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¿Qué les está sucediendo a las prisiones?¡Despertad! 1972 | 8 de abril
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¿Qué les está sucediendo a las prisiones?
A TRAVÉS de la historia se ha reconocido el derecho que tienen las sociedades de castigar el crimen. Hoy, la manera en que casi todos los países tratan a las personas que cometen delitos serios es encerrándolas en prisiones. Algunos delincuentes permanecen en ellas por el resto de su vida.
¿Cuántas personas ven de esa manera el interior de una prisión cada año? Tan solo en los Estados Unidos unas 2.500.000. En cualquier día del año, aproximadamente 1.250.000 aguardan juicio o están cumpliendo condenas en prisiones, reformatorios, campos de trabajo y clínicas, o están en libertad bajo palabra o custodia probatoria. Están bajo el cuidado de aproximadamente 120.000 personas. ¿A qué costo para el contribuyente? A un costo aproximado de mil millones de dólares al año.
En años recientes, la atención del público se ha enfocado en las prisiones de muchos países debido a los motines y derramamiento de sangre en gran escala. Esto es particularmente cierto en los Estados Unidos, donde las prisiones afrontan una crisis. En septiembre de 1971 esa crisis estalló en el conflicto de prisión más sangriento de este siglo.
La escena del conflicto fue el Correccional Estatal de Attica en Nueva York, donde 1.200 reclusos que se rebelaron mantuvieron en cautiverio a 38 guardas y empleados. Después de cuatro días, más de 1.000 soldados estatales y guardas nacionales tomaron la prisión por asalto. El tiroteo que siguió dejó el siguiente número de víctimas: 32 presos y 10 guardas y empleados tenidos como rehenes fueron muertos y más de 200 reclusos resultaron heridos. Nueve de los rehenes fueron muertos involuntariamente por las balas de los oficiales de la ley que invadieron la prisión.
Puesto que en muchos lugares las prisiones se hallan en dificultades, es oportuno hacer las siguientes preguntas: ¿Cómo se originaron las prisiones modernas? ¿Están logrando el objetivo por el cual fueron establecidas? ¿Ayuda la vida en la prisión a reformar a los delincuentes? ¿Qué hay de las víctimas de los delitos... quién los indemniza? ¿Hay una manera mejor de encargarse de los delitos contra la sociedad? ¿Habrá alguna vez un tiempo en que ya no serán necesarias las prisiones?
¿Cuál fue su origen?
Quizás le sorprenda saber que las prisiones, tal como existen hoy, son de origen relativamente reciente. En tiempos antiguos había muy pocas prisiones. Antes de los años 1700 por lo general no se encarcelaba a la gente como castigo por el delito. Era solo el delincuente especial el que era castigado en una prisión, quizás siendo encadenado allí u obligado a efectuar trabajo duro bajo encierro o tratado con crueldad de otras maneras mientras estaba a buen recaudo.
En tiempos más antiguos, por lo general las prisiones solo eran lugares de detención para alojar a gente que había sido acusada de un crimen pero que todavía no había sido enjuiciada. Después de su juicio, eran condenados a un castigo si resultaban convictos. Pero, con pocas excepciones, ese castigo no era una condena de encarcelamiento. O eran ejecutados, por lo general por decapitación, o recibían castigo corporal, castigo físico, el cual podía incluir azotes, marcar con hierro candente o mutilación, y luego eran puestos en libertad.
A algunos delincuentes se les castigaba poniéndolos en el cepo, el cual constaba de una estructura de madera con hoyos para los tobillos y a veces las muñecas. De esta manera, sentado, se exponía el culpable a la mofa del público por un período, y luego se le ponía en libertad. La picota era similar, era una estructura de madera erigida en un poste, con hoyos para la cabeza y manos del delincuente, el cual permanecía de pie. Esta, también, se usaba para exponerlo a la mofa del público por un período breve, después de lo cual era puesto en libertad. A veces se condenaba a los delincuentes a la esclavitud, a menudo en las galeras. Estas eran naves propulsadas por bancos de remos. El delincuente, por lo general encadenado, tenía que cumplir un período en el remo.
En los Estados Unidos e Inglaterra a principios del siglo dieciocho, se daba la pena de muerte por más de doscientos delitos separados. Por delitos menores los delincuentes recibían castigo corporal, como azotes, mutilación o el ser puestos en el cepo. Pero luego eran puestos en libertad. Muy pocos cumplían lo que hoy se conoce como condena de encarcelamiento.
En el Israel de la antigüedad, la ley dada por Dios mediante Moisés absolutamente no estipulaba prisiones. La única ocasión en que las personas eran detenidas temporalmente era cuando se trataba de un caso particularmente difícil y tenía que aguardar aclaración. (Lev. 24:12; Núm. 15:34) Pero nadie jamás cumplió una condena de encarcelamiento en la historia primitiva del Israel de la antigüedad.
Estos métodos antiguos de encargarse de los delincuentes significaba que se gastaba muy poco dinero público en los delincuentes. Había pocas cárceles o guardas que mantener.
