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  • Beneficiándose de la asociación con los mayores
    ¡Despertad! 1971 | 8 de enero
    • El joven recordó por mucho tiempo a su abuela y su cocina de agradables olores.

      El hecho sencillo de que por lo general los ancianos no están de prisa es un beneficio que no debe pasarse por alto. A menudo en la juventud todo lo que se desea es un oído que escuche, quizás un poco de simpatía y comprensión. Los ancianos a menudo tienen el tiempo y la paciencia para esas cosas. Dijo una abuela anciana: “Me he sorprendido y me he deleitado al descubrir cuántos de los hijos de los vecinos me visitan solo para hablar unos cuantos minutos. Dejan sus juegos bulliciosos para entrar a contarme algo interesante o para decirme lo que piensan. Solo tengo que escuchar, porque parece que solo desean un oído compasivo. No se pueden imaginar el gozo que le dan a una persona cuyos hijos y nietos están lejos, pero quizás sientan algo del amor que despiertan.”

      No es preciso que todas las cosas que hagan los ancianos sean grandes para que tengan su efecto. Sus hornadas de galletas de vez en cuando se recuerdan por largo tiempo. ¿Qué madre joven no ha apreciado la ayuda que se le ha dado en remendar calcetines? O cuando azota la enfermedad o el agotamiento, ¿a quién se puede acudir mejor por ayuda que a la abuela o al abuelo?

      A menudo quizás solo sea una palabra o una frase de un anciano lo que pueda hacer que uno se sienta seguro y lo que anime a uno a hacer lo bueno. Una anciana nos cuenta de los días de su niñez. Había conocido a muchos ancianos, pero especialmente recuerda a una anciana que era apacible, benévola y bondadosa: “Me acuerdo tan vívidamente como si fuese ayer cuando le tomaba la mano, la miraba a los ojos, la veía sonreírse conmigo y le oía decir: ‘Bendita seas, hija mía.’ Hasta recuerdo su nombre.” Aquel contacto sencillo con la anciana, dice ella, “me hacía querer ser buena.”

      Busque asociación con los mayores

      Sin duda, la asociación con los mayores ha sido un campo que se ha descuidado mucho en la vida moderna, con una pérdida grave de amor y bendiciones tanto para los ancianos como para los jóvenes. ¿Por qué no hacer algo en cuanto a ello? ¿Por qué no animar a los ancianos a que lo visiten de vez en cuando y disfrutar de su compañía? Invítelos a comer, por lo cual estarán sumamente agradecidos, y a la vez será remunerador para usted. O cuando prepare una fiesta o una reunión, ¿por qué no incluye en su lista a algunos de edad avanzada? Cuando se encuentran en medio de grupos grandes de personas, los ancianos tienden a aislarse. ¿Por qué no buscar su asociación y hacerlos parte del alborozo? Esté con ellos y hágalos parte de su vida. Esa bondad de su parte ayudará a impedir que los ancianos contraigan la enfermedad de la soledad y de compadecerse a sí mismos.

      Por supuesto, hay cosas que recordar cuando se visita a los ancianos. Primero, concédase usted tiempo razonable para una visita constructiva. Muy a menudo las personas jóvenes se apresuran con palabras de disculpa: “Siento que solo pueda quedarme un minuto.” Trate de no sentirse apresurado. Es bueno, también, tener presentes temas interesantes e importantes que usted quiera traer a colación en su conversación. Tenga un punto que quiera recalcar. Y trate de dejarles en mente una fecha en la cual puedan esperar que usted regrese u oír de usted en un futuro razonablemente cercano. Esto les da algo que esperar con placer.

      También es excelente llevar algo que sirva de tema de conversación. Cuando los visite, pudiera llevar una carta de alguien de la familia y leerla en voz alta. Quizás usted haya leído un libro o una revista que le haya llamado la atención. Pudiera compartir con ellos algunos puntos interesantes de los cuales haya disfrutado usted. Dé énfasis a los puntos que le impresionaron a usted. Así al ayudarles usted mismo se estará ayudando a recordar cosas que le interesan a usted.

