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  • ¿Le amenaza realmente el delito?
    ¡Despertad! 1985 | 8 de agosto
    • ¿Le amenaza realmente el delito?

      ¿Ha sido usted víctima de un asalto alguna vez, o conoce a alguien que lo ha sido?

      ¿Tiene miedo de salir a la calle una vez que el Sol se ha puesto? O si sale, ¿toma ciertas precauciones?

      ¿Evita tomar el metro o transporte público a ciertas horas del día?

      Si tiene hijos pequeños, ¿los aconseja en cuanto a hablar con desconocidos?

      ¿Le preocupa que sus hijos puedan ser agredidos en la escuela?

      ¿Tiene usted más de una cerradura en la puerta? ¿Tiene una alarma contra robos o un dispositivo especial de traba en su automóvil? ¿Pone un candado a su bicicleta cuando la estaciona afuera en la calle?

      Si usted contestó afirmativamente a cualquiera de estas preguntas, entonces percibe que el delito le amenaza realmente.

      DURANTE los últimos años las personas han llegado a estar más conscientes del delito. ¿Por qué? Debido a que este ha afectado a su vecindario, sus amistades, su familia y a ellas mismas. Como decía un titular del periódico The New York Times: “El temor al delito está ahora entretejido en la estructura de las vidas de la ciudad”. El artículo pasó a decir: “Para los residentes de la ciudad de Nueva York, tanto ricos como pobres, el delito ya no es algo que ocurre a otras personas. Satura la ciudad, y ha producido forzadamente cambios —algunos sutiles, otros notables— en el modo como la gente vive su vida”. Y eso aplica no solo a Nueva York, sino a muchas otras ciudades alrededor del mundo.

      El delito... una “industria en desarrollo” mundialmente

      INDIA: El delito no es de manera alguna solo un problema estadounidense. Es una plaga mundial. Por ejemplo, la revista India Today se refirió al estado norteño de Bihar como “reino de secuestradores”. Un hermano de cierta víctima de un secuestro dijo: “Hay terror absoluto. Hemos dejado de salir de nuestras casas después de la puesta de Sol. Vivimos en constante temor”. Otro titular de prensa decía: “El delito organizado es una industria en desarrollo en la India”.

      ITALIA: En Italia también hay problemas delictivos... y no solamente con la mafia. Existe también “la Camorra, un imperio de criminales fundado hace más de un siglo de modo semejante a la mafia siciliana, un estado dentro de otro estado”, según el periódico The Washington Post. “Se cree que [esta sociedad de criminales] ha sido responsable de casi 1.000 asesinatos durante los últimos tres años”, dice la misma fuente.

      JAPÓN: El delito es una causa de preocupación en la sociedad japonesa. Cierto periódico informó recientemente que en el Japón hay 2.330 grupos delincuentes que la policía conoce, con un total de casi 100.000 delincuentes y criminales.

      CHINA: El gobierno ha tomado medidas drásticas en un esfuerzo por reducir su propio “problema delictivo en aumento”, según Far Eastern Economic Review. A los asesinos y a los violadores sexuales se les ejecuta a veces públicamente, y a otros criminales y delincuentes se les hace desfilar por las calles con letreros colgados del cuello que anuncian sus respectivos nombres y delitos.

      BRASIL: Una encuesta efectuada en São Paulo y Río de Janeiro indica que 65 por 100 de la población evita deliberadamente las zonas que se sabe que son peligrosas; 85 por 100 de la gente ya no se pone joyas ni lleva objetos valiosos cuando sale del hogar. Más de 90 por 100 de los participantes en la encuesta creen que podrían ser asaltados en cualquier momento.

      NIGERIA: El delito forma parte también de la vida en los países africanos. Al escribir para el periódico New Nigerian, el corresponsal A. Adamu explicó: “El robo con escalo, el robo a mano armada, el incendio premeditado, el asesinato y la mutilación criminal, la horrorosa crueldad con que estos se llevan a cabo en este país hoy día deja a uno pasmado y desorientado en cuanto a buscar la mejor manera de describir el estado de terror y locura que el delito ha creado en la mente del pueblo”.