Durante los siglos dieciocho y diecinueve, los movimientos de la reforma comenzaron a cambiar el método de tratar con los infractores. Estas reformas gradualmente suprimieron la pena de muerte por muchos delitos. En años recientes, muchos países han abandonado del todo la pena de muerte. También, gradualmente se suprimió el castigo físico. En cambio, las condenas de encarcelamiento llegaron a ser sustitutos para la pena de muerte y el castigo corporal.
Esto quiso decir que ahora las prisiones retendrían a muchas personas, algunas por largos períodos. En consecuencia, se tuvieron que construir muchísimas prisiones para dar cabida a estos delincuentes. Algunas prisiones construidas en los Estados Unidos se llamaron “penitenciarías,” porque se pensaba que en ellas el criminal sería penitente. Se esperaba que dedicaría tiempo a meditar sobre su crimen y que éste le pesaría, de modo que no querría cometer otro crimen después de ser puesto en libertad.
Sin embargo, estas prisiones antiguas a menudo eran cámaras de horror. Al principio, tanto el convicto como los que aguardaban ser enjuiciados (incluso los inocentes), hombres y mujeres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos, delincuentes por primera vez y criminales endurecidos, eran puestos juntos. Por lo general las prisiones estaban infestadas de sabandijas, sucias y apiñadas. Rápidamente se convirtieron en centros de degradación física y moral. De una prisión típica en Inglaterra, The Gentleman’s Magazine de 1759 dijo:
“Ha llegado a ser seminario de iniquidad en todos sus ramos. El aprendiz ocioso, tan pronto como es encerrado en el correccional, llega a ser socio de salteadores, ladrones de casas, carteristas y prostitutas vagabundas, testigos de la más horrible impiedad y la lascivia más depravada, y generalmente pierde cualquier cualidad buena que haya traído así como su salud.”
En 1834, un oficial viajó a la isla Norfolk, una colonia penal situada a unos mil cuatrocientos cincuenta kilómetros al nordeste de Sydney, Australia. Fue enviado allí para consolar a algunos hombres que iban a ser ejecutados. Escribió:
“Es un hecho asombroso el que a medida que mencionaba los nombres de los hombres que habrían de morir, uno tras otro, al ser pronunciado su nombre, caía de rodillas y daba gracias a Dios de que iba a ser librado de ese horrible lugar [al ser ejecutado] mientras que los otros, a los que se les suspendía la sentencia [que no serían ejecutados], quedaban mudos y llorando. Fue la escena más horrible que he presenciado.”
Tan recientemente como en este siglo veinte, a menudo las condiciones en las prisiones eran abominables aun en los Estados Unidos. Después de una inspección a las prisiones a principios de los años 1920, un oficial quedó tan horrorizado por el trato que se les daba a los presos que dijo: “Estuvimos tratando con atrocidades.”
De modo que en vez de ser lugares de detención antes de ser enjuiciados, durante la mayoría de los últimos siglos las prisiones con más frecuencia llegaron a ser lugares de castigo. El encierro, las condiciones, las actitudes para con los presos, todo era una terrible experiencia. Pero la mayoría de las personas parecía aceptar esto como la mejor manera para disuadir a otros de cometer crímenes, y también de disuadir al que había cumplido una condena de perpetrar crímenes adicionales. Se creía que ciertamente no querría pasar por esa experiencia de nuevo. Sin embargo se hizo poco o ningún esfuerzo para reformar a los delincuentes a fin de hacerlos miembros más útiles de la sociedad.
De modo que en esta etapa de encargarse de los infractores, se consideraba a las prisiones como un mal lamentable pero necesario. Cuando otras personas condenaban las penalidades que sufrían los presos, un comentario frecuente que se oía en respuesta era: “Deberían haber tenido cuidado de no entrar en ellas.”
Sin embargo, bajo este concepto, ¿resultaron ser las prisiones un mejor elemento disuasivo del crimen? ¿Fueron superiores a los métodos previos de pena corporal y de muerte?
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¿Alcanzan sus metas las prisiones?¡Despertad! 1972 | 8 de abril
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¿Alcanzan sus metas las prisiones?
NO, EL concepto de una prisión como castigo para impedir que la gente cometa crímenes realmente no tuvo éxito. De hecho, el crimen aumentó.
Tampoco se beneficiaron los que habían cumplido condenas de encarcelamiento. Por lo general, la prisión tenía un efecto negativo. Esto era algo irónico, pues la sociedad encarcelaba al delincuente a causa de que era malo para esa sociedad, y sin embargo debido al lastimoso ambiente de las prisiones generalmente el delincuente empeoraba. Entonces se le ponía en libertad, ¡a menudo para ir a dar de nuevo a la cárcel por un término más largo!
En tiempos más recientes, la idea básica de las prisiones pasó por otro cambio considerable. La nueva idea promovida por reformadores sinceros era hacer de la rehabilitación, la reforma de los presos, la meta principal en la vida de la prisión. Se consideraba que el encierro era suficiente castigo en sí. No había de imponerse maltrato físico a un preso.
