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¿Quién fue Jesucristo?¡Despertad! 1982 | 8 de octubre
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lo más profundo del corazón de ellos. Los motivaba a rehacer su mente y corazón, a arrepentirse de sus pensamientos y acciones incorrectos, y a comenzar un modo de vivir completamente nuevo, que a su vez llevaría a una relación favorable con Dios y les daría una verdadera esperanza para el futuro.
Compare este modo de enseñar con el que se emplea en los discursos políticos y sermones religiosos que usted quizás oye. Algunos se pronuncian con ingenio, otros suenan sinceros. Algunos oradores se enfurecen y provocan disensiones. Pero, ¿cuántos están llenos de amor y empatía por la gente común?
Jesús no solo mostró con palabras su compasión por otros. Ayudó a personas que tenían necesidades físicas apremiantes. Las alimentó, sanó a los que padecían de enfermedades y defectos físicos, hasta resucitó a las personas amadas que habían perdido en la muerte. Había recibido poder de Dios para hacer eso, y usó ese poder a grado cabal. Hubo ocasiones en que él ni siquiera tuvo suficiente tiempo para comer y descansar. Realmente tenía un gran corazón.—Mateo 14:14; Marcos 6:38-44; 8:22-25; 10:13, 14; Lucas 8:49-56; Hechos 10:38.
Uno de los rasgos más sobresalientes de la enseñanza de Jesús fue que suministró los conductos mediante los cuales, después de su partida, su influencia pasaría a las generaciones futuras. Cuando concluyó su breve período de enseñanza, él había enseñado, entrenado y equipado a un grupo de discípulos para que a éstos se les pudiera enviar al mundo a llevar a cabo la obra que él había comenzado. Dejó tras sí a sus discípulos no solo como maestros, sino como quienes podían instruir a otros para que fueran maestros. Lo que él inició se ha convertido en una obra de hacer discípulos que abarca todo el globo terráqueo y ha llegado a “todas las naciones,” como él predijo.—Mateo 28:19, 20.
Un líder amoroso y valiente
Jesús tomó la delantera entre sus discípulos. Ellos nunca se opusieron a que lo hiciera debido a la habilidad indisputable que él tenía para dirigir. Les dio un ejemplo perfecto. Cualquier cosa que requirió de ellos, él lo desplegó en su propia conducta. No solo de palabra, sino por medio de dar el ejemplo les enseñó a amar a su prójimo, sí, hasta a sus enemigos. Por consiguiente, mientras estuvo en la Tierra desempeñó su papel de líder sin efusión de sangre en absoluto. Nunca se le podría acusar de haber derramado ni una sola gota de sangre de alguna otra persona. Ni siquiera dejó herido a un antagonista a quien uno de sus discípulos le cortó la oreja; se la sanó inmediatamente.—Lucas 6:32-36; 22:50, 51.
Al mismo tiempo se hicieron patentes su gran valentía, masculinidad y fuerza durante toda su vida terrestre. Por ejemplo, en Marcos 10:32 leemos: “Ahora bien, iban avanzando por el camino que sube a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos, y estaban asombrados; pero los que venían siguiendo temían.” En esta ocasión Jesús había emprendido su último viaje con sus discípulos rumbo a Jerusalén. Sabía que se le iba a ejecutar allí. Los líderes religiosos de su día querían toda la gloria para sí. Y para retenerla estaban resueltos a matarlo. Jesús sabía esto mientras subía a Jerusalén, y habló a sus discípulos acerca de ello. (Mr 10 Versículos 33, 34) No retrocedió, sino que continuó delante de ellos por el camino, lo cual asombró a sus discípulos atemorizados. ¡Qué valiente era el líder que tenían!
Unos cuantos días más tarde, cuando Jesús estaba siendo procesado por su vida y el gobernador romano Poncio Pilato le preguntó si era rey, Jesús contestó: “Tú mismo dices que yo soy rey.” (Juan 18:37) Nunca mintió para salvar su pellejo. Con valentía dio testimonio acerca del reino que él representaba, el reino de Dios.
Aquel mismo día Jesús fue sentenciado a morir, flagelado, coronado con espinas, abofeteado, escupido, y finalmente clavado a un madero de tormento para sufrir la muerte más angustiosa. Hasta el mismo fin cargó con su responsabilidad como líder amoroso y valiente. Con su último aliento dio su informe final a su Padre celestial: “¡Se ha realizado!”—Juan 19:30.
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¿Qué puede significar Jesús para usted ahora?¡Despertad! 1982 | 8 de octubre
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¿Qué puede significar Jesús para usted ahora?
‘PERO, ¿qué puede significar para mí ahora este Jesús, quien vivió y murió en Palestina allá en el primer siglo?,’ quizás pregunte usted.
Suponga que él no está muerto, sino que está vivo. Suponga que ahora ocupa un puesto de más autoridad que el de cualquier otro hombre en la Tierra. Suponga que ahora es el Rey de reyes celestial e invisible, que está esperando la señal de Dios no solo para destruir a todos los opresores de la humanidad y a los que se empeñan en seguir con un modo de vida inmoral, sino para comenzar un reinado de 1.000 años de paz con bendiciones eternas en reserva para todos los que genuinamente quieren ser súbditos de él. ¿Haría eso que él significara algo para usted ahora?
Para algunas personas, estas declaraciones pudieran parecer meras suposiciones. Pero es mucho lo que está en la balanza si estas declaraciones son ciertas.
Mientras estuvo en la Tierra, Jesús predijo repetidas veces que lo matarían, pero que tres días después sería levantado a la vida. (Marcos 8:31; 9:31; 10:34) Lo que predijo acerca de su muerte se cumplió, pero ¿qué hay de la declaración paralela de que resucitaría? La sinceridad y veracidad de él, así como la prueba de que tenía apoyo divino, suministrada por los milagros que ejecutó, hablan a favor de que aquello se cumplió también. ¿Qué fue lo que sucedió?
Al tercer día después del asesinato brutal de Jesús, la tumba donde éste había sido puesto estaba vacía. Durante cuarenta días después de aquello, los seguidores de él lo vieron vivo y lo oyeron hablar. Los cuatro registros del Evangelio hablan sobre el cumplimiento de las palabras de Jesús
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