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  • ¿Está usted convencido de que Dios existe?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de junio
    • ¿Está usted convencido de que Dios existe?

      ¿Es la creencia en Dios solo una muleta para los débiles?

      ¿Puede usted suministrar pruebas que apoyen su creencia?

      “TAL vez deberíamos hacer una oración ahora. ¿Qué deberíamos pedir en la oración?” Así preguntó una maestra en un aula de escuela primaria de un país comunista. “Pidamos caramelo,” continuó diciendo. Los niños cerraron los ojos con gusto e intensamente oraron pidiendo caramelo. Pronto abrieron los ojos y desilusionadamente la maestra preguntó: “¿Dónde está nuestro caramelo?”

      “Tal vez no estamos usando el nombre correcto. En vez de decir ‘Dios,’ vamos a decir ‘Nuestro Líder.’ Oremos a Nuestro Líder pidiéndole caramelo, muy intensamente, y no abran los ojos hasta que yo les diga.”

      Al cerrar los niños los ojos, la maestra silenciosamente puso un caramelo sobre el pupitre de cada niño y después regresó a su escritorio. ¡Cuando los niños abrieron los ojos y contemplaron el caramelo, rebosaron de alegría! “Voy a orar a Nuestro Líder siempre,” dijo excitadamente uno de los niños. “Yo también,” añadió otro.

      Interrumpiendo el júbilo de ellos, la maestra dijo: “Niños, yo puse el caramelo en los pupitres de ustedes. Así es que saben que no importa a quién ‘oren’... a Dios o a cualquier otro. El único que les dará algo es otro ser humano. El orar a Dios pidiéndole algo es una pérdida de tiempo.” Con un destello de confianza en los ojos, los niños se echaron el caramelo en la boca, convencidos de que Dios no existe.—Vea Reader’s Digest, de junio de 1964, págs. 103-107.

      Según informes, esta escena ocurrió en un país comunista ateo, y se suministra como prueba de que Dios no existe. Pero, ¿qué opina usted en cuanto a este asunto?

      ¿Se interesa Dios en peticiones egoístas por caramelo? De hecho, pocas personas orarían por algo tan sencillo como un caramelo. Es más probable que le pidan a Dios paz y tranquilidad. Sí, añoramos estar libres del temor y la inseguridad que rondan por las calles. No obstante, hoy día no tenemos esa libertad. Por lo tanto, puesto que sus oraciones aparentemente quedan sin recibir respuesta, muchos creen que no hay prueba de que Dios exista.

      Algunas personas señalan a filósofos y científicos que son ateos. Pero, ¿debería el hecho de que algunos individuos que han recibido entrenamiento superior rechazan a Dios hacernos dudar de que Él existe?

      Esos hombres quizás hayan pasado años estudiando y saben muchos hechos al dedillo. Pero, ¿verdaderamente tienen todas las soluciones que se necesitan en este mundo moderno? A pesar de su influencia, ¿cómo está la escena mundial?

      La tecnología moderna del hombre parece prometer buenas cosas. Pero el Times de Nueva York del 28 de noviembre de 1976 planteó esta pregunta en uno de sus titulares: “¿Puede existir el mundo hasta 1984?” El artículo acompañante aludió a la alarmante “insensatez” despreocupada que los países industrializados muestran respecto “al empeoramiento de la crisis de energía.”

      Otro artículo reciente advirtió: “El crecimiento no dirigido y por tanto atolondrado de la tecnología ha traído no solo a la América del Norte, sino al mundo entero, al borde de un desastre de proporciones tan monstruosas que desafía la imaginación.”

      Un mundo al ‘borde del desastre.’ Ese es el mundo que han producido los hombres, muchos de los cuales no creen en Dios. De seguro al hombre no le ha ido tan bien en su intento de producir un mundo seguro y pacífico. Si Dios existe, el hombre ciertamente podría usar Su ayuda.

      Por supuesto, algunas personas dicen: ‘Sé que Dios existe. ¡Puedo sentirlo!’ No obstante, tal “sentir” no es una prueba convincente de que Dios existe, ¿verdad? Usted quizás crea que Dios existe. Pero, si alguien le pregunta: ‘¿Cómo sabe usted que Dios existe?,’ entonces ¿qué diría? ¿Podría suministrar prueba convincente en apoyo de su creencia? A menos que usted esté personalmente convencido en cuanto a la realidad de Dios, no es probable que tal fe resista al ser sometida a presión intensa. Además, ¿qué hay de sus hijos? ¿Está usted seguro de que no tienen duda alguna en cuanto a la existencia de Dios? ¿Es la convicción de ellos lo suficientemente fuerte como para resistir las violentas embestidas de la enseñanza evolucionista en la escuela? ¿Hubieran podido ellos entrever el razonamiento superficial, infantil, de la maestra atea?

      Sea que usted esté convencido o no de que Dios existe, ¿no sería prudente el considerar cualquier prueba disponible en cuanto a la existencia de Dios?

  • Prueba convincente basada en razonamiento sólido
    ¡Despertad! 1979 | 8 de junio
    • Prueba convincente basada en razonamiento sólido

      PARA estar convencidos de algo, es decir, tener evidencia de ello, necesitamos prueba o testimonio sólido de ello. “Ahora bien, es la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de cosas que no se ven,” escribió un escritor inspirado de la Biblia.—Heb. 11:1, Authorized Version.