      La verdad es que el temor al delito cunde por la mayoría de las ciudades principales. Esta extendida percepción del delito reprime al segmento de la sociedad que es observante de la ley. Y la gente está cansada de que la intimiden y de que no tenga protección apropiada. Así que cuando un ciudadano devuelve golpe por golpe contra los delincuentes, recibe una inicial ola repentina de benevolencia.

      Pero ¿por qué recurren al delito tantas personas? ¿Podría ser que —al contrario del viejo dicho— realmente valga la pena hacerse criminal?

  • ¿Vale la pena hacerse criminal?
    ¡Despertad! 1985 | 8 de agosto
    • ¿Vale la pena hacerse criminal?

      “Nadie sale para cometer un delito porque esté hambriento hoy”, declaró el alcalde Koch, de la ciudad de Nueva York. “Entonces, ¿por qué comete una abrumadora cantidad de delitos la gente?” Siguió diciendo: “Porque hay más probabilidades de no ser atrapado que las de ganar en un hipódromo. Si se cometen 500.000 delitos graves o más, solamente 100.000 de ellos terminan en arrestos y solo 2 por 100 [de los delincuentes] van a la cárcel. Esas son [...] buenas probabilidades”.

      POR supuesto, la opinión del alcalde Koch es solamente uno de los aspectos de un problema muy complejo... las causas del delito. No obstante, es un punto válido. Si los de la clase delincuente de cierto país creen que hay poca posibilidad de ser atrapados, es probable que continúen en su carrera lucrativa.

      A menudo el motivo fundamental para cometer un delito es el deseo de tener dinero. Los bienes robados se convierten rápidamente en dinero efectivo. ¿Y cuál es una de las actividades que por sí solas envuelven el mayor flujo de dinero efectivo en el mundo hoy día? He aquí una clave: “Si hubiera una corporación que comercializara la cocaína hoy día en los Estados Unidos, sus $30.000 millones en ingresos anuales la colocarían en séptimo lugar entre las corporaciones [de la lista] Fortune 500” (The New York Times). ¡Y eso representa solamente una droga... la cocaína! Si pudiéramos juntar todo el dinero que circulara en todo el tráfico mundial de drogas, la cifra aturdiría la mente. El delito y las drogas están rindiendo grandes dividendos a personas por todo el mundo. Los que se han hecho millonarios mediante el tráfico de drogas están construyendo casas de campo costosas y hogares lujosos para sí. Para ellos, vale la pena hacerse criminal. Pero ¿cómo se salen con la suya?

      ¿Por qué florece el delito?

      Entre las varias razones por las cuales florece el delito, hay una fundamental... un fallo en el sistema judicial de muchos países. ¿Cuál es? La Biblia declara: “Por cuanto no se ejecuta sentencia contra la obra mala muy en breve, por eso el corazón de los hijos de los hombres dentro de ellos está plenamente resuelto a hacer el mal” (Eclesiastés 8:11, Versión Moderna). Esa antigua máxima es tal vez hasta más verídica hoy día, cuando en muchas partes del mundo el lento proceso legal favorece al criminal. Un abogado de California declaró: “Una de las mejores defensas es la demora”. Los recuerdos se desvanecen y a veces la motivación para seguir el juicio disminuye debido a todas las dificultades que esto causa a las víctimas. (Véase la página 6, “El sistema de injusticia penal”.)

      En el caso de muchos, el delito está produciendo beneficios... en gran cantidad. ¿Y quién paga por ello? Es el público en general, especialmente las personas que están en los niveles de ingresos más bajos de la sociedad y cuentan con menos protección. El senador estadounidense D’Amato declaró en una carta a sus compañeros neoyorquinos que se había registrado una “pequeña mengua en el índice de criminalidad”. Pero añadió: “Todavía cerramos bien nuestras puertas con pestillo. Todavía vivimos con miedo a salir de noche, incluso a la tienda de comestibles, a la iglesia o al templo. Cuando sí salimos, nos aseguramos de caminar por donde haya mucha gente y, cada vez más, nos aseguramos de llevar algo de dinero por si acaso nos asaltan. Hay muchísimas cosas por las cuales preocuparse ahora, cosas a las que nunca solíamos temer. A veces tenemos tanto miedo que llegamos a ser prisioneros, mientras que los que deberían estar encarcelados están libres”.

