este período turbulento desde la primera guerra mundial ellos han visto más y más evidencia de que este mundo, o sistema de cosas, no tiene futuro, sino que terminará con el conflicto universal en el Armagedón. Aprecian cuán vanas e inútiles son las obras de los hombres en apoyo de este viejo mundo. Ya no quieren malgastar su vida siguiendo tras mero viento. De aquí en adelante quieren emplear su vida en obras que valgan la pena, que proporcionen gozo y satisfacción ahora y que efectúen un bien que no sea borrado por el Armagedón, sino que continúe en un radiante nuevo mundo. Todos los que hacen obras que valen la pena están siendo recogidos bajo un poder distinto al que funciona en este mundo. Los gobernantes y sus ejércitos están siendo recogidos al Armagedón por la influencia de los demonios bajo el dominio de Satanás el Diablo. Los hombres y mujeres que hacen obras dignas del justo y pacífico nuevo mundo están siendo recogidos por un congregador sabio, temeroso de Dios, que los instruye y guía en obras que valen la pena.

      2. ¿Cómo se identifica el congregador, y por qué no hay objeción a que use un título femenino concerniente a sí mismo?

      2 ¿Quién es este congregador? Es posible saber quién es. Fué prefigurado hace mucho por el más sabio gobernante de la antigüedad, el rey Salomón, que reinó durante cuarenta años en la ciudad de Jerusalén. Mil años antes de la era cristiana el rey Salomón escribió un libro de sabiduría mayor que la humana, popularmente llamado el libro de Eclesiastés, y al principio mismo de este libro Salomón habla de sí mismo en esta capacidad de congregador o persona que reúne, diciendo: “Las palabras del congregador, el hijo de David el rey en Jerusalén. ‘¡La más grande vanidad!’ ha dicho el congregador, ‘¡la más grande vanidad! ¡Todo es vanidad!’ Sucedió que yo, el congregador, fuí rey sobre Israel en Jerusalén.” (Ecl. 1:1, 2, 12) La realidad es que, en el lenguaje en que lo escribió el rey Salomón, el libro se llama Qohélet, que significa “Congregador.” Es cierto que en el idioma hebreo la palabra Qohélet se halla en el género femenino, pero lo mismo es cierto de la palabra hebrea para “sabiduría”; y sin embargo el rey Salomón, a causa de la sabiduría que Dios le dió, fué usado como un símbolo de la sabiduría, como si él fuese la sabiduría personificada. Además Aquel a quien el rey Salomón en los días de su sabiduría prefiguró es de manera sobresaliente la personificación de la sabiduría celestial.—Pro. 8:12, 22-31.

      3. ¿Cómo fué el rey Salomón un congregador, y a qué congregó a los que juntó?

      3 Pero, ¿cómo fué el rey Salomón un congregador y a qué congregó a los que él juntó? Fué un congregador de gente: de su gente, sus súbditos, y de otras personas amigables y de buena voluntad. Congregó a todos éstos a la adoración del Dios de paz y felicidad, Jehová. Durante siete años y medio Salomón estuvo ocupado en la construcción de un suntuoso templo para el nombre de Jehová en Jerusalén, terminándolo en el año undécimo de su reinado. Para la dedicación de este templo de adoración el rey Salomón convocó o congregó a toda la gente que estaba especialmente interesada. La historia de esto dice: “En ese tiempo Salomón procedió a convocar a los hombres de mayor edad de Israel, todas las cabezas de las tribus, los jefes de los padres, de los hijos de Israel, al rey Salomón en Jerusalén, para subir el arca del pacto de Jehová desde la ciudad de David, es decir, Sión. Luego los sacerdotes trajeron el arca del pacto de Jehová a su lugar, al cuarto más recóndito de la casa, el Santísimo, a debajo de las alas de los querubines.” (1 Rey. 8:1, 6; 2 Cró. 5:2, 7) Así el acto de Salomón de congregar a sus súbditos al templo recién completado de Jehová inició la adoración rendida por ellos a Dios en el lugar donde él había colocado su nombre.

      4. Al escribir su libro, ¿por qué se llamó a sí mismo Qohélet, y para qué recibimos ayuda hoy al hacer un estudio de su libro?

      4 Como congregador de su pueblo Salomón obró para el más profundo bienestar de los que lo formaban para conducirlos en la adoración del Dios con quien ellos habían hecho un pacto o acuerdo solemne nacional de amarlo, adorarlo y servirle. Después, al escribir el libro de Eclesiastés, se refirió a sí mismo como Qohélet, o “el congregador.” Se estaba llamando así ahí, no simplemente porque había congregado primero a su pueblo y a sus compañeros de buena voluntad a la dedicación del nuevo templo, sino porque mediante su libro recientemente escrito él estaba procurando congregar a su pueblo lejos de las obras vanas e infructuosas de este mundo y a las obras que eran dignas del Dios a quien ellos como nación estaban dedicados. El propósito de su libro llamado Qohélet era evitar que el pueblo de Dios se deslizara, o recobrarlo de cualquier desliz, a las actividades materialistas de este mundo. Este hecho se confirma en el último capítulo del libro, donde él dice: “‘¡La más grande vanidad!’ dijo el congregador, ‘¡Todo es vanidad!’ Y además del hecho de que el congregador se había hecho sabio, también enseñó conocimiento continuamente a la gente, y meditó e hizo un escudriñamiento cabal, para arreglar ordenadamente muchos proverbios. El congregador procuró hallar las palabras deleitables y la escritura de palabras correctas de verdad.” (Ecl. 12:8-10) Al hacer un estudio del libro de Qohélet y los proverbios que contiene escritos en palabras tan bien escogidas y con las verdades expresadas tan correctamente nosotros mismos hoy día recibimos ayuda para acercarnos más a Jehová Dios y tener mejor aprecio de su servicio digno de ser atesorado.

      5. Además de tener el libro de Qohélet, ¿qué otra cosa tenemos que es más importante, y por qué es tan importante el que prestemos atención ahora?

      5 Sin embargo, hoy no sólo tenemos el libro de Qohélet, que los traductores al griego erróneamente llamaron Eclesiastés; adicionalmente tenemos un Congregador mayor que el rey Salomón. Es el Señor Jesucristo, quien fué prefigurado por el rey Salomón. Fué muy importante que la gente escuchase a Jesucristo cuando estuvo sobre la tierra, pues, como dijo él: “la reina del sur será levantada en el juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino desde los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, pero, ¡miren! algo más que Salomón está presente.” (Mat. 12:42) Hoy es aún más importante que escuchemos a Jesucristo ahora que está en el cielo, reinando a la diestra de su Padre celestial, Jehová Dios. Nosotros somos la generación de la humanidad que está viviendo en el “tiempo del fin” de este viejo mundo. Para nosotros las evidencias visibles de su reino comenzado van aumentando más y más cada día desde 1914. Nos hallamos en el tiempo de juicio no sólo de la congregación de los santos, de quienes el Rey Jesucristo es la Cabeza, sino también de las naciones de este mundo, las cuales están siendo congregadas al campo de batalla del Armagedón.

      6. ¿Cómo podemos saber si la reina de Sabá es mejor que nosotros hoy, y a quiénes especialmente prefiguró ella?