      En el griego original la palabra para “evidencia” significa “una prueba, aquello por lo cual se somete a prueba o se confirma una cosa.” Los escritores seglares de alrededor del primer siglo usaron la palabra al aludir a las pruebas que se presentaban en los tribunales. Ciertamente, esto abarcaría más que las emociones; requeriría la presentación de hechos. ¿Quién iría al tribunal y diría: “Me parece” que el acusado hizo esto o aquello? No, se tendría que presentar prueba, testimonio convincente.

      Así es que tenemos que tratar con hechos. Sí, ¿qué prueba o testimonio está disponible de que Dios tiene que existir?

      Lógica científica sólida

      Es un axioma científico y lógico el que dice “nada viene de la nada.” ¡Matemáticamente el cero multiplicado por mil sigue siendo cero! Hasta un niño se da cuenta de esto. Si él toma su alcancía, no pone dinero alguno en ella y la esconde, y si nadie la toca durante varios días, hasta meses, cuando la saca, ¿qué halla? Aún no hay dinero en ella. La materia no aparece espontáneamente.

      No obstante tenemos una abundancia de objetos materiales en los cielos estrellados. ¿De dónde vinieron todos éstos? Es lógico que no pueden haber venido de la nada. Siempre debe haber existido algo de lo cual estas cosas pueden haber llegado a existir. Ese “algo” tiene que ser eterno.

      Tan recientemente como en 1977 el cosmólogo Jayant Narlikar dijo que la cuestión más fundamental de la cosmología (el estudio del origen y desarrollo del universo) es: “En primer lugar, ¿dónde se originó la materia que vemos a nuestro alrededor?” Además, al comparar el universo en su principio con un “huevo cósmico” muy compacto que supuestamente estalló, el bioquímico Isaac Asimov dice: “Es inevitable que los astrónomos pregunten: ¿Qué sucedió antes del huevo cósmico? ¿De dónde vino éste?”

      Al tratar de mostrar que las estrellas se originaron de densas nubes de polvo, el astrónomo Fred Hoyle llegó a otro callejón sin salida. Dijo: “Estos dos elementos [de los que se compone el polvo] se producen en las estrellas . . . ¿Pero cómo sucedió esto, si no podemos tener ninguna estrella sino hasta después que tengamos polvo? ¿Qué vino primero? ¿el huevo o la gallina?”

      Hoy día la vasta mayoría de los científicos concuerda con el astrofísico checo Josip Kleczek, quien dijo en The Universe: “La mayoría y, posiblemente, todas las partículas elementales pueden ser creadas por medio de la materialización de la energía.” Entonces aludió a la famosa fórmula de Einstein E=mc2 (la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz), que muestra que se puede producir materia de una tremenda fuente de energía. Científicamente, pues, es posible crear materia de una fuente de “gran energía.” “Pero,” se lamentó un sobresaliente físico, “no sabemos de dónde vino la energía.”

      Así, ¿a qué conclusión lógica podemos llegar? Simplemente a ésta: Que una fuente de “gran energía” tiene que haber sido ese “algo” eterno del cual se originó este universo material. Apoya esta conclusión la bien comprobada Ley de la Conservación de la Masa-Energía, que dice que la energía-masa no puede ser ni creada ni destruida, sino meramente convertida de una cosa a la otra. Así, la ciencia reconoce que de una fuente de energía eterna es posible obtener el universo material.

      La primera causa... ¿animada o inanimada?

      Ahora sírvase considerar estas preguntas claves: ¿Fue esta fuente de energía eterna original una personalidad viva, inteligente? ¿O fue algo inanimado, sin vida? ¿Surgió el universo solo de movimientos puramente mecánicos, físicos, independientes de dirección consciente, inteligente?

      De un examen cuidadoso del universo, los científicos han visto prueba de que éste tiene la precisión de una máquina. Las leyes que los cuerpos celestiales obedecen son tan exactas que con años de anticipación los científicos pueden predecir diversos sucesos celestiales. Además, algunos de nuestros más precisos cronómetros se ponen en hora por medio de las estrellas.

      También se observan agrupaciones de materia sumamente organizadas. Esto es especialmente cierto de los complejos sistemas que componen los organismos vivos. Hasta los “bloques de construcción” de la vida, las moléculas de proteína, manifiestan arreglos atómicos asombrosamente complejos.

      ¿Cómo surgió toda esta precisión y complejidad? ¿Es el resultado de la operación de la “casualidad ciega” en el transcurso de miles y miles de millones de años?

      Algunos científicos prominentes han sugerido que si a una retahíla de monos se les concediera suficiente tiempo para golpear a voluntad las teclas de máquinas de escribir, con el transcurso del tiempo —tal vez miles de millones de años— producirían, sencillamente por casualidad, un libro como Guerra y Paz de Tolstoi. De modo que, razonan los científicos, si se suministra suficiente tiempo, este complejo mundo sería producido por la casualidad.

