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  • ¿Pueden las cárceles poner alto al crimen?
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • ¿Pueden las cárceles poner alto al crimen?

      ¿Entran deformados los convictos y salen reformados?

      “TAL vez lo que necesitamos por sobre todas las cosas no sea un nuevo enfoque en cuanto al modo de sentenciar, sino un nuevo enfoque en cuanto a la moralidad,” fueron las palabras de Alan Huggins, el más antiguo juez de Hong Kong.

      En un tiempo en el que de súbito ha habido un gran aumento en el número de crímenes y en el clamor por más leyes, o por lo menos por la revisión del código penal, el juez Huggins en realidad llegó al fondo del asunto.

      ¿Qué puede hacerse para poner alto al crimen, o por lo menos reducirlo? ¿Cuál es el punto débil de la guerra contra el crimen? Algunos sectores claman pidiendo penalidades más severas y una imposición más estricta de las leyes. Otros abogan por leyes menos severas y más indulgencia en las sentencias. Muchos concuerdan en que los sistemas penitenciarios no son una cura para la criminalidad. Por consiguiente, en la última década, algunos gobiernos han reexaminado sus leyes y sistemas penales. El tema que más acaloradamente se ha debatido es el de la pena capital. Aunque varios países han abolido la pena suprema, en otros actualmente hay una demanda en pro de su restablecimiento. Ciertos crímenes, como el adulterio, se han hecho tan comunes que en algunas zonas el público opina que no se les debe imponer sanción alguna.

      Algunos estudiantes del problema de la intensificación del crimen dicen que lo que determina el grado de aumento no es ni la severidad ni la lenidad de las leyes. Más bien, dicen que lo que engendra la falta de respeto a la ley es la desigualdad de los fallos judiciales, que la corrupción en el proceso judicial es un gran factor contribuyente, y que, en muchos casos, las cárceles mismas son criaderos de la criminalidad.

      Malas condiciones en las cárceles

      El informe de un periodista sudamericano sobre una cárcel grande de su país declara: ‘Los actos de violencia sexual se convirtieron en una práctica rutinaria. Un recluso joven, a fin de eludir trato cruel, prefirió que lo pusieran en una celda de solo un metro cuadrado. ¿Qué puede uno esperar del comportamiento de hombres que viven al margen de la sociedad, separados en una cárcel en la cual el número de reclusos se ha triplicado (aproximadamente 5.200 reclusos, en cuarteles que fueron construidos con una capacidad máxima de 1.800 reclusos), apiñados por docenas en celdas en las que se lleva a cabo la más increíble promiscuidad? El delincuente no puede recobrarse si, al fin de su término en la cárcel, deja la penitenciaría más pervertido que cuando entró en ella.’

      De igual modo, un hombre que pasó 20 meses en una cárcel europea hizo la siguiente declaración: “El tema diario de conversación era los crímenes que uno había cometido y los crímenes futuros que cometería al salir. Había un intercambio de experiencias, habilidad y métodos que equipaban al preso para obtener buenos resultados la próxima vez que cometiera un crimen.”

      Un cristiano que, debido a su neutralidad cristiana cumplió una condena en cuatro cárceles diferentes, dijo: “La cárcel, más bien que ser una institución de reforma, es una escuela para delincuentes. Un dicho corriente allí era: ‘Uno entra para ser reformado, pero sale deformado.’ Hubo casos de personas que entraron en la cárcel por primera vez debido a algún crimen común, como robo o desfalco, y después volvieron por haber cometido un segundo delito y finalmente por cometer delitos múltiples. Conocí a un preso que tenía buen conocimiento de cinco idiomas y era autor de varias novelas. Estaba en la cárcel por haber cometido varios delitos. Explicó que la sociedad lo había rechazado, y que también lo habían hecho su familia y amigos, que no tenía trabajo, de modo que, ¿qué podía hacer? Cometer otro crimen y volver a la cárcel, donde podía trabajar, comer y dormir.” Por supuesto, su filosofía estaba equivocada, pero las frustraciones que este hombre sufrió gradualmente lo fueron convirtiendo en un criminal inveterado.

      Se están haciendo algunos esfuerzos de rehabilitación

      La preocupación por tales condiciones alarmantes que existen en casi todos los países, ha llevado a hacer esfuerzos por mejorar la situación por medio de programas de rehabilitación. Si éstos se llevaran a cabo concienzudamente, un buen número de criminales, especialmente los que han cometido un delito por primera vez, se reformarían, llegarían a ser miembros respetables de la sociedad, y contribuirían al bienestar general. Además, esto también reduciría mensurablemente la gran carga de gastos que el público tiene que sufragar debido a que el sistema penitenciario no ha podido lograr la rehabilitación del criminal.