      6 El ejemplo fiel de la reina de Sabá procedente del sur nos condenará hoy si no apreciamos al Mayor Salomón que está en el cielo y venimos a él para aprender de su sabiduría y de sus obras piadosas. Ella, que no era judía, fué mejor que la mayoría de los judíos del día de Jesús, debido al aprecio que tuvo de Salomón. ¿Es ella mejor que nosotros hoy? Lo es, si no apreciamos al que ahora está presente y que es muchísimo más grande que el rey Salomón. Una grande muchedumbre de gente de buena voluntad, prefigurada por la reina de Sabá, está siendo recogida hoy por el Congregador, Jesucristo, para ser él el Pastor real de estas “otras ovejas.” Él ha estado haciendo esto desde que recogió a los que quedan sobre la tierra de la “manada pequeña,” la congregación de 144,000 ovejas, de la cual él mismo es la Cabeza celestial. A todos estos seguidores suyos de disposición de oveja en este día él los ha congregado de parte del reino de Dios y al templo espiritual de la adoración de Dios. Concerniente a esto está escrito: “También para recoger a unidad a los hijos de Dios que están esparcidos.”—Juan 11:52; Apo. 7:1-17; Juan 10:16.

      “TODO ES VANIDAD”

      7. Al exclamar: “¡Todo es vanidad!” ¿qué estaba incluyendo y qué no estaba incluyendo el rey Salomón?

      7 El apóstol Pablo escribe a la congregación que está bajo el Rey Jesucristo: “Amados hermanos míos, estén firmes, inmóviles, siempre con mucho que hacer en la obra del Señor, sabiendo que su trabajo no es en vano en relación al Señor.” (1 Cor. 15:58) Pero en el mismísimo comienzo del libro de Eclesiastés exclama el rey Salomón: “¡La más grande vanidad! ¡Todo es vanidad!” (Ecl. 1:2) Ahora bien, si el rey Salomón es un tipo profético del Rey Jesucristo, ¿por qué hace él esto? Allí el rey Salomón no se refería al trabajo de servir a Jehová Dios y a su Rey ungido. No estaba incluyendo esto en su abarcadora expresión “todo.” Por “todo” quiso decir todo lo que él escudriña, todo lo que él señala directamente en su libro con un ejemplo tras otro. Estas cosas tienen que ver con este mundo, no con el reino de Dios, el reino de los cielos, que gobernará para siempre en el justo nuevo mundo de Dios. Como rey ungido de Dios sentado entonces en el “trono de Jehová” y que especialmente había pedido a Dios sabiduría para juzgar al pueblo de Jehová, Salomón se hallaba en una posición sumamente favorable para estudiar la conducta y las actividades de los hombres, aun para hacer una prueba de ellas él mismo. Él mismo nos dice:

      8. ¿Qué nos dice él acerca de entregarse él a las cosas y de la conclusión a que llegó?

      8 “Sucedió que yo, el congregador, fuí rey sobre Israel en Jerusalén. Y fijé la atención de mi corazón en buscar y en explorar sabiduría con relación a cuanto se ha hecho debajo de los cielos—la ocupación calamitosa que Dios ha dado a los hijos del género humano en que ocuparse. Vi todas las obras que se hacían debajo del sol, y, ¡mira! todo era vanidad y un esforzarse tras viento. Y no mantuve alejada de mis ojos ninguna cosa que pidieron. No retuve a mi corazón de ninguna clase de regocijo, pues mi corazón estaba alegre debido a todo mi afán y ésta llegó a ser mi porción de todo mi afán. Y yo, yo mismo, me volví hacia todas mis obras que habían hecho mis manos y hacia el afán que me había afanado por llevar a cabo, y, ¡mira! todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada de provecho debajo del sol. En cuanto al hombre no hay nada mejor [que] el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien debido a su afán. Esto también he visto, yo mismo, que esto proviene de la mano del Dios [verdadero] [Jehová, Versión Siríaca; el Tárgum]. Porque, ¿quién come y quién bebe mejor que yo?”—Ecl.1:12-14; 2:10, 11, 24, 25.

      9. Al hablar así Salomón, ¿por qué no estaba pensando en el templo y la adoración sincera de Dios?

      9 Al decir que el haber probado personalmente diversas cosas le había demostrado que “todo era vanidad y un esforzarse tras viento,” el rey Salomón no incluía su edificación del templo de Jehová en el monte Moría en Jerusalén. Esta fué la mayor cosa que él hizo. No la menciona cuando habla de las obras más extensas en las que se ocupó, las casas que construyó, los viñedos que plantó, los jardines y parques que hizo, los estanques que hizo con propósitos de irrigación, el vasto cuerpo de criados y criadas que adquirió, porque todos éstos eran, como él dijo, “para mí mismo,” y no para Jehová Dios y su adoración. Estas eran las cosas en las cuales el rey Salomón vió que otros hombres se ocupaban y de las cuales trataban de disfrutar, pero ningún otro hombre de su tiempo construyó un templo para el nombre de Jehová Dios como lo hizo el rey Salomón. Al construir este templo él no copió ni hizo una prueba en cuanto a lo que otros hombres estaban haciendo. Esta, su mayor obra de construcción, no era “la más grande vanidad,” pues la edificación del templo por Salomón fué predicha por Dios y se efectuó con la ayuda y guía de Dios. También rindió servicio según el propósito de Jehová durante todo el tiempo que él quiso usar a este templo material como un tipo de su templo espiritual más grandioso. (2 Sam. 7:12, 13; 1 Rey. 8:15-21) De modo que al hablar de todo como vanidad y un seguir tras el viento Salomón no estaba pensando en el templo ni la adoración sincera de Dios; tampoco deberíamos pensar en ellos así nosotros.

      10. En Eclesiastés, ¿qué dice Salomón que es don de Dios para nosotros?

      10 Jehová Dios el Creador desea que sus criaturas humanas sean felices y disfruten de la vida en la tierra. Este es el don de él a nosotros, si lo aceptamos. Observe cómo el rey Salomón llama la atención a este don de Dios: “He llegado a saber que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien durante la vida de uno, y también que todo hombre debería comer y en realidad beber y ver el bien por todo su afán. Es don de Dios.” También: “¡Mira! la mejor cosa que yo mismo he visto, la cual es hermosa, es que uno debería comer y beber y ver el bien por todo su afán con que se afana debajo del sol por el número de los días de su vida que El Dios [verdadero] le ha dado, porque ésa es su porción. También a todo hombre a quien El Dios [verdadero] le ha dado riquezas y posesiones materiales, hasta lo ha facultado para comer de ello y llevarse su porción y regocijarse con su afán. Esto es don de Dios. Pues no recordará frecuentemente los días de su vida, porque El Dios [verdadero] está preocupándo[lo] con el regocijo de su corazón.” Otra vez: “Yo mismo elogié el regocijo debido a que el género humano no tiene nada mejor debajo del sol que comer y beber y regocijarse, y que esto lo acompañara en su afán durante los días de su vida, que El Dios [verdadero] le ha dado debajo del sol.”—Ecl. 3:12, 13; 5:18-20; 8:15.

      11. ¿Cómo podemos disfrutar de este “don de Dios” ahora, y contradice esto el hecho de que Dios haya dado a los hombres una “ocupación calamitosa”?