      Pero, como hizo notar otro investigador: “Se precisa alguien que reconozca cuando ellos [los monos] hayan terminado su labor. . . . y precisamente cuánto tiempo se esperaría que los monos demoraran dependería exactamente de la manera en que se hiciera la selección.” Sí, se precisaría que un individuo inteligente que supiera lo que el libro dice seleccionara y ordenara lo que los monos produjeran a fin de obtener la obra maestra. Sin un “seleccionador,” los monos en realidad nunca producirían el libro. A lo más, sus esfuerzos resultarían en una mescolanza alfabética o meras líneas de palabras desconectadas o palabras a medias.

      “La casualidad ciega,” dice el libro The Life Puzzle, “es un sujeto productivo. . . . sin embargo, es muy limitado. Puede producir niveles inferiores de organización con suma facilidad . . . pero a medida que aumenta la organización no tarda en hacerse muy incompetente. Y, como vimos, esperar mucho tiempo, o usar tremendos recursos materiales, no es muy útil.”

      Hasta los niños saben que no se puede construir una “casa” de “cubos de construcción” de juguete por medio de meramente arrojar los cubos al aire, con la esperanza de que por casualidad formen una “casa.” Cierto, quizás en cierta tirada, dos o tres cubos se apilen unos sobre otros. ¿Pero qué probabilidad hay de que se edifique una “casa” organizada? De hecho, a menos que el niño proteja los pocos cubos que por casualidad se apilaron, la próxima tirada podría deshacer lo ya hecho. Es preciso que alguien manipule los cubos para producir una “casa” organizada.

      Por lo tanto, por sus propias observaciones los científicos se han visto obligados a desechar la “casualidad ciega” como factor responsable del elevado grado de organización que se evidencia en la Tierra y el universo.

      En 1859 Carlos Darwin propuso que la “selección natural” era el guía “selector” que podía organizar los resultados producidos por la casualidad ciega y producir el orden del caos. Se dice que la selección natural es un proceso por medio del cual solo sobreviven los diseños u organismos (plantas y animales) “correctos” (favorables) especialmente adecuados para sus alrededores, y que éstos, por lo tanto, pasan el diseño “correcto” a su prole, y así, gradualmente “evolucionan” hasta llegar a ser formas de vida más complejas.

      No obstante, después de describir las muchas condiciones únicas en su género que permiten que la vida exista en la Tierra, el evolucionista C. F. A. Pantin, anterior profesor de zoología de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, reconoce que “la operación de la selección natural no daba razón de todas las características especiales del mundo natural.”

      ¿Qué clase de “características especiales”? Bueno, de cierta característica el zoólogo W. H. Thorpe ha dicho que es “una de las más sorprendentes y perturbadoras sacudidas que la teoría evolucionista ha recibido en tiempos recientes.” Es la increíble complejidad del gen... la unidad microscópica en el interior de una célula viva que determina lo que esa planta o animal en particular será. ¡Los genes ciertamente son complicados! Como computadoras en miniatura, almacenan información y suministran instrucciones a la célula. ¡Si se escribiera toda esta información en tipo normal, llenaría una enciclopedia de unos 1.000 tomos!

      ¿Qué probabilidad habría de que uno de estos genes complicados se originara por medio de la selección natural a través de “mutaciones fortuitas” en el transcurso de miles de millones de años? “Las probabilidades de que una molécula característica de ADN fuera producida en dicho lapso de tiempo siguen siendo, pues, inimaginablemente pequeñas (10-415),” escribe el biólogo Frank B. Salisbury en la revista científica Nature. ¡“Inimaginablemente pequeñas”! ¡Una probabilidad en un 1 seguido por 415 ceros!

      Aunque Salisbury cree en la evolución por medio de la selección natural, la imposibilidad de que tal cosa suceda lo hizo llegar a esta conclusión: “La creación especial o la evolución dirigida resolvería el problema de la complejidad del gen.”

      Es preciso que alguna fuerza inteligente haya “dirigido” la construcción de tan compleja molécula. No podría haberse desarrollado por mera casualidad ni siquiera por “selección natural.” La materia inanimada, como los átomos y las moléculas, no se ordena a sí misma.

      “También sabemos que la característica más fundamental de la vida es que puede invertir la entropía [la tendencia de los sistemas sumamente organizados a hacerse menos organizados], es decir, puede restaurar el orden en contraste con la tendencia de la materia inanimada a reducir el orden (o a aumentar la entropía; es decir, las piedras tienden a rodar cuesta abajo, no cuesta arriba),” informa el libro The Reflexive Universe.

      ¿Qué nos dice todo esto? Que una Fuente de Energía original tiene que haber estado viva para proveer dirección a medida que la energía a su disposición se usaba para crear el mundo natural que nos rodea.

      Por medio de la lógica científica sólida llegamos a la misma conclusión a la que se llegó en la Biblia hace más de 2.700 años en esta declaración científicamente exacta: “Levanten sus ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que está sacando el ejército de ellas aun por número . . . Debido a la abundancia de energía dinámica, él también siendo vigoroso en poder, ninguna de ellas falta.”—Isa. 40:26.

      [Ilustración de la página 5]

      (Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

      COMPUTADORA

      GEN

      El gen —la unidad microscópica en el interior de una célula viva— determina lo que esa planta o animal en particular será. Los genes son como computadoras en miniatura; almacenan información y suministran instrucciones a la célula.