James Bennett, ex-director de prisiones federales de los Estados Unidos durante veintisiete años, dijo con respecto al abandono del castigo físico en este nuevo concepto: “A los oficiales del sistema federal se les prohíbe estrictamente que usen cualquier cosa que se asemeje a acción directa o que de modo alguno pudiera interpretarse como castigo corporal. No lo hacen, en parte porque esto es indeseable y también porque es menos eficaz que el quitar privilegios, un cambio de trabajo o cancelar las atesoradas visitas.”
Los presos que no cooperan también podrían perder ‘créditos de buena conducta,’ los cuales los habrían hecho elegibles para libertad bajo palabra más pronto, lo cual a su vez resultaría en una estancia más larga en la prisión. Se creía que el temor de perder esto sería un aliciente para buena conducta.
Pero aparte del abandono de la brutalidad, y del mejoramiento de las condiciones de vida, ¿sobre qué se basaba esta rehabilitación? Supuestamente era enseñarle a un preso el apartarse de su derrotero descarriado mediante educación apropiada. Eso incluiría el entrenarlo en nuevas habilidades de trabajo para que al ser puesto en libertad fuera un miembro más útil a la sociedad.
¿Es esto lo que realmente ha sucedido? ¿Están realizando estas metas las prisiones modernas?
No puede haber duda de que por lo general las condiciones en las prisiones han mejorado mucho en comparación con los horrores de hace un siglo o dos. Sin embargo, ¿están las condiciones de tal manera que tienen un buen efecto en la gente?
El senador Edward Brooke de Massachusetts declaró que ‘las condiciones de las prisiones casi universalmente son deplorables y tienen un efecto deshumanizador.’ El diputado al Congreso William Anderson de Tennessee declaró: “El sistema de correcciones de los EE. UU. es una total ignominia nacional.”
Autoridades federales que hicieron una gira en una penitenciaría estatal de Virginia Occidental la llamaron “un completo desastre,” y “una pesadilla de la custodia.” La violencia estaba fuera de control. Imperaban las drogas y el alcohol. Dijo acerca de la prisión un fiscal: “Es absolutamente absurdo enviar un hombre a esa prisión, porque va a salir peor.”
El Chronicle de San Francisco informó el caso de un testigo de Jehová que estaba en la prisión debido a su objeción por conciencia a la guerra. Un día este hombre amador de la paz observó un alboroto en otra celda. ¡Más tarde, vinieron los guardas y golpearon a los presos, incluso al Testigo! El periódico dijo: “Le oprimieron y le golpearon la garganta y luego lo llevaron al extremo del corredor, donde ‘la golpiza brutal e inhumana descargada sobre los otros presos fue tal que no pudo aguantar el verla’ y volteó la cabeza.” Él presentó la acusación de que un guarda también le golpeó en el ojo y la sien con un garrote. Entonces se le puso en prisión incomunicada sin atención médica. Y ni siquiera había estado envuelto en el alboroto.
También, debido a la falta de miembros del sexo opuesto, la homosexualidad cunde en las prisiones de los hombres, tal como cunde el lesbianismo en las prisiones de las mujeres. Violaciones homosexuales en masa son comunes. En el libro I Chose Prison, un ex-oficial de prisión federal dice: “Nadie ha dado con una solución al problema.”
En el Canadá, el Star de Windsor informa que después de una investigación de este problema veintitrés jueces quedaron “consternados” con lo que descubrieron. El periódico declaró: “Ex-reclusos han informado a las comisiones oficiales que en la mayoría de las cárceles a través del país casi es imposible el que un joven evite ni siquiera por corto tiempo el ser atacado sexualmente. ‘Sucede todo el tiempo,’ dice John Tennant, que ha pasado 13 años tras las rejas. ‘He visto a jóvenes atacados por tres o cuatro reclusos noche tras noche.’”
Para las mujeres, la vida en la prisión también puede ser desmoralizadora. La limitación de movimiento, los detalles mezquinos de la vida en la prisión, la estricta regulación del horario, el infrecuente contacto con los amados y la amenaza de la inmoralidad sexual son muy deprimentes.
Krishna Nehru Hutheesing, hermana del ex-primer ministro de la India, dijo acerca de su estancia en una prisión de la India por cargos políticos hace algunos años: “Descubrí que la falta de contacto humano, la manera insolente en que se nos hablaba y el ambiente opresivo del lugar, a veces llegaban a ser insoportables.” Habló de una vida “llena de amenaza, violencia, vileza y extorsión y de que siempre había maldecir de un lado y temblar del otro. La persona que era sensible se hallaba en una condición de continua tensión, con los nervios de punta.”
Concerniente a los niños que los tribunales familiares envían a centros de detención, el Times de Nueva York del 27 de julio de 1971 informó: “En el centro de detención se le encarcela con niños que han cometido homicidios, robos, asaltos y otros delitos. Impera la homosexualidad. Al tratar de resolver un problema, el tribunal lo ha colocado en una situación que solo puede conducir a más problemas.”
¿Qué hay de la reforma?
Claramente ninguna de estas condiciones son conducentes a la reformación de la persona. Pero, ¿qué hay de los programas de rehabilitación, como el adquirir nuevas habilidades de trabajo? ¿Pueden éstas contrarrestar las otras influencias negativas?