      11 Podemos disfrutar de este “don de Dios” ahora como súbditos fieles y obedientes del Rey reinante Jesucristo, el Congregador, obrando en armonía con la sabiduría celestial que él imparte a los humildes y enseñables. ¿Por qué, entonces, dice Salomón que él procuró explorar y conseguir sabiduría en relación a la “ocupación calamitosa que Dios ha dado a los hijos del género humano en que ocuparse”? ¿No hay contradicción en esto? ¡No! ¿Cómo, entonces, ha dado Dios una “ocupación calamitosa,” y a quiénes?

      12. Según dice Salomón, ¿qué estableció la base para la “ocupación calamitosa,” y cómo la ha dado Dios a los hombres?

      12 Salomón mismo explica eso, diciendo: “¡Ve! Esto sólo he averiguado, que El Dios [verdadero] hizo al género humano recto, pero ellos mismos han buscado muchos planes.” (Ecl. 7:29) Hace unos 6,000 años, en el jardín de Edén, Jehová Dios hizo al hombre Adán recto, perfecto, a la imagen y semejanza del Dios perfecto. También le dió una esposa a Adán. Estos dos, Adán y Eva, bajo tentación por la Serpiente original, Satanás el Diablo, buscaron otros planes para hacerse “sabios como Dios” sin morir. Aun cuando Jehová Dios destruyó al viejo mundo con el diluvio del día de Noé él preservó viva una familia recta, Noé y su esposa y sus tres hijos casados, para que la humanidad pudiese tener un nuevo comienzo en rectitud y piedad. Pero con el transcurso del tiempo el género humano de nuevo buscó muchos planes en oposición a la voluntad y los mandamientos de Dios. Por esa razón, simplemente por ejecutar su juicio contra la humanidad pecaminosa, extraviada, Dios ha traído lo que ha resultado ser calamitoso en la vida egoísta de los hombres. Informó a Adán que el pecado sería castigado con la muerte; y cuando Adán pecó, la condena a la muerte también vino sobre su prole no nacida o sus descendientes que estaban en sus lomos. (Gén. 2:16, 17; Rom. 5:12) Comenzaron a morir tal como mueren meras bestias.

      13. ¿Cómo muestra Salomón que los hombres son como bestias en este respecto?

      13 Dijo Salomón: “Yo, yo mismo, he dicho en mi corazón en cuanto a los hijos del género humano que El Dios [verdadero] va a seleccionarlos, para que vean que ellos mismos son bestias. Pues hay una contingencia con respecto a los hijos del género humano y una contingencia con respecto a la bestia, y ellos tienen la misma contingencia. Como muere el uno, así muere el otro; y todos tienen un solo espíritu, de modo que no hay superioridad del hombre sobre la bestia, porque todo es vanidad. Todos van a un solo lugar. Desde el polvo todos han venido a la existencia, y todos están volviendo al polvo. ¿Quién hay que sepa acerca del espíritu de los hijos del género humano, si está ascendiendo hacia arriba; y el espíritu de la bestia, si está descendiendo hacia abajo a la tierra?”—Ecl. 3:18-21.

      CALAMIDADES

      14. ¿Por qué no han podido los hombres disfrutar del provecho de sus obras personales continuamente, y si todavía llegásemos a morir, de qué debemos tratar ahora de probarnos dignos?

      14 La muerte es una calamidad, pero Adán pudo haberla evitado para él y para nosotros su prole si hubiese temido a Dios y guardado su mandamiento. La muerte es un enemigo (1 Cor. 15:26), pero Adán pudo habernos preservado de las garras de ese enemigo si hubiera continuado siendo amigo de Dios por medio de rendirle obediencia amorosa. A causa de la muerte ningún hombre ni ninguna mujer ha podido disfrutar del provecho de sus obras y trabajos personales continuamente, sin interrupción. Todo el género humano perecería permanentemente, exactamente como las bestias, si no fuese por el hecho de que Dios, mediante el Congregador, Jesucristo, ha provisto amorosamente un medio para levantar el castigo de la muerte y resucitar a todos los que están muertos en las tumbas memorialescas. (1 Cor. 15:17-24) Los que por amor al pecado eligen desobedecer voluntariosamente a Jehová Dios perecerán para siempre como bestias brutas. Cual bestias, eligen comer y beber y vivir de acuerdo con sus deseos animales en materialismo completo, sin pensar en Dios ni considerarlo. Dado que prefieren vivir como bestias, sin siquiera rendir servicio según los propósitos de Dios como las bestias lo hacen, que perezcan como bestias. ¿Por qué deberíamos nosotros ser semejantes a bestias y simplemente vivir de manera egoísta como animales y perecer con ellos? Si todavía llegásemos a morir, ¿por qué no tratar ahora de probarnos dignos de una resurrección a la vida en el nuevo mundo de Dios y así ser considerados mejores que meras bestias?

      15. ¿Cómo puede ocurrir una calamidad en lo que concierne a una herencia para un hijo, y cómo podemos obrar más sabiamente al dejar una herencia?

      15 Está por demás decirlo, la invasión de la muerte entre el género humano ha conducido a muchas cosas calamitosas e irónicas para los que no conocen o no eligen conocer a Jehová Dios. Un padre cuya mente se concentra en lo material puede trabajar duro para acumular una herencia para su hijo, digamos, dinero en el banco o propiedad de alguna clase. Surge una bancarrota o algún otro desastre y el padre pierde todo y no tiene nada que dejarle a su hijo. ¿No consideraría esto una calamidad el hombre que tuviera la mente fija en lo terrenal? Dice Salomón: “Existe una grave calamidad que he visto debajo del sol: las riquezas que se guardan para su magnífico dueño para calamidad suya. Y esas riquezas han perecido a causa de una ocupación calamitosa, y él ha llegado a ser padre de un hijo cuando no tiene absolutamente nada en la mano.” (Ecl. 5:13, 14) ¡Cuán efímeras e inciertas son las riquezas terrenales, y cuán repentinamente pueden perderse o aun resultar en daño espiritual a su dueño o al hijo a quien éste lega tales riquezas! Mucho mejor y más sabio es, entonces, el procurar dejar a nuestros hijos riquezas espirituales, que son permanentes, un buen nombre, un ejemplo fiel de piedad como padre, una buena crianza disciplinaria hasta que lleguen a ser hombres o mujeres, una educación en su propio hogar en la verdad de Dios y un entrenamiento teocrático en cuanto a cómo servir esa verdad a otros como ministros de Dios. Una calamidad material no puede robarnos estos valores espirituales y, aunque muramos, no dejamos atrás hijos que no tengan una herencia de verdadera riqueza.

      16. ¿Cómo describe Salomón otra calamidad que seguramente sobrevendrá a los materialmente ricos, y por eso por qué no debería uno hacerse esclavo de las Riquezas?