      CÉLULA

  • La prueba del diseño
    ¡Despertad! 1979 | 8 de junio
    • La prueba del diseño

      LA EXISTENCIA de diseño invariablemente exige un diseñador con destreza y habilidad. ¿A quién se le ocurriría pensar, siquiera por un instante, que un reloj de mucha precisión se formaría por casualidad? La exactitud de su movimiento suministra prueba de un diseñador diestro.

      Así, también, echemos una buena ojeada al cuerpo humano para ver indicaciones de un gran Diseñador. Un recién nacido en toda su radiante belleza, lleno de vida, en sí mismo es un milagro pasmoso. Además, dentro de ese “paquetito” hay pruebas de diseño refinado que impresionan hasta a ingenieros y científicos que han recibido una educación seglar superior. Note algunos ejemplos de espléndido diseño.

      Nuestros huesos: “Triunfos de la estructura y el diseño”

      ¿A qué se debe que el libro The Body, que firmemente apoya la evolución, describa los huesos de la manera en que lo hace? Se debe a que los huesos “sostienen el cuerpo de la misma manera que una armazón de acero sostiene un rascacielos, y protegen los órganos vitales del cuerpo de la misma manera que un techo de hormigón protege a los ocupantes de un edificio. Al satisfacer estas asignaciones estructurales, el cuerpo humano resuelve problemas de diseño y construcción que son familiares al arquitecto y al ingeniero.”

      ¿Cómo se sentiría usted si fuera contratista de edificios y se le pidiera que ensanchara una casa, haciéndola tres veces más alta y ancha y no obstante que no molestara las labores diarias o el descanso nocturno del ocupante ni siquiera por una hora? Imposible, dice usted. Sin embargo, eso es precisamente lo que se exige de nuestros huesos. Nuestra armazón debe aumentar al triple desde nuestra infancia hasta que llegamos a la madurez.

      ¿Cómo efectúan nuestros huesos esta labor? Imagine que alguien raspa un poco de material del interior de las paredes y del techo de una habitación, y entonces deposita este material en el exterior de las paredes y el techo. Cada semana la habitación “crece” varios milímetros hasta que, por fin, después de 20 años, nuestra casa es tres veces más grande que antes. Pues bien, ciertas células especiales de nuestros huesos hacen esta misma obra de “albañilería”... osteoclastos (destructores de huesos) y osteoblastos (formadores de huesos).

      ¡Y con qué fortaleza y flexibilidad inherentes están construidos nuestros huesos! Su construcción es semejante a la del hormigón armado (un material de resistencia asombrosa que se usa extensamente en la construcción moderna y se obtiene mediante una colada de hormigón reforzada con barras flexibles de acero). Entre el calcio de los huesos semejante a hormigón se cruzan fibras de colágeno que suministran el refuerzo. No obstante la materia ósea es ocho veces más fuerte que el hormigón armado. Su resistencia a la tensión es más grande que la del hierro fundido. La tibia de usted puede soportar con regularidad un peso de casi dos toneladas y se le puede someter a presiones de hasta 1.400 kilos por centímetro cuadrado. No obstante los huesos son flexibles y asombrosamente ligeros. ¡Si en vez de ellos se usara acero, un hombre de 73 kilos pesaría casi 360 kilos! Piense en eso la próxima vez que esté flotando en el agua. De modo que en nuestros huesos se usa una mezcla perfecta que combina dureza con flexibilidad y ligereza.

      Como si esto no fuera suficiente, el interior de los huesos es como una “casa de moneda” donde se “acuñan y emiten” nuevas células de sangre, la vida del cuerpo. Como comenta el libro Man in Structure and Function:

      “Tal como los bancos construyen sus bóvedas en los cimientos de sus edificios a fin de depositar sus reservas de oro en la indemnidad y seguridad de sus profundidades, el cuerpo ha usado los lugares más protegidos del cuerpo humano, el interior de los huesos, para depositar en ellos la moneda y el oro del estado celular: la sangre.”

      No sorprende que la revista Today’s Health diga: “El esqueleto humano representa una obra maestra de diseño de ingeniería, . . . ”

      “El oído: Obra maestra de la ingeniería”

      Esa es la descripción que el libro Sound and Hearing da de nuestro órgano del oído. El libro añade: “Pero, detrás [del oído externo] hay estructuras de tanta sensibilidad que avergüenzan al artesano más hábil, y de una función automática tan confiable que inspiran admiración al más genial ingeniero.”

      Piense: En un espacio de unos seis centímetros cuadrados hay todo un sistema receptor y transmisor de alta fidelidad construido en miniatura. Desde el oído externo (que recoge las ondas sonoras) a través del oído medio (que convierte las ondas sonoras en movimientos mecánicos) y hasta el oído interno (que transforma los movimientos mecánicos en impulsos eléctricos), vemos prueba de un diseño verdaderamente refinado.