      Pero ¿por qué recurren algunos al delito como modo de vivir? ¿Son la pobreza, el hambre y el desempleo las razones fundamentales?

      [Recuadro en la página 6]

      El sistema de injusticia penal

      La siguiente comparación de los efectos que un delito grave tiene en el criminal y en la víctima se basa en una tabla publicada en el periódico The Daily Oklahoman, y preparada por el ministro de justicia de Oklahoma, Mike Turpin.

      EL CRIMINAL

      Puede elegir... cometer un delito grave, o no cometerlo.

      Si comete el delito grave, puede: 1) ser atrapado y arrestado (posibilidad: aproximadamente 20 por 100 en los Estados Unidos); 2) no ser atrapado y probablemente siga una vida criminal.

      El arresto

      1. Hay que informarle sus derechos.

      2. Si resulta herido durante la comisión del delito grave o durante su arresto, recibe de inmediato asistencia médica.

      3. Se le provee un abogado si no tiene los medios para conseguir uno.

      4. Se le puede poner en libertad bajo fianza o por dar su palabra de presentarse para el juicio.

      Antes del juicio

      1. Se le provee alimento y alojamiento.

      2. Tiene libros, un televisor y recreación a su alcance.

      3. Tiene a su disposición servicios médicos, incluso asesoramiento en cuanto a las drogas y las bebidas alcohólicas.

      El juicio

      1. Se le provee un abogado nombrado por el Estado.

      2. Puede declararse culpable de una acusación menos grave para conseguir una sentencia menor.

      3. Puede demorar el juicio y remitir la causa a otro tribunal.

      4. Puede valerse de varias maniobras para ocultar pruebas o quedar absuelto.

      5. Si se le declara culpable (solo a 3 por 100 de los que cometen delitos graves se les declara culpables), puede apelar de la decisión.

      Al dictar la sentencia

      1. Quizás no vaya a la cárcel... hay numerosas opciones.

      La sentencia

      1. Si se le envía a la cárcel, cuenta con alimento y alojamiento gratuitos nuevamente.

      2. Puede recibir toda clase de tratamiento médico y sicológico a costa del Estado.

      3. Puede mejorar su educación y desarrollar destrezas laborales.

      4. Puede ingresar en uno de los numerosos programas de rehabilitación.

      5. Si despliega buena conducta y trabaja bien, puede ser puesto en libertad antes de cumplir la sentencia.

      Después de la liberación

      1. Tiene a su disposición programas de ayuda y préstamos.

      Resultado final

      Una gran proporción de ellos vuelven a una vida criminal.

      LA VÍCTIMA

      No puede elegir... es víctima involuntaria de un delito grave.

      El arresto

      1. Si resulta herida, paga sus propias facturas médicas y por el uso de la ambulancia. Quizás sufra por consecuencias sicológicas toda la vida.

      2. Es responsable de reemplazar sus propias pérdidas de bienes.

      3. Es responsable de los problemas económicos que resulten del delito grave.

      4. Pierde tiempo mientras coopera con las agencias encargadas de la aplicación de la ley.

      5. Por lo general no se le informa sobre el progreso del caso.

      Antes del juicio

      1. Tiene que hacer arreglos para su propia transportación hasta el tribunal y las oficinas de la policía, y pagar por ella. Pierde horas de trabajo y quizás ingresos.

      2. Todavía se le oculta información sobre el progreso del caso.

      El juicio

      1. De nuevo tiene que hacer arreglos de transportación y estacionamiento, y pagar por ello.

      2. Tiene que pagar a una niñera o por otros gastos domésticos.

      3. Tiene que relatar el delito grave y ser sometida a interrogatorio riguroso para comprobar lo que declaró antes. Es sencillamente otra de las pruebas.