      16 Los que son ricos materialmente deben recordar otra calamidad que seguramente les sobrevendrá. Salomón la describe de esta manera: “Exactamente como uno ha salido del vientre de su madre, desnudo se irá otra vez, exactamente como vino; y absolutamente nada puede uno llevarse por su afán, que pueda llevarse con la mano. Y esto también es una grave calamidad: exactamente como uno ha venido, de igual manera se irá; y ¿qué provecho hay para el que sigue afanándose por el viento? También, todos sus días él come en la oscuridad misma, con mucha vejación, con enfermedad de su parte y [causa para] indignación.” (Ecl. 5:15-17) ¿Por qué, entonces, debería uno esclavizarse a las riquezas egoístas, a Mammón, con toda la oscuridad concerniente al propósito de Dios, toda la vejación, todo el desengaño, todas las tentaciones y lazos, y todos los dolores acribilladores que esto le ocasiona a uno? No podemos ser esclavos de Dios y al mismo tiempo esclavos de las Riquezas o de Mammón. (Mat. 6:24) Con egoísmo, un hombre puede llegar a ser superrico, multimillonario, y al morir quizás pongan en su tumba toda clase de muebles de su casa, y joyas valiosas y ropa, y un barco celestial, y aun los cuerpos muertos de los esclavos a quienes se haya matado para enterrarlos con él, y sin embargo no se puede llevar nada para disfrutar de ello. Nada trajo a este mundo y nada puede sacar. Ha muerto como una bestia bruta, y no ha establecido ningún fundamento para vida y libertad verdaderas en un mundo venidero. ¡Qué calamidad para tal hombre que no ha sido esclavo de Dios! “Porque ¿de qué beneficio le será a un hombre si adquiere todo el mundo pero pierde su alma? o ¿qué dará un hombre en cambio por su alma?” Esa pregunta de Jesucristo se contesta a sí misma.—Mat. 16:26.

      17. ¿Qué calamidad concerniente a la satisfacción de uno mismo alista también Salomón, y cómo se ilustró esto en el caso de Nabucodonosor?

      17 Salomón continúa con su lista de calamidades: “Existe una calamidad que he visto debajo del sol, y es frecuente entre el género humano: un hombre a quien El Dios [verdadero] da riquezas y posesiones materiales y gloria y que, para su alma, no necesita de ninguna de las cosas por las cuales muestra estar anhelando, y sin embargo El Dios [verdadero] no hace posible que él coma de ello, aunque un simple extraño puede comerlo. Esto es vanidad y es un grave mal.” (Ecl. 6:1, 2) El llegar a poseer una cosa y no poder disfrutar de ella es angustioso si uno piensa sólo en sí mismo. El tener alimento sabroso y sin embargo no poder disfrutar de él debido a desarreglos estomacales o intestinales es como si se burlaran de uno. Jehová Dios permitió que Nabucodonosor llegase a ser gobernante mundial en Babilonia; y sin embargo cuando Dios lo humilló debido a su orgullo, jactancia y autoexaltación y enloqueció, creyendo haberse transformado en una bestia, los alimentos y bebidas exquisitos de su palacio imperial no le agradaron. Prefirió comer hierba como un buey. ¡Qué calamidad, qué grave mal, fué esto para Nabucodonosor durante siete años!—Dan. 4:28-37, Mod.

      18. ¿Mejor que quién dice Salomón que es un niño que nace muerto, y de qué proviene todo esto?

      18 Una vida larga sin disfrutar personalmente de lo que uno llega a poseer, y en la que uno hasta desea con vehemencia el sepulcro, deja a uno descontento, sintiéndose frustrado, con mucho que desear. “Si un hombre llegase a ser padre cien veces y viviese muchos años, aunque llegasen a ser numerosos los días de sus años, y sin embargo su propia alma no fuese satisfecha con cosas buenas y aun el sepulcro no haya llegado a ser suyo, tengo que decir que uno que nace prematuramente está en mejores circunstancias que él. Pues en vano ha venido éste [que nació prematuramente] y en obscuridad se va y con obscuridad será cubierto su propio nombre. Ni al sol mismo ha visto, ni conocido. Este, más bien que el anterior [que tiene larga vida], tiene descanso. Aun suponiendo que él haya vivido mil años dos veces y no obstante no haya visto lo que es bueno, ¿no es únicamente a un solo lugar que van todos?” (Ecl. 6:3-6) Sin ninguna otra esperanza que la esperanza puesta en esta vida, es mejor que uno nazca muerto y no empiece a vivir en este mundo de materialismo que existir todavía después de una larga vida y no tener ninguna verdadera satisfacción en ella, sufriendo solamente disgusto y vejación. Todo esto proviene de no aprovecharse de otras cosas aparte de los beneficios materiales de esta tierra o de las actividades egoístas de este mundo.

      19. ¿Qué calamidad concerniente a gobierno describe Salomón, y por qué resultará esto en calamidad para los que apoyan gobierno de esa clase al tiempo del Armagedón?

      19 Otra cosa calamitosa que Salomón describe tiene que ver con casos en que un hombre o una forma de gobierno obtiene el dominio de un país. El hombre o la forma de gobierno asume entonces la responsabilidad de dictar a la gente y apartarla de Dios, conduciendo a la gente por un camino equivocado. Las personas que se someten a tal dirección falsa y la obedecen más bien que a Dios están asumiendo la responsabilidad de los errores que el gobierno comete y de la lucha que el gobierno lleva contra Dios. Juntamente con el gobernante se hacen responsables de la insensatez en el gobierno. Dice Salomón: “Existe algo calamitoso que he visto debajo del sol, como cuando hay un error que sale a causa del que está en el poder: La insensatez ha sido colocada en muchos puestos encumbrados, pero los ricos mismos continúan habitando meramente en condición humilde. He visto a criados a caballo, pero a príncipes caminando en la tierra exactamente como siervos.” (Ecl. 10:5-7) En este “tiempo del fin” las naciones de este mundo están en juicio delante del reino establecido de Dios. Por consiguiente el consejo que él ha dado por medio de su Palabra y sus testigos ha sido que los gobernantes políticos y los jueces obren sabiamente, que teman a Jehová y besen a su Hijo en obediencia. Pero los gobernantes y caudillos de la gente continúan obrando insensatamente para con Jehová Dios, y sus gobiernos serán hechos añicos en el Armagedón por el Hijo de Jehová, Jesucristo. Eso será una calamidad mundial no sólo para los gobiernos y sus gobernantes, sino también para la gente que ha apoyado los errores crasos que sus gobiernos han perpetrado al pelear contra Jehová Dios y su reino mediante Cristo.—Sal. 2:1-12.

      20. A causa de que la muerte es el fin común de todo, ¿cuál es la condición de corazón de los hombres, y cómo se colocan ellos en situación irremediable y falta de consuelo?

      20 Debido a que los hombres no tienen esperanza de una resurrección de los muertos, sino que piensan que la muerte termina todo para todos, promueven otra calamidad debajo del sol: “Esto es lo calamitoso en todo lo que se ha hecho debajo del sol, que, porque hay una sola contingencia para todos, el corazón de los hijos de los hombres está lleno también de maldad, y hay locura en su corazón durante su vida, y después de eso—a los muertos.” (Ecl. 9:3) Los gobiernos democráticos de Occidente consideran a Hungría y llaman lo que le ha sucedido a ella desde 1956 una calamidad terrible. Pero se llevan a cabo opresiones en otras partes del mundo también. La pobre gente se halla en una situación irremediable en lo que toca a ayudarse ella misma. Sin embargo, si ella no se vuelve a Jehová Dios y a su reino, ¿qué otra fuente de ayuda hay para ella? El antiguo congregador comentó en cuanto a esta situación calamitosa, diciendo: “Yo mismo regresé para poder ver todos los actos de opresión que se están haciendo debajo del sol y, ¡mira! las lágrimas de los que estaban siendo oprimidos, pero no tenían consolador; y de parte de sus opresores había poder, de modo que ellos no tenían consolador. Y felicité a los muertos que ya habían muerto más bien que a los vivos que aún vivían. De modo que mejor que los dos [es] el que aún no ha venido a la existencia, que no ha visto la obra calamitosa que se está haciendo debajo del sol.”—Ecl. 4:1-3.