      En el caracol o cóclea (una parte del oído interno que se asemeja a un caracol [note la lámina de arriba]), ocurre el verdadero milagro. Es aquí donde los movimientos mecánicos se convierten en impulsos eléctricos y se transmiten al cerebro, que los descifra como sonidos. Para lograr esta función 24.000 pequeños vellos en el interior de este órgano funcionan como las cuerdas de un piano. Las ondas sonoras producen movimientos en el interior del caracol, y de ellos estas “cuerdas” reproducen los diferentes tonos. Por medio de nervios fijados a estos vellos se envían impulsos eléctricos al cerebro. Una obra de consulta dice: “Puesto que el caracol en el oído de un pianista es aproximadamente un millón de veces más pequeño que el piano que él toca, es preciso imaginar el teclado y las cuerdas de un piano de concierto reducidos aproximadamente 100 millones de veces a fin de llegar a las dimensiones del ‘piano’ auditivo en el oído.” ¡Nuestro “piano” reproduce perfectamente cada sonido —desde el más tenue murmullo hasta el crescendo de una gran orquesta— y todo esto en el interior de una parte que tiene el tamaño de un guisante! ¿Diseño o casualidad? ¿Ha oído usted que un gran piano haya llegado a existir por pura casualidad?

      La mano humana: “Instrumento de instrumentos”

      Eso es lo que dijo un médico de la antigüedad acerca de lo que ha hecho posible tantos logros humanos. El bioquímico Isaac Asimov hizo eco de ese sentir al referirse a la mano como:

      “ . . . un órgano de manipulación superlativo, incomparablemente la cosa mejor de su índole en todo el campo de la vida... cuenta con cuatro dedos diestros y un pulgar opuesto a fin de que el conjunto pueda usarse como pinza delicada o para dar un firme apretón, torcer, doblar, tirar, empujar, y manipular teclas de piano y de máquina de escribir.”

      De hecho, la mano no solo es poderosa, sino impresionantemente ágil. Con ella podemos golpear con un martillo y, no obstante, recoger un alfiler pequeño.

      ¿Dónde están los poderosos músculos que controlan nuestros dedos? Pues bien, si usted fuera a diseñar una mano, ¿dónde pondría los músculos? ¿Tal vez en los dedos mismos? ¡Qué espantoso sería eso! Porque aunque tendrían fuerza, lucirían como salchichas gruesas. ¿Ha tratado usted alguna vez de recoger un alfiler con una salchicha gruesa? Pero, en su mayor parte, los músculos que se usan para doblar los dedos se encuentran en el antebrazo. Haga una flexión con los dedos y sienta su antebrazo. ¿Siente los músculos moverse? Están conectados por medio de “cuerdas” o tendones a las yemas de sus dedos, lo cual suministra gran fuerza y flexibilidad genuina. ¡Qué sobresaliente diseño! ¿Por mera casualidad?

      El cerebro: “La creación más milagrosa del mundo”

      Así le llamó al cerebro allá en 1955 Loren C. Eiseley, un prominente antropólogo, evolucionista. Hoy día el hombre, con todo su incremento en tecnología, se siente atónito ante lo que nuestro cerebro puede hacer. Tiene “10 mil millones de células nerviosas, cualquiera de las cuales puede estar conectada con hasta otras 25.000 células nerviosas. La cantidad de interconexiones a la que esto equivale atolondraría hasta a un astrónomo... y los astrónomos están acostumbrados a tratar con cifras astronómicas,” informa una obra de consulta, y añade: “Una computadora lo suficientemente refinada como para tratar con esta cantidad de interconexiones sería lo suficientemente grande como para cubrir la Tierra.”

      No obstante todo esto está reducido en una masa que pesa aproximadamente 1.360 gramos, lo suficientemente pequeña como para caber en sus dos manos. Es apropiado que se le llame “el trozo de materia más organizado del universo.”

      Nuestro cerebro es capaz de lo que ninguna computadora hecha por el hombre es capaz: imaginación creadora. Esto se manifestó especialmente en la experiencia del compositor Ludwig van Beethoven. En el estreno de una de sus más grandes obras, la Novena Sinfonía, el público estalló en aplausos, debido a lo mucho que les gustó. Beethoven no pudo oír los aplausos; ¡estaba totalmente sordo! Piense, él “oyó” la riqueza plena de la composición primero en su propia imaginación y entonces escribió las notas, y en realidad nunca oyó ni un solo tono. ¡Qué poder de imaginación creadora posee nuestro cerebro!

      ¿No es obvio que en nuestro cuerpo hay ejemplos de sobresaliente diseño? ¿No deberíamos llegar a la misma conclusión lógica a la que llegó un sobresaliente ingeniero consultor que durante dos años se afanó en diseñar un “cerebro electrónico”? Dijo: “Después de encararme a los muchos problemas de diseño que me presentó [la computadora] y resolverlos, me parece completamente irracional pensar que tal artefacto pudiera llegar a existir de cualquier otra manera que por medio de un . . . diseñador inteligente. . . . Si mi computadora exigió un diseñador, cuánto más lo exigió esa compleja . . . máquina, mi cuerpo humano.”

      ¿Pudieran todos estos ejemplos de diseño sencillamente haber “sucedido por casualidad”? George Gallup, un conocido experto en estadística, alguien que cuidadosamente compila cifras y hechos sobre ciertos temas, dijo en una ocasión: “Puedo probar que Dios existe por medio de las estadísticas. Sencillamente considere el cuerpo humano... la probabilidad de que todas las funciones del individuo sencillamente surgieran por casualidad es una monstruosidad estadística.” En otras palabras, la probabilidad de que todo esto “sucediera por casualidad” sin algún poder director es, en realidad, imposible, “una monstruosidad estadística.”