      Esos programas de reforma tienen un éxito limitado... determinado por el celo o por la falta de celo de parte de los administradores legales y criminales, y por el apoyo financiero que se asigna a los programas. En algunas de las cárceles más grandes de la mayor parte de los 19 países que se consideraron en un estudio reciente, se han introducido mejores condiciones. La penitenciaría está más limpia; se ha hecho una separación entre los que han cometido delitos menores, especialmente los que han cometido un delito por primera vez, y los que han cometido delitos o crímenes graves y los criminales endurecidos, habituales. Se han establecido reglamentos que les dan a los jueces más libertad al fijar las sentencias, haciéndolas más livianas en casos en los que hay circunstancias atenuantes, con el propósito de crear un ambiente que le brinde al ofensor aliciente para reformarse.

      Se han formado organizaciones que proveen Biblias y reuniones religiosas para los reclusos. A los presos se les da “terapia ocupacional” a fin de que puedan mejorarse por medio de aprender un oficio lucrativo. Algunas cárceles proveen cursos escolares. Unos cuantos reclusos se aprovechan de la provisión, pero la mayoría de ellos la pasan por alto.

      Así, a pesar de esfuerzos bien intencionados, el sistema penitenciario no está logrando mucho en lo relacionado con la reducción del crimen. ¿Hay alguna forma de ley o algún código penal que pueda hacerlo? ¿Pueden hacerlo leyes más estrictas o más relajadas? ¿Qué hay en cuanto a la ley religiosa? ¿Puede legislarse la justicia en la gente? ¿Hay esperanza alguna de que el crimen sea eliminado y que pueda disfrutarse del alivio que esto traería? En los artículos siguientes hallará las respuestas a estas preguntas a medida que se van considerando estos asuntos que nos afectan a todos.

  • ¿Pueden las leyes religiosas producir obediencia?
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • ¿Pueden las leyes religiosas producir obediencia?

      Muchos miembros de iglesias resisten la autoridad eclesiástica

      ¿QUÉ hay en cuanto a la ley religiosa? ¿Puede una iglesia o una secta religiosa exigir lealtad a sus preceptos basándose en la afirmación de que la iglesia representa a Dios? ¿Puede hacer leyes que inculquen obediencia absoluta en sus adherentes?

      Iglesias con dificultades

      Puede hallarse un ejemplo de esto en la Iglesia Católica Romana. La autoridad que por siglos ha ejercido ya no es aceptada tácitamente. Una gran cantidad de legos católicos y un buen número de sacerdotes están desafiando esta autoridad que en un tiempo se consideraba casi absoluta. No que la mayoría de ellos estén retirándose de la iglesia. Pero, particularmente en lo que tiene que ver con los temas del control de la natalidad, el divorcio, volver a casarse, la homosexualidad, la ordenación de mujeres al sacerdocio y el matrimonio de sacerdotes, hay gran diversidad de opiniones. Sin embargo, la crítica de las reglas eclesiásticas no parece estar ocasionando un rechazo proporcional de la iglesia misma.

      Los resultados de una encuesta Gallup publicados en 1978 hicieron notar que “[en los Estados Unidos] los miembros que tienen grados universitarios tienen cada vez más probabilidades de rechazar las enseñanzas eclesiásticas sobre cuestiones como el aborto pero que no están tan inclinados como en el pasado a abandonar el catolicismo como resultado de ello.”a Entre las personas que han recibido menos educación académica la tendencia parece ser más o menos la misma, aunque las razones para permanecer con la iglesia difieren.

      En la provincia católica de Quebec, Canadá, han salido a la luz resultados tangibles de las dudas sobre las enseñanzas eclesiásticas. Allí, el divorcio aumentó de aproximadamente 9 por ciento en 1960 a más de 23 por ciento para principios de los años setenta. Según un informe de la Prensa Asociada de noviembre de 1977, “ni siquiera aquella acción que recibió tanta publicidad, la separación de Margaret Trudeau de su esposo quebequés francés, el primer ministro Pierre Elliot Trudeau, ha podido acarrear indignación moral en gran escala de parte de los residentes de la provincia, que en un tiempo eran firmes defensores de la vida católica en Norteamérica.”

