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  • ¡Oh! Viene visita
    ¡Despertad! 1974 | 22 de febrero
    • que le ayude a lavar los trastos, otra quizás prefiera hacerlo ella misma, pues se pone nerviosa cuando hay otra persona en la cocina. Algunas amas de casa aprecian que los huéspedes hagan sus propias camas, mientras que otras quizás prefieran que las camas se aireen hasta que ella limpie la habitación más tarde. Si usted toma un trapo para limpiar un poco, su anfitriona quizás piense que la habitación no está lo suficiente limpia para usted. Todos estos son asuntos pequeños que una persona puede averiguar si muestra discernimiento. Por qué no preguntar sencillamente: “¿Hago las camas ahora o prefiere que las haga más tarde, después de que se aireen un poco?” O decir: “Permítame que le ayude con los trastos.” De ese modo usted puede averiguar pronto si ella realmente quiere que le ayude.

      El que usted sea excesivamente modesto no le facilita las cosas a su anfitrión. Él quiere que usted se sienta cómodo, y así es que, si le ofrece algo, siéntase libre de aceptarlo en vez de siempre decir: “No, no es necesario.” ¿Qué dijeron los tres hombres a los que Abrahán ofreció una comida? “Está bien. Puedes hacer tal como has hablado.” No obstante, si se ofrece algo que quizás no sea bueno para su salud, entonces tenga el valor de ser honrado y rehúse con tacto. En los trópicos quizás tenga que rehusar un bien intencionado ofrecimiento de agua refrescante, aun cuando el anfitrión amigable beba de ella. Probablemente no dañará a su anfitrión, porque él ha crecido con ella, pero quizás usted tenga dificultades debido a las amebas.

      Cuando se le invita a comer puede evitar una situación embarazosa si no se sienta de inmediato. En cambio, espere hasta que su anfitrión le muestre dónde quiere él que usted se siente. Jesús dio este buen consejo, según se registra en Lucas 14:8, 9: “Cuando alguien te invita a un banquete de bodas, no te recuestes en el lugar más prominente. Puede que alguien más distinguido que tú haya sido invitado por él en ese tiempo, y venga el que te invitó a ti y a él y te diga: ‘Deja que éste tenga el lugar.’ Y entonces tendrás que irte con vergüenza a ocupar el lugar más bajo.”

      El lector, sin duda, aprecia mucho la hospitalidad bondadosa y agradable. Uno puede mostrar su aprecio no solo por medio de palabras de agradecimiento sino por medio de consideración prudente y por medio de esforzarse en hacer la conversación agradable, estimulante e informativa. Con demasiada frecuencia la conversación es “frívola” o inconsecuente. William Gillette, el actor, una vez relató que de joven vivió en una casa de huéspedes con muchas personas. En ese tiempo estaba estudiando estenografía y, para practicarla, escribía las enteras conversaciones de los otros huéspedes que se sentaban en la sala. “Años más tarde,” dijo, “repasé mis anotaciones, y hallé que en cuatro meses de conversaciones incesantes nadie había dicho nada que le importara a alguien.”

      Por supuesto, como un huésped invitado uno no está en una casa de huéspedes y por lo tanto uno tiene más responsabilidad de contribuir a una conversación significativa. Trate de recompensar a su anfitrión por medio de una conversación que sea esclarecedora y edificante, al mismo tiempo dando a otros la oportunidad de expresarse. Esto contribuirá a hacer de su visita un gozo y un éxito mutuo.

  • Las flores conservan vivo al hombre
    ¡Despertad! 1974 | 22 de febrero
    • Las flores conservan vivo al hombre

      ● El hombre depende completamente de las flores y de las plantas fanerógamas para su alimento. Entre las plantas fanerógamas se incluyen casi todos los granos, las frutas y las hortalizas. Aun los animales que el hombre utiliza para alimento, como el ganado, los cerdos y las ovejas, viven de las plantas fanerógamas.

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