      El gran físico Lord Kelvin, quien para el tiempo de su muerte “sin disputa alguna era el mayor genio científico del mundo,” llegó a la misma conclusión: “La ciencia nos obliga absolutamente a creer con perfecta confianza en un Poder Directivo... en una influencia aparte de las fuerzas físicas, dinámicas o eléctricas . . . La ciencia nos obliga a creer en Dios.” (Las bastardillas han sido añadidas.)

      Podemos ver prueba convincente de la existencia de Dios por medio de (1) la lógica científica sólida y (2) la existencia de diseño en el mundo que nos rodea. Aun así una pregunta viene a nuestra mente: ¿Cómo es este Dios? Para hallar una respuesta satisfaciente, tenga la bondad de leer el siguiente artículo.

      [Ilustraciones de la página 9]

      “El caracol [una parte del oído] . . . es un instrumento musical cuya compleja estructura se asemeja a la del piano”

      Pueden observarse algunas maravillas del cuerpo humano en la estructura del oído, el cerebro y los huesos

  • ¡Dios existe! ¿pero cómo es?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de junio
    • ¡Dios existe! ¿pero cómo es?

      ¿QUÉ se puede decir acerca de su personalidad? ¿Es él el tipo de individuo que llegaríamos a amar si lo conociéramos íntimamente? ¿No le parece que éstas son preguntas importantes?

      ¿Cómo podemos llegar a conocer algunas de las cualidades de Dios? En Romanos 1:20, la Biblia sugiere: “Porque sus cualidades invisibles [las de Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas [“se entienden por medio de las obras de Sus manos”—New Berkeley Version], hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que son inexcusables.”

      Por medio de echar una ojeada a fondo a las cosas que Dios ha hecho, “las obras de Sus manos,” podemos aprender cuáles son algunas de sus cualidades. Pues bien, ¿qué vemos?

      Amor y bondad

      Esas cualidades son muy evidentes en la manera en que estamos diseñados. Nuestros cuerpos fueron hechos para hacer más que meramente vivir; más bien, fueron hechos para realmente disfrutar de la vida. Nuestros ojos pueden ver en color. Algunos animales ven solo en blanco y negro, pero el mundo está lleno de deslumbrantes colores. Podemos oler y tenemos papilas del gusto. De modo que el comer no es meramente una función necesaria; es algo deleitable. Estos sentidos no son absolutamente vitales para la vida, pero evidencian un Creador amoroso, generoso, considerado.

      También hay prueba de interés amoroso en el reino animal. Los muchos pequeños “peces limpiadores,” a los cuales a veces se les llama “peces médicos,” son un ejemplo. Actualmente más de 40 especies han sido designadas como “limpiadores.” Estos peces se dedican a remover de otros peces los parásitos y piojos que pudieran obstruirles las agallas y enfermarlos.

      “Más que esto,” el pez limpiador “come a bocaditos las agrupaciones de hongos y bacterias que pudieran infectar la piel, y si el pez ha sido herido, se come cualquier carne muerta y de esa manera le limpia la herida,” informa el libro Animal Partners and Parasites.

      De modo que se puede ver que estos peces son muy parecidos a pequeños “médicos,” y a veces hasta mantienen “oficinas” o “estaciones de limpieza.” Se observó que una “oficina” sirvió a más de 300 peces durante un período de seis horas. Imagínese el cuadro: Algunos peces esperan en fila a que se les atienda, mientras que otros están “parados” de cabeza o boca abajo a medida que los limpiadores les dan un tratamiento minucioso. ¡Los “médicos” suministran todo este tratamiento “profesional” sin enviar ni una sola “cuenta médica”!

      ¿Cuán importante es esta actividad de limpieza? Una de las autoridades principales en este campo, Conrad Limbaugh, la llamó “una actividad constante y vital.” En una ocasión removió todos los “limpiadores” conocidos de cierta zona, y en cuestión de pocos días la cantidad de peces había disminuido dramáticamente... por fin casi todos se marcharon. Y los pocos que quedaron “desarrollaron erupciones blancas y vellosas, hinchazones, llagas ulceradas y aletas raídas.” ¡Todo porque estos pequeños “médicos” ya no estaban!

      ¿Efectúan los “limpiadores” su labor meramente por la comida que reciben?

      “Ninguno de ellos [los limpiadores] parece depender exclusivamente de este hábito para obtener su alimento.”

      “Ninguno de estos dos peces [dos de los más celosos limpiadores] depende mucho del limpiar para obtener su alimento, y pueden subsistir de pequeños crustáceos; ambos recogen estos crustáceos de las plantas; la señorita [cierto tipo de pez limpiador] también puede tomarlos del fondo y directamente del agua.”

      Así es que no tienen que cuidar de estos otros peces. Pero lo hacen. ¿Quién diseñaría a este pequeño y eficaz limpiador... completo con colores brillantes para identificarlo fácilmente, nariz puntiaguda y dientes parecidos a tenacillas? ¿Quién tiene que haber puesto tal instinto amoroso en estas pequeñas criaturas? Solo un Creador amoroso y considerado.

      Un propietario de fábrica que tenga aprecio sano por la vida instala en su fábrica muchas válvulas de seguridad con el fin de proteger a las personas que trabajan allí. Estas válvulas, colocadas en calderas a vapor y en otro equipo con el fin de impedir que la presión se acumule hasta llegar a poseer fuerza explosiva, dan prueba de su interés genuino en la gente.