      Comentando sobre una antiquísima doctrina de la iglesia, el informe continuó diciendo: “Los funcionarios eclesiásticos dicen que el número promedio de hijos en las familias católicas de Quebec ha disminuido de cinco o seis a menos de tres debido al aumento en el uso de las formas populares del control de la natalidad y la disminución general del interés en la doctrina y las tradiciones católicas.”

      De igual modo, a mayor o menor grado las leyes eclesiásticas de otras iglesias están siendo puestas en seria duda, se les está pasando por alto o hasta se les está haciendo mofa. El Sr. Charles L. Dubin del Tribunal de Apelaciones de Ontario comentó lo siguiente: “Todas nuestras instituciones, la iglesia, la ley y los tribunales, están siendo desafiadas. Hay una demanda a favor de un cambio.” En relación con los rápidos cambios sociales que han afectado las actitudes para con la ley, dijo: “Nunca he considerado que la ley sea cosa de juego para la abogacía y los tribunales. Su único propósito es servir al público, la ley es asunto que incumbe a todo el mundo. Pero es preciso recordar que la ley refleja el espíritu de la gente a quien está diseñada para proteger.” Dijo también que “los que están interesados en la administración de la justicia en el Canadá comparten unanimidad de propósito pero no unanimidad de opinión en cuanto a cómo lograr el objetivo final... la eliminación del crimen.”

      Religiones no cristianas también afectadas

      ¿Qué hay en cuanto a las religiones no cristianas? ¿Les va mejor en los países en que dichas religiones han sido tradicionalmente fuertes y el factor principal en la vida moral? En la India, bajo la ley hindú, hace algunos años los castigos eran muy severos, excepto para los miembros de la casta de los brahmanes, que sufrían penalidades mucho más ligeras que los miembros de las castas inferiores. Pero bajo la influencia británica esto cambió, aunque el sentido de las masas todavía está empañado por asuntos de religión, casta, sexo, opulencia y conveniencia. Por lo general es difícil lograr que la gente coopere con la maquinaria que pone en vigor las leyes.

      Otra religión que ha tenido un control poderoso sobre millones de personas es la religión musulmana o islámica. De hecho, tuvo mucha influencia en la India antes que hubiera dominación británica allí. Sigue siendo la fuente principal de ley y gobierno en un gran sector del mundo árabe. ¿Qué hay en cuanto a la ley del Islam en lo relacionado con la fuerza para poner alto al crimen?

      [Nota]

      a Times de Nueva York, 29 de enero de 1979, pág. D8.

  • ¿Pondrá alto al crimen la ley musulmana?
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • ¿Pondrá alto al crimen la ley musulmana?

      Los resultados preliminares, según se ven en Irán

      EN TODO el mundo la corriente de revolución y los movimientos en pro de la libertad han puesto las leyes de las naciones afligidas en la primera plana de la actualidad. La ley islámica, en particular, ha sido tema de discusión en la prensa pública desde el reciente derrocamiento del cha de Irán. Sobre este punto, The Wall Street Journal declaró lo siguiente:

      “El Islam está progresando a grandes pasos por todo el mundo musulmán. Afecta a los gobiernos de Irán, Paquistán, Argelia, Túnez y Libia y de otras partes. . . . La ‘ley šarī‘a islámica’ de ojo por ojo se está poniendo en práctica en Paquistán y Abu Dhabi. . . . la constitución de [Argelia] recalca que el país es un ‘estado islámico.’”

      Los discursos del líder revolucionario iraní Ayatollah Ruhalla Khomeini revelan que el nuevo gobierno revolucionario no es sencillamente una “revolución social” o un gobierno político por asambleas populares o un sistema parlamentario. Principalmente es un gobierno religioso. En “Gobierno Islámico” de Khomeini, una colección de discursos pronunciados en 1970, él describe la diferencia:

      “El gobierno islámico es un gobierno de ley divina. . . . La diferencia entre el gobierno islámico y el gobierno constitucional —sea éste monárquico o republicano— radica en el hecho de que, en el último sistema, los representantes del pueblo, o los del rey, son los que legislan y hacen las leyes. Mientras que, la verdadera autoridad para legislar pertenece exclusivamente a Dios. . . . Puesto que el gobierno islámico es un gobierno de ley, es el experto religioso (faquir) y no ningún otro el que debe ocuparse de los asuntos gubernamentales. Es él quien debe funcionar en todas las zonas en las que el Profeta (Mahoma mismo) funcionó... sin añadir o disminuir de estas leyes en el menor grado. Debe poner en vigor los castigos canónicos, tal como hizo el Profeta, y debe gobernar en armonía con la revelación de Dios.”