      4. El fiscal representa al Estado, no a la víctima. Por lo general no se exige indemnización para la víctima.

      5. No tiene derecho de apelar de la decisión, aunque se ponga en libertad al criminal.

      Al dictar la sentencia

      1. No tiene ni voz ni voto en la decisión, los alegatos ni el sentenciar.

      2. A menudo ni siquiera se le llama al dictar la sentencia.

      Después de la liberación

      1. Muchas veces queda descontenta con el sistema de “justicia” penal.

      2. Tiene miedo a criminal(es) puesto(s) en libertad y a represalias.

      3. El trauma tal vez continúe por el resto de su vida.

      Resultado final

      Ya no respeta un sistema que hace esfuerzos excepcionales por respetar los derechos del criminal, pero que pasa por alto las necesidades de la víctima.

      [Ilustración en la página 5]

      El tráfico de drogas... una de las actividades que por sí solas envuelven el mayor flujo de dinero efectivo en el mundo hoy día

  • ¿Qué mueve a alguien a hacerse criminal?
    ¡Despertad! 1985 | 8 de agosto
    • ¿Qué mueve a alguien a hacerse criminal?

      “YO CREÍA que el comportamiento criminal era un síntoma de conflictos escondidos que habían resultado de traumas y privación a temprana edad [...] Pensaba que las personas que recurrían al delito eran víctimas de un trastorno sicológico, un ambiente social opresivo, o de ambos. [...] Consideraba que el delito era casi una reacción normal, si no excusable, a la pobreza, la inestabilidad y la desesperación agobiadoras que saturaban su vida” (Inside the Criminal Mind [Dentro de la mente criminal]). (Las cursivas son nuestras.) Este era el punto de vista del siquiatra Stanton Samenow antes que comenzara a entrevistar a centenares de criminales y delincuentes.

      En un esfuerzo por explicar por qué llega una persona a ser criminal o delincuente, varios siquiatras y otros expertos han presentado una variedad de razones... desempleo, poca educación, desagradables antecedentes de familia, desequilibrio alimentario y presiones sicológicas, entre otras razones. Aunque estos factores pueden influir, hay otro hecho que no se puede pasar por alto... millones de personas aguantan estas circunstancias diariamente sin recurrir al delito como solución.

      Los criminales... ¿víctimas, o victimarios?

      Después de una investigación prolongada, el doctor Samenow adoptó un enfoque diferente. Escribe: “La esencia de este enfoque es que los criminales optan por cometer delitos graves. El delito radica en la persona y es ‘causado’ por su modo de pensar, no por su ambiente”. (Las cursivas son nuestras.) “Los criminales causan el delito... no los vecindarios malos, los padres inadecuados, la televisión, la escuela, las drogas ni el desempleo.”

      Esto lo llevó a cambiar de punto de vista respecto a la mente criminal. Él sigue diciendo: “Mientras considerábamos que los criminales eran víctimas vimos que, en vez de eso, eran victimarios que habían escogido voluntariamente su modo de vivir”. Por consiguiente —deduce él—, en vez de proveer excusas al criminal o delincuente para explicar su conducta, deberíamos darle a conocer su propia responsabilidad. (Véase la página 9, “Cuadro de un criminal empedernido”.)

      La juez Lois Forer, de Pensilvania, quien aboga por un cambio en el sistema de sentenciar de los Estados Unidos, escribe: “Mis conclusiones se basan en la creencia de que todo ser humano es responsable de sus actos”. (Criminals and Victims, página 14.)

      En primer lugar, ¿por qué optan por lo incorrecto?

      Respecto a esta pregunta, el doctor Samenow llega a esta conclusión sencilla: “El comportamiento es mayormente un producto del pensamiento. Todo lo que hacemos está precedido, acompañado y seguido por el pensamiento”. Por lo tanto, ¿cómo se puede cambiar el comportamiento criminal? Él contesta: “El criminal tiene que aprender a identificar y luego abandonar formas de pensar que han guiado su comportamiento por muchos años”. (Las cursivas son nuestras.) Esta conclusión sencilla concuerda con lo que enseña la Biblia.