      21. ¿Por qué podía comentar acertadamente Salomón en cuanto a las circunstancias bajo gobiernos de hombres que no adoraban a Dios?

      21 El rey Salomón no estaba describiendo allí lo que sucedía en su dominio, en el reino típico de Dios sobre la tierra. Mientras gobernó como rey sabio no hubo opresión gubernamental. Estaban “comiendo y bebiendo y regocijándose,” morando “en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba.” (1 Rey. 4:20-25) El reino del antiguo congregador resaltó en colores muy diferentes a los de los gobiernos opresivos de los hombres que no adoraban a Jehová. De modo que Salomón bien podría comentar en cuanto a la condición calamitosa bajo ellos.

      22. ¿A causa de tener qué conocimiento no se compadecen de ellos mismos los testigos de Jehová que están bajo dichos gobiernos opresivos, y cómo expresan ellos compasión por los que merecen compasión?

      22 Pero los testigos de Jehová que hoy día viven bajo gobiernos opresivos como ésos en manos de hombres incrédulos y materialistas no se compadecen de ellos mismos. Tienen un consolador. Saben que Jehová los ayuda diariamente. Entienden que su integridad hacia Jehová, de quien ellos son testigos, está ahora siendo sometida a juicio bajo esas condiciones de opresión. Saben lo que dijo el congregador de la antigüedad: “Si ves alguna opresión del que tiene pocos recursos y el arrebatamiento violento del juicio y de la justicia en un distrito jurisdiccional, no te sorprendas por el asunto, pues uno que es más alto que el alto está vigilando, y hay quienes están muy por encima de ellos.” (Ecl. 5:8) Sabemos que sobre el Presidium Supremo o Corte Suprema, o lo que sea que llamen supremo los hombres en la tierra, están aquellos que son infinitamente superiores, Jehová Dios el Altísimo y su Rey Jesucristo, que reina a su diestra. Son los Jueces Divinos, a quienes ninguna Cortina de Hierro o Cortina de Bambú puede estorbar de modo que no observen y vean, y en el Armagedón los juicios de éstos serán ejecutados contra todo opresor. Los testigos de Jehová que sufren opresión esperan, confiando y con paciencia, la acción de estos Jueces de la Corte más elevada del universo. Sustentados por la Palabra y el espíritu de Dios y teniendo el corazón lleno hasta rebosar del amor de Dios, se compadecen de la pobre gente que se halla desesperada y sin remedio humano en dichas circunstancias calamitosas. A los que tienen oídos que oyen les predican valerosamente las buenas nuevas del reino de Dios como la única esperanza y la única ayuda para la humanidad.

      UNA CLASE DE VIDA ODIADA

      23. ¿A causa de qué incertidumbre en cuanto al futuro expresó Salomón un odio a la vida por su cualidad calamitosa?

      23 Pensando en todas las calamidades humanas fuera del reino de Dios, y sin siquiera saber qué clase de sucesor podría tener él para su trono, el hombre más sabio que entonces había en la tierra, el rey Salomón, dijo: “Odié la vida, porque el trabajo que se ha hecho debajo del sol era calamitoso desde mi punto de vista, porque todo era vanidad y un esforzarse tras viento. Y yo, yo mismo, odié todo el afán mío en que me afanaba [experimentalmente] debajo del sol, que dejaría atrás para el hombre que viniera después de mí. ¿Y quién hay que sepa si resultará ser sabio o insensato? Sin embargo tomará la dirección de todo mi afán en que me afané y en que desplegué sabiduría debajo del sol. Esto también es vanidad. Y yo mismo me volví para hacer que mi corazón se desesperara por todo el afán en que me había afanado debajo del sol. Pues existe el hombre cuyo afán ha sido con sabiduría y con conocimiento y con pericia sobresaliente, pero al hombre que no se ha afanado con tal cosa se le dará la porción de aquél. Esto también es vanidad y una gran calamidad.”—Ecl. 2:17-21.

      24. ¿Cómo consideran la vida los hindúes, y si la vida sólo ofreciera calamidades como las que Salomón describió, qué actitud tendríamos razón en tener respecto a la vida?

      24 Los hindúes profesan odiar la vida porque religiosamente creen que la vida en medio de un mundo material, físico, sólo significa sufrimiento continuo. De modo que procuran ser borrados de la existencia mediante el ser embebidos en una nulidad eterna, una nirvana, justamente en el momento en que piensan que están en su apogeo y tienen el mayor mérito. Si la vida en este viejo mundo no ofreciera otra cosa que calamidades de la clase que Salomón describió, entonces él tenía razón para odiar tal vida mundana, materialista. No habría ningún propósito para el cual vivir. El que uno viviera no serviría para adelantar nada de valor eterno. La existencia de uno sobre la tierra, con una repetición de calamidades menores de una clase u otra, terminaría en la gran calamidad de morir como todos los demás y como bestias, llegando a ser la sepultura el lugar común al cual va el cuerpo. ¿Y qué les ofrece la sepultura, la tumba común o Sheol, a los muertos? Escuche:

      25. ¿Qué dice Salomón que es la diferencia entre los vivos y los muertos, y qué les espera en Sheol a los muertos?

      25 “Un perro vivo está en mejores circunstancias que un león muerto. Porque los que viven están conscientes de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado. También su amor y su odio y sus celos ya han perecido y ya no tienen más porción hasta tiempo indefinido en cosa alguna que tenga que hacerse debajo del sol. Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismísimo poder, porque no hay ninguna obra ni idear ni conocimiento ni sabiduría en Sheol, el lugar adonde vas.”—Ecl. 9:4-6, 10.

  • Los congregados y sus obras que valen la pena
    La Atalaya 1958 | 15 de mayo
    • Los congregados y sus obras que valen la pena

      1. ¿Por qué no es preciso que terminen calamitosamente nuestras obras, como se describe en el artículo anterior, y qué camino se ha provisto para que nuestras vidas lleguen a ser eternamente útiles?