      Las preguntas que muchas personas (la mayoría de éstas no musulmanas) hacen son: ¿Puede un gobierno netamente islámico funcionar y sobrevivir en un mundo moderno? ¿Puede adaptarse a la tecnología moderna y al intercambio internacional? Los musulmanes dicen que sí puede. Aunque Irán era una nación materialista, que había adoptado muchos estilos occidentales y disfrutado de sus desarrollos modernos, el musulmán cree que puede pasarse sin ellos si corroen el modo de vivir islámico. ¿Es correcta esta predicción?

      La pregunta llegó a ser válida cuando Khomeini interpretó la ley musulmana con respecto al vestido de las mujeres. Con relación a las mujeres “en ministerios islámicos,” dijo: “Las mujeres no deberían estar desnudas al trabajar en estos ministerios. Nada está mal con que la mujer tenga empleo. Pero deben estar vestidas según las normas religiosas.”

      “En muchos centros,” informó el Times de Nueva York, en un despacho con fecha del 8 de marzo, “las declaraciones del líder religioso se consideraron como un mandato para que la mujer musulmana se cubriera completamente con el velo como dicta la costumbre ortodoxa. Hoy, el Día Internacional de la Mujer, hubo varias manifestaciones en la capital para protestar contra la interpretación de Ayatollah Khomeini. Bajo una violenta nevada, más de 6.000 mujeres, muchas de ellas con pantalones o vestidos occidentales y botas, organizaron una marcha que duró por cuatro horas, desde la Universidad de Teherán hasta el ministerio del Sr. Bazargan [el primer ministro]. Algunas salmodiaban: ‘En la aurora de la libertad, hay ausencia de libertad.’”

      ¿Se sentirán los iraníes más libres, más felices, cuando la ley islámica se aplique en toda su severidad, como propone Khomeini? “No hay lugar,” dijo él, “para opiniones ni sentimientos en el sistema de gobierno islámico; más bien, el Profeta y los imanes (líderes musulmanes) y el pueblo siguen el deseo de Dios y sus leyes . . . Queremos un gobernante que le corte la mano a su propio hijo si éste roba, y que azote y lapide a un pariente cercano si éste fornica.”

      En un mundo en que la mayoría de las naciones se están haciendo más indulgentes —en algunos sitios demasiado indulgentes— en llevar a cabo las penalidades para el crimen, ¿habrá relaciones comerciales e intercambio turístico verdaderamente amigables con otros países? ¿Habrá más disturbios entre los iraníes mismos? Khomeini tomó esto en cuenta cuando dijo:

      “[Los reformadores islámicos] claman: ‘Ay del Islam,’ cuando decreta 80 azotes como castigo para el bebedor de vino, o 100 azotes para el fornicador de mala reputación, o cuando el Islam requiere la muerte a pedradas de un fornicador macho o hembra que antes era de reputación casta.”

      Desde el triunfo de la revolución, es evidente que la ley islámica está comenzando a ser puesta en vigor. Un despacho procedente de Teherán, Irán, con fecha del 25 de febrero de 1979, declaró lo siguiente:

      “A un ladrón que entró en la casa de una viuda en Zenján, al noroeste de Teherán, le dieron 25 azotes en la plaza principal después que los líderes islámicos de la localidad dictaron la sentencia. Antes en esa semana a dos hombres, de 20 y 22 años de edad, les dieron 80 azotes por cabeza por ingerir bebidas alcohólicas en Kermán, al sudeste de Irán.”

      En un comunicado con fecha del 6 de marzo el Timesa de Nueva York informó: “Tarde en la noche de ayer, por primera vez, hubo ejecuciones por violaciones de la ley musulmana. Siete hombres fueron fusilados aquí en dos casos que envolvían la violación de jovencitos. En uno de los casos, la supuesta víctima de la violación, de 16 años de edad, también recibió 100 azotes. La Corte Revolucionaria no explicó por qué se castigó a la supuesta víctima.”