La opinión general entre los oficiales de las prisiones es: No. Cándidamente admiten que se aprenden pocas habilidades útiles, que el trabajo es soso y monótono, y que realmente no hay programa sólido para mejorar la condición mental del preso, lo cual es la clave para la reforma.
El presidente del Tribunal Supremo de los EE. UU., el juez Burger, dijo, según se le citó en el Post de Nueva York del 18 de septiembre de 1971: “Hoy pocas prisiones tienen siquiera una educación mínima o programa de entrenamiento vocacional para acondicionar al preso para su retorno a la sociedad como ser humano útil y capaz de ganarse la vida.”
El Guardian Weekly de Inglaterra publicó una carta de un preso que recientemente fue puesto en libertad de un término de encarcelamiento en ese país. Dijo: “El apiñamiento era insalubre y las instalaciones sanitarias eran tan pocas que la única palabra para describirla es ‘suciedad’ en el peor sentido posible. . . . Una condena de encarcelamiento puede ser una humillación, una degradación, y un desdoro al orgullo y carácter de uno . . . Lo que no es de ninguna manera, modo o forma es un período reformativo para el criminal o una medida preventiva contra más crimen.”
Ese avalúo está respaldado por evidencia en todas partes. Las prisiones modernas no están disuadiendo del crimen, pues éste está ‘explotando’ en casi todo país de la Tierra. Y las prisiones no están efectuando lo que habían esperado los reformadores, no están rehabilitando a los criminales para una vida más útil después de regresar a la sociedad. Como dijo el U.S. News & World Report del 27 de septiembre de 1971: “El fracaso de las prisiones para reformar a los delincuentes se patentiza por estadísticas que muestran que aproximadamente el 80 por ciento de todos los delitos graves los cometen ‘repetidores.’”
[Comentario de la página 9]
Dice un ex-preso en Inglaterra: ‘Una condena de encarcelamiento no es de ninguna manera, modo o forma un período reformativo o una medida preventiva contra más crimen.’
Una revista noticiera dice: “Aproximadamente el 80 por ciento de todos los delitos graves los cometen ‘repetidores.’”
[Ilustración de la página 8]
Niños enviados a centros de detención a menudo son colocados en una situación que solo puede conducir a más problemas
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¿Qué soluciones ofrecen?¡Despertad! 1972 | 8 de abril
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¿Qué soluciones ofrecen?
PUESTO que por lo general las prisiones no están reformando a los delincuentes, y ciertamente no están poniendo freno al esparcimiento de la delincuencia, ¿qué hay ahora? ¿Qué debe hacerse con la gente que comete delitos?
Las respuestas que provienen de oficiales, policía y el hombre común están en pugna. No hay un modelo consistente. Las autoridades mismas se contradicen unas a otras.
¿Más severas, o más clementes?
Una escuela de pensamiento es el dejar de “mimar” a los presos. Los que sustentan este punto de vista dicen que el castigo debería ser mucho peor, que las condenas de encarcelamiento deben ser más severas.
El Times de Londres hace notar que Police Review de la Gran Bretaña dice que “ha llegado el tiempo de colgar, azotar, matar de hambre o efectuar una variedad de cosas para hacer sufrir a ciertos criminales.” Dice que la gente se “está hartando” de la clemencia que se muestra a los criminales.
Hasta algunos presos concuerdan en el uso de castigo físico... con tal que esto signifique el abreviamiento de las condenas. Uno que había estado en la prisión de Alcatraz le dijo a un oficial de prisión: “Hay tres razones por las que los hombres son enviados a la prisión. Como castigo, para rehabilitación y para proteger al público. A veces, me parece que las últimas dos se pierden de vista al dictar condenas. Si un hombre pasa tres o cinco o diez años alejado de su familia y amigos, bajo trato más o menos imparcial y no obstante represivo, encerrado en una celda, privado de todos los privilegios de la vida normal, y obligado a seguir una rutina monótona, ¿no es eso demasiado?”
¿Qué recomienda? Este preso dijo: “Me parece que la mayoría de los presos dirían No a la reforma de las prisiones... dirían: ‘Sigan, hagan duras las prisiones, háganlas realmente duras, hasta brutales, pero abrevien la condena y así acaben de una vez.’ Nadie pensaría en azotar a un hombre, día tras día, mes tras mes, por el mismo delito. Pero los años de encarcelamiento son peores.”
Sin embargo, hay otros que dicen exactamente lo contrario. Dicen que la vida en las prisiones ya es demasiado brutal. Les gustaría que más dinero de los impuestos fuese dedicado a las prisiones para convertirlas en lugares donde los presos pudieran vivir decentemente y recibir trabajo productivo, estimulante que hacer. Quieren hacer más fácil, más feliz, la porción del preso.
Obviamente, no hay ningún acuerdo sobre el asunto. Pero hay una cosa que no debemos pasar inadvertida. En siglos recientes se ha probado casi todo lo relacionado con las prisiones. Lo que ahora recomiendan algunos en cuanto a más brutalidad o menos brutalidad, condenas más largas o más cortas, reformas o no reformas... se ha probado antes. Y generalmente ha fracasado. ¿Parece razonable regresar y probar de nuevo los fracasos del pasado?