      PERO, ¿será preciso que durante este presente mundo inicuo de pecado y muerte nuestras obras terminen de la manera calamitosa descrita en lo susodicho, de modo que correctamente debiéramos sentir disgusto por la oportunidad de vivir? ¿Tiene que ser nuestra vida simplemente en vano y un mero seguir tras algo tan imposible de asir como lo es el viento? No, no si nos apartamos de servir a este mundo y luego trabajamos para el nuevo mundo de Dios. El trabajar para su nuevo mundo quiere decir servir a Jehová Dios; y el trabajo que se hace para él jamás es en vano. Vale la pena, a pesar de cuanta persecución y oposición arrostremos a causa de dicho trabajo piadoso. No podemos lograr nada sin Dios. Los hombres son imperfectos, son inequívocamente pecaminosos, están bajo condena por una corte celestial y por lo tanto mueren. No importa lo que intenten, no importa cuán duro trabajen sin Dios, esas condiciones siempre los obstruirán, siempre los condenarán a la calamidad. Por su propia cuenta no pueden evitar este atolladero. Pero Jehová Dios ha provisto el camino por el cual nuestras vidas pueden llegar a ser significativas, pueden tener un propósito ennoblecedor y pueden ser de utilidad eterna. Este camino es: mediante el reino de su Congregador, Jesucristo.

      2. ¿Qué trabajo es un don procedente de Dios, y cuál era el propósito de Dios tocante al trabajo del hombre?

      2 Recordemos que el trabajo es un don que Dios nos ha dado, es decir, el trabajo en su servicio. Dios puso al hombre recto en el jardín de Edén para trabajar. Dios no se propuso que el trabajo del hombre se malgastara y fuera terminado calamitosamente por la muerte después de ser desalojado éste de su apropiado lugar de trabajo. (Gén. 2:7, 8, 15) Dios tenía el propósito de que el hombre fuese feliz en su trabajo, que viese los resultados de su trabajo y disfrutase de ellos y transmitiese los beneficios de su trabajo a sus hijos.

      3. El adorar a Dios ¿qué obliga a uno a hacer, y cómo llegamos a ser favorecidos respecto al don de Dios de trabajar?

      3 Si el hombre perfecto y recto continuase trabajando obedientemente en lo que su Creador le asignó que hiciese, estaría adorando a Dios. El adorar a Dios jamás es en vano o calamitoso. Significa la vida eterna bajo la soberanía universal de Jehová Dios. Recordemos que la palabra hebrea que algunas veces se traduce “adoración” verdaderamente quiere decir “servicio.” (2 Rey. 10:20-23; Éxo. 12:25, margen) Si estamos trabajando en el servicio de Dios lo estamos adorando. Si somos haraganes y estamos inactivos no estamos adorando a Dios, no estamos imitando a Dios. Dado que el hombre fué hecho a la imagen de Dios y según su semejanza, se requería que el hombre trabajase y que no trabajase en vano, pues el gran Congregador, Jesús, dijo en una ocasión: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando.” (Juan 5:17) Salomón también dijo: “Vi toda la obra del Dios [verdadero], como el género humano no puede averiguar la obra que se ha hecho debajo del sol; por más duro que siga trabajando el género humano en buscar, no obstante no averigua. Y aunque dijere que es bastante sabio para saber, no podría averiguar.” (Ecl. 8:17) A través de toda la eternidad del nuevo mundo el género humano continuará escudriñando, tratando de descubrir hasta las mismísimas profundidades de la obra de Dios, pero no podrá lograrlo. Favorecidos somos si apreciamos que Dios tiene para nosotros, para que la hagamos, una obra que vale la pena, y si descubrimos lo que es y luego nos hacemos trabajadores junto con Dios en ella. No es un don vano.

      4. ¿A quiénes tenemos que ser congregados hoy, dando qué paso después, y cuál debe ser nuestra actitud en cuanto a ese paso?

      4 Fué con la mira de apartarnos de las obras vanas, infructíferas, las obras muertas de este mundo que terminan en calamidad, que Salomón escribió el libro de Qohélet, el Congregador. Hoy, para apartarnos de la “ocupación calamitosa que Dios ha dado a los hijos del género humano” en este viejo mundo condenado a destrucción, tenemos que ser congregados por el Salomón Mayor, el Rey reinante Jesucristo, por medio de oír su voz, su sabiduría expresada en la Palabra escrita de Dios. Por medio de él tenemos que acercarnos a Jehová Dios y dedicarnos plenamente a él en fe y amor. Tenemos que considerar cuidadosamente lo que significa ese paso y todo lo que el darlo ahora requerirá que seamos y hagamos. No deberíamos ser precipitados en cuanto a hacer un voto de dedicación a Dios, así como no deberíamos demorarnos innecesariamente en cuanto a hacer un voto de que le serviremos y haremos su voluntad para siempre. Pero una vez que hayamos entrado en voto tan solemne e irrevocable, debemos guardarlo, así no tomándolo en vano y terminando en calamidad. De modo que deberíamos ser sinceros cuando hacemos nuestro voto de dedicarnos plenamente a Jehová Dios por medio de Jesucristo. Que no sea una simple multiplicación de palabras habladas precipitada e insensatamente sin que seamos realmente sinceros.

      5. ¿Qué dice Salomón tocante al uso de la boca en un voto y cómo debe mostrarse el temor de Dios en cuanto a un voto?

      5 “No te apresures tú mismo respecto a tu boca; y en cuanto a tu corazón, no sea precipitado para producir una palabra ante El Dios [verdadero]. Porque El Dios [verdadero] está en los cielos pero tú estás en la tierra. Por eso es que deberían resultar pocas tus palabras [no prometiendo más de lo que te propones]. Porque un sueño ciertamente se introduce debido a la abundancia de ocupación [en este mundo], y la voz del estúpido debido a la abundancia de palabras [habladas precipitadamente, habladas emocionalmente sin entendimiento]. Siempre que votes un voto a Dios, no titubees en pagarlo, porque no hay deleite en los estúpidos [verbosos]. Lo que votes, págalo. Mejor es que no votes que el que votes y no pagues. No dejes que tu boca haga pecar a tu carne, ni digas delante del ángel que fué un error. ¿Por qué debería El Dios [verdadero] indignarse a causa de tu voz [en un voto] y tener que arruinar la obra de tus manos? Porque debido a la abundancia [de ocupación] hay sueños, y hay vanidades cuando se multiplican las palabras [en un voto precipitado]. Mas teme al mismo Dios [verdadero].”—Ecl. 5:2-7.

      6. Cuando uno ha sido congregado por medio de hacer un voto a Dios, ¿por qué debe uno evitar el distanciarse o aislarse?

      6 Cuando uno ha sido congregado al Rey reinante Jesucristo al hacer un voto a Dios, entonces debe quedarse con todos Sus adoradores congregados. La persona que ha hecho ese voto no debe aislarse ni distanciarse de la congregación. Proverbios 18:1 nos amonesta: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica prorrumpirá.” Buscará pretextos egoístas para apartarse, para justificarse, pero al obrar así actúa imprudentemente y se debilita en su habilidad para pagar su voto; en realidad, actúa de manera contraria a su voto de hacer la voluntad de Dios. Se priva de la ayuda que Dios da sólo por medio de su pueblo congregado, y ciertamente caerá calamitosamente.

      7. ¿Qué dijeron los dos congregadores acerca de asociarnos unos con otros, y por qué a los que han hecho un voto a Dios no les conviene faltar a las reuniones de congregación?