      Otros gobiernos, no musulmanes, también están castigando con más severas penalidades en un esfuerzo por contener la oleada de crímenes. Para los observadores exteriores estos castigos pudieran parecer extremos e inapropiados. Pero estos observadores pueden tomar nota del hecho de que, por otra parte, en los sitios donde se ha practicado la indulgencia para con los criminales, existe un problema igual o peor. ¿Qué, pues, podemos decir en cuanto a la ley como freno para el crimen? ¿Y hay algún modo en el que pueda eliminarse del todo el crimen?

      [Nota]

      a 7 de marzo de 1979, pág. A8.

  • ¿Es posible eliminar el crimen por medio de la ley?
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • ¿Es posible eliminar el crimen por medio de la ley?

      Una lección dada por la ley mosaica

      LAS leyes penales varían grandemente por todo el mundo. Sin embargo, existe entre ellas una semejanza general respecto a lo que se considera un delito o crimen, y la gravedad relativa de ellos. Aunque Dios dio la ley mosaica a Israel y no a ninguna otra nación, muchas de las leyes de las naciones reflejan los principios de la ley mosaica. Su semejanza se debe en parte al hecho de que el hacerlas algunos gobiernos realmente han hecho uso de la ley mosaica.

      En ciertos estatutos esta ley dada a la nación de Israel no ha influido, pero a pesar de eso se asemejan a ella, y el apóstol Pablo explica la razón de ello al decir: “Siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, éstos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran tener la sustancia de la ley escrita en su corazón, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.”—Rom. 2:14, 15.

      Un estudio de las penalidades impuestas por crímenes específicos según las han legislado los gobiernos en una zona amplia de la Tierra revela que el crimen del asesinato casi siempre se considera el más grave y acarrea la penalidad más grave. La gravedad relativa de los otros crímenes se gradúa, por lo general, de manera muy parecida a la de la ley mosaica. La gráfica de arriba muestra las penalidades que los 19 países abarcados en el estudio imponen para algunos de los delitos más graves.

      Unos cuantos de los países abarcados en el estudio proveen desagravio o reparación a la víctima. Si la policía halla los artículos hurtados, se los devuelve. En algunos países se exige que el ladrón o hurtador haga compensación; en otros, las víctimas pueden demandar por compensación, con buena posibilidad de recibir un juicio favorable del tribunal. La severidad de las penalidades varía según las circunstancias en que se comete el crimen, como, por ejemplo, la edad de los delincuentes, el haber influido en ellos las situaciones económicas, las costumbres, las tradiciones y así por el estilo. En los países abarcados en el estudio en los que se lleva a cabo la pena de muerte, ésta se impone por medio de colgar, agarrotar o por un pelotón de ejecución.

      Algunos rasgos de la ley mosaica

      Aunque ninguna nación de hoy día está bajo la ley mosaica, como lo estuvo la nación de Israel, el considerar las penas que esa ley legisló nos puede ayudar a entender cómo se siente Dios acerca del crimen. Notamos que los diferentes estatutos eran claros y bien definidos. Sin embargo, se les permitía a los jueces libertad en cuanto a cómo aplicar el castigo según las circunstancias del caso. Podían imponer una sentencia grave o moderada, ejerciendo misericordia donde les parecía apropiado. (Compare con Éxodo 21:28-32.) La prueba tenía que ser definitiva. Especialmente en los casos en que se castigaba con la pena de muerte, el testimonio de dos o más testigos era obligatorio para llegar a una decisión.—Deu. 17:6.

      Al asesino que había premeditado su acto se le había de dar muerte sin falta. (Núm. 35:16-18, 20, 21, 30, 31) La ejecución se realizaba por medio de matar a pedradas; en los casos especialmente atroces primero se apedreaba al reo, luego se quemaba su cuerpo, o, después de matarlo a pedradas, lo colgaban en un árbol durante las horas de luz de ese día a fin de que sirviera de ejemplo ante el pueblo. (Lev. 20:14; 21:9; Deu. 21:22, 23) Había ciudades de refugio adonde podían huir los que cometieran homicidio accidental o sin premeditación, y al permanecer allí estaban a salvo de la venganza que de otro modo podría tomar un pariente cercano de la víctima. (Núm. 35:22-25) Los que se refugiaban en esas ciudades trabajaban para su propio sostén.