Las prisiones mismas puestas en tela de juicio
Es por eso que algunas autoridades están comenzando a poner en tela de juicio el entero concepto de las prisiones. Se preguntan si la abrumadora mayoría de personas en ellas siquiera debería estar ahí.
El libro The Ethics of Punishment dice: “Después de más de 150 años de reforma de prisiones, el rasgo sobresaliente del movimiento actual es su total escepticismo con respecto al encarcelamiento y su búsqueda de nuevos y más adecuados métodos de tratar con los delincuentes fuera de los muros de las prisiones.”
El ex-jefe de las prisiones federales James Bennett dijo acerca de la vida de la prisión: “Separa a los hombres de sus familias y amigos por períodos sumamente largos. Impone un estigma por el resto de la vida. Los restringe a unos cuantos acres sombríos y pone en vigencia un monótono horario de trabajo. Los viste con uniformes de pacotilla de los cuales se ha borrado la individualidad. Destruye su derecho a la vida privada y los amontona con compañeros que quizás detesten. Los priva de relaciones sexuales normales e impone una tentación hacia la homosexualidad. Una condena de encarcelamiento en el peor de los casos equivale a un tormento refinado mucho más severo que el castigo corporal.”
Otros concuerdan. Un abogado que estuvo en una reunión de administradores de prisiones escribe esto acerca de sus puntos de vista:
“Cada hombre encabezaba una prisión principal; todos eran veteranos en ese negocio; ninguno era de ‘corazón compasivo,’ ‘condescendiente’ en cuanto a la delincuencia o ingenuo en cuanto a los delincuentes.
“Le pregunté al alcaide que estaba sentado junto a mí qué porcentaje de la gente bajo su cargo necesitaba estar en la prisión. ‘¿De acuerdo con cuáles normas?’ preguntó. ‘A fin de proteger a la sociedad de daño personal,’ contesté. ‘Aproximadamente del 10 al 15 por ciento,’ dijo. Preguntamos a los otros alcaides en la habitación; ninguno disintió.
“Desde entonces, al visitar numerosas prisiones por todo el país y en el extranjero, siempre he hecho la misma pregunta. Nunca he recibido una respuesta diferente.”
Ramsey Clark, ex-jefe superior de la administración de justicia de los Estados Unidos, opina casi lo mismo. Enfatiza “una filosofía de evitar la detención siempre que sea posible por medio de esfuerzos de prevención, trato de comunidad y la inspección bajo prueba.”
Por consiguiente, después de años de prueba y fracaso, la conclusión a la que están llegando ahora un número cada vez mayor de oficiales es que las prisiones ni están poniendo freno al crimen ni reformando a los delincuentes. Sencillamente no están efectuando el trabajo que se esperaba, y se necesita alguna otra cosa. Pero en cuanto a cuál debe ser la norma para establecer un sustituto, no hay acuerdo. En cambio, hay anarquía de ideas.
Hay más incluido
Sin embargo, uno no debería ser presto para llegar a la conclusión de que el fracaso en general de las prisiones es la causa básica de la explosiva situación de la delincuencia. Este no es el caso, aunque el fracaso de la prisión sí empeora una situación que ya es mala.
Lo que está incluido es mucho más fundamental. Hay una enfermedad básica que prevalece sobre la humanidad en general. La atestada población de las prisiones simplemente es un reflejo de esta enfermedad de la sociedad.
Por mucho tiempo, especialmente desde la I Guerra Mundial, las naciones han estado saturadas de influencias negativas. Ha habido violencia en masa y destrucción en la guerra, prejuicio racial, barrios bajos en aumento, ghettos, pobreza y egoísmo e hipocresía en los niveles más elevados de la vida política, religiosa y económica. Las enseñanzas permisivas en cuanto a la moralidad han corroído más los principios elevados y han estimulado las tendencias criminales.
Uno siega lo que siembra, dice aptamente la Biblia. Con esas influencias negativas bombardeando la mente de la gente por más de medio siglo, realmente no debe sorprendernos el que se esté segando una gigantesca cosecha de infractores.
También, un informe expedido por el Ministerio de Justicia de los EE. UU. hace notar “que el 75% de todas las personas arrestadas por robo eran menores de 25 años de edad.” Demuestra que, de ésas, “33% eran menores de edad.” Por lo tanto, muchos jóvenes cometen delitos antes de siquiera haber visto el interior de una prisión. De modo que no se puede culpar a la vida en las prisiones por la mayor parte del aumento de la delincuencia. Los defectos en la sociedad lo están produciendo en abundancia.
Tampoco son solo unas cuantas personas las que están envueltas en la delincuencia y en apoyar a ésta. La responsabilidad yace en una gran parte de la población. El ex-consejero presidencial sobre el crimen organizado, Ralph Salerno, dirigiéndose a un auditorio canadiense dijo:
“La gente que apuesta y apoya la oferta de artículos y servicios de parte de figuras criminales del hampa organizada es lo misma gente que le dice a los sondeadores de la opinión pública de su país y el mío que quieren ley y orden y justicia.