      Por ejemplo, el escritor bíblico Santiago explicó: “Cada uno es probado por medio de ser provocado y atraído seductoramente por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado” (Santiago 1:14, 15). En otras palabras, la manera como obramos depende de lo que pensamos. Un deseo incorrecto es resultado del proceso mental. Un pecado o un delito grave es consecuencia de un deseo incorrecto y una elección mala.

      Pablo dirige la atención al proceso mental como algo fundamental para que haya un cambio de personalidad cuando alude a “la fuerza que impulsa su mente” (Efesios 4:23). La Nueva Biblia, Latinoamérica, vierte ese pasaje: “Han de renovarse en lo más profundo de su mente, por la acción del Espíritu”. De igual manera hoy día, tiene que haber un cambio radical en el modo de pensar, ya que los “delitos graves se derivan del modo como piensa la persona”. (Inside the Criminal Mind.)

      Esto todavía no contesta la pregunta: ¿Cómo adquirió en primer lugar el criminal o delincuente sus formas antisociales de pensar?

      Cuándo se siembran las semillas

      “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” (Proverbios 22:6.) Esta máxima bíblica va al meollo de la cuestión. La clave es ‘entrenar al muchacho’, no al joven, sino antes de eso... al niño. ¿Por qué es necesario comenzar cuando el niño es tan joven? Porque los patrones de pensamiento y comportamiento se establecen durante la infancia y la niñez.

      Es cierto que algunas características negativas son innatas porque todos nacemos imperfectos (Romanos 5:12). Como dice la Biblia: “La tontedad está atada con el corazón del muchacho”. Sin embargo, ese texto bíblico sigue diciendo: “La vara de la disciplina es lo que la alejará de él”. (Proverbios 22:15.)

      Muchos criminales y delincuentes tratan de justificar su conducta remontándose a influencias de la niñez, a la vez que echan la culpa a sus padres, maestros y otras personas. El doctor Samenow llega a una conclusión diferente: “Los criminales alegan que fueron rechazados por sus padres, vecinos, escuelas y patronos, pero rara vez un criminal dice por qué fue rechazado. Incluso cuando era niñito, se comportaba de modo vil y desafiante, y mientras más crecía, más mentía a sus padres, hurtaba y destruía los bienes de ellos, y los amenazaba. Hacía insoportable la vida en el hogar [...] Fue el criminal quien rechazó a sus padres, más bien que viceversa”. (Véase la página 8, “Cuadro de una carrera criminal en cierne”.)

      Sí, las semillas del comportamiento criminal frecuentemente se siembran durante la niñez y a veces son alimentadas involuntariamente por padres demasiado indulgentes. El doctor Patterson, sicólogo del Centro de Estudios Sociales de Oregón, opina que “la mayor parte de la delincuencia bien puede desarrollarse debido a destrezas ineficaces de los padres”. Se refiere a padres “que son incapaces de mantener reglas claras, supervisar la obediencia y encargarse hasta de infracciones menores mediante castigo no físico”.

      El doctor Samenow concluye: “La desviación, por parte del niño delincuente, de las expectativas paternas, maternas y sociales abarca más que actos aislados. A partir de un período tan temprano como los años preescolares se desarrollan patrones que llegan a ser parte de un estilo de vida criminal”. (Las cursivas son nuestras.) Por consiguiente, algunos sicólogos están volviendo ahora su atención al campo de la prevención del delito durante la niñez al ofrecer ayuda a los padres y niños que tienen un problema potencial de delincuencia.

      El delito, sus causas y posibles soluciones, es un asunto complejo. ¿Cambiaría el cuadro para algunos si hubiera más empleos y un ambiente mejor? ¿Consiste la solución en que haya más cárceles y estas sean más grandes? ¿Disminuiría la criminalidad si hubiera más policías rondando? En realidad, ¿hay alguna solución práctica para el delito en nuestra sociedad humana actual?

      [Recuadro en la página 8]

      Cuadro de una carrera criminal en cierne

      Desde niño, el criminal es un ser humano que tiene voluntad de hierro y espera que otros consientan todos sus caprichos. Se arriesga, se envuelve en dificultades, y luego exige que se le saque del apuro y se le perdone.