      El adúltero y la adúltera recibían el castigo de muerte. (Lev. 20:10) También acarreaba la pena de muerte el incesto dentro de ciertos grados de parentesco, así como también la bestialidad y la homosexualidad. (Lev. 20:11-13, 16) La fornicación con una muchacha prometida en matrimonio era un crimen castigable con pena de muerte para los dos, a menos que la muchacha hubiese resistido y pedido socorro. (Deu. 22:23-27) Si un hombre y una muchacha que no estaba prometida en matrimonio cometían fornicación, el hombre tenía que casarse con la muchacha (a menos que el padre de la muchacha rehusara darla en matrimonio), y el hombre nunca podía divorciarse de ella. (Éxo. 22:16, 17; Deu. 22:28, 29) Esta última ley protegía a las muchachas de Israel contra el llegar a ser rameras o prostitutas. Además, las leyes contra el adulterio, incesto y fornicación tendían a evitar el nacimiento de hijos ilegítimos.

      Se exigía que el ladrón pagara el doble (en algunos casos, más) a la víctima por las cosas que hurtaba. Si no tenía con qué pagar, se le habría de vender como esclavo a algún residente de la tierra (preferiblemente a su víctima) hasta que con su trabajo pudiera pagar la pena. (Éxo. 22:3b, 4, 7) Así se compensaba a la víctima de modo que no solo recibía el valor de lo hurtado, sino que también se le pagaba por la pérdida de tiempo, la pérdida del uso de los artículos y la angustia y otras inconveniencias que el hurto le había ocasionado.

      No había arreglos para encarcelar a los reos. Por consiguiente, el reo declarado culpable no constaba un gasto para el público. No se le echaba en asociación con otros criminales donde, debido a la frustración por haber perdido su libertad y dignidad humana, fácilmente sucumbiera a las sugerencias de sus compañeros de prisión. No había la asquerosa vida en la cárcel, degradante y desmoralizadora, ni guardas brutales que les impusieran castigos crueles e insólitos. Como resultado, el hombre que hubiese cometido un crimen tenía mucha más oportunidad para rehabilitarse.

      Por qué ningún código de leyes puede producir justicia

      Aunque la ley que Dios dio a Israel era buena, sana, justa y superior a las leyes de las naciones de hoy día, y aunque hasta cierto grado refrenó el crimen, ¿realmente eliminó el crimen en Israel? No. ¿Quiere decir esto que ningún código de leyes puede eliminar el crimen... que no es posible legislar en la gente la obediencia o la justicia? ¿O que ni la ejecución poco severa ni muy severa jamás podrá producir un mundo en que no exista el crimen? Sí, quiere decir eso. Ciertamente si una ley dada por Dios (quien escribió los Diez Mandamientos básicos con su propio “dedo”) no puede lograr la justicia, ningún código de leyes humano pudiera dar dicho resultado. (Éxo. 31:18) Entonces, ¿hay esperanza alguna de que haya un mundo libre de crimen?

      Para considerar esa pregunta, investiguemos primero el propósito de la ley mosaica. El apóstol Pablo, antes de llegar a ser cristiano, fue alumno de uno de los mejores maestros de la ley de Israel y demostró gran celo en pro de la aplicación estricta de la ley. Escribió esto a los cristianos: “¿Por qué, pues, la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las transgresiones, hasta que llegara la descendencia a quien se había hecho la promesa.” (Gál. 3:19) La Ley, al designar los diferentes actos injustos que todos los hombres cometen, puso de manifiesto el hecho de que todos son pecadores y que no pueden cumplir o vivir de acuerdo con una ley perfecta. Es tal como pasó a decir Pablo: “Realmente no hubiera llegado yo a conocer el pecado si no hubiese sido por la Ley; y, por ejemplo, no hubiera conocido la codicia si la Ley no hubiese dicho: ‘No debes codiciar.’”—Rom. 7:7; Éxo. 20:17.

      Prescindiendo de cómo viviera una persona —sin robar, ni cometer adulterio ni asesinato ni ninguna de las otras violaciones especialmente denominadas— no podía decir que nunca había codiciado o deseado algo incorrecto. Por lo tanto, sabía que era pecador. Pero la Ley servía para su bien, porque le hacía ver que ni él ni ninguna otra persona podía cumplir con ningún código de ley.—Rom. 3:10-20.