“¿Quiere [usted] detener el Crimen Organizado mañana a las 8 de la mañana? Si usted hace que todo canadiense y yo hago que todo norteamericano deje de apoyar sus actividades ilegales el Crimen Organizado queda liquidado. No hay necesidad de policías. Hay necesidad de ciudadanos honrados. Hay necesidad de atacar la hipocresía.”
En consecuencia, los esfuerzos de reforma dentro de las prisiones fracasan por la mismísima razón de que los criminales son producidos en abundancia fuera de la prisión: las enseñanzas, actitudes y acciones del mundo obran contra el crear mentes saludables. No se puede esperar con apego a la realidad que tengan éxito las reformas de las prisiones, o que el crimen disminuya, en vista de la dieta mental que está obteniendo ahora la gente. ¿Cuál es la solución? ¿Qué se puede hacer tocante a las prisiones mismas? ¿Se hará algo alguna vez en cuanto a las condiciones productoras de infractores?
[Ilustración de la página 11]
Un ex-jefe de prisión federal dice: “Una condena de encarcelamiento en el peor de los casos equivale a un tormento refinado mucho más severo que el castigo corporal”
[Recuadro de la página 10]
ALGUNAS CAUSAS PRINCIPALES DE LA DELINCUENCIA
Violencia en masa en la guerra, prejuicio racial, barrios bajos y ghettos, pobreza, hipocresía política y religiosa y enseñanzas permisivas.
[Recuadro de la página 12]
LA PROTECCIÓN CONTRA LA DELINCUENCIA ES CARA
Los Estados Unidos tienen unos 500.000 policías. El costo anual total pasa de 4.000.000.000 de dólares, sin incluir el salario de los jueces, el personal de las prisiones o el costo de los edificios y el equipo. El salario inicial del policía individual en muchas ciudades ahora es de aproximadamente 8.500 dólares al año.
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¿Cuál es la solución?¡Despertad! 1972 | 8 de abril
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¿Cuál es la solución?
LA POBLACIÓN de las prisiones continúa aumentando. También aumenta la delincuencia. Es muy obvio que es necesario hacer algo diferente. Pero, ¿qué?
Hay varias cosas que considerar. Una es lo que está dentro del alcance de los humanos. Otra es lo que está fuera de su poder y que no obstante se hará sin falta.
¿Cuáles son algunas de las cosas que la gente y los gobiernos podrían cambiar si quisieran hacerlo?
Se necesita justicia uniforme
Una cosa que podrían cambiar es la falta de uniformidad que ahora existe. El castigo por un delito en un lugar no siempre es el mismo en otro. Eso desanima a respetar la ley y amarga a los delincuentes.
Por ejemplo, se dice que un violador en el estado de Connecticut cumple un promedio de un año y nueve meses de encarcelamiento. Pero justamente al otro lado de la línea estatal en Nueva York se dice que el término medio es de cuatro años y dos meses. Un asesino en Texas cumple aproximadamente dos años y nueve meses en promedio. Pero en Ohio, el delincuente de la misma clase generalmente cumple quince años y dos meses.
Un hombre, de treinta y dos años de edad, sin empleo y con una esposa que acababa de tener un malparto, falsificó un cheque de 58,40 dólares. No tenía previos antecedentes policíacos y había sido veterano de la guerra, dado de alta honrosamente. El juez lo condenó a quince años de prisión. En el mismo año, otro hombre de treinta y dos años, también sin empleo, falsificó un cheque por 35,20 dólares. Sin embargo, él había estado dos veces en la cárcel antes, una vez por seis meses por no sostener a su esposa e hijo. No obstante, el juez que se encargó de este caso solo lo condenó a treinta días. ¡El hombre con el mejor registro recibió un castigo aproximadamente 180 veces más severo!
En Atlanta, el tesorero de edad madura de un banco cooperativo fue condenado a solo 117 días por desfalcar 24.000 dólares. En la prisión encontró a otro desfalcador de su propia edad, sin registro previo y buena vida de familia, que estaba cumpliendo veinte años de encarcelamiento a los cuales seguirían cinco años de libertad condicional. Una artista “desnudista” de Texas recibió una condena de encarcelamiento de quince años por poseer marihuana. Pero tres científicos de una compañía de drogas que se declararon culpables de falsificar datos sobre las drogas que perjudicaron a centenares de personas recibieron condenas suspendidas de seis meses.
Esos casos ilustran la necesidad de que la ley sea uniforme, imparcial, mostrando consideración por el registro de los delincuentes. Pero esa clase de imparcialidad, esa clase de justicia uniforme, no se halla en ninguna parte del horizonte desde el punto de vista del hombre.
¿Qué hay de las víctimas?
Un elemento que casi se pasa por alto enteramente en el trato de los delincuentes es la consideración a sus víctimas. Una persona puede ser lisiada, robada, defraudada, violada y sin embargo poco se hace para indemnizar a la víctima. En cambio, el delincuente recibe una condena de encarcelamiento, y más tarde el peso de la compasión parece dirigirse al criminal y a menudo la víctima inocente es olvidada.
