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  • Un día de ajuste de cuentas está garantizado
    La Atalaya 1980 | 15 de marzo
    • y argumentos no impedirá que él llegue a los hechos del caso y pronuncie un juicio imparcial. Por humilde que sea la condición de los individuos, Jesucristo será justo en su trato con ellos. “La sangre de ellos será preciosa a sus ojos.”—Sal. 72:14.

      Tenemos toda razón para confiar en que el juicio de Jesús será completamente imparcial. Él demostró su sincero interés en la humanidad cuando ejecutó el mayor acto de amor abnegado: el dar voluntariamente su propia vida. Llamando atención a lo que él haría en cuanto a eso, dijo a sus discípulos: “Nadie tiene mayor amor que éste: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos.”—Juan 15:13.

      UN JUEZ ENSALZADO

      Por supuesto, una persona muerta no podría obrar en calidad de juez, y el apóstol Pablo aclaró el hecho de que el Juez que Dios había nombrado había sido resucitado de entre los muertos. Esa resurrección queda como garantía inmutable respecto al día futuro de ajuste de cuentas. Esta no es una garantía corriente. Más de 500 testigos vieron ya resucitado al Hijo de Dios. Para que no hubiera duda alguna en cuanto a la realidad de la resurrección, Jesucristo habló con sus discípulos, les pidió que lo palparan y comió alimento en presencia de ellos. (Luc. 24:36-43) La Biblia informa: “Por muchas pruebas positivas se mostró vivo después de haber sufrido, siendo visto por ellos por espacio de cuarenta días.” (Hech. 1:3) Debido a que las pruebas eran innegables, los discípulos denodadamente dieron testimonio en cuanto a la resurrección de Jesucristo a pesar de verse expuestos a abuso físico, insultos y amenazas de muerte.

      Los discípulos de Jesucristo no solo fueron testigos respecto a su resurrección, sino también acerca de su ascensión al cielo. Diez días después de aquella ascensión, unos 120 discípulos recibieron la prueba de que el Hijo había sido ensalzado a la diestra de su Padre. ¿Qué prueba recibieron? Antes de Su ascensión, Jesucristo había mandado a sus discípulos: “No se retiren de Jerusalén, sino sigan esperando lo que el Padre ha prometido, acerca de lo cual oyeron de mí; porque Juan, en verdad, bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en espíritu santo a no muchos días después de esto.” (Hech. 1:4, 5) Por lo tanto, en el día del Pentecostés de 33 E.C., cuando aproximadamente 120 discípulos recibieron el espíritu santo prometido y éste los capacitó para hablar en lenguas extranjeras a los judíos y prosélitos que habían venido de lugares distantes a Jerusalén para asistir a la fiesta del Pentecostés, aquellos discípulos supieron que el Hijo estaba con el Padre.

      Por esa razón el apóstol Pedro pudo declarar en aquel día a los miles de oyentes: “A este Jesús lo resucitó Dios, del cual hecho todos nosotros somos testigos. Por eso, debido a que fue ensalzado a la diestra de Dios y recibió del Padre el espíritu santo prometido, él ha derramado esto que ustedes ven y oyen.”—Hech. 2:32, 33.

      LA EJECUCIÓN SEGURA DEL JUICIO DIVINO

      Los sucesos bien atestiguados relacionados con Jesucristo que acontecieron durante el primer siglo subsisten como garantía inmutable de que tiene que venir un día de ajuste de cuentas para todas las naciones. Los fieles discípulos de Jesucristo esperaban con verdadero anhelo ese día en que se ejecutaría el juicio divino. El apóstol cristiano Pablo señaló a eso mismo en una de sus cartas a los tesalonicenses, cuando escribió:

      “Es justo por parte de Dios pagar con tribulación a los que les causan tribulación a ustedes [los creyentes], pero, a ustedes que sufren la tribulación, con alivio juntamente con nosotros al tiempo de la revelación del Señor Jesús desde el cielo con sus poderosos ángeles en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús. Estos mismos sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna de delante del Señor y de la gloria de su fuerza, al tiempo en que él viene para ser glorificado con relación a sus santos y para ser considerado en aquel día con admiración con relación a todos los que ejercieron fe.—2 Tes. 1:6-10.

      La venida de Jesucristo en calidad de ejecutor del juicio divino iniciará un tiempo en que todos los males serán rectificados. Por medio de Cristo, Dios juzgará hasta “las cosas secretas de la humanidad.” (Rom. 2:16) Aunque no sabemos el día ni la hora en que llegará ese día que por largo tiempo se ha anhelado, tenemos la garantía que Dios da de que vendrá, y de que se acerca cada vez más. Eso debe incitarnos a vivir en armonía con su garantía. Pero ¿qué exige esto de nosotros?