      En nuestro mundo vemos muchas de estas “válvulas de seguridad” colocadas por el Diseñador de la creación. El Creador “hace llover sobre justos e injustos.” (Mat. 5:45) La manera en que la lluvia cae es un ejemplo sobresaliente del uso de “válvulas de seguridad.”

      Sobre nuestra cabeza hay miles de millones de litros de agua almacenados en las nubes en forma de vapor. El agua es pesada: un metro cúbico pesa más de 930 kilos. ¡Se calcula que una nube grande puede pesar hasta 100.000 toneladas! ¿Puede usted imaginarse el estrago que se produciría si el vapor acuoso formara una “gota” inmensa y cayera en cascada a la Tierra? ¡Qué devastación! Pero, por alguna razón que todavía es inexplicable, las pequeñas gotitas de agua se reúnen en torno a una partícula de polvo —pero solo hasta llegar a cierto tamaño, sin sobrepasarlo— y entonces caen a tierra. Las suaves lluvias casi nunca dañan ni siquiera las más delicadas flores. Sin duda nos beneficiamos de esta “válvula de seguridad.”

      O, considere el terror del invierno si el agua cayera como colosales trozos de hielo. En esto también, al instante de ser liberada, una “válvula de seguridad” produce pequeños copos que descienden inocuamente y proveen una atractiva frazada que conserva el calor del terreno para beneficio de la vegetación.

      Muchas personas que viven en países en que la temperatura puede cambiar rápidamente quizás recuerden que de niños, cuando la temperatura bajaba de súbito durante la noche, su madre o padre se levantaba y los tapaba con una frazada adicional. ¿Recuerda la siguiente mañana, mientras se arrellanaba en su cómoda cama, lo “caliente” que se sentía dentro de sí, sabiendo que Mamá o Papá mostraban tanta atención al bienestar de usted? Pues bien, ¿no debería esto infundir en nuestro corazón afecto hacia nuestro Padre celestial, quien provee esta plateada frazada de nieve para preservar la vegetación? Sí, las “obras de Sus manos” testifican de que él es un Creador tierno y amoroso que se interesa por nosotros.

      Justicia

      ¿Qué hay en cuanto a la cualidad de justicia? Es vital que establezcamos si el Creador tiene esta cualidad o no. Sabemos que un Dios de justicia no tolerará para siempre las injusticias notorias, el desafuero, el ambiente de maldad que hoy día existe por todas partes de la Tierra.

      Hallamos prueba de esta cualidad en algo que tenemos en nuestro interior. ¿Qué es? Se le describe en una declaración verídica que se halla en la Biblia:

      “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, éstos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran tener la sustancia de la ley escrita en su corazón, mientras su CONCIENCIA [“sentido del bien y el mal,” Amplified Bible; el vocablo griego significa “distinguir entre lo que moralmente es bueno y malo . . . encomiando lo uno, condenando lo otro,” Léxico Griego-Inglés de Thayer] da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.” (Rom. 2:14, 15)

      Es la existencia de la conciencia, una ley “escrita en [nuestro] corazón,” lo que nos da un sentido del bien y el mal. Esto es una prueba fuerte de que nuestro Hacedor mismo tiene que ser un Dios con sentido moral, que posee la cualidad de la justicia.

      Hace 23 siglos, Aristóteles habló de la realidad de tal ley interior, y la llamó una “justicia e injusticia naturales que obliga a todos los hombres.” Otros la han llamado una “ley natural,” “la ley suprema” y la “ley de las naciones” o de la humanidad. Sí, un sentido natural de lo que es justo o injusto ‘obliga a todos los hombres.’

      M. F. Ashley Montagu, un antropólogo prominente, declaró una opinión que comparten muchos científicos: “El asesinato se considera universalmente como crimen, y si el asesino es atrapado y enjuiciado el castigo por lo general es la muerte. Las disposiciones reglamentarias del incesto son universales . . . la propiedad privada es universalmente respetada.” Aunque lo que constituye asesinato o defensa propia o “propiedad privada” puede variar considerablemente, las prácticas fundamentales constantemente son condenadas. A pesar de las diferentes opiniones en cuanto al contenido de dicha “ley natural,” “casi todos admiten la existencia de tal ley. . . . se concibe como la norma final del bien y el mal.” (Las bastardillas han sido añadidas.)—Encyclopedia Americana.

      Aun así muchos desacreditan la existencia de la conciencia arguyendo que por naturaleza el hombre es agresivo, hasta asesino, que no tiene sentido de la justicia. Recientemente ha salido a luz prueba de lo contrario.