      A los ancianos especialmente les gustan las plantas para el interior de la casa o las flores. Son maravillosos regalos si usted quiere llevarles algo. Si usted ha tejido algo para ellos, esas cosas personales son especialmente apreciadas. Si usted quiere darles dinero, métalo en un sobre y quizás sugiérales cómo quiere usted que ellos lo usen. Álbumes fotográficos de miembros de la familia, comestibles o algún platillo favorito deleitan a los ancianos.

      Vigile la fatiga y el desaliento. Los ancianos no tienen la fuerza de los jóvenes. Minimice sus errores. Mantenga positiva su conversación, no crítica ni censuradora. Admire la apariencia que presentan si se atienden. Si cuidan sus posesiones y propiedad, llame atención a ello y no se retraiga de darles encomio por las cosas que se interesan en hacer. Cuando los ancianos hablen, escúcheles. Puede aprender algo. Los ancianos han aprendido a enfrentarse a mucho dolor y sufrimiento. Quizás les sean de ayuda a usted mostrándole cómo evitar sufrimiento y peligros innecesarios.

      Tal como los judíos de la antigüedad estaban bajo la obligación de honrar a sus padres y sus madres, hoy los cristianos no están bajo menos obligación. El apóstol Pablo le aconsejó a Timoteo: “No critiques severamente a un hombre de mayor edad. Por lo contrario, ínstale como a padre, a los de menos edad como a hermanos, a las mujeres de mayor edad como a madres.”—1 Tim. 5:1, 2.

      Podemos mostrar nuestro interés visitándolos y haciéndolos parte de nuestra vida. Podemos saludarlos cuando se presenta la oportunidad y demostrar sinceramente que nos alegramos de tenerlos entre nosotros. Si la distancia nos impide verlos en persona tan a menudo como quisiéramos, siempre queda el teléfono o podemos comunicarnos con ellos por correo. El sonido de la voz de uno o el leer una carta de uno acerca de su vida y el pensar en que a uno le importó lo suficiente el acordarse de ellos son galardones amorosos para los ancianos. Estas cosas nos cuestan muy poco, pero significan muchísimo.

      Para muchos, el tiempo de la vejez quizás sea como las últimas horas de la tarde de un día de verano, cuando las sombras se han hecho largas pero la luz todavía persiste, y aún hay aves canoras en las copas de los árboles y el crepúsculo está en paz. En asociación con esos ancianos a menudo aprendemos cuáles son las cuestiones vitales de la vida. Ellos, como la tierra, pueden estar llenos de tesoros, tesoros desconocidos que todavía se pueden descubrir y de los cuales se puede disfrutar. Cuando los jóvenes buscan su compañía hacen una bondad, y ellos mismos se enriquecen con las bendiciones que solo los mayores pueden dar.

  • ¿Evolución o deterioro?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de enero
    • ¿Evolución o deterioro?

      ● Los evolucionistas alegan que la “naturaleza” rechaza las formas de vida inferiores y escoge las mejores para la supervivencia. Se afirma que con el transcurso del tiempo estos organismos “más aptos” continúan mejorando y evolucionando a diferentes y más complejas formas de vida superiores. No obstante, el evolucionista T. Dobzhansky reconoce lo siguiente: “Se ha sabido por mucho tiempo que la selección artificial de las cualidades deseables en los animales domésticos y las plantas tiene que conservarse constantemente si se quiere impedir el ‘deterioro’ de las crías. Tal ‘deterioro’ es especialmente rápido si las formas domesticadas escapan del cultivo y vuelven a la existencia silvestre.” Así, pues, cualesquier mejoras que haya logrado el hombre mediante el cruzamiento de razas tienen que ser renovadas constantemente, porque en el estado “natural,” no acontecen tales mejoras hacia lo superior.—Genetics and the Origin of Species, pág. 96.

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