      Los padres llegan a ser los primeros de la larga cadena de víctimas del criminal.

      El niño levanta una barrera cada vez más impenetrable para la comunicación. Lleva una vida que quiere ocultar de sus padres. Considera que lo que él hace no les concierne.

      El delincuente miente tan frecuentemente y por tanto tiempo que su costumbre de mentir parece ser compulsiva. Sin embargo, la costumbre de mentir está totalmente bajo su dominio.

      El niño no solo desprecia el consejo y la autoridad de sus padres, sino también el modo como ellos viven, prescindiendo de sus circunstancias sociales y económicas. Para él, el pasarlo bien es todo lo que encierra la vida.

      Si hay otros niños en la familia, son víctimas de su hermano delincuente, quien los intimida, se adueña de las pertenencias de ellos y les echa la culpa cuando se va a dar algún castigo.

      El delincuente opta por asociarse con adolescentes arriesgados que hacen lo prohibido.

      El delincuente rehúsa someterse a la autoridad de cualquier otra persona. Más bien prefiere participar en algo más excitante, frecuentemente algo ilícito.

      A menudo los padres de esta clase de niños no saben dónde están sus hijos, no debido a negligencia, sino debido a la ingeniosidad del adolescente al encubrir sus actividades.

      El delincuente recibe, pero rara vez da. No sabe lo que es la amistad porque la confianza, la lealtad y el compartir con otros no son rasgos compatibles con su modo de vivir.

      Parte del panorama social del joven delincuente es el consumo de bebidas alcohólicas, que comienza aun antes de la adolescencia.

      El criminal rechaza la escuela mucho antes que esta lo rechace a él. Se aprovecha de que está en la escuela para usarla como escenario para cometer delitos o tal vez como velo para ocultarlos.

      Lo que otros califican de meterse en dificultad, él lo ve como estímulo para el concepto que tiene de sí mismo.

      (Sírvase notar que uno o dos de estos factores por sí solos quizás no indiquen que un niño esté principiando una carrera criminal. Pero en caso de que se combinen varios de ellos, hay razón para preocuparse.)

      [Recuadro en la página 9]

      Cuadro de un criminal empedernido

      Los criminales están, en el fondo, en contra de trabajar.

      El delito es el asunto más apremiante para el criminal; no un empleo regular.

      Él está seguro de que su pericia y sus aptitudes incomparables lo distinguen de las masas.

      Estima sólo a las personas que se someten a su voluntad. Hasta la evaluación que hace de su madre fluctúa entre santa y satánica, dependiendo de cuán rápido cumple ella las órdenes de él.

      El criminal no considera que tiene algo que agradecer a alguien, y rara vez justifica para sí sus acciones.

      Su orgullo es de tal índole que él rehúsa inflexiblemente reconocer su propia falibilidad.

      El criminal no quiere que otros familiares pongan en tela de juicio su conducta.

      El criminal sabe distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Cuando le conviene, es observante de la ley.

      Como con todo lo demás, el criminal se vale de la religión a fin de que le sirva para sus propósitos personales.

      El criminal adapta cuidadosamente su versión de lo ocurrido a fin de proveer lo que espera que sea un relato convincente de por qué hizo él lo que hizo.

      El criminal no considera a la víctima como víctima en absoluto. Él mismo se considera la víctima por haber sido atrapado.

      (Los cuadros de las páginas 8 y 9 se basan en Inside the Criminal Mind.)

  • El delito... ¿hay solución?
    ¡Despertad! 1985 | 8 de agosto
    • El delito... ¿hay solución?

      PUESTO que el delito nos afecta a todos, directa o indirectamente, la pregunta restante es: ¿Hay solución? El juez Richard Neely, del Tribunal Supremo de Apelaciones de Virginia Occidental (E.U.A.), sugiere: “El llegar a las causas fundamentales del delito implica una reorganización de la sociedad de tal magnitud que pocos están dispuestos a emprender”. (Las cursivas son nuestras.) Sostiene que “no hay ni el conocimiento científico ni la voluntad política para eliminar las causas fundamentales del delito”.