¿Qué alternativa hay para esta situación desequilibrada? El abogado Ronald Goldfarb de Washington, D.C., ofreció esto:
“Un programa completamente desarrollado de indemnización a la víctima es una alternativa principal de la encarcelación. Más del 80 por ciento del crimen se relaciona con propiedad, y el castigar al delincuente efectúa poco para proteger a la víctima o restaurarle lo perdido.
“En la mayoría de los casos, me parece que la única cosa que desea la víctima de, digamos, un robo y desea la sociedad en general para su tranquilidad de ánimo colectiva es reparación para la víctima.
“Si alguien me roba 100 dólares, me sirve de muy poco el que el ladrón sea enviado a la prisión por un año. Preferiría que me devolviera mis 100 dólares; posiblemente un poco más para sufragar la dificultad que me causó.”
¿Cómo sugiere él que se haga esto si el delincuente no tiene dinero? Él dice: “El delincuente sin dinero podría cumplir su condena en un proyecto de obras públicas a fin de ganar dinero para sufragar el costo de su delito. Quizás se le niegue al delincuente extraordinario el derecho de trabajar fuera de la prisión bajo control probatorio, pero aun a él se le debe exigir que trabaje en la prisión para pagarle a su víctima.”
¿Podría tener éxito ese sistema tocante a algunos de los que ahora están en prisión? Parece que sí, pues la mayoría no son lo que uno llamaría criminales ‘empedernidos.’ De hecho, el administrador de prisión Bennett declaró:
“Uno de los conceptos erróneos acerca de las prisiones es que están llenas de asesinos sádicos, pistoleros desesperados, ladrones románticos y estafadores ladinos. De hecho, los ‘de primera categoría’ no equivalen a más de uno en cada diez . . .
“Los demás son lo que yo llamo ‘mediocres,’ y el preso típico jamás ha ganado más de cincuenta dólares de un solo delito. Es un joven ladrón de autos que anda en busca de su El Dorado, o un tonto que arriesgaría diez años en la prisión por obtener diez dólares de una caja registradora de una farmacia.”
Aumenta el número de oficiales que opinan que se hubiera podido dejar completamente fuera de la prisión a muchos presos sin poner en peligro a la sociedad. De hecho, algunos de los presos de estas clases ya están en un sistema de ‘prisión abierta’ con el que han experimentado Suecia y unos cuantos otros países. Estas instituciones no tienen muros, no tienen rejas, ni guardas armados patrullando. Los presos están bajo un sistema de honor y se presentan de vuelta a sus habitaciones después de trabajar. Algunas autoridades opinan que en el caso de presos de esa clase si el trabajo estuviera enlazado con la indemnización a la víctima, la mayoría de las prisiones prácticamente podrían estar vacías. Opinan que solo el criminal empedernido necesitaría ser encerrado en la cárcel.
¿Hubo un tiempo en el cual una nación entera usó un sistema similar de indemnización hecha por el delincuente más bien que encarcelamiento? Sí. ¿Tuvo éxito? Sí. El Israel de la antigüedad lo usó en escala nacional.
Cómo funcionaba la ley de Israel
Las leyes que gobernaban al Israel de la antigüedad fueron dadas por Dios mediante Moisés. Puesto que Dios hizo al hombre, ciertamente sabría la mejor manera de tratar con la entera esfera de actividad humana, incluso el tratar con los delincuentes.
Como se notó con anterioridad, la ley de Dios por medio de Moisés no estipulaba ninguna condena de encarcelamiento. Estipuló otros castigos específicos por los delitos. Los delitos contra propiedad, como robo, destrucción o fraude, nunca se castigaban encarcelando al delincuente. En cambio, el castigo básico era indemnización a las víctimas.
Por ejemplo, si una persona robaba un toro o una oveja, y se le atrapaba con el animal, tenía que pagar indemnización dándole a la víctima dos toros o dos ovejas. El castigo era el doble de la cantidad del robo o del daño causado. Si el ladrón ya había degollado o vendido el toro u oveja, entonces subía la indemnización: a cambio del toro tendría que pagar cinco toros; por la oveja, cuatro ovejas. Artículos robados además de ganado requerían doble indemnización.—Éxo. 22:1-9.
Pero, ¿qué hay si el delincuente no podía efectuar indemnización por el robo? Entonces era vendido como esclavo y el precio se usaba como indemnización. Servía a su amo hasta que había trabajado para saldar su deuda. Sin embargo, como esclavo la ley exigía que se le tratara bondadosamente como trabajador asalariado. Así, la víctima sería indemnizada, y también el que pagaba por el esclavo, puesto que estaría obteniendo trabajo en recompensa.—Éxo. 22:3.
Hoy la persona que asalta a otra recibe una condena de encarcelamiento o una condena suspendida probatoria. Pero su víctima quizás pierda semanas o meses de trabajo. ¿Quién paga las cuentas de la víctima mientras está incapacitada? El delincuente no las paga. En algunos lugares es posible que la víctima no tenga ingresos de ninguna clase y así llegue a ser una carga para la comunidad.