      Se ve, pues, que por estar el pecado en toda la humanidad todos los seres humanos son imperfectos, todos son naturalmente desobedientes. Sin embargo, puede que alguien diga: ‘Aunque todos son pecadores, algunos son muy respetuosos de las leyes, de modo que ¿cómo significa esto que no se puede acabar por completo con el desafuero?’ El pecado que tenemos en nosotros, y que pasamos a nuestra prole, es tantísimo peor de lo que nos imaginamos. La Biblia, con la prueba verdadera —una nación que estuvo bajo la ley mosaica por unos 15 siglos— nos lo dice. El apóstol, hablando a sus compañeros cristianos, dice: “Cuando estábamos en conformidad con la carne, las pasiones pecaminosas que eran excitadas por la Ley obraban en nuestros miembros para que produjésemos fruto para muerte.” (Rom. 7:5; 1 Cor. 15:56) Según esta declaración, los diferentes mandamientos de la Ley que prohibían ciertos actos incorrectos incitaban a la gente a hacer precisamente esas cosas.

      Por lo tanto, ¿fue mala la Ley, o es malo tener ley hoy día? ¡De ninguna manera! El apóstol explica: “¿Vino, pues, a ser muerte para mí lo que es bueno? ¡Jamás suceda eso! Mas el pecado sí vino a serlo, para que se mostrase como pecado obrando muerte para mí por medio de lo que es bueno; para que el pecado llegara a ser mucho más pecaminoso por medio del mandamiento. Porque sabemos que la Ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido bajo el pecado.” (Rom. 7:13, 14) ¿No nos muestra esto cuán profundamente arraigado tenemos en nosotros el pecado? ¿No sirve como prueba de que somos pecadores el hecho de que somos tan tercos y tan propensos a desobedecer, sí, a rebelarnos, que cuando la autoridad nos dice que no hagamos cierta cosa que resultará en nuestro perjuicio, esto es precisamente lo que queremos hacer, aunque tal vez no habíamos pensado en ello antes?

      El criminólogo Jerome H. Skolnick de la Universidad de California en Berkeley subrayó esta tendencia del género humano cuando dijo: “No todos reverencian las leyes penales, o no de la misma manera. Al adoptar una ley puede que hasta hagamos más popular la conducta prohibida.”

      Esto muestra por qué los gobiernos del mundo no pueden erradicar el crimen por medio de la ley. ¿Dónde, pues, podemos hallar esperanza?

      [Ilustración de la página 11]

      La ley mosaica probó que ningún hombre imperfecto podía guardar perfectamente un código legal

      [Tabla de la página 9]

      (Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

      PENAS LEGISLADAS PARA LOS DELITOSa

      Muerte Cadena perpetua De 5 años

      de cárcel

      a cadena

      perpetua

      Asesinato 13 1 5

      (intencional,

      premeditado)

      Homicidio 3 16

      (no intencional,

      impremeditado,

      etc.)

      Encarcelamiento De 2 años

      de cárcel

      a cadena

      perpetua

      Violación 3 16

      De

      encarcelamiento Hasta De 4 De multa Latigazos

      Muerte a cadena a 10 a 10 años (azotes)

      muerte perpetua años de de cárcel

      cárcel

      Robob 1 2 5 11

      Hurto 1 1 16 1

      [Notas]

      a Estudio de 19 países.

      b Aunque “hurto” es un término más amplio, “robo” se refiere a hurtar algo de la persona o en la presencia inmediata de la persona ya sea con violencia o con la amenaza de violencia.

  • Cómo se pondrá alto al crimen
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • Cómo se pondrá alto al crimen

      Llegando a la raíz del problema

      ES OBVIO que la eliminación del crimen exige la eliminación del pecado... la erradicación de todo vestigio del pecado que mora en cada uno de nosotros individualmente. Pues la ley no puede funcionar de la manera que se propone o se desea que funcione a menos que, individualmente, las personas apoyen sus principios. A la inversa, si se remueve el pecado de nosotros, entonces desde nuestro interior, desde el corazón, nos dejaríamos guiar por el amor y los principios correctos, que son la sustancia de la ley. Entonces no habría necesidad de un código de leyes que prohibiera ciertos males y especificara las penalidades.

      Como declaran las Escrituras: “No se promulga la ley para el justo, sino para los desaforados e ingobernables, impíos y pecadores.” (1 Tim. 1:9) La persona justa, puesto que está libre de deseos y pensamientos malos, “naturalmente” haría lo correcto.

      Fue para revelarnos este hecho, para informarnos de nuestra necesidad, que Dios dio a Israel la Ley, y ésa es la razón por la cual la tenemos en forma impresa hoy día, para que todos puedan leerla. Al estar convencidos de nuestra mala situación, estamos en la debida posición para investigar el camino de justicia de Dios. Solo Dios, que es el Soberano Universal, puede proveernos el camino. Él ha hecho esto, y el camino verdaderamente es muy sencillo.