      Un ejemplo sobresaliente fue el reciente descubrimiento de los tasaday, un pueblo primitivo que vive en la selva tropical filipina. Se cree que por centenares de años este pueblo ha estado aislado de la corriente principal de la civilización y las presiones que ésta impone. Un científico que vivió con ellos por algún tiempo dijo: “Son increíbles. . . . no hay codicia, no hay egoísmo. . . . ¡Desconocen el matar, asesinar, la guerra! Jamás han oído de estas cosas.” También declaró: “Todo el mundo suele decir que la gente es mala debido a que así es la naturaleza humana. . . . Cuando uno ve a este pueblo, se ve obligado a decir: ‘No, el hombre no es básicamente malo.’” (The Gentle Tasaday—1975) Sí, aunque es imperfecto y tiene tendencias pecaminosas, el hombre sigue manifestando un sentido básico de conciencia. Una enciclopedia lo dice de esta manera: “De hecho, no se ha hallado cultura alguna en que la conciencia no se reconozca como realidad.” Este sentido interior del bien y el mal ciertamente existe y tiene buen efecto sobre nuestra conducta.

      ‘Pero, ¿qué hay en cuanto a los muchos asesinos, violadores, sádicos... individuos que no parecen tener conciencia alguna? ¿No refuta el comportamiento de estas personas esta última conclusión?’... quizás pregunte alguien a modo de objeción.

      ¿Qué hay si el piloto de un aeroplano rehúsa escuchar las instrucciones de la torre de control del aeropuerto y se estrella, ocasionando extenso daño y pérdida de vida? ¿Prueba esto que la torre de control “no existe”? Fíjese, por contraste, en los centenares de aviones que por lo general obedecen las instrucciones de la torre de control, y usualmente contribuyen a hacer del aeropuerto un lugar seguro. Por eso, el que algunos hayan pasado por alto o “echado a un lado” (1 Tim. 1:19) esta “ley natural de justicia,” rehusando dejarse guiar por ella, no es prueba sólida que niegue la realidad de tal ley.

      Durante la II Guerra Mundial los nazis cometieron horrores contra personas inocentes. Debido a estas acciones que sacudieron el mundo, muchos líderes nazis fueron enjuiciados después de la guerra. En su mayor parte, estos líderes negaron ser responsables de esas acciones, pues dijeron que meramente estaban obedeciendo la ley nazi y a sus superiores gubernamentales.

      “La lealtad política y la obediencia militar son cosas excelentes, pero . . . llega un punto en que el hombre tiene que negarse a obedecer a su líder si también va a obedecer a su conciencia.” Así arguyó el fiscal principal de la Gran Bretaña.

      “Culpable” fue el veredicto en contra de estos hombres. ¿Por qué? Deberían haber obedecido “una ley natural de justicia superior,” informó una obra de consulta.

      Algunas personas han criticado esos juicios, pues dicen que tal “ley natural” no existe y que no se podía enjuiciar legalmente a los acusados basándose en ella. Sin embargo, las declaraciones de algunos de estos líderes endurecidos suministraron apoyo adicional al hecho de que esa conciencia sí existe; de que tal fuerza funcionaba dentro de ellos pero que sencillamente no le hicieron caso. El acusado Walter Funk dijo: “Y cuando me presentaron estas medidas de terror y violencia en contra de los judíos, sufrí una crisis nerviosa . . . Me sentí avergonzado y tuve un sentimiento de culpa en ese momento y sigo sintiendo lo mismo hoy día, pero demasiado tarde.” Hans Frank (sentenciado a muerte por sus crímenes) confesó; “Dentro de mí siento una culpa terrible.” (Las bastardillas son nuestras.)

      Sí, si somos honrados con nosotros mismos sabemos muy bien que en nuestro interior tenemos un sentido inherente del bien y el mal, una “ley natural de justicia.” ¿Quién puso esta ley genuina en nuestro interior? Ciertamente el hombre mismo no es autor de esta ley. Solo pudiera haberse originado con nuestro Creador y Diseñador. ¿No nos vemos impulsados a llegar a la siguiente conclusión: el Creador mismo tiene que ser un Dios con sentido moral, un Dios de justicia?

      ¡Qué agradecidos debemos estar de saber esto! Pues nos asegura que Dios no tolerará para siempre las injusticias y maldades crasas que existen hoy día. Su sentido del bien y el mal, o de justicia, lo hará obrar a favor de las personas que desean vivir según Sus normas del bien.

      Las cualidades de Dios deberían atraernos a Él

      De nuestro breve examen, ¿cuál es su opinión o “veredicto” personal? Sin duda muchos lectores concordarán en que hay prueba convincente que señala a esta conclusión, a saber: que tiene que existir un Dios amoroso y justo de asombroso poder.

      De hecho, es conmovedor ver los ejemplos de su profundo interés y generosidad para con nosotros. A muchos, tal vez, les gustaría llegar a conocerlo mejor. Lo que observamos acerca de él por medio de las “obras de Sus manos,” aunque impresionante, sigue siendo apenas “un indicio de su naturaleza [la de Dios].” (Hech. 14:17, The New English Bible) Varias preguntas aún quedan sin respuesta.

      Por ejemplo, es natural preguntarse por qué la iniquidad se desarrolló en primer lugar. ¿Por qué la ha permitido Dios por tanto tiempo? ¿Cuándo usará su poder para librar la Tierra del mal, manifestando así su justicia? Sí, ¿con qué propósito hizo la Tierra y la vida en ella? ¿Qué propósito tiene nuestra existencia?

      Las respuestas a esas preguntas están disponibles. ¿Por qué no se pone en comunicación con las personas que publican esta revista, los testigos de Jehová? Con gusto le ayudarán a hallar respuestas convincentes sin costo alguno para usted.

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