Pero bajo la ley que Dios le dio al Israel de la antigüedad el delincuente tendría que indemnizar a la víctima por el tiempo que ésta había perdido del trabajo: “En caso de que haya hombres que se pongan a reñir y uno efectivamente hiera a su prójimo con una piedra o un azadón y éste no muera pero tenga que quedarse en cama; . . . entonces el que lo hirió . . . hará compensación solo del tiempo que se perdió del trabajo de aquél hasta que lo tenga completamente sanado.”—Éxo. 21:18, 19.
Esto no quiere decir que en la situación compleja y desconcertante del día actual se podrían usar exactamente los mismos métodos. Pero ciertamente algún método por el cual el delincuente indemnizara a la víctima sería superior a la condena de encarcelamiento para el delincuente y ninguna indemnización a la víctima, como sucede ahora.
¿Qué hay de la pena de muerte?
Hoy la tendencia es eliminar la pena de muerte, aun para asesinos endurecidos. En cambio se encarcela a los culpables.
Sin embargo, después de unos cuantos años en prisión, algunos son puestos en libertad. A veces matan de nuevo. El presidente Pompidou de Francia recientemente hizo notar un incidente en el que presos en una cárcel francesa mataron a dos rehenes. Usó la ocasión para hablar de un hombre que había matado a su esposa, cumplió el tiempo en la prisión como prisionero ‘modelo,’ fue puesto en libertad, se casó con una joven dedicada a la asistencia social de la prisión... y la mató dos años después.
Otro asesino hacía alarde de que había asesinado a veintidós personas. Juró que asesinaría a un guarda de la prisión para que fueran veintitrés. Mientras estuvo en prisión en Leavenworth, Kansas, consumó esa amenaza. Mató a un guarda. Otra víctima inocente había muerto.
Muy a menudo, ése es el modelo. Los asesinos puestos en libertad matan de nuevo. Y muy a menudo se pierde de vista tanto a las primeras víctimas inocentes, como a las posteriores víctimas inocentes, por indebida compasión al asesino.
¿Cuál era la ley de Dios al Israel de la antigüedad concerniente a esos crímenes? El asesino convicto, sin falta, era ejecutado. Esto servía tanto como castigo como elemento disuasivo. Y no había ambigüedad en el asunto. Un tribunal no fallaba de una manera, y otro tribunal de alguna otra manera. El asunto se manejaba de manera uniforme en todo el país porque las mismas leyes aplicaban en todas partes.—Éxo. 12:49.
En consecuencia, en el Israel de la antigüedad jamás habría la posibilidad de que los asesinos fueran puestos en libertad para matar a otras personas inocentes. Ellos, los culpables, habiendo sido prevenidos por la ley concerniente a lo preciosa que es la vida a la vista de Dios, pagaban el precio.
Los homicidas por accidente recibían trato diferente, aunque no se les ponía en prisión. Pero debido a que habían quitado vida, se requería que vivieran por un período específico en zonas apartadas con ese propósito. Ahí podían llevar a cabo las actividades normales de la vida, pero no podían salir, bajo pena de muerte. De modo que se imponía una restricción porque habían quitado vida, pero se les concedía un arreglo misericordioso porque había sido involuntario.—Núm. 35:6-32.
Es también de gran interés la manera en que se trataba a los delincuentes irreformables en Israel, aunque sus delitos no merecieran originalmente la pena de muerte. Si las personas deliberadamente rehusaban cumplir con la ley, si eran irreformables, eran ejecutadas. De esta manera se efectuaban dos cosas. Como dice Deuteronomio 17:12, 13: “Tienes que eliminar [por ejecución] de Israel lo que es malo. Y todo el pueblo oirá y tendrá miedo, y ya no obrará presuntuosamente.” Sí, los criminales no arrepentidos eran ‘eliminados,’ ejecutados. Esto servía como castigo, como elemento disuasivo y también como protección a los inocentes que deseaban llevar su vida de acuerdo con la ley.
De modo que no había condenas de encarcelamiento en el Israel de la antigüedad. No se sabía de prisiones costosas ni de los enormes impuestos que se necesitan para conservarlas. Y mientras los gobernantes y el pueblo obedecían estas leyes, prosperaba la nación. Pero cuando no respetaban ni obedecían esas leyes divinas, entonces la nación comenzaba a degenerarse hasta el desafuero. Con el tiempo, la decadencia resultó en la destrucción de esa nación.
Reforma permanente
La clave para la reforma verdadera es la educación. ¿Qué clase de educación? Educación en cuanto a las normas correctas de vivir, moralidad correcta y actitudes correctas. ¿Quién puede garantizar que cierto modelo de educación es correcto, el mejor para la gente? Solo la instrucción que proviene de Dios podría hacerlo.
Esto no quiere decir que uno debería esperar que las naciones de la actualidad adopten los arreglos del Israel de la antigüedad para castigar a los delincuentes. Ninguna de ellas se está sometiendo al régimen por Dios. Por lo tanto, no se puede
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