      El arreglo de Dios para justicia

      La Biblia traza las líneas generales del arreglo de Dios. Está al alcance de todo el género humano. Puesto que todos somos pecadores, que hemos heredado la imperfección de nuestros antecesores, empezando con el pecaminoso Adán, no podemos librarnos por nuestra propia cuenta. Ninguna ley nos puede salvar. El único modo en que se nos puede librar es que alguien no culpable tome sobre sí la pena por nuestros pecados. Esto es lo que Dios ha arreglado por medio de enviar a su Hijo a la Tierra como hombre perfecto, justo. Leemos: “Pues, dado que había incapacidad de parte de la Ley, en tanto que era débil a causa de la carne, Dios, por medio de enviar a su propio Hijo en semejanza de carne pecaminosa y tocante al pecado, condenó al pecado en la carne.”—Rom. 8:3.

      Aclaran aún más este hecho los apóstoles Pablo y Pedro al escribir, respectivamente: “Al que no conoció pecado [Cristo] él lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros llegásemos a ser justicia de Dios por medio de él.” Y: “Él [Cristo] mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabásemos con los pecados y viviésemos a la justicia.”—2 Cor. 5:21; 1 Ped. 2:24.

      Aun si aceptamos el arreglo de Dios ejerciendo fe en su provisión por medio de Cristo, no nos libramos de nuestra imperfección en la carne en este tiempo, pero sí llegamos a disfrutar de una condición favorable ante Dios. Entonces, “si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, empero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:1, 2) De modo que toda persona tiene la oportunidad, si así lo desea, de ejercer fe en el arreglo y las promesas de Dios.

      Habiendo hecho esto, el que tiene fe vivirá lo mejor que puede según los justos principios que se exponen en la Biblia. Las líneas generales de estos principios están trazadas especialmente en las Escrituras Griegas Cristianas, que comúnmente se llaman el Nuevo Testamento. Cuando peque, puede recibir perdón por medio de arrepentimiento y oración sobre la base del sacrificio expiatorio de Cristo. (Compare con Salmo 51:1-7.) Entonces hace todo lo posible para no repetir ese pecado. Pero Dios no lo declara culpable y condena sobre la base de algún código de leyes, puesto que los cristianos están libres de la ley mosaica. (Gál. 5:18) El apóstol Pablo explicó que Dios nos da su espíritu para ayudarnos. Al referirse a su ministerio dijo que no era “de un código escrito, sino de espíritu; porque el código escrito condena a muerte, mas el espíritu vivifica.”—2 Cor. 3:6.

      Pero, si los que ejercen fe en Cristo y tratan de seguir su ejemplo cometen pecados, ¿cómo podría haber un mundo sin ley? Porque los cristianos esperan con anhelo que se les haga perfectos al debido tiempo, y así se les libre de la contaminación del pecado heredado. En cuanto a un mundo justo sin ley, los cristianos oran: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:9, 10) El que se haga la voluntad de Dios en la Tierra así como se hace en el cielo quiere decir que habrá perfección absoluta en este planeta, como se propuso Dios al tiempo que originalmente creó a la humanidad. (Gén. 1:26-28) Él prometió efectuar esta condición por medio de limpiar de la Tierra a todos los que insisten en cometer desafuero. (Sal. 37:34) Dios describe, en Revelación 21:3, 4, las condiciones terrestres que existirán bajo su reino: “Él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”

      Entonces, puesto que la gente amará a Dios, se amarán unos a otros y se deleitarán en hacer cosas que resulten en bien y no en daño, no hará falta un código de leyes. ¿Cómo será posible esto? Porque el espíritu de Dios prevalecerá y guiará a la gente desde el corazón, no por medio de un código escrito. La Biblia describe esta influencia del espíritu de Dios: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo. Contra tales cosas no hay ley.” (Gál. 5:22, 23) No se necesitarán leyes que restrinjan o regulen estas cualidades. Al describir esta situación la Biblia la asemeja a estar bajo la “ley [cristiana] que pertenece a la libertad.” (Sant. 1:25) Dios les escribirá esta ley “en su corazón.” (Heb. 8:10; 10:16) Mientras más abundantes sean estos frutos del espíritu, más abundantemente se promueve la paz. Esta es la libertad que Dios promete a los que, por fe, llegan a ser sus hijos.—Rom. 8:21.

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