  • Cómo vivir en armonía con la garantía de Dios
    La Atalaya 1980 | 15 de marzo
    • Cómo vivir en armonía con la garantía de Dios

      SI TENEMOS fe absoluta en la garantía de Dios respecto al juicio venidero, debe haber obras que den prueba de nuestra fe. La Biblia dice: “Como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.”

      Está claro que si esperamos que el juicio de Jesucristo sea totalmente imparcial debemos evitar el favoritismo. Esto significaría que otorgaríamos a toda persona la dignidad que merece, que no tendríamos a menos a otros debido a su posición humilde o sus limitaciones, ni daríamos preferencia especial a ciertos individuos solamente porque fueran ricos y prominentes. Además, querríamos evitar el favorecernos nosotros mismos indebidamente. ¡Cuánta inconsecuencia habría en que nos angustiáramos por los males morales que otros cometieran mientras nosotros estuviéramos procurando egoístamente nuestro propio provecho en toda oportunidad!

      Hacemos bien en tener presente que el juicio divino por Jesucristo no es solo para nuestro semejante. Es para nosotros personalmente. Las Escrituras declaran: “Si ustedes invocan al Padre que juzga imparcialmente según la obra de cada cual, compórtense con temor durante el tiempo de su residencia forastera.” (1 Ped. 1:17) Cuando tenemos un temor o respeto sano para con nuestro Creador y su Juez nombrado, estamos menos inclinados a ver qué están haciendo o no están haciendo otras personas. Más bien, tendremos cuidado en cuanto a cómo llevamos a cabo nuestros propios asuntos en la vida. Al reconocer que solamente Jehová Dios por medio de Jesucristo puede arreglar todo asunto, nos restringiremos de llegar a estar excesivamente perturbados por las injusticias, y de encolerizarnos hasta el punto de hacernos justicia nosotros mismos. La Biblia nos dice: “No se venguen ustedes mismos, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová.’”—Rom. 12:19.

      Al mismo tiempo, si podemos ayudar a otros a llegar a apreciar la importancia de vivir en armonía con la garantía de Dios de que hay un juicio venidero, seguramente queremos hacer eso. Podemos hacer esto al responder con bondad a los que nos tratan injustamente. La Biblia recomienda: “‘Si tu enemigo tiene hambre, aliméntalo; si tiene sed, dale algo de beber; porque haciendo esto amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza.’ No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.” (Rom. 12:20, 21) El responder bondadosamente puede hacer que la persona injusta sienta vergüenza, y esto puede llevar a la persona a arrepentirse de su manera de proceder. Así, el trato bondadoso pudiera tener un efecto de refinamiento en la persona, y sacar a relucir sus mejores cualidades.

      Por supuesto, nuestro comportamiento ejemplar no sería suficiente para hacer que otros se dieran cuenta de la necesidad de que armonizaran su vida con la garantía de Dios. Tenemos que informarles acerca de la voluntad y el propósito divinos. A la gente de Atenas, el apóstol Pablo declaró: “[Dios] está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan.” (Hech. 17:30) Puesto que el día en que se ha de ejecutar la justicia divina todavía no ha llegado, éste todavía es el mensaje que hay que proclamar en todas partes. Correctamente, los proclamadores deben ser personas que hayan aceptado a Jesucristo como el Juez designado de Jehová. Los que verdaderamente tienen fe en la garantía de Dios no pueden menos que hablar, porque “de la abundancia del corazón habla la boca.”—Mat. 12:34.

      Es limitado el tiempo que queda para que la gente responda a la invitación. Ningún ser humano sabe lo que el día de mañana le traerá. Mañana pudiera ser demasiado tarde. (Pro. 27:1; Sant. 4:13, 14) Por eso, las personas que no se demoran en arrepentirse en respuesta a la invitación de Dios, y que empiezan a vivir una vida que da prueba de que tienen fe en la ejecución de la justicia divina, son verdaderamente sabias.

      Aun ahora, el vivir una vida de esa índole es el derrotero provechoso. Contribuye a tener una conciencia limpia para con Dios y nuestro semejante, y resulta en paz interna y contentamiento. Cuando somos altruistas al tratar con otros, disfrutamos de la mayor felicidad, que es la que viene de dar. (Hech. 20:35) Delante de nosotros hay un futuro brillante. No solo veremos que se dispensará la justicia imparcialmente; además, todo el sufrimiento que ha afligido a la humanidad por miles de años llegará a ser cosa del pasado. Las Escrituras presentan esta promesa que alegra el corazón: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Rev. 21:4.

      De veras tenemos razones sólidas para vivir en armonía con la garantía de Dios. Si usted desea aprender más acerca del gran propósito del Creador y lo que él quiere que usted haga, los testigos de Jehová del sector donde usted vive se deleitarán en compartir con usted el conocimiento que han obtenido de las Santas Escrituras. Lo invitamos a aceptar su oferta de un estudio bíblico de casa, conducido gratuitamente.

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