      ¿A qué se debería esto? Él razona que las personas más afectadas por el delito, las que “viven en barrios pobres o vecindarios decadentes de la clase obrera”, son las que menos poder político directo tienen. El juez Neely declara: “Las víctimas del delito, debe notarse, no componen un grupo organizado que tiene un mismo interés”. Por consiguiente, ellas tienen poca o ninguna influencia política. Los que tienen poder político viven principalmente fuera de la esfera de actividades delictivas comunes... no usan transporte público ni viven en barrios bajos. Y en algunos casos —sostiene él—, la mayor aplicación de la ley pondría en peligro sus propios actos delictivos de oficina. Esto es básicamente así en la mayor parte del mundo. Así que las masas de personas de ingresos más bajos son con más frecuencia las víctimas del delito y la hipocresía política.

      Pero hay otro factor vital que estorba el progreso de la lucha contra el delito... la naturaleza humana misma. “La lujuria, la avaricia, la agresión y el autoengrandecimiento forman inherentemente parte del carácter de la gente”, dice el juez Neely. Ese hecho se ha hecho patente desde que Caín asesinó a su hermano Abel. (Génesis 4:3-11.)

      Sin embargo, el factor de la maldad en la naturaleza humana es un problema al cual la sicología moderna rehúsa enfrentarse. En una entrevista con un corresponsal de la revista ¡Despertad!, el doctor Samenow declaró: “En general, una enorme cantidad de personas en el campo de la salud mental no se ha enfrentado realmente al problema de la maldad”.

      No obstante, muchos criminales y delincuentes no quieren dejar su ‘lujuria, avaricia y agresión’. Por eso rehúsan responder a la terapia y a programas de rehabilitación. Por ejemplo, en California los prisioneros han luchado contra todo enfoque terapéutico. “El argumento de los prisioneros es que la terapia es una ilusión debido a insuficiente conocimiento científico respecto a la rehabilitación [...] Prescindiendo de por qué dejen ellos [de ser criminales o delincuentes], dice el argumento, no habrá sido resultado de alguna terapia penitenciaria”. Ellos sostienen que “el objetivo de la cárcel es castigo, breve y agradable. En consecuencia, quieren que todo presidiario sepa cuánto tiempo exactamente tendrá que cumplir en la cárcel de modo que no tenga que jugar el juego de rehabilitación al estilo de Kafka [irracional]”. (Why Courts Don’t Work [Por qué no surten efecto los tribunales], juez R. Neely.)

      ¿Puede cambiar un criminal?

      Con todo, algunos criminales y delincuentes han estado dispuestos a cooperar con programas de reforma. En el programa de los doctores Yochelson y Samenow se empleó un enfoque drástico. Ellos informan: “Dejamos bien sentado que desde nuestro punto de vista no debe conservarse nada del modo de vivir del criminal. Ponerse ropa nueva encima de ropa vieja y manchada no es suficiente; la ropa vieja se tiene que considerar contaminada y enfermiza, y entonces hay que desecharla y destruirla. El criminal tiene que eliminar sus viejos patrones y hacerse responsable en todo sentido”.

      De igual manera, en la Biblia el apóstol Pablo aconsejó: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que va haciéndose nueva en conocimiento exacto según la imagen de Aquel que la creó”. (Colosenses 3:9, 10.)

      El hecho de que se pueden efectuar cambios lo prueba el comentario que Pablo mismo hizo después de enumerar las clases de personas que no heredarán el Reino de Dios... fornicadores, ladrones, los que practican extorsión, y otros. Él dice: “Sin embargo eso es lo que algunos de ustedes eran. Mas ustedes han sido lavados [...] en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11). Hoy día hay casi tres millones de testigos activos de Jehová, la mayoría de los cuales ha tenido que hacer cambios en su modo de pensar. Algunos llevaban una vida delictiva hasta que cambiaron.