      7 El Gran Congregador dijo: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mat. 18:20) El antiguo congregador, Salomón, dijo: “Mejores son dos que uno, porque tienen un buen galardón por su afán. Pues si uno de ellos cayese, el otro puede levantar a su compañero. Pero, ¿cómo le irá al uno solo que cae cuando no hay otro que lo levante? Además, si dos se acuestan juntos, entonces seguramente se calentarán; pero ¿cómo puede mantenerse caliente uno solo? Y si alguien pudiese vencer a uno solo, dos juntos pudieran hacerle frente. Y una cuerda de tres hilos no se puede partir en dos de prisa.” (Ecl. 4:9-12) Todos los que están congregados en el templo espiritual de Jehová para adorarlo se hallan bajo el mismo voto. Todos tienen que pagar sus votos juntos, amorosamente ayudándose unos a otros a pagar su voto para que ninguno sea vencido por Satanás el Diablo y su mundo. A ellos por lo tanto no les conviene faltar a las reuniones de congregación y a otras ocasiones de reunirse en asamblea. Tienen que vigorizar ese sentimiento que tienen de querer estar juntos, de estar a una, de pertenecer y de depender unos de otros y necesitarse unos a otros.

      TIEMPO PARA ACTIVIDAD DEL REINO

      8. ¿Qué dijo nuestro Congregador concerniente a que vayamos a él, y por qué razones dice Salomón que debemos guardar las órdenes del rey?

      8 El que nos congrega cuando hacemos un voto a Jehová es el Rey reinante Jesucristo, quien dijo: “Ningún hombre puede venir a mí a menos que el Padre, que me envió, lo atraiga.” (Juan 6:44) Jehová nos atrae a su Rey ungido para que sigamos en sus pisadas y le sirvamos. Cuando hacemos un voto a Jehová prestamos juramento ante él de que apoyaremos su reino de su Ungido, porque su Rey es el Caudillo que él nos ha dado. Al llevar a cabo nuestro voto tenemos que obedecer las órdenes del Rey ungido de Jehová. Dice el congregador: “Yo [digo:] ‘Guarda la mismísima orden del rey, y eso por consideración al juramento de Dios. No te apresures, para que puedas salir de su presencia. No permanezcas en una cosa mala. Pues todo aquello en que se deleita él lo hará, porque la palabra del rey es la fuerza del dominio; ¿y quién puede decirle: “Qué está haciendo usted?”’ El que está guardando el mandamiento no conocerá ninguna cosa calamitosa, y el corazón sabio conocerá tanto el tiempo como el juicio. Porque existe un tiempo y juicio aun para todo asunto, porque la calamidad del género humano es abundante sobre él.”—Ecl. 8:2-6.

      9. ¿Cómo ha hecho Jehová que todo esté bien arreglado en su tiempo concerniente a su reino y la proclamación de éste?

      9 El congregador declara acertadamente: “Para todo hay un tiempo señalado, aun un tiempo para cada asunto debajo de los cielos: He visto la ocupación que Dios ha dado a los hijos del género humano en la cual ocuparse. Todo lo ha hecho bien arreglado a su tiempo.” (Ecl. 3:1, 10, 11) Jehová señaló cierto año para que terminaran los siete “tiempos de las naciones”; y por eso en el año 1914 llegó su tiempo señalado para que él pusiera a funcionar su reino en manos de su Rey ungido. Más tarde, al tiempo señalado, en la primavera del año 1918, vino a su templo espiritual acompañado de su Mensajero real, Jesucristo, para la obra de juicio. Después de eso llegó el tiempo para congregar a sus ovejas de la “manada pequeña” y luego de la “grande muchedumbre” según el arreglo de acontecimientos a su tiempo de Jehová. Entonces se cumplió el tiempo para que las ovejas hicieran cierta obra final, a saber, anunciar por todo el mundo su reino establecido y dar una amonestación a toda la humanidad concerniente al fin de este viejo mundo. En su profecía en cuanto al fin de este mundo Jesucristo, ahora Rey, nos dió órdenes de hacer esta proclamación del reino, diciendo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin cabal.”—Mat. 24:14.

      10. ¿Cómo mostramos sabiduría en lo que toca a la orden del Rey y nuestro voto y el rehusar de parte nuestra desafiar al Rey de Jehová?

      10 El congregador nos dice que mostremos sabiduría y que guardemos esta mismísima orden del Rey Jesucristo, y que especialmente lo hagamos por consideración al juramento que hemos prestado a Dios en unión con el voto que le hicimos de hacer su voluntad. Hemos hecho una promesa; no nos atrevemos a ser perjuros; no podemos quebrantar nuestro voto. Por lo que hemos declarado en voto y jurado delante del Altísimo Dios estamos obligados a llevar a cabo la orden de su Rey, que se sienta en el trono de Jehová. No podemos volverle la espalda a su Rey, renunciando a él, descuidando nuestros deberes del Reino. Eso sería una mala acción. No podemos juntarnos con los gobernantes de este mundo y desafiar al Rey de Jehová con las palabras: “¿Qué está haciendo usted?” Ellos no pueden y tampoco podemos nosotros hacer que el Rey deje de hacer aquello “en que se deleita”; y su deleite al tiempo presente se halla en hacer que estas buenas nuevas del reino de Dios se prediquen por todas partes a gente de toda clase. La palabra del Rey es la fuerza del dominio. Se llevará a cabo y se está llevando a cabo a pesar del desafío de todo el mundo de Satanás.

      11. Si nosotros los congregados somos sabios de corazón, ¿qué sabremos y veremos, y por consiguiente qué haremos para evitar la calamidad del mundo?

      11 Aunque algunos que afirman ser cristianos no quieren participar en la predicación del Reino a causa del esfuerzo que eso requiere y la persecución que acarrea, la predicación de las buenas nuevas no irá a paso más lento ni cesará. Seguirá de todas maneras sin los que se retraen, porque la predicación se hace en obediencia a la orden del Rey y su orden es la “fuerza del dominio.” Si nosotros los congregados somos sabios de corazón, sabremos que la predicación del Reino fué bien arreglada por Dios para este “tiempo del fin” antes de la batalla del Armagedón. Veremos que éste es su tiempo señalado para ella y que su juicio está en funcionamiento en cuanto a todos los asuntos de los hombres y también en cuanto a lo que nosotros hacemos. Nosotros queremos Su aprobación en el juicio. Por consiguiente guardaremos su mandamiento por medio de su Rey. Si lo hacemos, no conoceremos la cosa calamitosa que ahora obstruye y frustra a todos los hombres de este mundo y que alcanzará su expresión catastrófica en el Armagedón.

      12. (a) ¿Por el arreglo de tiempos de quién debemos guiarnos, y cómo? (b) No debemos buscar pretextos para ¿qué? ¿y por qué no?