      Uno de estos casos es el de un ex ladrón de diamantes cuya historia se publicó en el número del 8 de octubre de 1983 de la edición en inglés de ¡Despertad! Él había iniciado una carrera delictiva en Londres, Inglaterra. Cuando aceptó con el tiempo un estudio de la Biblia y se vistió de “la nueva personalidad”, se entregó a la policía y confesó sus delitos. Después de cumplir una sentencia de cinco años de cárcel, salió para llevar una vida reformada. ¿Se le hizo fácil? Él contesta:

      “No fue fácil cambiar mi concepto de la vida. Aparte de pelear, el trabajo físico más fuerte que había hecho en toda mi vida era lavar mi automóvil. Ahora tenía que acostumbrarme a trabajar ocho horas diarias [...] Nunca me había molestado por tener una rutina en la vida. Ahora era importante tener un modo de vivir ordenado. Siempre había menospreciado orgullosamente toda clase de disciplina. Ahora necesitaba aceptar el hecho de que mi punto de vista tal vez no siempre era correcto”. (Compárese con “Cuadro de un criminal empedernido”, página 9.)

      Pero él efectuó los cambios. ¿Valió la pena el esfuerzo? “No pretendo decir que ha sido fácil —contesta él—. Pero ciertamente ha valido la pena.”

      Pero ¿por qué debería alguien querer cambiar su vida para amoldarse a los principios bíblicos? Debido a que hay un fuerte motivo... la oportunidad de alcanzar vida eterna en una Tierra paradisíaca. Esa es la promesa que Jesús hizo al delincuente que moría a su lado cuando Él dijo: “Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43). Claro, el malhechor no podría permanecer en el Paraíso terrestre como delincuente, sino únicamente como persona arrepentida, cambiada.

      Pero prescindiendo de cuánto éxito pueda lograr cierto programa de reforma, aún sigue siendo cierto el viejo refrán en inglés que dice: “Usted puede llevar un caballo al río, pero no puede obligarlo a beber”. La mayoría de las personas que han emprendido una carrera delictiva o criminal no están interesadas en cambiar. Entonces, ¿significa eso que no hay solución alguna para el problema mundial del delito? Sí hay una solución... una drástica.

      Cómo se pondrá fin al delito

      La Biblia señaló que llegaría el tiempo en que habría un aumento de calamidades sobre la raza humana. Entre ellas Jesús incluyó el “aumento del desafuero” (Mateo 24:12). El apóstol Pablo profetizó que “en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, [...] desobedientes a los padres, [...] desleales, sin tener cariño natural, [...] sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad”. (2 Timoteo 3:1-5.)

      Aunque la humanidad siempre ha estado aquejada de delito y maldad a un grado mayor o menor, es desde el año crucial de 1914 cuando las profecías bíblicas relacionadas con el fin del sistema de cosas corrupto del mundo han llegado a un cumplimiento sobresaliente. (Compárese con Mateo 24, Lucas 21, Marcos 13 y Revelación 6:1-8.) Por lo tanto, está cerca el tiempo en que el justo gobierno del Reino de Dios entrará en acción contra sus enemigos en la Tierra. Entre estos están los criminales y delincuentes que optan deliberadamente por el delito como modo de vivir, pues “los injustos no heredarán el reino de Dios”. (1 Corintios 6:9.)

      De modo que si la persona no está dispuesta a cambiar, ¿cuál es la alternativa? La Biblia contesta: “Los malhechores mismos serán cortados [...] Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será”. Sí, pronto la Tierra será limpiada de todos los elementos delictivos y criminales... sean religiosos, políticos o sociales. La limpiadora guerra de Armagedón, procedente de Dios, dejará vivos en la Tierra solamente a “los que esperan en Jehová [...] los que poseerán la tierra. [...] Y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Salmo 37:9-11; Revelación 16:14, 16.)

      Esta es la única manera, pues como declara la Biblia: “Aunque al inicuo se le muestre favor, simplemente no aprenderá justicia. En la tierra de derechura actuará injustamente” (Isaías 26:10). Los “nuevos cielos y una nueva tierra” de Dios, en los cuales “la justicia habrá de morar”, es la única solución viable para los problemas del delito y el pecado de la humanidad... y solo los que opten por la justicia morarán en ese sistema. (2 Pedro 3:13.)

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