      12 Este es el tiempo de todos los tiempos. En armonía con nuestro voto ajustemos nuestra actividad al arreglo de tiempo de Dios y guiémonos por ese arreglo. Probemos para nuestra misma satisfacción que éste es el tiempo de Dios para que se predique el mensaje real de la salvación. También, estemos seguros de hacer la obra en particular señalada para este tiempo. Entonces estaremos haciendo la obra que vale la pena. El hacer una obra que no sea la obra correcta en este tiempo importantísimo significa terminar en calamidad. Significa entregarnos a la “más grande vanidad.” Cualquier otra cosa salvo esta obra señalada por Dios para este tiempo “es vanidad,” de la cual el hombre no sacará provecho, a pesar de todo su afán ahora. (Ecl. 1:2, 3) Entonces, aceptemos el “don de Dios” de su trabajo que él nos ofrece que hagamos ahora. No busquemos pretextos para no ocuparnos en el uso de este “don de Dios,” juzgando las cosas por apariencias externas que parecen hacerlo desfavorable. “El que esté vigilando al viento no sembrará semilla, y el que esté mirando a las nubes no cosechará.” (Ecl. 11:4) A pesar de las apariencias desfavorables, sea nuestro lema: ¡Adelante con la obra! “Por la mañana siembra tu semilla y no dejes descansar tu mano hasta la noche, pues no sabes dónde tendrá éxito esto, ya sea aquí o allí, o si ambos serán buenos por igual.” (Ecl. 11:6) ¡No malgastemos el tiempo; no seamos haraganes en esta magnífica oportunidad!

      13. ¿Por qué debemos dar nuestras fuerzas al servicio del Reino hasta lo máximo, y en este respecto qué amonestación que el congregador da a los jóvenes es apropiada?

      13 No desperdiciemos nuestras fuerzas en una ocupación calamitosa. El tiempo que tenemos para emplear nuestras fuerzas en el servicio del Reino ahora antes del Armagedón es demasiado limitado. Demos hasta el máximo de nuestras fuerzas al servicio del Reino. Los jóvenes tienen una oportunidad especial en este respecto. Si malgastan su juventud en obras vanas, calamitosas, Dios a su debido tiempo los juzgará por ello. El congregador amonesta: “Regocíjate, joven, en tu juventud y hágate bien tu corazón en los días de tu juventud como hombre, y anda en los caminos de tu corazón y en las cosas vistas por tus ojos. Mas sabe que debido a todas estas cosas El Dios [verdadero] te traerá a juicio. Por eso quita la vejación de tu corazón y evita a tu carne la calamidad, porque la juventud y la flor de la vida son vanidad.”—Ecl. 11:9, 10.

      14. (a) ¿Qué le dice el congregador a la persona joven que haga, para evitar la calamidad y para no usar en vano la juventud y la flor de la vida? (b) ¿A qué se debe el que la mayoría de los niños hoy no haya de tener la oportunidad de llegar a la vejez después de malgastar su juventud?

      14 ¿Cómo puede el hombre o la mujer joven evitar la calamidad, librar al corazón de vejaciones y no dejar que la juventud y la flor de la vida se vivan vanamente? El congregador contesta: “Recuerda, ahora, a tu magnífico Creador en los días de tu juventud como hombre, antes que procedan a venir los días calamitosos, o hayan llegado los años en que dirás: ‘No tengo deleite en ellos’; . . . antes que se quite la cuerda de plata y quede aplastado el tazón de oro, y se rompa la jarra en la fuente y haya sido aplastada la rueda hidráulica para la cisterna. Entonces el polvo vuelve a la tierra justamente como era y el espíritu mismo vuelve al Dios [verdadero] quien lo dió.” (Ecl. 12:1-7) Es un hecho calamitoso el que los niños y niñas hoy en día en su mayoría no tendrán la oportunidad de desperdiciar su juventud y la flor de la vida y llegar a los días calamitosos de la vejez, en que la vida llegue a ser una cosa vana para ellos. Según el arreglo de los tiempos de Dios la calamidad de la guerra universal del Armagedón los derribará mientras todavía estén en su juventud y en la flor de la vida porque no están recordando a su gran Creador, sirviéndole con obras que valen la pena.

      15. ¿Por qué no es necesario que nos pongamos a hacer experimentos, y al prestar atención a las palabras inspiradas de Salomón qué evitaremos?

      15 De modo que hemos considerado lo que ha dicho el congregador. Se nos ha informado lo que es la “más grande vanidad” y lo que es la “ocupación calamitosa.” No es necesario que nos pongamos a hacer experimentos para probar nosotros mismos lo que es por medio de la experiencia. Él, con todos los recursos y oportunidades que eran suyos como rey, ha hecho la experimentación necesaria y nos da los resultados de su experimento. Evitaremos la más grande vanidad y nos ahorraremos la calamidad prestando atención a sus sabias palabras inspiradas.

      16. (a) Ahora, ¿a qué conclusión debemos llegar en cuanto al asunto y cómo debemos obrar al llegar a la conclusión correcta? (b) ¿Qué fallo recibirán nuestras obras que valen la pena?

      16 En vista de que hemos considerado con él todas estas cosas dignas, ¿cuál debería ser nuestra conclusión y cuál nuestra acción a base de nuestra conclusión correcta? Esto, como se declara en sus propias palabras: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios [verdadero] y guarda sus mandamientos. Porque esto es el [deber] todo del hombre. Porque El mismo Dios [verdadero] traerá toda clase de obra a juicio en relación a toda cosa oculta, en cuanto a si es buena o es mala.” (Ecl. 12:13, 14) No podemos esconder nada ni evitar que él lo juzgue. De modo que nuestro deber u obligación queda establecido plenamente delante de nosotros. Probemos que le tenemos temor a Dios guardando sus mandamientos tanto en nuestra vida privada u oculta como en nuestra vida en público delante de todos los hombres. Entonces nuestras obras valdrán la pena, y recibirán de Dios un fallo favorable para que consigamos la vida eterna junto con su bendita congregación en su justo mundo venidero.—Ecl. 8:12, 13.

  • Un análisis clerical de la cristiandad
    La Atalaya 1958 | 15 de mayo
    • Un análisis clerical de la cristiandad

      En su libro Questions People Ask (Preguntas que la gente hace), Roberto J. McCracken, pastor de la iglesia Riverside de la ciudad de Nueva York, escribe: “Hace años en Boston el obispo F. J. McConnell pronunció un discurso. . . . ‘Durante la rebelión de los boxers,’ dijo él, ‘centenares, probablemente millares de cristianos chinos sufrieron martirio. Allí estaban arrodillados, con la cabeza sobre el tajo, mientras los cuchillos temblaban en las manos de los verdugos. Lo único que tenían que hacer era gruñir una palabra china que significaba “Me retracto” y se salvarían la vida. Ahora bien, ¿qué hubiese hecho yo en dichas circunstancias? Y no hablo en sentido estrictamente personal, sino en facultad representativa, porque creo que los demás de ustedes son muy parecidos a mí. Con la cabeza sobre el tajo me imagino que hubiera dicho: “¡Esperen! Creo que puedo hacer una declaración que sea satisfactoria a todos los interesados.”’

      “Durante un período demasiado largo los cristianos han sido así, complacientes, sabios en lo mundano, flexibles, conviniendo en lo que es convencional, dejando perplejos a sus vecinos que no son creyentes en cuanto a lo que la Iglesia representa y defiende, a menos que sea una tolerancia calmada de las cosas tal como están, acompañada de un deseo leve de que mejoren con el transcurso del tiempo, hasta donde eso sea compatible con la conservación de los intereses creados. La sal, la luz, la levadura—ésos fueron los términos que Jesús empleó al contemplar en su mente la fuerza del efecto que causarían en el mundo sus discípulos. Y hoy día . . . el peligro siempre presente ante la Iglesia es que quizás se haga insípida—sin representar o defender cosa alguna en particular, vacilante, indiferente, con un mensaje apagado e incierto.”

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